Après moi, le déluge. O lo que es lo mismo: Después de mí, poco me importa lo que venga. La frase atribuida a la amante del rey Louis XV, Madame Pompadour, parece haberse convertido en la máxima de los hasta hace poco pilares del conservadurismo financiero, los bancos centrales. La economía mundial está más que nunca gobernada por ellos. El escaso margen de maniobra de los gobiernos de las principales potencias para estimular sus economías debido a sus altos niveles de endeudamiento, ha convertido a la política monetaria en el principal instrumento para superar la crisis. Puede que el Banco Central Europeo sea más conservador que la Reserva Federal o el Banco de Japón, pero nadie duda de que la política monetaria se ha adentrado en un terreno desconocido. La dependencia de de los agentes económicos en sus políticas de estímulo dificultan el regreso a la normalidad. Los tipos de interés casi negativos de una Europa financieramente fragmentada, que impide que los estímulos lleguen allí donde más se necesitan, o las masivas compras de activos por parte de las autoridades monetarias en EEUU, Reino Unido o Japón no terminan de reactivar la economía mundial y están provocando una volatilidad sin precedentes de los precios de los activos que amenaza con arruinar las posibilidades de conseguirlo.