¿Hasta cuánto puede Draghi desactivar las amenezas que acechan la eurozona sólo con unas palabras mágicas? Entonces, en junio de 2012 le funcionó. Cuando los ataques a Italia y España amenazaban con romper el euro, avisó de que el el BCE haría todo lo que fuera necesario para evitarlo y añadía: "y créanme, será suficiente", logró recuperar la credibilidad de la moneda única y marcó un punto de inflexión en la crisis de la deuda soberana que sufrían los países periféricos. O lo que es lo mismo, fue lo que evitó que el Gobierno de Rajoy tuviera que pedir un rescate soberano, aunque no evitó el bancario, a la vista del coste insostenible que estaba alcanzando la financiación de su deuda. Las masivas inyecciones de la Fed hicieron el resto. La pregunta, ahora que la deflación amenaza con debilitar la modesta recuperación de la eurozona, es si sólo con la palabra, Mario Draghi conseguirá alejar la principal amenaza de la recuperación: la deflación. La caída de los precios no sólo encarece la devolución de la deuda del Estado (que se acerca al 100% del PIB) si no que podría sumir a la eurozona en un bucle fatal de crecimiento débil unido a una depreciación de los activos y el ahorro y una recaída en la recesión, similar a lo ocurrido en Japón en los últimos veinte años.
Tan preocupante debe ser el panorama que hasta la muy ortodoxa Alemania, por boca de su aún más ortodoxo presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, se ha mostrado partidaria de usar políticas no convencionales, que en principio de salen del mandato del BCE, para acercarse al objetivo que tiene marcado la máxima autoridad monetaria de la eurozona: 2% de inflación. España registró una tasa negativa del 0,2% y el conjunto de la eurozona una subida del 0,5%. ¿De qué forma afecta esto al tímido crecimiento? Se aplazan decisiones de compra a la espera de que los precios caigan y en el camino las empresas, ante la falta de pedidos, ajustan plantilla y costes dañando al crecimiento de tal forma que no es descartable volver a entrar en recesión.