La cuestión del euro y su resistencia a bajar trae de cabeza a más de uno. No sólo empresas como Zara y otras europeas, sobre todo de los países periféricos como España, que han hecho un esfuerzo monumental por diversificar sus mercados para esquivar la crisis de la demanda interna de la eurozona, ven cómo sus resultados a la hora de repatriar beneficios se ven mermados por la fortaleza de la moneda europea, la cuestión del euro fuerte sigue siendo la asignatura pendiente de Mario Draghi. Pese a las contundentes medidas de relajación monetaria anunciadas hace un par de semanas, el euro se deprecia a un ritmo frustrante. Tan frustrante que está dificultando la salida de la crisis, pues no hay manera de aligerar el peso de la deuda pública y privada ni de alejar el fantasma de la deflación.
El BCE tiene claro que un euro más débil es fundamental para luchar contra la deflación. Las importaciones serían más caras y las exportaciones, motor de la salida de la reciente crisis, más baratas y atractivas. Las multinacionales como Zara y otras no verían mermar su cuenta de resultados y aplazarían inversiones. La decisiones de compra de los consumidores no se retrasarían a la espera de que cayeran los precios. Las empresas invertirían en crear empleo y en bienes de equipo si confiaran en que la demanda por sus productos se iba a incrementar y etc... En resumen, es una de las claves para que la tímida salida de la crisis que viven los países más afectados por las políticas de austeridad pudiera consolidarse.
Pero los mercados no parecen reaccionar con la celeridad deseada a las medidas recientemente anunciadas por la autoridad monetaria, algunas de ellas sin precedente en otro banco central occidental, como el cobro de una tasa a los bancos que depositen dinero en sus arcas en lugar de prestarlo a otras entidades, además de la reducción generalizada de sus tipos y el programa para prestar 400.000 millones de euros a los bancos que presten a las pymes. Ni siquiera parece haberles impresionado que el italiano advirtiera: "Y esto no se acaba aquí." Dando a entender que si hiciera falta usarían medidas no convencionales como la compra de bonos soberanos por parte del BCE a las entidades al estilo de la Fed y su Quantitive Easing... Es más, parece que las políticas de estímulo a la economía real son las que más apoyan la fortaleza del euro.
¿Ha calculado mal los tiempos Draghi? El mismo día que el BCE anunció la batería de medidas para hacer menos atractiva la tenencia en activos denominados en euros, más allá de lo que muchos se esperaban conociendo la resistencia de su principal socio, Alemania, a abrir la mano, la moneda comunitaria cerró la sesión más alta que la abrió. En diez días sólo se ha depreciado un 0,8% y sigue en máximos desde hace casi un año. Draghi ha indicado desde hace meses que una parte importante de la política monetaria es "influir el tipo de cambio para asegurar su objetivo de estabilidad de los precios". O dicho en román paladino: la inflación en la zona euro está en el 0,5% (en algunos países que no crecen es incluso negativa) y el mandato del BCE es el 2%. Si el euro se depreciara, sería más fácil acercarse a ese objetivo. Pero este se le aleja y la recuperación mientras está en juego...
Los mercados esperan que la corrección del tipo de cambio dólar/euro venga de la mano de una política monetaria claramentente más restrictiva de Estados Unidos. Es decir, que los tipos de interés suban más en este país. La potencia norteamericana se encuentra en un momento diferente a la eurozona en su ciclo económico, con tasas de crecimiento en torno al 3% y una inflación del 2%, pero la fortaleza comercial de la eurozona, con un superávit (de más de 30.000 millones de euros en el primer trimestre de 2014) frente a sus socios comerciales, sigue suponiendo un freno a la depreciación del euro. Hay otro factor novedoso: en los últimos meses ha aumentado la demanda de euros y que también supone un freno a su caída: los países emergentes han duplicado sus emisiones en euros para aprovecharse de sus tipos de interés más bajos y por tanto más atractivos que el dólar o que sus monedas locales.
Dada la resistencia del euro a depreciarse pese a la radical relajación monetaria anunciada por Draghi uno sólo puede esperar que la solución venga de mano de la fortaleza de la economía norteamericana. Que realmente se desequilibre la balanza de los tipos de interés. Pero ello tardará tiempo. Ya tiene bastante la Fed manejando la delicada retirada de sus inyecciones mensuales de liquidez y los efectos de esta en los tipos de interés y en la recuperación de su economía como para preocuparse de echar una mano a sus socios europeos, a los que, por otra parte, ha criticado en múltiples ocasiones su fundamentalismo a la hora de aplicar las políticas de austeridad y no colaborar con la salida de la crisis. Todo apunta a que la caída del euro seguirá siendo frustrantemente lenta a menos que Mario Draghi decida sacar otro conejo de la chistera.