Ha muerto Kim Jong-il, líder de Corea del Norte, y su muerte se llora en Pyongyang y también en China, amo de llaves de la relación entre la dictadura comunista hereditaria y el resto del mundo.
“Estamos chocados al saber que el líder de Corea del Norte, el camarada Kim Jong-il, falleció, y expresamos nuestras profundas condolencias por su desaparición”. Esas han sido las palabras de China tras la muerte del dictador norcoreano, que los últimos meses se había convertido en un visitante asiduo, con al menos cuatro visitas en tan sólo 18 meses. A Rusia, el otro país fronterizo “amigo”, sólo fue una vez –en agosto- en la última década.
El ministerio de Relaciones Exteriores chino ha calificado a Kim, el “Querido Líder”, de gran estadista para su nación, pese a que la hambruna de finales de la década de 1990 mató a una cifra cercana al millón de personas (en un país que apenas tiene 24 millones de habitantes) y que ha enfrentado al país con todo el planeta por su programa nuclear.
Hoy comprendemos qué razones motivaban las inusuales frecuentes visitas del deteriorado Kim a China a bordo de su tren de lujo. Su objetivo era dejarlo todo atado para que su hijo, Kim Jong-un, se hiciera –con apenas 28 años- con las riendas de una nación que dispone de la bomba atómica y que apenas tiene relaciones con el mundo.
China ha sido el gran aliado de Corea del Norte desde la Guerra de Corea (1950-1953), cuando el Gran Timonel Mao Zedong envió tropas para luchar contra las potencias capitalistas. Pekín ha brindado apoyo económico (es su principal socio comercial, con 3.400 millones de dólares de comercio en 2010, el 52.6 por ciento del total del comercio del país con el mundo) y diplomático a un régimen que ha instrumentalizado el uso de la bomba atómica para obtener concesiones de Estados Unidos y sus socios asiáticos.
No es sólo que Pekín se haya negado a dar la espalda a Pyongyang tras los ensayos atómicos de 2006 y 2009, lo que habría arrinconado al régimen, es que también ha permitido que por su territorio transite arsenal nuclear norcoreano con destino a Irán y Birmania. China ha tratado de erigirse en actor pacificador, organizando desde 2003 unas negociaciones multilaterales para poner fin a la expansión militar nuclear de Corea del Norte. Pero esa estrategia ha fracasado una y otra vez. Hoy mismo, Pyongyang ha efectuado un nuevo disparo de misil de corto alcance. Y desde abril de 2009, Pyongyang no quiere ni sentarse a dialogar.
¿Qué persigue, pues, China en su relación Corea del Norte? ¿Será el acceso a las reservas de carbón que albergaría el país del Querido Líder? ¿Será el privilegio de sus inversores, que tienen acceso a las zonas económicas especiales al norte del país, donde construyen carreteras y producen mercancías por sueldos de un dólar al día?
Para tratar de que algún chino respondiera a estas preguntas he intentado hablar hoy con un experto chino en la materia. “Lo siento, hoy no puedo hablar. Tenemos órdenes del ministerio de Propaganda de no hacer declaraciones”, ha dicho a mi secretaria este analista, que pertenece a una institución muy cercana al Gobierno chino. En la enorme Embajada de Corea del Norte en Pekín, donde ondeaba la bandera a media asta, la policía había restringido el tráfico en las calles colindantes.
La incógnita quizá tenga que ver con dos axiomas: la Coca-Cola y los refugiados. A Pekín no le conviene una revolución al estilo árabe que derroque el régimen y provoque un aluvión de exiliados en su frontera norte (además de dar ideas a su propia población). Una kilométrica valla de cuatro metros de alto construida, casualmente, desde el pasado abril en la frontera chino-coreana parece ser un buen indicador.
¿Y la Coca-Cola? China no querría de ninguna forma que Corea del Norte, país sobre el que siente que posee un gran ascendente, se abra súbitamente al mundo y avance hacia una reunificación con Corea del Sur que sitúe a la península en la órbita de Estados Unidos. ¿Qué amigos le quedarían a China en sus fronteras, ahora que Birmania parece haber dejado la senda de la dictadura? ¿Dónde podría profesar entonces las bondades del socialismo con características chinas?
El nuevo líder es joven, habla inglés y francés y ha tenido acceso a las bondades del mundo capitalista, tras estudiar en Berna. Le gusta la NBA y es supuestamente fan de Michael Jordan. Todo ello no garantiza nada (a su padre le pirraba el MacDonald’s), pero su perfil indica que será más difícil convencerle de que es mejor mantener un estatus de Estado paria. Quizá por ello Coca-Cola decidiera hace unos meses probar suerte para derribar una de las últimas fronteras que le quedan en su negocio.