Obasanjo y Hu en la visita de este último a Nigeria en 2006 - Kola Osiyemi/AFP-Getty Images
“El siglo XXI será el siglo en el que China lidere el mundo. Y cuando lo lideréis, queremos estar cerca de vosotros. Cuando vayáis a la Luna, no queremos quedarnos atrás”
Alocución del presidente nigeriano Olusegun Obasanjo durante la visita de su homólogo chino Hu Jintao al país africano en 2006.
El retorno de China en África quizá sea uno de los fenómenos geopolíticos más importantes de nuestro siglo. Y digo retorno porque la relación de China con África se remonta a las décadas de los 60’ y 70’, cuando Mao Zedong quiso exportar su peligrosa revolución al continente africano a través del envío de miles de doctores, expertos en técnicas guerrilleras y peones que erigieron proyectos como el mítico tren que une Zambia y Tanzania (TAZARA). /1
La presencia china en África carece hoy del vector ideológico, pero su pegada es más visible que nunca. China es ya el primer socio comercial del continente, con 150.000 millones de dólares de intercambios previstos para 2011, y uno de los principales inversores, con miles de millones de dólares en los sectores de los recursos naturales y las infraestructuras de países como Zambia, Angola, Sudán o Costa de Marfil. Pekín compra en África los recursos que necesita para alimentar sus fábricas y vende productos acabados que no tienen cabida en los mercados occidentales. A cambio, hace carreteras, puentes, presas, estadios de fútbol y palacios presidenciales, y todo ello sin hacer preguntas molestas sobre libertades civiles, derechos de las minorías o corrupción. Estas son las bases de lo que China ha etiquetado como política “win-win”. Y sobre el papel parece, sin duda, que las dos partes ganen.
Por eso las élites africanas –económicas y políticas- se han echado en brazos del amigo chino, con declaraciones públicas de gran afecto y valor poético, como la del ex presidente nigeriano Obasanjo, o el propio Robert Mugabe.
Pero ello está empezando a cambiar, al menos en algunos lugares. Varios acontecimientos, todos sucedidos este año, indican que el safari chino tiene sus riesgos (no sólo para los africanos, tema que veremos en otros posts, sino también para los chinos).
- El primero es la escisión de Sudán en dos países desde el 9 de julio. Aunque la diplomacia china supo prever el nacimiento del país 193 del planeta, será difícil que Juba –la capital de Sudán del Sur- olvide el apoyo que durante años Pekín ha brindado al dictador sudanés Omar al Bashir y a la élite árabe que ha sometido a los pueblos negros del Sur. No es sólo que China haya utilizado su puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU para rebajar las sanciones contra Sudán, o que Bashir fuera recibido en junio en Pekín como un estadista, aunque pesen sobre él órdenes de arresto emitidas por el Tribunal Penal Internacional (TPI) a causa de su responsabilidad en Darfur. Es que las armas de las empresas chinas sirvieron –pese al embargo al que Pekín se había comprometido- para permitir las tropelías del brigadista Bashir. /2
Será interesante ver cómo se colocan las nuevas piezas en el tablero sudanés, de gran importancia para China por sus inversiones en el sector del petróleo (unos 15.000 millones de dólares acumulados desde los años 90’). Pekín no debe olvidar que el 80 por ciento del oro negro está en el Sur.
- El segundo es la primavera árabe. Los cambios abruptos en Yemen, Egipto, Túnez, Libia y quizá Siria han dejado un nuevo escenario para una China que ha invertido en esa región miles de millones de dólares, pero que ahora deberá forjar nuevas alianzas. De especial interés es lo sucedido en Libia, donde China tuvo que evacuar a toda prisa a 32.000 nacionales, en una retirada que le ha costado a las empresas chinas que operaban en la Libia de Gadafi unos 2.300 millones de euros.
No está nada claro que el nuevo Gobierno libio pase página y retome con el mismo entusiasmo que Gadafi la relación con los mandarines, en especial tras conocerse que las empresas estatales chinas de armas vendieron (o al menos negociaron) con la administración de Gadafi la venta de equipamiento militar por valor de 200 millones de dólares para combatir a los rebeldes. Todo ello violando el embargo de armas impuesto por Naciones Unidas (y que la propia china había avalado con su voto).
Trabajadores en una obra en el centro de Jartum, Sudán del Norte / Luis de las Alas
- El tercero, y quizá más paradigmático de los riesgos a largo plazo, ha quedado reflejado en las elecciones presidenciales en Zambia. Situado sobre unas fabulosas reservas de cobre, este país africano ha recibido unos 3.000 millones de dólares de inversión china los últimos años, sobre todo en el sector minero. La afluencia de capital chino ha creado puestos de trabajo y nuevas oportunidades para los locales, pero también ha vehiculado unas prácticas medioambientales, laborales y sociales pésimas en la región del Cinturón de Cobre que han generado mucho malestar social. Y ese malestar ha sido la clave para que Michael Sata ganara las elecciones presidenciales de septiembre.
Con un marcado acento populista y extremadamente crítico con los inversores chinos, a los que llegó a llamar “infestors”, en lugar de “investors”, Sata ha hecho saltar todas las alarmas en Pekín. Y es que el imprevisible Sata –denominado Rey Cobra- ya amenazó en el pasado con romper relaciones con China si el gigante no actuaba responsablemente en sus inversiones y en el trato de los trabajadores locales.
¿Qué significa lo sucedido en Zambia? Como me explicaba hace unos días el sociólogo portugués João Feijoo, residente en Mozambique y seguidor del fenómeno China-África, el “factor China” se está colando en las elecciones locales africanas. Y es que aunque África necesita las inversiones chinas, los candidatos no van a ignorar las huelgas contra las empresas chinas que proliferan en el continente, de Argelia a Mozambique, de Angola a Chad, ni por supuesto tampoco el rédito político que pueden sacar de ello. El Partido Comunista de China quizá logre escapar por el momento al escrutinio de su población, pero en África le aguarda el reto de la fiscalización.
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Referencias:
1/ China Returns to Africa; Alden, Chris, Large, Daniel, Soares de Oliveira, Ricardo. Hurst, 2008. pp.XIV.
2/ China’s growing role in Africa peace and security, Safeworld, enero de 2011. Pp. 49-53.
Hay 3 Comentarios
Primer artículo que leo de este blog. Y último. Simplemente,hay cosas que son imposibles: o se escribe de forma independiente sobre temas que son vitales para el dominio americano del mundo desde la Segunda Guerra Mundial o se escribe bajo el paraguas de El País. Porque de Bonets,Espinosas e Higueras estamos hasta el moño. Es suficiente con leer el menú de las "categorías" para saber quien ha escrito el guión. Algunas otras sugerencias: artistas arribistas,el Tíbet,los buenos de los uigures,disdentes ciegos, y,aunque ya no está de moda,niñas de orfanatos.
Publicado por: Xaquin López Gómez | 02/07/2013 1:15:23
me ha encantado lo del safari.
Cuidado con los leones y otras fieras negras, que parecen muy mansas, pero como se cabreen, menudo bocado les van a dar. A los chinitos se los engullen de un bocado. Zampados. y de poco le servirán los guardaspaldas de la corte.
Publicado por: Curro | 01/12/2011 18:50:50
Es un poco contradictorio, al menos, empezar la entrada afirmando que China hace la pinza con las élites para acabar afirmando que la ciudadanía con su derecho al voto va a "fiscalizar" el papel de China en África.
O bien la ciudadanía es mero sujeto pasivo, rehén de la pinza China-Élites africanas, o bien es capaz de influir con su voto.
Lo que no puede es ser una cosa y la contraria. Un rehén secuestrado y un poderoso fiscalizador al mismo tiempo.
Publicado por: Luis | 01/12/2011 10:07:53