Heriberto Araujo y Juan Pablo Cardenal

Sobre los autores

Heriberto Araujo y Juan Pablo Cardenal son periodistas españoles en China desde 2007 y 2003, respectivamente. Juntos han escrito el libro "La silenciosa conquista china" (disponible ya en español, mientras se traduce a cinco idiomas), una investigación de dos años por 25 países en el mundo en desarrollo para comprender la expansión del gigante asiático y sus consecuencias. Ahora le siguen los pasos también a la irrupción de China en Occidente.

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La agenda china en el Ártico

Por: | 16 de mayo de 2013

“El Ártico pertenece a la población mundial y ningún país tiene soberanía sobre él”. La extemporánea frase de un almirante retirado de la Armada china dejó claras, allá por 2010, las pretensiones de China en una zona del mundo que no es limítrofe con su frontera pero que tiene un enorme potencial geoestratégico y económico. Las oportunidades que vienen con el deshielo, provocado por el calentamiento global, no pasan desapercibidas para las grandes potencia. Tampoco para China, que aspira también a su parte del pastel.

La parrafada del almirante chino la llevó Pekín al terreno diplomático con su petición de incorporarse al Consejo Ártico como observador permanente. El Consejo, fundado en 1996 por los ocho Estados Árticos, se reúne cada dos años para coordinar la política regional en materia medioambiental y desarrollo sostenible. Ahora, con el nuevo futuro que se vislumbra en esa zona del globo, el Consejo Ártico se ha convertido en un club de élite en el que todos quieren ingresar. Varias organizaciones internacionales y seis países, entre ellos España, ya son observadores permanentes desde hace años.

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Noticia en la TV china de la admisión de China en el Consejo Ártico como observador.

Ayer, en la cita celebrada en Suecia, se incorporaron otros seis. Entre ellos, China, premiada al fin después de dos rechazos consecutivos y una vez que su discurso ha pasado de desafiante a reglamentario, esto es, centrado ahora en la investigación científica. Tener estatus de observador permanente supone no quedar descolgado del debate sobre el Ártico y, eventualmente, tener sitio reservado en la mesa cuando empiece el banquete. El festín son las grandes reservas de petróleo y minerales que cobijan las aguas y territorios árticos, las cuales teóricamente podrán explotarse en las próximas décadas.

Con todo, el interés de China es mucho más actual. El Océano Ártico es ahora navegable en zonas que antes estaban cubiertas por el hielo, lo que significa que el Consejo Ártico tendrá supuestamente un gran peso a la hora de delimitar los derechos pesqueros. Y no hablamos de una zona de pesca cualquiera sino de una de las mayores reservas de peces del planeta. Todo ello es clave para un país que tiene la mayor flota pesquera faenando por los mares del mundo, y no necesariamente porque se haya disparado la demanda de proteína en el país más habitado del mundo. Su despliegue es por puro negocio. No en vano China es el mayor productor pesquero mundial además de exportador neto de pescado.

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Un informe del Parlamento Europeo del pasado año destapó un (nuevo) engaño del país asiático. Oficialmente, Pekín declaró a la ONU que capturó una media de 368.000 toneladas de pescado cada año en la última década en aguas lejanas. El citado informe calculó que las capturas reales en ese mismo periodo fueron, en verdad, más de 12 veces esa cantidad, o 4,6 millones de toneladas. Por tanto, resulta paradójico que un país con semejantes escrúpulos haya entrado a formar parte, de momento sin capacidad ejecutiva, en un Consejo Ártico que se fundó, precisamente, para salvaguardar la singularidad medioambiental del Ártico. A ver cómo se convence al zorro de que se comporte en el gallinero.  

La otra razón que interesa y mucho en Pekín es la posibilidad real de que en el futuro puedan abrirse rutas marítimas por el Ártico. Aún quedan muchos obstáculos por superar –legales, logísticas, comerciales, etc– antes de que se abra al tráfico comercial, pero cuando ocurra la ruta entre Shanghai y Hamburgo se reducirá en 7.000 millas, lo que supondrá un ahorro considerable en tiempo y combustible. Eventualmente, esas mismas rutas permitirán a China llevar los minerales que explote  en Groenlandia, territorio que también está en el punto de mira de los asiáticos, sin tener que navegar hasta el canal de Suez.

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Gráfico publicado en el SCMP.

Por todo ello es indudable que Pekín tiene intereses legítimos en la región y, en ese sentido, es perfectamente razonable que China se involucre con el resto de la comunidad internacional en perfilar el futuro del Ártico. El verdadero desafío para el resto es asegurarse de que el gigante asiático accede a jugar bajo las reglas establecidas.

El País

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