Siempre me he preguntado para qué sirve Casa Asia y en qué se gastan el dinero del contribuyente. Así que me he ido a su página web para averiguarlo. Dice textualmente: “Casa Asia se creó con la voluntad de fortalecer el conocimiento y el diálogo sobre Asia en España, a través del análisis y la discusión de temas cívicos, políticos, sociales, culturales, económicos y ambientales, dando apoyo a actividades y proyectos que contribuyeran a un mejor conocimiento entre las sociedades asiáticas y la española, así como promover el desarrollo de las relaciones entre las mismas”.
Y continúa: “Se trata, pues, de construir entre todos los agentes interesados en Asia y el Pacífico, un proyecto basado en la colaboración, con vocación de servicio y la aspiración de ser un referente del conocimiento sobre esta parte del mundo. Con este objetivo se fundó Casa Asia en 2001 (…)”. Es lógico pensar, por tanto, que por ser la segunda potencia económica y el país más poblado del mundo, China es uno de los países regionales que mayor interés despierta entre quienes creen que Casa Asia es un referente intelectual.
En base a ello deduje que tendría prevista alguna conferencia o actividad en torno al 25 aniversario de Tiananmen, que ahora se cumple.
Pekín, junio de 1989.
Deducción errónea. Casa Asia no tiene prevista ninguna actividad sobre –acaso– el más importante acontecimiento histórico acontecido en China desde la muerte de Mao. Lo que no está nada mal para quienes aspiran a ser “un referente del conocimiento sobre esta parte del mundo”, (incluida China, se entiende).
Cómo lo justifican es aún peor: “No podemos tomar partido”, apuntan desde Casa Asia. ¡Tomar partido, nada menos! Precisamente, ninguneando el aniversario y contribuyendo a la amnesia colectiva están tomando partido por el mismo régimen que, en vísperas del aniversario, ha intensificado la represión con una oleada de detenciones e interrogatorios: desde familiares de los fallecidos y activistas a académicos, periodistas e intelectuales.
“La respuesta de las autoridades chinas al 25 aniversario ha sido más dura que en años anteriores, pues insisten en tratar de borrar de la memoria lo sucedido el 4 de junio”, dijo ayer Amnistía Internacional. Hasta la habitualmente timorata Unión Europea hizo ayer una condena oficial. Pero mientras en medio mundo se recuerda cada año el trágico aniversario, en España contribuimos al apagón, con Casa Asia a la cabeza.
Conmemoración en Hong Kong.
Puede que ésta sea un consorcio público “formado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación a través de su Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), la Generalitat de Cataluña y los Ayuntamiento de Barcelona y Madrid”, según se lee en la anteriormente citada web. Y puede que colaboren estrechamente con distintas embajadas, entre ellas la china. ¿Pero a quién se debe Casa Asia? ¿Está entre sus objetivos omitir todo aquello que irrita al gobierno chino?
La omisión de cualquier referencia al aniversario de Tiananmen no es un descuido patoso. Una búsqueda por palabras en su web da buena cuenta de cómo ha abordado los asuntos chinos políticamente sensibles en el pasado. Con cuatro palabras clave –“China”, “derechos humanos”, “Tiananmen” y “Tíbet”– busco qué actividades vinculadas a esos temas han organizado o promocionado. De los 154 resultados obtenidos, sólo una conferencia abordó los derechos humanos, pero fue en la Universidad Autónoma de Madrid y el ponente era un académico chino.
De las tres que abordaron la cuestión política en el Tíbet, sólo una se hizo en Casa Asia y sus ponentes dieron al acto un barniz de pluralidad y objetividad prodigiosas: todos eran funcionarios chinos del Tíbet o de la embajada china en Madrid. La más reciente de las conferencias es de 2008. Y respecto a las 150 actividades restantes, lo habitual: la magia del mandarín, la poesía china, el arte contemporáneo, las concubinas, la música tradicional china y un sinfín de charlas sobre la economía china y sus fabulosas oportunidades. Instituto Confucio en estado puro.
Al comprobar la bravura y arrojo casi suicida de Casa Asia para divulgar –desde 2001– la auténtica realidad de China, recordé a Ding Zilin, la promotora y portavoz de las ‘Madres de Tiananmen’ que, a sus 77 años, ha sido confinada una vez más a arresto domiciliario. La entrevista que le hice en la primavera de 2004 marcó mi llegada a China. En su domicilio, delante de una taza de té y junto a las cenizas de su hijo muerto, contó con todo detalle lo acontecido aquel 4 de junio trágico en el que su hijo adolescente murió en un callejón próximo a Tiananmen por las balas del Ejército chino. Mientras lo contaba, las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Ding Zilin junto a un retrato de su hijo.
Para Casa Asia, Tiananmen no existió. Tampoco para nuestra diplomacia, para nuestros gobernantes, para no pocos académicos y periodistas. Son los mismos que abogan por el fin del embargo de armas y los que se congratulan de que China nos considere su mejor amigo dentro de la UE. Los que se ponen de perfil con respecto a los derechos humanos en China o la represión en el Tíbet. Los que ceden a las presiones del gobierno chino y liquidan de un plumazo la justicia universal para desactivar con ello los dos querellas contra los líderes chinos en la Audiencia Nacional.
No somos el único país que actúa así con China, sobre todo ahora que es percibida como una potencia económica. Pero eso no es consuelo. Tenemos mucho de lo que avergonzarnos.