Heriberto Araujo y Juan Pablo Cardenal

Sobre los autores

Heriberto Araujo y Juan Pablo Cardenal son periodistas españoles en China desde 2007 y 2003, respectivamente. Juntos han escrito el libro "La silenciosa conquista china" (disponible ya en español, mientras se traduce a cinco idiomas), una investigación de dos años por 25 países en el mundo en desarrollo para comprender la expansión del gigante asiático y sus consecuencias. Ahora le siguen los pasos también a la irrupción de China en Occidente.

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El chino como objeto de deseo

Por: | 03 de febrero de 2012

El secuestro esta semana de medio centenar de trabajadores chinos en África ha puesto en alerta a Pekín. En dos incidentes de distinta gravedad en Egipto y Sudán, ingenieros, operarios y peones chinos han sido raptados por rebeldes para ser utilizados como moneda de cambio para sus reivindicaciones políticas.

 

Sudan trabajadores obra 

                                                        Obreros en Jartum, capital de Sudán del Norte - Foto de Luís de las Alas

 

El menos grave se produjo en el inflamado Egipto, donde la violencia no sólo se extiende por los campos de fútbol, sino también en la Península del Sinaí y El Cairo. Veinticinco trabajadores chinos de una fábrica de cemento fueron retenidos el martes durante más de 15 horas por beduinos armados que reclaman a la autoridad egipcia la liberación de varios de los suyos. El incidente fue solventado rápidamente y sin incidentes, pero refleja el empeoramiento de la seguridad para los chinos en el Egipto revolucionario. “En este marco general de inseguridad, los chinos nos llevamos la peor parte. Gente que lleva viviendo años en El Cairo [como las trabajadoreas de la foto] y jamás había sido atracada, ha sufrido varios ataques en apenas unos meses”, me explicaba un amigo chino residente en la ciudad.

 

Egipto                           Comerciantes chinas que venden sus productos por las calles de El Cairo - Luis de las Alas

 

El segundo caso se produjo el pasado fin de semana (28 de enero) y está aún sin resolver. Un grupo rebelde fiel al Gobierno de Sudán del Sur (el MPLS-N, para más señas) atacó un campamento de la empresa constructora estatal china Sinohydro en Korofán del Sur y trató de secuestrar a 47 trabajadores chinos, aunque sólo logró retener a 29. Los estrechos lazos de China con la dictadura de Sudán del Norte, que controla militarmente esta región rica en petróleo pero muy insegura, y el envío de una delegación por parte de Pekín no han servido por el momento para que los obreros que construían una carretera en la región fueran liberados.

Desgraciadamente, parece que el secuestro de los peones chinos –cuyo trabajo en el África más peligrosa y asilada es simplemente heroico- está siendo utilizado para reprender a Pekín por su disposición a financiar y construir una carretera de 63 millones de dólares cuyo objetivo sería permitir el transporte de las tropas norteñas de Omar al Bashir a la región.

Lo preocupante de la situación para Pekín es que el país tiene 5.5 millones de obreros desplegados por todo el planeta, buena parte de ellos en lugares peligrosos como Angola, República Democrática del Congo o el propio Sudán, donde construyen de todo, desde oleoductos a presas o refinerías. Pero este tipo de incidentes no parece ser exclusivo de los países más conflictivos de África. También en Mozambique, un país relativamente estable, los comerciantes chinos como los de la fotografía son víctima de los ataques, según nos explicaron en nuestro viaje al país hace algo más de un año.

 

Mozambique                                                 Propietarios chinos de un colmado en Maputo, Mozambique - Luis de las Alas

Incluso en Venezuela, país al que China ha prestado más de 32.000 millones de dólares, la violencia y el crimen organizado se ha cebado con la próspera comunidad china. En un marco de inseguridad total y absoluta en el que los crímenes se han multiplicado por cuatro en el país tras la llegada de Chávez en 1998 (123.091 homicidios en 12 años, el 81 % impunes, récord histórico de violencia en 2011), los chinos residentes en el país están siendo uno de los objetivos predilectos del hampa. Son el nuevo objeto de deseo: ricos, débiles y de un valor geopolítico suficiente como para obtener contrapartidas de los gobiernos locales.

¡Y Estados Unidos qué!

Por: | 23 de enero de 2012

Los zarpazos de la crisis actual, que han puesto al descubierto las debilidades, excesos y falta de respuestas del sistema occidental además de las carencias de su clase política, coincide con el renacer de China como potencia mundial. Ello dispensa una munición preciosa a quienes ensalzan las bondades del sistema chino, al conjugar los logros del llamado ‘milagro chino’ con la supuesta decadencia occidental para presentarlos como prueba del algodón de la infalibilidad y eficacia del modelo chino.

Quizá habría que empezar diciendo que sólo hay ‘milagro’ porque en la ecuación no se incluyen los efectos secundarios. Las deslumbrantes estadísticas, de hecho, no incluyen a los cientos de millones de chinos que no salen nunca en la foto; ni capturan tantas variables no cuantificables económicamente que también contribuyen de forma decisiva al bienestar. Ello sin mencionar otros factores como la explotación laboral o la represión financiera que sufren los ahorradores chinos, cuestión ésta a la que nos referiremos próximamente desde este mismo blog.

Milagro Crema de 'milagro chino', ideal para la piel.

Por tanto, que el modelo chino sea –por su naturaleza- indiscutiblemente efectivo, no implica que sea necesariamente mejor. De ahí que, ahora que China está desplegando por todo el planeta los tentáculos de sus -legítimos- intereses, se hace imprescindible saber qué y quién hay detrás de semejante expansión. Hay poderosas razones para ello: la opacidad que rodea al régimen chino, la apariencia de normalidad de éste ahora que emerge como tabla de salvación de nuestros desaguisados y la ausencia en el sistema chino de los contrapesos que son habituales en las democracias.

Es por ello que, ahora, en una época en la que los gobiernos de medio mundo rinden inusitada pleitesía a sus homólogos mandarines, la prensa y las ONG quedan como último recurso para afearle la conducta a China cuando ésta sea responsable -o cómplice- de los excesos y abusos. Lo vimos en muchos países durante nuestra investigación: desde el saqueo de recursos y sus nefastas consecuencias en el estado de Kachín, al norte de Birmania, a la pasividad del gobierno peruano para frenar los excesos en el proyecto minero chino en San Juan de Marcona.

Peru pintadas ok
Pintada en una calle de San Juan de Marcona, Perú. (Marco Garro).

En Kachín y en Marcona nadie ampara a las víctimas, que sufren en silencio. En Birmania, denunciar los tejemanejes de los militares birmanos con los empresarios chinos conlleva la cárcel. En Perú, en medio del vital oxígeno económico que brinda China en estos tiempos de crisis, nadie osa poner coto a los desmanes laborales y medioambientales de la minera estatal china Shougang. Y ya que en China es del todo improbable que un medio de comunicación o una ONG denuncie la actuación impropia de sus empresas estatales, la fiscalización de la expansión internacional del gigante es ahora más necesaria que nunca.

Y no porque las empresas chinas sean necesariamente peores que las occidentales, sino porque el sistema chino carece de los contrapesos (imperio de la ley, sociedad civil, pluralidad política, prensa libre, instituciones fuertes, participación, separación de poderes) que sí tiene el occidental; contrapesos que, ciertamente, marcan la diferencia en el sentido de que hacen que la irresponsabilidad de las empresas occidentales esté mucho más vigilada.

En este contexto, no deja de sorprenderme la ferocidad de las críticas y descalificaciones personales que suelen -solemos- recibir quienes osen censurar o denunciar los excesos y abusos que China comete dentro y fuera de sus fronteras. Muchas de estas críticas usan la coartada de la comparación histórica en la colonización para relativizar los atropellos que China hace hoy, medio siglo después, en el mundo en desarrollo. La pregunta es obligada: ¿acaso el negro historial de Occidente en África y otros lugares concede a los chinos derecho para hacer lo mismo? ¿Les legitima lo más mínimo?

Otras críticas defienden a ultranza a la dictadura china directamente desde la trinchera del antiamericanismo. Arrinconados por la evidencia de los hechos, asestan un último embate casi a la desesperada, apoderándose en el fragor de la batalla del estilete que guardan escondido en el calcetín: ¡¿Y Estados Unidos qué?!, exclaman de forma recurrente.

Ante lo cual, qué quieren que les diga. Juzgar y, en su caso, criticar a China, realmente, no tiene nada que ver con Estados Unidos. Tiene que ver -únicamente- con cómo ve uno el mundo y la vida.

Prohibido criticar a China

Por: | 10 de enero de 2012

A finales del año pasado la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) publicó un informe en el que denunciaba los abusos laborales de las compañías mineras chinas en Zambia. El país africano cobija, con la vecina República Democrática del Congo, una de las mayores reservas de cobre y cobalto del mundo en el llamado cinturón del cobre del continente africano. Por tanto, por su imperiosa necesidad de hacer acopio de materias primas, China es el principal inversor en el sector minero de la región.

El informe de HRW denuncia el incumplimiento sistemático de la legislación laboral por parte de las compañías mineras chinas: desde jornadas interminables con salarios míseros a la ausencia de unas mínimas condiciones de seguridad, desde un trato denigrante a los trabajadores a una actitud corporativa abiertamente hostil contra los sindicatos. Las conclusiones de HRW coinciden, mayormente, con lo que nosotros vimos -meses antes- en ese mismo país durante nuestra investigación allí, la cual también abordaba las condiciones laborales en las minas chinas.

Zambia riots
Disturbios en las minas chinas en Zambia.

Y claro, en cuanto el informe vio la luz, ardió Troya. Dos académicos de Hong Kong de reconocida trayectoria en el seguimiento de las relaciones entre China y África, desautorizaron por escrito y públicamente el informe y acusaron a HRW y al autor de la investigación de faltar a la verdad: por su inadecuada metodología, por seguir la corriente mediática dominante (occidental, se entiende), por llegar a conclusiones tendenciosas y por tratar a China con distinto rasero, entre otras. Insinuaron incluso que el informe tiene tintes racistas.

O sea, que una organización seria y de prestigio, la cual me consta que tiene un estricto sistema de filtros y aprobaciones antes de que uno de sus informes vea la luz, y el trabajo de un investigador que viajó tres veces a Zambia, invirtió un año y entrevistó a 170 personas, lo tiran abajo dos teóricos sentados en su poltrona universitaria con argumentos más que discutibles. Suele ser habitual un lenguaje vitriólico -cuando no ofensivo- entre los que defienden a China a capa y espada, pero con ello no logran necesariamente argumentar mejor.

Durante nuestra presencia en Zambia comprobamos que, pese a que el coloso asiático es el principal inversor, crea puestos de trabajo y construye infraestructuras, no terminan de ser aceptados por las comunidades locales. ¿Raro no? Pero claro, hay una explicación: las condiciones laborales de sus empresas allí son claramente “las peores”, como nos dijeron a nosotros los afectados y tal cual reza el informe de HRW. Hay huelgas salvajes, violencia y accidentes con frecuencia, e incluso ha habido tiroteos, heridos y muertos. O lo que es lo mismo: la conflictividad es muy superior a la de su competencia zambiana, india o canadiense.

ZambiaMining shooting 2010
Huelga salvaje. Uno de los 11 mineros zambianos heridos por los disparos con arma de fuego de los patronos chinos en una mina china en Zambia, octubre de 2010.

Llama asimismo la atención que el nuevo presidente, Michael Sata, ganara las elecciones el pasado otoño con un discurso antichino y que, precisamente, su granero de votos estuviera en ese cinturón del cobre donde se encuentra buena parte de la inversión china en el país africano. El informe Chinese Investments in Africa: A Labour Perspective, realizado por sindicatos en 10 países africanos, incluido Zambia, llegó también a conclusiones arrolladoras: “tendencias que son comunes en los negocios chinos en África incluyen unas tensas relaciones laborales, actitudes hostiles hacia los sindicatos, violaciones varias de los derechos de los trabajadores, unas pobres condiciones de trabajo y casos de discriminación y de prácticas laborales injustas”. ¿Ecos de un colonialismo con características chinas?

Lo hemos visto en otros lugares: en Perú, en Birmania, en la República Democrática del Congo, en Mozambique... Conflictos laborales a largo plazo, la forma despótica en que las empresas estatales chinas administran su posición de fuerza y un desprecio habitual por los individuos: todo ello explica que nada erosione más la imagen de China en el exterior que sus formas y lógica laborales. Si hay imperio de la ley, sociedad civil e instituciones fuertes, China respeta la legalidad; si no hay todos esos contrapesos, como ocurre en tantos países del mundo en desarrollo, ocurre exactamente lo que se denuncia en el informe de HRW.

Finalmente, al aproximarnos a cómo China aborda la cuestión laboral a nivel doméstico, quizá sea conveniente saber que Pekín no fijó un salario mínimo hasta el año 2004. También vemos que mientras la curva del PIB de los 30 últimos años ha crecido exponencialmente, la curva de salarios se ha mantenido prácticamente plana, con la excepción de varias subidas desde 2008 para aliviar las tensiones sociales que provocan las desigualdades. ¿La brecha entre una curva y la otra no es lo que los economistas llaman “explotación laboral”? Aunque, realmente, no hace falta ponerse tan teórico: no hay más que ver cómo son hoy las condiciones en la fábrica del mundo para entender la sensibilidad laboral del régimen chino.

Por tanto, los profesores de Hong Kong, y tantos otros a los que les salta el automático cuando leen una crítica contra China, pueden ver la cuestión desde distintos ángulos y con todos los matices que quieran, minimizando o incluso ignorando lo obvio. También pueden decir, si quieren, que China es una democracia de referencia y que las condiciones laborales que las mineras estatales chinas ofrecen en sus proyectos en Zambia son un ejemplo para todos. Pero para un periodista digno de tal nombre, más si ha comprobado sobre el terreno y con sus propios ojos lo que acontece, no puede conformarse con poner la linterna debajo del foco. Su obligación es alumbrar los rincones oscuros.

Lágrimas chinas por el “Querido Líder” Kim Jong-il

Por: | 19 de diciembre de 2011

 

 

 

 

Ha muerto Kim Jong-il, líder de Corea del Norte, y su muerte se llora en Pyongyang y también en China, amo de llaves de la relación entre la dictadura comunista hereditaria y el resto del mundo.

“Estamos chocados al saber que el líder de Corea del Norte, el camarada Kim Jong-il, falleció, y expresamos nuestras profundas condolencias por su desaparición”. Esas han sido las palabras de China tras la muerte del dictador norcoreano, que los últimos meses se había convertido en un visitante asiduo, con al menos cuatro visitas en tan sólo 18 meses. A Rusia, el otro país fronterizo “amigo”, sólo fue una vez –en agosto- en la última década.

El ministerio de Relaciones Exteriores chino ha calificado a Kim, el “Querido Líder”, de gran estadista  para su nación, pese a que la hambruna de finales de la década de 1990 mató a una cifra cercana al millón de personas (en un país que apenas tiene 24 millones de habitantes) y que ha enfrentado al país con todo el planeta por su programa nuclear.

Hoy comprendemos qué razones motivaban las inusuales frecuentes visitas del deteriorado Kim a China a bordo de su tren de lujo. Su objetivo era dejarlo todo atado para que su hijo, Kim Jong-un, se hiciera –con apenas 28 años- con las riendas de una nación que dispone de la bomba atómica y que apenas tiene relaciones con el mundo.

China ha sido el gran aliado de Corea del Norte desde la Guerra de Corea (1950-1953), cuando el Gran Timonel Mao Zedong envió tropas para luchar contra las potencias capitalistas. Pekín ha brindado apoyo económico (es su principal socio comercial, con 3.400 millones de dólares de comercio en 2010, el 52.6 por ciento del total del comercio del país con el mundo) y diplomático a un régimen que ha instrumentalizado el uso de la bomba atómica para obtener concesiones de Estados Unidos y sus socios asiáticos.

No es sólo que Pekín se haya negado a dar la espalda a Pyongyang tras los ensayos atómicos de 2006 y 2009, lo que habría arrinconado al régimen, es que también ha permitido que por su territorio transite arsenal nuclear norcoreano con destino a Irán y Birmania. China ha tratado de erigirse en actor pacificador, organizando desde 2003 unas negociaciones multilaterales para poner fin a la expansión militar nuclear de Corea del Norte. Pero esa estrategia ha fracasado una y otra vez. Hoy mismo, Pyongyang ha efectuado un nuevo disparo de misil de corto alcance. Y desde abril de 2009, Pyongyang no quiere ni sentarse a dialogar.

 

Caricatura

¿Qué persigue, pues, China en su relación Corea del Norte? ¿Será el acceso a las reservas de carbón que albergaría el país del Querido Líder? ¿Será el privilegio de sus inversores, que tienen acceso a las zonas económicas especiales al norte del país, donde construyen carreteras y producen mercancías por sueldos de un dólar al día?

Para tratar de que algún chino respondiera a estas preguntas he intentado hablar hoy con un experto chino en la materia. “Lo siento, hoy no puedo hablar. Tenemos órdenes del ministerio de Propaganda de no hacer declaraciones”, ha dicho a mi secretaria este analista, que pertenece a una institución muy cercana al Gobierno chino. En la enorme Embajada de Corea del Norte en Pekín, donde ondeaba la bandera a media asta, la policía había restringido el tráfico en las calles colindantes.

La incógnita quizá tenga que ver con dos axiomas: la Coca-Cola y los refugiados. A Pekín no le conviene una revolución al estilo árabe que derroque el régimen y provoque un aluvión de exiliados en su frontera norte (además de dar ideas a su propia población). Una kilométrica valla de cuatro metros de alto construida, casualmente, desde el pasado abril en la frontera chino-coreana parece ser un buen indicador.

¿Y la Coca-Cola? China no querría de ninguna forma que Corea del Norte, país sobre el que siente que posee un gran ascendente, se abra súbitamente al mundo y avance hacia una reunificación con Corea del Sur que sitúe a la península en la órbita de Estados Unidos. ¿Qué amigos le quedarían a China en sus fronteras, ahora que Birmania parece haber dejado la senda de la dictadura? ¿Dónde podría profesar entonces las bondades del socialismo con características chinas?

El nuevo líder es joven, habla inglés y francés y ha tenido acceso a las bondades del mundo capitalista, tras estudiar en Berna. Le gusta la NBA y es supuestamente fan de Michael Jordan. Todo ello no garantiza nada (a su padre le pirraba el MacDonald’s), pero su perfil indica que será más difícil convencerle de que es mejor mantener un estatus de Estado paria. Quizá por ello Coca-Cola decidiera hace unos meses probar suerte para derribar una de las últimas fronteras que le quedan en su negocio.

 

Liu Xiaobo no, Aung Suu Kyi sí

Por: | 15 de diciembre de 2011

Birmania ejemplifica actualmente -quizá mejor que cualquier otro país- la pugna entre Estados Unidos y China por erigirse como potencia de la región Asia-Pacífico. Una situación que nadie habría imaginado hace tan sólo un año, cuando en noviembre de 2010 la Junta Militar birmana ponía fin a la detención residencial que ha marcado los últimos 20 años de vida de la opositora, Premio Nobel de la Paz 1991 y figura emblemática, Aung San Suu Kyi.

Muchas cosas han sucedido desde entonces: elecciones que han dado paso a un gobierno civil (pero dominado por la vieja guardia militar), liberación de presos políticos y la suspensión de uno de los proyectos más ambiciosos de China en el país (la controvertida presa de Myitsone, que amenazaba con crear un daño medioambiental y social de gran magnitud para los birmanos).

Estos gestos se han interpretado en algunos sectores como una apertura, lo que ha suscitado el interés de Estados Unidos. Rápidos, los estadounidenses enviaron a principios de mes a Hillary Clinton para pulsar el interés del régimen por progresar hacia la democracia. Era la primera vez que un secretario de Estado norteamericano pisaba el país en más de medio siglo.

 

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Clinton y Aung San Suu Kyi en la reciente visita de la secretaria de Estado - AP Photo/Saul Loeb


Todo ello ha puesto muy nervioso a China, un gigante que –en medio del embargo occidental contra Birmania- hizo de escudero de la Junta Militar a cambio de grandes privilegios en el acceso a las fuentes de recursos: jade, madera, oro, petróleo y gas. De esta forma ha logrado convertirse en el primer inversor extranjero en el país, con unos 14.000 millones de dólares en 2010.

Pekín teme ahora que Washington esté maniobrando para que el mayor aliado que tiene en la región caiga en la esfera de influencia occidental. Sobre todo en momentos en que el conflicto del Mar de la China Meridional ha enfrentado a Pekín con buena parte de sus vecinos.

 

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El presidente birmano, Thein Sein, y su homólogo chino, Hu Jintao

 

Lo que nadie imaginaba es que China, en un claro giro de su política de “no interferencia en los asuntos internos”, iba a reaccionar reuniéndose con la que ha sido la “bestia negra” del régimen militar birmano durante años. “Aung San Suu Kyi manifestó varias veces su deseo de contactar con la parte china, y el embajador de China en Birmania respondió a su petición reuniéndose con ella y escuchando lo que tenía que decir”, ha revelado este jueves el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores chino, Liu Weimin.

Toda una sorpresa que Pekín haya establecido contacto –y lo haya hecho público- con una de las figuras asiáticas más importantes en la lucha por la democracia y los derechos humanos. El objetivo es, sin duda, estrechar lazos con la candidata más sólida en unas eventuales elecciones libres y multipartidistas, ante la posibilidad de que un cambio de régimen eche por tierra los intereses estratégicos de China en el país (como analizábamos en un post anterior, pero en el caso africano).

Nada nuevo bajo el sol, pura realpolitik, se dirán ustedes. Pero quizá haya que ir un poco más allá. ¿Qué se habrá dicho para sí mismo el embajador Li Junhua cuando Suu Kyi le hablaba de su lucha por las libertades civiles o le describía en primera persona las penurias infligidas por los militares a los opositores? ¿Qué habrán entendido en el Ministerio de Relaciones Exteriores chinos al recibir el verbatim del encuentro? Seguro que algún funcionario avispado se habrá dicho para sus adentros que el mejor situado para interpretar -y explicar a sus señorías- la importancia de ese combate por la igualdad y la justicia cumple actualmente 11 años de condena por expresar ideas similares a las de Suu Kyi. Se llama Liu Xiaobo y fue Premio Nobel de la Paz 2010 por lo mismo por lo que se lo dieron a la Dama birmana: “lucha no violenta por los derechos humanos fundamentales”.

China nos tiene pillados

Por: | 11 de diciembre de 2011

 

Va a ser divertido ver cómo lidian los líderes europeos con la dictadura china ahora que ésta emerge como tabla de salvación de los desaguisados occidentales. Los mismos políticos que hace relativamente poco plantaban cara a Pekín en un sinfín de asuntos, desde los derechos humanos a la manipulación de su divisa, ofrecen ahora su mejor sonrisa al enseñarles la patita para que pongan sus ingentes recursos financieros al servicio de nuestra recuperación económica.

Euro palillos

No es sólo que China esté invirtiendo a destajo en el mundo en desarrollo, donde hace acopio de materias primas y caza al vuelo las oportunidades que se le presentan. Es que, con el rebrote de una crisis que amenaza con dinamitar los cimientos del sistema occidental, Pekín está posicionándose en Europa a una velocidad que jamás habría imaginado. Nada explica mejor el actual estado de cosas que los políticos de la Europa periférica haciendo cola ante el emperador chino para implorarle que compre deuda soberana.
 

Hu jintao y merkelHu jintao y sarkozy


Para China el momento no puede ser más propicio. Las gangas en el Viejo Continente le ofrecen, por un lado, la opción de diversificar sus inversiones internacionales con activos que antes de la crisis no estaban a su alcance; y, por otro, le brindan acceso a la alta tecnología que es imperativa para que la economía china entre en una nueva fase de desarrollo. A la vez, el presidente de China Investment Corporation, anunció hace unos días en el Financial Times que el principal fondo soberano chino invertirá también en proyectos de infraestructura europeos, empezando por el Reino Unido.

Si primero llegó la invasión del Made in China, ahora el avance del gigante asiático ha dado un salto cualitativo: esto es, adquiere deuda soberana, compra compañías en quiebra del sector del automóvil, se posiciona en los puertos del Mediterráneo y se presta a entrar en el proyecto ferroviario de alta velocidad que unirá Londres con el norte de Inglaterra. Y esto es sólo el principio: según un informe de Asia Society, para el final de la actual década la inversión china por todo el planeta alcanzará el billón de dólares.

La cuestión da para escribir una enciclopedia, pero voy a centrarme en tres reflexiones:

Lo primero que me pregunto es cómo explotará Pekín la debilidad europea. O dicho de otro modo: cómo ejercerá su influencia sobre Bruselas -o sobre cada gobierno europeo- y cómo reaccionará ésta. ¿Podrá Pekín comprar el silencio europeo sobre derechos humanos? ¿Incluirá el trato el levantamiento del embargo de armas vigente desde Tiananmen? ¿Implicará conceder a China el estatus de economía de mercado, lo que supondría sacrificar la principal herramienta jurídica para luchar contra el dumping chino?

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En segundo lugar, en el escenario de un eventual despliegue empresarial y financiero chino a gran escala (el billón de dólares en 2020), quizá no debamos perder de vista quién está realmente detrás de todas esas inversiones chinas, que no es otro que el Estado chino. Lo que significa, en última instancia, que quien está moviendo los hilos es -nada menos- que el Partido Comunista. Dado su pedigrí, ello conlleva no pocos desafíos, incluidos los relativos a seguridad nacional y estándares. 

Y, tercero, en términos de reciprocidad de oportunidades parece bastante impropio -y arriesgado- que Europa abra de par en par sus puertas a las empresas del país asiático, mientras las empresas europeas de un buen número de sectores tienen completamente restringido o limitado su acceso al mercado chino.

Por todo ello, Europa está en una encrucijada. A corto plazo no puede permitirse el lujo de prescindir de las inversiones chinas, pero ello quizá conlleve tener que asumir significativos riesgos a largo plazo. En definitiva: China nos tiene pillados.

¿Caballo de Troya chino en el Ártico?

Por: | 04 de diciembre de 2011

Huang Nubo es amante de la poesía, el montañismo y la naturaleza. Es además empresario de éxito en el sector turístico y uno de los magnates más ricos de China: el número 161 según la lista de millonarios de la revista Forbes. No es casualidad, por tanto, que esté vinculado con el Partido Comunista de China (PCCh), donde ejerció responsabilidades en el departamento de propaganda.  

Huang Nubo
Huang Nubo, millonario chino de 55 años.   

Hace meses tuvo una idea. Comprar 300 kilómetros cuadrados de tierra yerma en el remoto norte de Islandia, nada menos que el 0,3 por ciento del territorio islandés. El poeta decía tener un sueño: con su inversión iba a construir un hotel de lujo que incluiría un campo de golf de 18 hoyos, excursiones a caballo, salidas en globo y dos pequeños aviones para volar en dos horas y media desde Reikiavik.  

La inversión en la zona conocida como Grímsstadir á Fjöllum era de nueve millones de dólares para comprar el suelo, y de otros 100 millones para el proyecto. Si se trataba de un capricho, coincidirán conmigo en que la cosa era bastante extravagante; si se trataba de un negocio, no iba a ser fácil rentabilizarlo en una región que está a oscuras buena parte del año y cuyo clima no puede ser más hostil. Según ironía local, Islandia tiene sólo tres estaciones: otoño, invierno y primavera.

Aurora boreal islandia
Un proyecto de aurora boreal en el remoto norte de Islandia.

Pues bien, esta semana el Gobierno islandés ha tirado abajo el proyecto. No es que no le viniera bien al país atlántico una inyección económica de ese calibre, teniendo en cuenta que trata de recuperarse del batacazo de sus bancos en 2008. Pero ha enterrado la operación, no sin discrepancias en el seno del Gobierno, básicamente porque no se fía. Formalmente, el ministro del Interior islandés aludió a que Huang no cumple los requisitos exigibles a los extranjeros no comunitarios que desean comprar tierra en el país.

Lo relevante, sin embargo, fue todo lo que no dijo el señor ministro pero que, sin duda, está en boca de todos. Primero, los críticos se preguntan para qué un eco-proyecto turístico requiere la friolera de 300 kilómetros cuadrados, esto es, tres veces la superficie de la ciudad de Barcelona. Y, segundo, muchos sospechan que detrás del hotel, del campo de golf y la aurora boreal se esconde, en verdad, un objetivo geoestratégico del Estado chino: poner el pie en el Ártico. Ambos factores y los vínculos de Huang con el PCCh quizá no sean pura coincidencia, arguyen.

Mapa islandia y proyecto
Una posición estratégica.

China tiene enormes expectativas puestas en esa zona del mundo. De entrada, porque se calcula que en menos de una década el deshielo provocado por el calentamiento global abrirá una ruta marítima por el Ártico que, eventualmente, permitirá reducir en una semana (o alrededor de 6.000 kilómetros) el trayecto desde China hasta el norte de Europa. Aparte de los beneficios comerciales de dicha ruta, China está ya posicionándose diplomáticamente e instituyendo expediciones científicas al Ártico con la vista puesta en las fabulosas reservas energéticas, de minerales y pesqueras que supuestamente cobija.

“El Ártico pertenece a la población mundial y ningún país tiene soberanía sobre él”, declaró hace unos meses un alto militar chino a la agencia Xinhua. “La posibilidad del uso de la fuerza no puede descartarse en el Ártico dada la complejidad de las disputas de soberanía”, apuntó otro mando castrense chino. Que la inversión turística pretendida por el millonario Huang esté próxima a puertos de aguas profundas alimenta, también, la teoría de que con dicha operación Pekín aspiraba a colocar un caballo de Troya en una región estratégica para sus intereses.

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El tablero del Ártico. La embajada china en Islandia, en construcción, será la más grande de Reikiavik.

Nadie sabe qué intenciones tenía Huang realmente, ni si el Estado chino estaba involucrado de alguna manera. Pero, sin entrar en la verosimilitud o no de esas teorías que advierten acerca de los perversos propósitos de Pekín, es perfectamente lógico que Reikiavik haya optado por ponerse a la defensiva. Ese es el precio que paga China por ser una dictadura.

Precio que va a seguir pagando en el futuro próximo, porque para China van a seguir presentándose fabulosas oportunidades de inversión en medio de una Europa tambaleante y en crisis. Pero por la naturaleza de su régimen político, por la ausencia de contrapesos en su sistema y de participación en la sociedad, por la falta de transparencia de sus operaciones y por los riesgos que conlleva que detrás de éstas esté, en verdad, el todopoderoso Estado chino, no es en absoluto reprochable que los demás países tomen también sus precauciones. 

Sobresaltos en el safari chino

Por: | 01 de diciembre de 2011

Hu y obasanjo

Obasanjo y Hu en la visita de este último a Nigeria en 2006 - Kola Osiyemi/AFP-Getty Images

 


El siglo XXI será el siglo en el que China lidere el mundo. Y cuando lo lideréis, queremos estar cerca de vosotros. Cuando vayáis a la Luna, no queremos quedarnos atrás 

Alocución del presidente nigeriano Olusegun Obasanjo durante la visita de su homólogo chino Hu Jintao al país africano en 2006.

 

 

El retorno de China en África quizá sea uno de los fenómenos geopolíticos más importantes de nuestro siglo. Y digo retorno porque la relación de China con África se remonta a las décadas de los 60’ y 70’, cuando Mao Zedong quiso exportar su peligrosa revolución al continente africano a través del envío de miles de doctores, expertos en técnicas guerrilleras y peones que erigieron proyectos como el mítico tren que une Zambia y Tanzania (TAZARA). /1

La presencia china en África carece hoy del vector ideológico, pero su pegada es más visible que nunca. China es ya el primer socio comercial del continente, con 150.000 millones de dólares de intercambios previstos para 2011, y uno de los principales inversores, con miles de millones de dólares en los sectores de los recursos naturales y las infraestructuras de países como Zambia, Angola, Sudán o Costa de Marfil. Pekín compra en África los recursos que necesita para alimentar sus fábricas y vende productos acabados que no tienen cabida en los mercados occidentales. A cambio, hace carreteras, puentes, presas, estadios de fútbol y palacios presidenciales, y todo ello sin hacer preguntas molestas sobre libertades civiles, derechos de las minorías o corrupción. Estas son las bases de lo que China ha etiquetado como política “win-win”. Y sobre el papel parece, sin duda, que las dos partes ganen.

Por eso las élites africanas –económicas y políticas- se han echado en brazos del amigo chino, con declaraciones públicas de gran afecto y valor poético, como la del ex presidente nigeriano Obasanjo, o el propio Robert Mugabe.

Pero ello está empezando a cambiar, al menos en algunos lugares. Varios acontecimientos, todos sucedidos este año, indican que el safari chino tiene sus riesgos (no sólo para los africanos, tema que veremos en otros posts, sino también para los chinos).

- El primero es la escisión de Sudán en dos países desde el 9 de julio. Aunque la diplomacia china supo prever el nacimiento del país 193 del planeta, será difícil que Juba –la capital de Sudán del Sur- olvide el apoyo que durante años Pekín ha brindado al dictador sudanés Omar al Bashir y a la élite árabe que ha sometido a los pueblos negros del Sur. No es sólo que China haya utilizado su puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU para rebajar las sanciones contra Sudán, o que Bashir fuera recibido en junio en Pekín como un estadista, aunque pesen sobre él órdenes de arresto emitidas por el Tribunal Penal Internacional (TPI) a causa de su responsabilidad en Darfur. Es que las armas de las empresas chinas sirvieron –pese al embargo al que Pekín se había comprometido- para permitir las tropelías del brigadista Bashir. /2

Será interesante ver cómo se colocan las nuevas piezas en el tablero sudanés, de gran importancia para China por sus inversiones en el sector del petróleo (unos 15.000 millones de dólares acumulados desde los años 90’). Pekín no debe olvidar que el 80 por ciento del oro negro está en el Sur.

- El segundo es la primavera árabe. Los cambios abruptos en Yemen, Egipto, Túnez, Libia y quizá Siria han dejado un nuevo escenario para una China que ha invertido en esa región miles de millones de dólares, pero que ahora deberá forjar nuevas alianzas. De especial interés es lo sucedido en Libia, donde China tuvo que evacuar a toda prisa a 32.000 nacionales, en una retirada que le ha costado a las empresas chinas que operaban en la Libia de Gadafi unos 2.300 millones de euros.

No está nada claro que el nuevo Gobierno libio pase página y retome con el mismo entusiasmo que Gadafi la relación con los mandarines, en especial tras conocerse que las empresas estatales chinas de armas vendieron (o al menos negociaron) con la administración de Gadafi la venta de equipamiento militar por valor de 200 millones de dólares para combatir a los rebeldes. Todo ello violando el embargo de armas impuesto por Naciones Unidas (y que la propia china había avalado con su voto).

 

Sudan construccion

Trabajadores en una obra en el centro de Jartum, Sudán del Norte / Luis de las Alas

 

- El tercero, y quizá más paradigmático de los riesgos a largo plazo, ha quedado reflejado en las elecciones presidenciales en Zambia. Situado sobre unas fabulosas reservas de cobre, este país africano ha recibido unos 3.000 millones de dólares de inversión china los últimos años, sobre todo en el sector minero. La afluencia de capital chino ha creado puestos de trabajo y nuevas oportunidades para los locales, pero también ha vehiculado unas prácticas medioambientales, laborales y sociales pésimas en la región del Cinturón de Cobre que han generado mucho malestar social. Y ese malestar ha sido la clave para que Michael Sata ganara las elecciones presidenciales de septiembre.

Con un marcado acento populista y extremadamente crítico con los inversores chinos, a los que llegó a llamar “infestors”, en lugar de “investors”, Sata ha hecho saltar todas las alarmas en Pekín. Y es que el imprevisible Sata –denominado Rey Cobra- ya amenazó en el pasado con romper relaciones con China si el gigante no actuaba responsablemente en sus inversiones y en el trato de los trabajadores locales.

¿Qué significa lo sucedido en Zambia? Como me explicaba hace unos días el sociólogo portugués João Feijoo, residente en Mozambique y seguidor del fenómeno China-África, el “factor China” se está colando en las elecciones locales africanas. Y es que aunque África necesita las inversiones chinas, los candidatos no van a ignorar las huelgas contra las empresas chinas que proliferan en el continente, de Argelia a Mozambique, de Angola a Chad, ni por supuesto tampoco el rédito político que pueden sacar de ello. El Partido Comunista de China quizá logre escapar por el momento al escrutinio de su población, pero en África le aguarda el reto de la fiscalización.

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Referencias:

1/ China Returns to Africa; Alden, Chris, Large, Daniel, Soares de Oliveira, Ricardo. Hurst, 2008. pp.XIV.

2/ China’s growing role in Africa peace and security, Safeworld, enero de 2011. Pp. 49-53.

Estados Unidos no cruza la línea roja

Por: | 28 de noviembre de 2011

Iran bandera usa
Mural mítico en las calles de Teherán/ Zohreh Soleimani

La semana pasada Estados Unidos, Canadá y Reino Unido anunciaron nuevas sanciones contra Irán en respuesta al reciente informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que amplía las sospechas acerca de la naturaleza militar del programa nuclear iraní.

Las sanciones en vigor, tanto las unilaterales –que incluyen además las de la Unión Europea, Japón, Australia y otros países- como las de la ONU, no han logrado su objetivo de que el régimen de Ahmadinejad reconsidere su programa nuclear, aunque probablemente lo ha ralentizado y entorpecido. Lo que sí han logrado, por el contrario, es echar a uno de los países más importantes de la región -además de tercer productor de petróleo del mundo- en brazos de China.

Y lo que es más importante: puesto que China supone una vía de escape vital para Irán, las sanciones estarían teniendo un impacto sólo relativo. Veamos el porqué.

El sector energético es clave para la economía iraní porque representa nada menos que el 27 por ciento del PIB. Las sanciones tratan de estrangularlo, Teherán busca alternativas. Le va la vida en ello: su producción actual ronda los 3,7 millones de barriles diarios, pero requiere de inversiones por valor de 120.000 millones de dólares hasta 2015 para evitar una drástica caída hasta los 2,7 millones de barriles.

El régimen sancionador en vigor habría provocado, según Washington, la cancelación de inversiones en dicho sector de entre 50.000 y 60.000 millones de dólares. Por temor a las represalias de Estados Unidos, que comprometerían sus operaciones en otros mercados, las petroleras occidentales no se atreven a cerrar nuevos contratos en el país del Golfo Pérsico. ¿Quién ha llenado el hueco?

Obviamente, China, país que tiene recursos financieros casi infinitos y una necesidad estratégica: su seguridad energética (garantizar su suministro de crudo a largo plazo). Desde 2005, un año antes de la primera ronda de sanciones de la ONU, las petroleras del gigante asiático han invertido en Irán en torno a 40.000 millones. Todo ello ha aupado a China a principal jugador en el petróleo iraní. Y no tardará en convertirse en el único.

¿Qué está ocurriendo realmente? Por un lado, Pekín no se siente vinculada por las sanciones unilaterales de EEUU y otros países, al considerar inadmisible su extraterritorialidad. Respecto a las sanciones de la ONU, las respaldó calculadamente después de haberlas retrasado en el tiempo y de haber diluido significativamente su alcance haciendo uso de su capacidad de veto en la ONU. En la práctica ha significado que las petroleras chinas están haciendo en Irán operaciones que para las de otros países implicaría sanciones. 

Pekín alude a la importancia estratégica de su seguridad energética para seguir con sus negocios, pero en la misma jugada aprovecha las oportunidades que se le presentan, aunque no sean estratégicas. Por ejemplo, suministra el 30 por ciento de la gasolina que consume Irán (país con limitada capacidad de refino). Negocio puro y duro aprovechando la ausencia de competencia.

Políticamente, un cable diplomático fechado en 2008 reveló el poderío actual de China incluso frente a Estados Unidos, al marcarle claramente la línea roja que Washington no debe cruzar: si sus petroleras son sancionadas, las consecuencias serán inimaginables, explicó un alto funcionario chino a otro estadounidense. Washington parece haber cedido a la advertencia.

Que Estados Unidos no cruce esa línea roja y evite sancionar a las petroleras chinas tiene difícil justificación a ojos de los demás jugadores, quienes ven con indignación el doble rasero de Washington. Mientras, en río revuelto, China es la auténtica ganadora. Moviéndose en el filo de la navaja, logra todos sus objetivos.
 

¡Que vienen los chinos!

Por: | 21 de noviembre de 2011

Angola Citic EP1
Proyecto chino de infraestructuras a las afueras de Luanda, Angola. Foto de Luis de las Alas


Qué mejor que debutar en este blog que hoy se estrena abordando su título, porque resume perfectamente en cuatro palabras un fenómeno de rabiosa actualidad que está destinado a cambiar el mundo. China está conquistando el planeta, mientras pone los cimientos para convertirse en una potencia global. Y lo está haciendo como suele: silenciosamente, pero a toda velocidad.

El silencio tiene que ver con la naturaleza de su ofensiva, estrictamente económica y (por el momento) no militar. También alude a la escala de la conquista, mucho mayor de lo que es percibida. Y acontece además sin la transparencia necesaria, sobre todo en los países gobernados por regímenes autoritarios que han fraguado con el gigante asiático una alianza tan interesada como inescrutable.

Lo hemos visto durante un proyecto que nos ha llevado, durante casi dos años, desde las minas de la República Democrática del Congo a los bosques de Siberia, desde la Amazonía ecuatoriana a la cuna del jade en Birmania, desde la Venezuela de Hugo Chávez al Irán de los ayatolás. Un intenso viaje por las entrañas del mundo chino a lo largo y ancho de 25 países de Asia, América Latina y África para entender y describir cómo está China forjando su futura hegemonía.

¿Qué está pasando sobre el terreno? Pues que China está, efectivamente, desplegando sus tentáculos. Lo está haciendo gracias al olfato empresarial y al sacrificio de sus pequeños empresarios, emprendedores y emigrantes, los cuales conquistan mercados imposibles y desbancan a sus competidores locales. Y también con la pegada financiera y una tentadora ‘oferta integral’ que la China oficial pone al servicio de sus ‘objetivos estratégicos’ nacionales.

Su financiación casi ilimitada, sus infraestructuras a la carta y una influyente diplomacia sirven al gigante para cerrar alianzas que garantizan su suministro de materias primas a largo plazo, vitales para que la locomotora china siga creciendo al ritmo actual. Así seduce al mundo en desarrollo, donde el banquero del mundo es visto por las élites locales no sólo como una atractiva alternativa, sino en muchos casos como la única. El nuevo Mesías teje de esta forma la tela de araña de su influencia.

Ahora la grave crisis en Occidente le brinda nuevas e inesperadas oportunidades. En la tambaleante Europa está ya posicionándose estratégicamente, preludio quizá de un nuevo orden mundial en el que Pekín tendrá una autoridad y un poder que, hoy por hoy, es una incógnita cómo administrará en el futuro. Desde luego, los intereses de China son legítimos y no puede minimizarse el impacto positivo de sus inversiones por medio mundo. De hecho, que China esté conquistándolo no tiene nada de particular; el estatus de potencia le corresponde por historia y población. La verdadera cuestión es cómo está haciéndolo.

En este sentido, hemos visto sobre el terreno, más allá de las grandes cifras y los discursos de Pekín y las élites de los países receptores, que las inversiones chinas no siempre suscitan simpatías. No es sólo que muchas veces vayan aparejadas a malas prácticas o a unos estándares laborales, sociales o medioambientales inaceptables, es que la percepción en las poblaciones (obreros, ONG, académicos, políticos, activistas, etcétera) de muchos de esos países es que China está allí únicamente para su propio beneficio.

La naturaleza dictatorial del régimen chino proyecta a sus operaciones en el extranjero un fogonazo de eficacia que, en tiempos de crisis, es visto por muchos como prueba de las bondades del llamado ‘consenso de Pekín’ (versus el ‘consenso de Washington’) y, a la vez, como botón de muestra de la decadencia occidental. Sin embargo, el desarrollo económico con características chinas -dentro y fuera de China- no suele prestar atención a los efectos secundarios, a lo que contribuye un sistema sin los contrapesos de las democracias donde además el poder no rinde cuentas a nadie.

En la imparable -y silenciosa- conquista china, éste es el reto para el resto del mundo.

Desde hoy les invitamos a sumergirse con nosotros en este apasionante viaje por el mundo chino que está llamado a hacer crujir tectónicamente al planeta y, a la vez, a cambiar nuestras vidas. El futuro ya está aquí. Nos meteremos en harina para contárselo.

El País

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