El año K. Lejos de desmoronarse tras la repentina muerte su marido Néstor Kirchner en octubre de 2010, un año después Cristina Fernández se ha convertido en la primera mujer en alcanzar la reelección en la presidencia de la Argentina. “Autoritaria en las formas y en el fondo (…) únicamente compartía el poder con Néstor Kirchner y, a estas alturas, es difícil pensar que quiera cambiar”, decía la articulista de La Nación, Carmen de Carlos, en octubre, cuando fue reelegida con más de un 54% de los votos. Desde que se confirmó su segundo mandato, los analistas subrayaron el hermetismo de esta abogada de 59 años, fiel a un círculo reducidísimo en el que está su hijo Máximo, fundador de la organización juvenil La Cámpora. La duda que rondaba entonces era si ella, la viuda de Él, emplearía los próximos cuatro años en escuchar a la oposición “o seguirá la ley del rodillo”. Claudio Jacquelin aventuraba que nada cambiará. Cuando apenas había pasado un mes de su reelección, titulaba su artículo “Todo el poder a Cristina”. Al poco de su reelección, decidió acabar con los subsidios a los servicios que beneficiaban a bancos, casinos, y a barrios pudientes; y resucitó las relaciones con el empresariado al mismo tiempo que comenzó el entierro de sus relaciones con el poderoso líder de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano. El periodista que creía ser el que más veces la ha entrevistado, Alfredo Leuco, la recordaba en sus declaraciones de hace una década: “Allí se puede ver una Cristina al natural (…). Por momentos sonriente y de buen humor, pero implacable, casi desalmada, a la hora de salir al cruce de otro invitado-adversario (…). No se mostraba intolerante. Pero podía paralizar con la mirada y decía las cosas de frente, sin preocuparse por ser políticamente correcta”. Días después de su toma de posesión, a primeros de diciembre, Leuco recordaba esa época como el tiempo de su “amateurismo mediático”. Era el tiempo en que, según él, “no estaba atravesada por el discurso antiperiodístico que tiene ahora desde el poder ni estaba encerrada en la cápsula que hoy la aísla y la preserva, al mismo tiempo, de las preguntas molestas”. Y es que esa es la otra gran batalla en la que se ha enfrascado la presidenta, la que le enfrenta a los dos grandes periódicos del país al impulsar un marco regulatorio para la producción, distribución y comercialización del papel para diarios. Justo ayer jueves, en un tenso clima, el Senado convertía esa inicitiva de control en ley. El kirchnerismo (algunos empiezan a llamarlo cristinismo) se convirtió en 2011 en la consolidación del primer proyecto político que se prolonga tres mandatos consecutivos en Argentina (con lo que de alguna manera igualan a Perón). Y Leuco regresa al pasado: “Sin maldad, sólo como ejercicio de reflexión, uno se pregunta qué diría aquella legisladora de esta presidenta”
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El fraude de Daniel Ortega. Será presidente de Nicaragua, otra vez, pero completamente en entredicho. Daniel Ortega, el histórico líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se impuso en noviembre en los comicios con un 62% de votos. La toma de posesión para el nuevo mandato de cinco años es en enero, pero la palabra que más acompaña a las elecciones llevadas a cabo el 6 de noviembre es la de “fraudulentas”. Las suspicacias del opositor Partido Liberal Independiente (PLI), que ha levantado su denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) fueron secundadas por la Observación Electoral de la Unión Europea. El organismo europeo denunció que las autoridades nicaragüenses actuaron “con opacidad y arbitrariedad” en la fase final de unos comicios marcados “por un gran retroceso” democrático. En ello coinciden observadores electorales nacionales, las cámaras empresariales, la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica, y el Movimiento por Nicaragua, que han llegado a demandar la renuncia en pleno del Consejo Supremo y la repetición de las elecciones. Pero lo que más se ha dicho es que Ortega no necesitaba del fraude para triunfar. Todos los sondeos le daban ganador, por eso el analista Carlos F. Chamorro, que consideró ilegal la reelección, no comprendió que Ortega no se enfrentase a los resultados reales. “Constituye una nueva modalidad de Golpe de Estado consumado desde el poder. Se trata de un grave precedente en América Latina que plantea a la OEA un dilema insalvable”. Chamorro sostiene que desafiando la tendencia latinoamericana en que los fraudes electorales habían pasado a ser una reliquia del pasado, Ortega simboliza la resistencia a la democracia porque al líder del FSLN le persigue la imagen de político fraudulento desde que ganó las elecciones en 2008, que también se dijo que estuvieron amañadas. Ortega se empeña en perder lustre de cara a la historia.
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La grieta entre Evo y los indígenas. “2011 pasará a la historia política de Bolivia como un año de inflexión: el momento en que la hegemonía de la que gozaba Evo Morales desde fines de 2008 enseñó sus primeras grietas”. Es la conclusión del escritor Fernando Molina en un análisis a principios de diciembre. “Fue el año en que el discurso del oficialismo –nacionalista, por un lado, e indianista, por el otro– se mostró inauténtico y desconectado de su actuación real”. La principal grieta se produjo cuando Morales anunció su intención de construir una carretera que, para unir Beni y Cochabamba, iba a cruzar el Tipnis, una zona amazónica de 1.2 millones de hectáreas, donde viven 13 mil indígenas. Evo, el líder nacionalista, se enfrentaba no sólo a la oposición de los indígenas, su principal bastión de votantes, sino a una de las banderas del movimiento que lo llevó al poder. Los indígenas le acusaron de aplastar a la patria, de ser el gobierno de las trasnacionales, de traidor y más de medio millar de personas recorrió 600 kilómetros durante dos meses como protesta hasta llegar a negociar a La Paz. Para Molina, una vez realizada la revolución política, 2011 significó el fracaso del líder aimara (principal etnia indígena boliviana). “Si había sido el partido de los desposeídos en revuelta contra la oligarquía neoliberal, una vez en el poder se convirtió en el representante de las nuevas burocracias que crecieron a la sombra del estatismo que implantó”. No sin resistirse hasta el final, el presidente acabó por claudicar en octubre y suspendió el proyecto vial. Pero lo trascendente, señala Molina, es una idea referida al empleo de la fuerza para controlar las protestas en septiembre: “El Gobierno de Evo Morales acaba de cruzar la línea que marcará un antes y un después en la historia de su administración”.
En los últimos días hemos repasado algunas de las historias que fueron noticia durante 2011. Haremos una pausa y en enero seguiremos Contando América. Felices fiestas y mejor 2012.