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Contrapuntos

Las balas de un futuro desgarrado

Por: | 23 de marzo de 2014

 

Comenzaba la noche en una de las tantas favelas de Río de Janeiro. La luna iluminaba la risa de Natán, mientras conversaba y jugaba con sus amigos en la puerta de una panadería. Al lado del grupo de niños, Kaká, un joven de 17 años, hacía rodar ostensivamente una pistola entre sus dedos. Natán, inquieto, le preguntó: “¿es de verdad?”. Kaká, sin dudar un instante, respondió: “¿quieres ver?”. Y le disparó un tiro en el rostro, destrozándole la vida. Tenía 12 años y quería ser fotógrafo.

Algunos días atrás, en otra favela, la policía mató a William, un estudiante de 16 años que volvía a su casa después de un baile. William se asustó porque, en la oscuridad de la noche, vio armas y no supo qué estaba pasando. Según algunos vecinos, la policía lo baleó en las piernas y, ya herido, lo remató con una bala en el pecho. Entró a la morgue identificado como traficante de drogas. Su padre lo llora desconsoladamente y pide, al menos, que no digan que su hijo ha sido un bandido, que su William, su querido y amado William era un chico bueno y estudioso.

Natán y William tenían en común que eran pobres, jóvenes y negros. Tuvieron en común, que perdieron la vida absurdamente, como otros miles iguales a ellos, que habitan los barrios populares o las periferias de las grandes ciudades brasileñas, víctimas de una violencia sin otro sentido que desgarrar sueños, que aniquilar el futuro. Los dos fueron enterrados el 21 de marzo, día que la ONU ha dedicado a celebrar la lucha contra la discriminación racial.

Kaká - menor-17anos-antares

Kaká...

 

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¡Disparen contra los docentes!

Por: | 16 de marzo de 2014

 

Está claro: la educación funciona bastante mal en casi todo el planeta. Las consecuencias de semejante descalabro se pueden observar por todos los sitios. Eso es lo que suponemos.

Vivimos en un mundo en crisis y la educación está llamada a redimirnos, a romper las cadenas que nos unen al atraso, a salvarnos de la adversidad, a empujarnos a un futuro de felicidad y bienestar. Falla la educación y la crisis se expande, multiplicándose, inventándose día a día en sus más variadas facetas: crisis económica, crisis de confianza, crisis institucional, crisis del modelo (o modelo de crisis), crisis política, crisis social, crisis cultural, crisis familiar, crisis de valores, crisis de abundancia y crisis escasez, crisis por el conformismo y por la insatisfacción, crisis por los excesos de los ricos y por el exceso de pobres, crisis del mundo del trabajo y crisis de un mundo sin trabajo, crisis de la infancia, de la juventud y de la ancianidad, crisis de la vida adulta, crisis en los estadios y en los santuarios, crisis de los vínculos, de los sentidos y de los sentimientos, de los afectos y de la subjetividad, crisis, al fin, crisis por todos lados.

Está claro: la crisis del mundo se reproduce y amplifica por la crisis de la educación. Eso es lo que suponemos.

Así las cosas, mientras no se encuentra el remedio, al menos, se pueden encontrar los culpables. En el Norte y en el Sur, la respuesta es siempre la misma: la educación funciona mal porque los docentes están mal preparados, carecen de las competencias necesarias para hacer de los niños y niñas sujetos emprendedores y competitivos, ciudadanos activos y responsables, consumidores criteriosos (u obsecuentes); porque los docentes son poco adeptos al esfuerzo, corporativos en sus prácticas organizativas y profundamente perezosos.

La educación no se vende

 

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La espera en el aeropuerto se hace larga y tediosa.

Voy a Chile, donde dentro de algunas horas, dos mujeres serán retratadas en una imagen histórica: una le colocará la banda presidencial a la otra.  La primera, Isabel Allende, futura presidenta del Senado, hija de Salvador Allende, emblema de la democracia y del socialismo en Latinoamérica. La segunda, Michelle Bachelet, elegida por segunda vez presidenta de todos los chilenos y chilenas. Dos mujeres extraordinarias, entre otras cosas, por su compromiso y su lucha por la igualdad de género en el continente. Pienso en los enormes desafíos que se abren para el país y en la importancia que tendrá para la región la posibilidad de que el nuevo gobierno lleve a cabo efectivamente algunas de las reformas y transformaciones sociales, económicas y educativas que se esperan de él. En Chile, las desigualdades se han multiplicado y serán esas dos mujeres, quizás, las protagonistas de un cambio democrático necesario e imprescindible. En pocas horas, los destinos del Cono Sur estarán, en buena medida, en manos de mujeres que han hecho de la política una herramienta de construcción efectiva de la ciudadanía y la justicia social: Dilma, en Brasil; Cristina, en Argentina; y, quién sabe, Constanza Moreira, en Uruguay, precandidata a suceder a José Mujica en la presidencia de la república.

Isabel Allende y Michelle BacheletMichelle Bachelet e Isabel Allende, las máximas dirigentes de la política chilena actual.

 

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Sobre el autor

Pablo Gentili

Pablo Gentili. Nació en Buenos Aires y desde hace más de 20 años ejerce la docencia y la investigación social en Río de Janeiro. Ha escrito diversos libros sobre reformas educativas en América Latina y ha sido uno de los fundadores del Foro Mundial de Educación, iniciativa del Foro Social Mundial. Es Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ). Coordina el Núcleo de Política Educativa de la Universidad Metropolitana de la Educación y el Trabajo (UMET) y el Observatorio Latinoamericano de Políticas Educativas (UMET/FLACSO/UERJ).

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