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Racismo, fútbol y bananas

Por: | 04 de mayo de 2014

 

El racismo constituye una de las más poderosas prácticas de discriminación y humillación que persiste en nuestras sociedades. A pesar de los esfuerzos por reducir sus efectos, el racismo parece sobrevivir a todo tipo de campañas, a las acciones pedagógicas, las condenas públicas y a un cada vez más diversificado arsenal jurídico creado para combatirlo. Así, el racismo penetra capilarmente en casi todas las relaciones sociales, creando máscaras, ocultándose en la aparente banalidad de bromas cotidianas, en sarcasmos nada inocentes acerca del otro, del portador de ciertos rasgos que lo tornan inferior, que lo menoscaban y desprecian ante la mirada indiferente de quien se cree superior porque supone que su piel revela una jerarquía genética que expresa el más alto eslabón de la evolución humana. El racismo es una práctica social de maltrato y exclusión que se traduce siempre en diversos tipos de violencia, en la necesidad brutal de exterminar, silenciar, apagar, invisibilizar o negar la identidad y la existencia misma de quienes son portadores de un estigma, una marca, un color que los vuelve sujetos de la ofensa, el abandono y la injuria. El racismo es poderoso porque se imbrica, se agarra, coloniza nuestras instituciones, porque se solapa en consideraciones que suelen disminuir sus efectos cotidianos y colocan siempre afuera y lejos de cada uno de nosotros sus efectos más perversos.

El deporte, como no podría ser de otra manera, está también atravesado por el racismo. Su presencia no se reduce a la existencia de personas despreciables como Donald Sterling, dueño de Los Angles Clippers, cuya figura ganó fama mundial por las ofensas proferidas contra los jugadores negros de la NBA y el maltrato a su joven pareja. El caso de Sterling no deja de ser paradigmático, es verdad. Ocupa el número 981 en la lista mundial de millonarios, con una fortuna de más de 1.900 millones de dólares y es portador de un doctorado en jurisprudencia en la Southwestern Law School. Sin embargo, las justas reacciones provocadas por sus ideas, no pueden reducir el racismo a ciertos casos personales o ejemplares, especialmente, en un deporte jugado por negros y dominado totalmente por hombres de negocios blancos, de enormes fortunas e ilustrada formación. El problema parece ser mucho más grave y nuestra atención debe orientarse hacia los miles de Sterlings que comparten su pasión por el baloncesto, aunque no posean ni la riqueza material ni los diplomas que adornan el despacho del ahora repudiado empresario californiano.

Banana

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Sobre el autor

Pablo Gentili

Pablo Gentili. Nació en Buenos Aires y desde hace más de 20 años ejerce la docencia y la investigación social en Río de Janeiro. Ha escrito diversos libros sobre reformas educativas en América Latina y ha sido uno de los fundadores del Foro Mundial de Educación, iniciativa del Foro Social Mundial. Es Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ). Coordina el Núcleo de Política Educativa de la Universidad Metropolitana de la Educación y el Trabajo (UMET) y el Observatorio Latinoamericano de Políticas Educativas (UMET/FLACSO/UERJ).

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