La marea independentista. La Vía Catalana ha venido a mostrar, un año después de la gran manifestación de la Diada de 2012, que la fuerza del independentismo no solo no merma en Cataluña sino que sigue creciendo. Muchos se sorprenden de la persistencia de este fenómeno que es observado desde todo el mundo con curiosidad, no solo por la velocidad de su crecimiento y la persistencia de su ímpetu, sino porque contradice algunas ideas que resultaban confortables para sus detractores pero llevan camino de demostrarse erróneas. La primera es que la llamarada independentista era un suflé que igual que había subido bajaría. De momento, el suflé se mantiene alto: la asistencia a la cadena humana y actos aledaños de la última Diada ha sido igual o superior a la de la manifestación de 2012.
En realidad, la teoría del suflé ha sido desmentida ya en varias ocasiones, pero todavía hay quien sigue aferrándose a ella para evitar enfrentarse a las consecuencias de que no sea así. Con esta actitud, persisten en el mismo error de percepción en que incurrieron quienes desde el Gobierno y la dirección del Partido Popular dieron la batalla del Estatut en el Tribunal Constitucional y pensaron que una vez dictada sentencia, habría algunas protestas, pero todo volvería a su cauce en poco tiempo. No pasará nada, dijeron. Y, efectivamente, nada pasó. Se convocó una manifestación, que fue multitudinaria y ahí quedó todo. “¿Lo veis? Asunto concluido”, respiraron aliviados. Pero sí que pasaba. Solo que pasaba por debajo de los radares de alerta de un sistema político que está demostrando un elevado nivel de esclerosis y miopía.
El resultado es que el apoyo a la independencia ha crecido en Cataluña hasta alcanzar cotas inimaginables hace solo tres años: del 52%, según el último sondeo publicado por la SER. La respuesta al recorte estatutario ha sido la persistente exigencia de un referéndum que empezó siendo sobre la relación de Cataluña con España, ahora es ya claramente sobre la independencia. El rechazo a la situación actual es abrumadoramente mayoritario, y la nueva línea divisoria sobre el futuro no pasa ya por diferentes fórmulas de encaje en España, sino por dos grandes bloques: el de quienes consideran que ya no hay nada que negociar con Madrid, excepto la forma de salir de España, y quienes todavía apuestan por el diálogo, aunque cada vez tienen menos espacio y menos visibilidad pública. Hace un año, la exigencia de un pacto fiscal era recibida por el Gobierno como una pretensión descabellada. Hoy, para el catalanismo más radical ya no es siquiera una oferta a considerar. Y esta posición concita un notable apoyo en las encuestas.
¿Se asumirá finalmente la realidad? ¿Llegará tarde la reacción?
¿Quién controla a quién? Otro error de percepción en el que se ha incurrido es creer que el independentismo crecía por una maquiavélica estrategia del nacionalismo tradicional, que lo estaría alimentando para alcanzar una posición de fuerza con la que poder negociar mejoras en la financiación. Ciertamente, es difícil imaginar que Convergència Democràtica, el partido conservador con ligeros toques socialdemócratas creado por Jordi Pujol pueda llegar a posiciones de ruptura. Es más fácil y coherente con su historia pensar que llegada la hora de la verdad, CiU actuará en consecuencia y dará marcha atrás en la aventura soberanista. Es posible. Pero ya no está claro que CiU sea la dueña del proceso.
Convergència hizo en su día un giro soberanista, pero de naturaleza deliberadamente ambigua y limitado a un nuevo marco de relación fiscal y política con España. La independencia no figuraba en su horizonte programático inmediato. De repente, atónito ante una vorágine que lo engullía todo, CiU se encontró en una situación tan inquietante como paradójica: conforme se escoraba hacia posiciones cada vez más soberanistas, la sintonía con la calle aumentaba, pero su fuerza electoral mermaba. Ni en sueños podía CiU imaginar que podría lograr por sí misma una movilización social como la que se ha producido tras la sentencia del Estatut. Pero no era mérito suyo. En realidad, CiU se ha visto arrastrada, igual que los demás partidos, por un tsunami de fuerte componente sentimental que está lejos de controlar. Una fuerza que ha ido creciendo desde todas partes y en todas direcciones, pasando por encima de programas y estrategias.
Cuando advirtió la magnitud de la ola, CiU trató de surfearla utilizando como tabla el propio Gobierno. Y ahí está ahora, sin saber aún si podrá aguantar. Los vaivenes declarativos de Artur Mas en la semana anterior a la Diada, intentando aplazar primero la agenda soberanista y retomándola después con mayor gesticulación, muestran hasta qué punto Convergència ha quedado prisionera de su propio error de percepción: el de pensar que podía subirse a lomos de la fiera y controlarla. Tras ponerse al frente de las demandas de la calle, no resistió la tentación de convocar elecciones anticipadas para tratar de recoger los réditos electorales de su osada apuesta. Pero las cosas no salieron como había previsto. No solo perdió doce escaños, sino que vio como el genuino representante del independentismo, ERC, se colocaba en condiciones de disputarle la dirección del catalanismo y hacerle el sorpasso electoral. Los últimos sondeos confirman que el sorpasso puede producirse.
Hay indicios de que CiU trata ahora de retrasar la agenda soberanista para tener la oportunidad de negociar con Madrid y recuperar así la iniciativa política. Pero me temo que eso va ya a ser difícil. No solo porque el Gobierno de Rajoy sigue sin querer enterarse de lo que ocurre, sino porque la ola sigue creciendo y la tabla de surf se aguanta a duras penas. En estas condiciones, llegar al final de legislatura puede ser para CiU misión imposible y convocar elecciones anticipadas, una temeridad.
Una demostración de fuerza. Ahora, la escena política está en manos de organizaciones que no responden al esquema partidario, aunque a nadie se le escapa el control indirecto que ERC ejerce sobre algunas de ellas. Se han articulado nuevas formas de organización política: plataformas, asociaciones, redes… que confluyen en una entidad ubicua donde las haya, la Asamblea Nacional Catalana. Se trata de una plataforma transversal, con implantación en todo el territorio, que reúne entidades de todo tipo y atrae a gentes de diferentes generaciones, distintas procedencias y hasta diferentes adscripciones ideológicas.
Y una evidencia curiosa: allí donde el movimiento del 15M perdió su energía y su oportunidad de incidencia política, el terreno organizativo, el independentismo ha demostrado una capacidad que ha dejado a muchos asombrados. Si en la Diada de 2012 demostró su capacidad de convocatoria, en la de 2013 ha dado una prueba contundente de su capacidad de organización. No era fácil organizar la logística de una cadena humana de 400 kilómetros. Y funcionó como un reloj.
Lo que emerge es un nuevo escenario político en el que el sistema partidario catalán puede acabar saltando por los aires. Las principales víctimas pueden ser los dos grandes partidos que en los últimos 30 años han ocupado el centro del espacio político y se han repartido los resortes del poder en Cataluña, el PSC y CiU. Los primeros perjudicados por la nueva situación son los socialistas, cuya propuesta federal resulta muy meritoria, ya que implica una reforma constitucional que podría dar una salida sin rupturas al conflicto si le dieran la oportunidad. Pero esa propuesta, surgida del pacto de Granada con el PSOE, ni se percibe en Cataluña como creíble ni parece que pueda llegar a tiempo, pues está lejos de tener en el resto de España el apoyo necesario para ser factible. Tampoco CiU, contra lo que pudiera parecer, está en buena posición, acosada electoralmente por ERC y angustiosamente vacilante entre la necesidad de pactar y la tentación de tirar por el camino de enmedio, desgarrada por dos fuerzas que tiran de ella en direcciones opuestas.
Imágenes: La cadena humana, en Barcelona (Toni Albir/EFE); En el tramo de la Sagrada Familia (Toni Garriga/EFE) y la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Carme Forcadell, durante su discurso (Marta Pérez/EFE)