Cosas que importan

Cosas que importan

No tan deprisa. Las cosas importantes no están solo en los grandes titulares de portada. A veces se esconden en pequeños repliegues de la realidad. En este espacio habrá mucho de búsqueda, de exploración, de reflexión sobre las cosas, pequeñas y grandes, que nos pasan. Y sobre algo que condiciona, cada vez más, la percepción que tenemos de lo que ocurre, la comunicación.

La quiebra de un modelo de televisión

Por: | 07 de noviembre de 2013

Valencia fabra

Los redactores del informativo del Canal 9 tenían prohibido utilizar la palabra “recorte” para referirse a los recortes. Cuando filmaban al presidente Zaplana, tenían órdenes de enfocarlo siempre por el lado bueno de su perfil, y cuando el presidente socialista Zapatero anunció a bombo y platillo su famoso “cheque-bebé”, los informativos de la televisión autonómica valenciana recibieron instrucciones de ignorar el tema. Lo cuenta una de sus periodistas, Iolanda Màrmol, pero cualquiera de sus colegas podría añadir a la lista nuevos y numerosos ejemplos de manipulación informativa.

El cierre de la radio y la televisión pública valenciana es una lamentable y triste consecuencia de los muchos errores de gestión cometidos, pero sobretodo, de una concepción de los medios públicos que solo puede llevar al fracaso porque conduce inexorablemente a una doble quiebra: económica y de credibilidad. La RTV pública valenciana no es el único exponente de este modelo. Otras televisiones autonómicas, entre ellas la de Madrid, están transitando por el mismo camino de alto riesgo. Y tampoco es exclusivo del Partido Popular, aunque este partido es el que lo ha llevado al paroxismo. Otros grandes partidos de gobierno han caído en la misma tentación: la de convertir los medios públicos, que pagamos entre todos, en un instrumento de propaganda al servicio del gobierno de turno.

En el caso de la televisión valenciana,  quiebra económica y quiebra de la credibilidad han ido de la mano. La debacle económica es el resultado en primer lugar de una gestión temeraria e irresponsable, pero también del fracaso de audiencia que solo cabe atribuir en este caso a la pérdida de credibilidad y de función social. Los números son muy elocuentes. Cuando el PP llegó a la Generalitat valenciana se encontró una televisión pública creada por los socialistas llena de periodistas y técnicos que los populares consideraban desafectos a su causa. Algunos de los dirigentes del partido se permitieron incluso decir en círculos no demasiado restringidos que Canal 9 era un nido de “enemigos socialistas”. Y operaron en consecuencia.

Como soplaban vientos de bonanza económica y no podían despedir sin motivo a trabajadores que habían ganado unas oposiciones, aplicaron la política del aplastamiento por redundancia, es decir, contrataron nuevos periodistas y nuevos técnicos de su confianza que suplantaron a los primeros. Así, entre 1991 y 2011, la plantilla del ente público pasó de 687 trabajadores a 1.620, es decir, más que las plantillas de Antena 3, Tele 5 y La Sexta juntas. Y en esos 20 años pasó de una deuda financiera de 20 millones a 1.126. Las cifras, y la comparación, fueron aportadas por el abogado de la propia televisión pública en el juicio que se hizo en octubre sobre el ERE que afectaba a 1.198 trabajadores.
¿Y cuál había sido el resultado de esta política? El más estrepitoso de los fracasos. Después de haber alcanzado una audiencia del 21% en 1989, ha caído hasta poco más del 4%.

¿Cómo es posible que una televisión que ha conseguido un éxito considerable en términos de audiencia, dilapide de esa forma el capital acumulado? Aquí entra la segunda de las premisas: la quiebra de credibilidad. La manipulación de los contenidos era tan burda, tan descarada, que destruyó la confianza de los televidentes. Los dirigentes populares han sido en este caso víctimas de su propio veneno, de su propia desmesura.

Tv valencia edificioEn Valencia como en Madrid, los gobiernos del PP asaltaron los medios públicos con fruición, convencidos de que podían utilizarlos como instrumentos de propaganda, en una plataforma de publicidad para sus actuaciones y de descrédito para las de la oposición. Desde los medios públicos lograrían controlar la visibilidad pública, no solo del partido y sus dirigentes, sino también la de sus adversarios. Esta pretensión parte de un error previo: la creencia de que, amoldando a conveniencia el relato de la realidad, se puede conseguir, si no cambiar las cosas, al menos cambiar la percepción que la ciudadanía tiene de lo que ocurre. Los spin doctor del PP, que conocen muy bien los manuales de mercadotecnia política, saben muy bien la importancia  de crear marcos conceptuales favorables. No es lo mismo explicar la crisis económica, y dentro de ella la de las cajas valencianas, como una catástrofe natural ante la que el Gobierno no puede hacer otra cosa que pedir paciencia y colaboración, que explicar esas crisis como la consecuencia de una falta de control de la política sobre unos mercados financieros desbocados por la ambición y de la falta de escrúpulos de unos directivos que solo pensaban en su propio beneficio.

El PP se ha entregado, tanto en la televisión autonómica de Valencia como en la de Madrid, y ahora también en TVE, al sueño berlusconiano de pretender colonizar el espacio mediático con sus argumentarios, y lo ha conseguido en buena parte, pero a costa de llevar a los propios medios al fracaso. Porque el problema de distorsionar la realidad es que el relato que trata de imponerse acaba chocando con la realidad misma, y más ahora, que las redes sociales le brindan múltiples oportunidades de emerger y pulverizar las falsas versiones.

Este modelo de actuación implica un sentido patrimonial de la televisión pública. La tentación patrimonialista ha hecho mella en todos los partidos que han alcanzado posiciones de gobierno. Ha ocurrido en el caso del PSOE con la televisión andaluza,  y en el de CiU, con TV3, por ejemplo. Aunque en los últimos años se han producido fugaces episodios de cambio y rectificación, las aguas han vuelto rápidamente a su viejo cauce.  Uno de esos episodios se produjo durante el gobierno Zapatero, en que, pese a lo que diga el PP, TVE alcanzó cotas de autonomía profesional y calidad muy notables. Y también durante el tripartito catalán, que promovió la primera reforma legislativa destinada a eliminar el control gubernamental de la dirección de los medios públicos. El control pasó al parlamento, pero pronto se pusieron de acuerdo los partidos para repartirse el pastel del consejo de administración en función de sus cuotas parlamentarias y en lugar de colocar en esos puestos a profesionales de consenso por su prestigio, colocaron a sus responsables de comunicación y sus jefes de prensa. Fue una decepción. Con todo significó un cierto avance, que CiU revirtió con la ayuda del PP en cuanto llegó de nuevo al poder.

Valencia tvCuando una delegación del Colegio de Periodistas de Cataluña se entrevistó con el entonces presidente de la Generalitat, el socialista Pasqual Maragall, para defender su propuesta de regulación de los medios públicos, el argumento, al que el presidente fue sensible, fue que debía aprobar una regulación con la que pudiera sentirse cómodo, no siendo presidente, sino cuando volviera a la oposición. La partidización extrema a que han sido sometido muchos medios públicos perjudica gravemente a los profesionales del periodismo, porque no deja margen para una carrera profesional independiente basada en los méritos y la valía, y coloca a todos aquellos que ocupan un cargo directivo en situación de sospecha permanente, pues el sistema tiende a promocionar a aquellos que se pliegan con mayor facilidad a los requerimientos del partido que controla el medio. Y quienes, a pesar de todo están dispuestos a asumir alguna responsabilidad, quedan marcados para siempre.

La manipulación informativa, la contorsión de la programación, acaba erosionando, más pronto que tarde, la credibilidad del propio medio, que va perdiendo primero audiencia y luego influencia, con lo que al final ya ni siquiera sirve para los propósitos de quienes la capacidad de manipularlo.
Mal negocio, en primer lugar para el pluralismo y la democracia. Pero también para el sistema político. Visto con la perspectiva de todos estos años y el triste resultado final, el relato de lo ocurrido podría resumirse así: el PP toma al asalto la televisión valenciana como medio de propaganda partidista y como instrumento para canalizar una distribución clientelar, -y en ocasiones corrupta, como ha demostrado la investigación del caso Gürtel-, de los ingentes presupuestos asignados al ente. Cuando ese modelo entra en quiebra, ya no sirve y entonces, o se cierra o se privatiza. Con un 4% de audiencia, poca propaganda de puede hacer. 

 

Imágenes: El presidente del Gobierno valenciano, Alberto Fabra, entrevistado por Victoria Masó. Instalaciones de Canal 9 y asamblea de trabajadores. Fotos: Jordi Vicent y José Jordán.  

Hay 14 Comentarios

En mi opinión, este Sr.no tenia nada claro en el momento de tomar la decisión más correcta,y lo más facil fue cerrar y no pensar en las consecuencias que esto aportaria a los trabajadores.

Suelo estar muy de acuerdo con las opiniones de Milagros, tanto en este papel como en CatRadio. Por ello, no entiendo a dónde quiere llegar, o de qué parte viene, comparando TV3 con otras teles autonómicas, cualquiera de ellas. Por suerte, hoy podemos seguirlas casi todas ellas por TDT, satélite (hasta que las cortan por falta de pago) o Internet. Y esta comparación, Milagros querida, sólo se la pueden creer los que no pueden ver TV3 junto con alguna otra. A menos que con ello pueda compensar "veleidades" anteriores expresadas contra "climas opuestos". Todos hemos de comer. Algún día nos toca hacerlo con gente que muestra malísimos modales en la mesa y, encima, hemos de ponerle buena cara. Ciertamente, TV3 es procatalana, cómo no. ¿Es que habría de demostrarse ... promoluqueña, por ejemplo? Y no creo que esto sea un pecado: una tele nacional que tiene un share del 15 ó el 20 % (excepto en el fútbol, en que roza el 50 % en los grandes partidos) puede (y debe) asumir la realidad nacional (¿han visto la tele extremeña, la andaluza, la madrileña?). Y lo digo yo, que soy catalán catalanófono y no soy independentista.

ATENCIÓN ATENCIÓN
“Queda más de la mitad de la legislatura, y os aseguro que veremos crecimiento sostenible y creación de empleo y cuando volvamos a presentarnos a los españoles en las elecciones podamos decir las cosas están infinitamente mejor que cuando las cogimos en el año 2011”.
MARIANO RAJOY 09-11-2013


Quien vilipendia la inteligencia de los demás, merece ser objeto del mismo trato hacia él.
"El que desprecia demasiado, se hace digno de su propio desprecio"
AMEIL, HENRI FRÉDÉRIC


"Ya no es cuestión de elegir entre un mundo de perfumes a la orilla del mar, iluminado por la luz dorada y la intensidad del encuentro, y la frenética actividad de una monotonía insípida, empapada por el aburrimiento diario de lo supuestamente transformador"
ANGEL GABILONDO

Una aclaración: no todos los partidos actúan igual. Zapatero estableció una televión pública de grandísima calidad. En Galicia, el denostado bipartito también, y ahora el monopartito de Feijóo está siguiendo la hoja de ruta de los "liberales" del PP.
Pero creo que ya está bien de echar la culpa a los políticos. Estamos en una democracia y a los políticos se les vota. Por eso, cada vez que pierdo un derecho laboral, un derecho sanitario o educativo, yo siempre diré: la culpa es de los votantes del PP. Y hay que recordar que tanto en Valencia como en Galicia, el PP tiene mayoría absoluta. Es decir, la mayoría de sus habitantes son corruptos que votan corruptos.

Yo creo que lo de las TVs autonómicas es una metáfora de lo que ha pasado con las propias Comunidades Autónomas. El mantra de que hay que acercar la política al ciudadano, descentralizar ... ha dado lugar a que cuando la política se ha acercado se ha deteriorado y se ha contaminado de la basura localista (no digamos ya de la irracional ira separatista, que sólo ha sabido usar las palancas del poder para sembrar odio). Las CCAA sólo han servido en el mejor de los casos para gestionar garrafalmente mal sus competencias y en la generalidad de los casos para repartir a manos llenas odio, basura, y para meter dinero público en los bolsillos de sus dirigentes, generalmente tropa de taifa frustrada por no haber podido subir a órganos centrales. Un auténtico desastre. Lo bueno que tiene esto es que por lo menos desaparece una fábrica de basura pagada con nuestros impuestos. A ver si siguen el mismo camino las 16 restantes (o las que sean).

Una vez cerrado, los trabajadores del "ente" han tenido un ataque de dignidad. Han denunciado lo que era obvio. Que la información que ofrecía la televisión pública de los valencianos era sectaria, sesgada en favor del Partido Popular. Que se practicaba el veto a personas e instituciones incómodas. http://www.elsenorgordo.com/2013/11/a-buenas-horas-canal-nou.html

Más claro: dimisión del gobierno valenciano, ya.

Asi es. Ha sido un ejemplo que hasta que extremos es capaz el Partido Popular --con nombres y apellidos--- ara falsear y manipular las noticias, y crear una burbuja de mentiras en Valencia. Muy grave. Los valencianos toman nota de todo esto. Buena nota.

Poner como ha hecho el artículo el nivel de manipulación de Canal 9 con el de TV3 no es de recibir. Y hay que decir, en términos de calidad tampoco. No hay comparación. Tampoco lo es, criticar el "control político" de TV3 como más que un lamentable factor de la burocracia. Como espectador de TV3, entre la tele del tripartito y la tele de CiU (el actual) no noto niguna diferencia. TV3 es criticable por ser demasiado catalanista, probablemente, pero nada que ver con TeleMadrid, ni TV13 ni la COPE.

Yo no creo que los populares sean tan tontos. Lo que han decidido es: usar las televisiones públicas como órganos de propaganda, hasta que quiebren. Así les son útiles por un tiempo, y luego las desmantelan, beneficiando a las privadas, que son su clientela.

Qué artículo más interesante y qué bien lo explica. Lo que no se entiende es ¿como permitieron los valencianos este despropósito? ¿cómo lo permitimos todos los demás?

Ayer vi, durante buen rato, el programa que hizo la redacción de Nou para decir todo lo que no habían podido durante casi 30 años. Sentí emoción y tristeza. Emoción por la valentía de esa redacción para hacer lo que debería hacerse siempre en televisión: explicar lo que sucede. Tristeza, porque están a media hora del cierre.
Y entre esos dos sentimientos contrapuestos, surgió la reflexión: ¿Por qué han tardado tanto los periodistas de Canal 9 en recuperar su dignidad? ¿Por qué, quizá con otras formas, no lo hicieron antes, cuando empezaron a ser ninguneados, a ver pisoteada su profesionalidad, o obedecer todas esas ordenes antiperiodísticas que ahora explican?
Sé que a nadie se le puede obligar al heroísmo. Pero sería conveniente no dejar que pisoteen la dignidad profesional y personal durante tanto tiempo. El resultado ha sido que, ahora, Nou es una televisión sin apenas audiencia y que casi nadie va a echar de menos. Casi nadie va a recordar a los profesionales que ayer dieron la cara de una manera tan digna. Aunque tarde.

La gestión de los políticos valencianos ha sido nefasta tanto en la Televisión valenciana, como las Cajas de Ahorros, la fórmula 1, las obras de Calatrava y un largo etc...Además nunca se les pide responsabilidades. Los políticos no sirven a la población sino que se sirven de ella, es una lástima, pero así lo veo yo.
Siento muchísimo que los trabajadores se vean en la calle por una mala gestión que nada tiene que ver con ellos, pero sin embargo, me alegro mucho que cierren una televisión que daba vergüenza verla y escucharla. Excepto "l'oratge", el resto de emisiones siempre me ha parecido chavacanas y ordinarias. Un servicio que pagamos entre todos, debe ser de calidad y tener audiencia. Esperemos que esta sea el pistoletazo de salida para el resto de las televisiones autonómicas que se encuentren en un estado similar a la "nuestra" .

Magnífico análisis, como siempre, de una gran periodista. El caso de Canal 9 se estudiará en las Facultades de Periodismo como paradigma de lo que un Gobierno es capaz de hacer para controlar los medios de comunicación de su área de influencia. Pero además en el País Valenciano, al control informativo se unió el control económico de las Cajas de Ahorro, todas quebradas, una pena para los ciudadanos, pero una oportunidad para que en el futuro no se repitan estas actuaciones.

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Sobre el autor

Milagros Pérez Oliva. Me incorporé a la redacción de EL PAÍS en 1982 y como ya hace bastante tiempo de eso, he tenido la oportunidad de hacer de todo: redactora de guardia, reportera todoterreno, periodista especializada en salud y biomedicina, jefe de sección, redactora jefe, editorialista. Durante tres años he sido también Defensora del Lector y desde esa responsabilidad he podido reflexionar sobre la ética y la práctica del oficio. Me encanta escribir entrevistas, reportajes, columnas, informes y ahora también este blog. Gracias por leerme.

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