Cosas que importan

Cosas que importan

No tan deprisa. Las cosas importantes no están solo en los grandes titulares de portada. A veces se esconden en pequeños repliegues de la realidad. En este espacio habrá mucho de búsqueda, de exploración, de reflexión sobre las cosas, pequeñas y grandes, que nos pasan. Y sobre algo que condiciona, cada vez más, la percepción que tenemos de lo que ocurre, la comunicación.

Sobre el autor

Milagros Pérez Oliva. Me incorporé a la redacción de EL PAÍS en 1982 y como ya hace bastante tiempo de eso, he tenido la oportunidad de hacer de todo: redactora de guardia, reportera todoterreno, periodista especializada en salud y biomedicina, jefe de sección, redactora jefe, editorialista. Durante tres años he sido también Defensora del Lector y desde esa responsabilidad he podido reflexionar sobre la ética y la práctica del oficio. Me encanta escribir entrevistas, reportajes, columnas, informes y ahora también este blog. Gracias por leerme.

Incertidumbres

Por: | 28 de diciembre de 2014

El roto tiempoCualquiera que tenga más de 40 años habrá hecho alguna vez el cálculo de imaginar qué edad tendría y cómo sería su vida en el año 2000. Yo recuerdo haber imaginado la vuelta del milenio como algo muy, muy lejano. Hace ya 14 años que lo celebramos y ahora me parece también una fecha lejana, pero en el pasado. Pero necesitamos poner mojones en el futuro para poder imaginarlo y tratar así de conquistarlo. El próximo es el 2050. ¿Cómo será el mundo y nuestra vida cuando lleguemos a la mitad de este siglo XXI? En las últimas semanas he tenido la oportunidad de sumergirme en el interesante ejercicio de prospección que ha sido el ciclo Futurs, organizado por la Fundación La Caixa y el Ateneo de Barcelona. Desarrollaré en mi blog los detalles de las grandes tendencias que se vislumbran, pero ahora les expondré algunas de las ideas trasversales que se repitieron en los debates.

La primera es que la experiencia vital más común en las próximas décadas será —lo está siendo ya— la incertidumbre. Pero no una incerteza derivada de la coyuntura económica adversa, que puede cambiar, sino de las transformaciones profundas derivadas del cambio de época que estamos viviendo. Una las características de la que viene será la aceleración de los tiempos y de los procesos, algo que ya es visible en muchos ámbitos. Internet permite el sueño del cerebro de cerebros, es decir, un cerebro colectivo interconectado en tiempo real, lo que en sí mismo es ya un factor extraordinario de aceleración. Cuando comenzó su carrera, el investigador Manel Esteller revisaba las novedades de su área una vez a la semana. Ahora lo hace constantemente. Trabajar en red obliga a cualquier científico a situarse en cada momento en el punto en el que se encuentra el que ha llegado más lejos. Eso hace que la frontera del conocimiento se expanda a gran velocidad.

38-osacordais[1]Tendremos que adaptarnos pues a la experiencia de cambio acelerado y aprender a gestionar la complejidad en condiciones de incertidumbre, algo que no va ser fácil viniendo de una cultura que valora por encima de todo la seguridad y que necesita anticiparse y tenerlo todo controlado. Este tipo de cambios nos descolocan. Por eso nuestra relación con el futuro es ahora, como apuntó el filósofo Daniel Innerarity, más de precaución que de esperanza.

El malestar por un futuro que se percibe incierto es trasversal y afecta tanto a los jóvenes como a las generaciones mayores. Después de haber experimentado el ascensor social y haber luchado por consolidarlo, de repente se encuentran con que muchas cosas que daban por ciertas han dejado de serlo. Entre ellas, la idea de que el progreso es una línea siempre ascendente. Ahora sabemos que se puede retroceder, por ejemplo en bienestar y protección social. Y también se ha venido abajo la creencia de que las conquistas sociales eran irreversibles pues en un marco democrático siempre tendrían el apoyo de la mayoría. Al respecto, el economista Antón Costas dejó en el aire la siguiente paradoja: si el interés objetivo de la inmensa mayoría de la población es preservar esas conquistas y desarrollar políticas beneficiosas para el conjunto de la sociedad —por ejemplo las de igualdad— ¿cómo es posible que viviendo en democracia, las decisiones que toman los gobiernos elegidos sean justamente las que perjudican a la mayoría?

La relación entre desigualdad y democracia apareció numerosas veces. Las desigualdades sociales ya crecían antes de la crisis, pero esta las ha agrandado. Son muchas las voces que alertan de que la concentración de riqueza por parte de unas minoría cada vez más reducidas y más poderosas socava los fundamentos mismos de la democracia. Si lo que importa a la inmensa mayoría ya no se decide realmente a través de las urnas, lo que tendremos será una democracia ficticia incapaz de atender el interés general.

130110-el roto[1]También la idea del crecimiento ilimitado está en cuestión. Tenemos capacidad para seguir creciendo, y de hecho, se da por seguro que la tercera revolución industrial aumentará mucho la productividad gracias a la robotización de los procesos productivos y a la digitalización de muchas tareas.

El economista Jock Martin estimó que en 2050 la productividad habrá aumentado un 300% respecto de 2010. Pero se necesitará menos fuerza de trabajo, aunque más cualificada, lo cual planteará un nuevo dilema: si no hay empleo para todos, ¿qué distribuimos, el trabajo o la riqueza? ¿O no habrá reparto? En cualquier caso, podemos producir y consumir más, pero ¿podrá el planeta soportar un modelo de crecimiento como el que tenemos? Muchos economistas, entre ellos Lurdes Benería, piensan que no y que es preciso revisar los fundamentos mismos de la teoría económica porque llevan implícito un modelo que es del todo insostenible.

Una última cuestión: si ni la economía ni la política fueron capaces de prever ni evitar una crisis que comenzó siendo financiera y localizada en Estados Unidos y acabó siendo de toda la economía y global ¿cómo podemos confiar en que los mismos que erraron acertarán ahora en las recetas para superarla? ¿Es prudente dejar nuestro futuro en sus manos? De lo que se deriva otra cuestión trascendental: la necesidad de una gobernanza global. La mayor parte de los problemas que hemos de afrontar de aquí a 2050 trascienden la capacidad de decisión del Estado nación y requieren mecanismos globales de decisión que no tenemos. Y esa es, ahora mismo, la madre todas las incertidumbres.

 

Ilustraciones: Viñetas de El Roto, nuestro filósofo de cabecera, publicadas en El País.

El chantaje de BCN World o la debilidad de la política

Por: | 12 de diciembre de 2014

Barcelona World Sellart
De proyecto de país a fiasco de país. Así puede acabar el proyecto BCN World. De momento, el plazo que tenía la sociedad promotora Veremonte para ejecutar la opción de compra de los terrenos de La Caixa donde deben ubicarse los casinos ha vencido sin que haya sido formalizada. La sociedad tenía que depositar 277 millones, pero no lo ha hecho. Y ha anunciado que no hará ningún otro movimiento hasta que no conozca el contenido del Plan Director Urbanístico, que ha de fijar aspectos tan importantes como el volumen edificable o las alturas permitidas del complejo. Es un órdago que podemos calificar, sin miedo a exagerar, como un chantaje. Como una forma de obligar a la autoridad urbanística a plegarse a sus requerimientos. ¿Qué más pedirá Veremonte cuando haya conseguido lo que ahora exige?

De momento,  la Generalitat ya ha tenido que salir en misión de rescate del proyecto con un acuerdo con La Caixa para que el Incasol se quede con la reserva de los terrenos. Dice que esta operación no constará ni un duro al contribuyente. Sólo faltaría. Veremonte ha mantenido durante casi tres años la opción de compra de esos terrenos sin haber depositado ni un euro. El Gobierno catalán asegura que lo hace para evitar movimientos especulativos con los terrenos que, de producirse, podrían llegar a hacer inviable el proyecto. Ya se sabe que la voracidad de los mercados puede ser inagotable.  Pero eso de que no tendrá costos para las arcas públicas está por ver.

De momento el proyecto ya ha costado a la ciudadanía una parte de las expectativas de ingresos públicos puesto que la primera exigencia de los promotores de BCN Word fue que se modificara la tributación del juego. Y no una pequeña modificación: con la reforma que se aprobó en enero pasado, la fiscalidad del juego pasó en Cataluña del 55% al 10%. Una rebaja de la que, obviamente, se beneficia todo el sector, incluidos los casinos que ya funcionaban y que se supone que eran perfectamente rentables a pesar de pagar un 55% de impuestos sobre beneficios. La diferencia de tributación supone una cantidad muy importante que la Hacienda catalana dejará de ingresar, mientras servicios públicos como la Sanidad o la Educación continúan con sus penurias y recortes.

Lo más grave de todo este lamentable espectáculo de sumisión de la política a los dictados de la economía menos productiva es la opacidad con la que se están encubriendo todos estos movimientos y negociaciones. No se conocen las exigencias concretas de Veremonte sobre el plan urbanístico, ni los detalles de lo que la Generalitat está dispuesta a conceder para que se mantenga la inversión. Probablemente nos los encontraremos como un hecho consumado, paradigma de una manera de gobernar muy poco transparente.  

RuletaO quizá no, porque también es posible que el proyecto acabe como el rosario de la aurora. La actitud renuente de la de la sociedad promotora a la hora de facilitar información no permite vislumbrar que intenciones tiene ni cuáles son sus verdaderas posibilidades financieras. Pero lo que trasciende no parece muy alentador. Así empezó el fiasco de Eurovegas en Madrid. Cuando llegó la hora de desembolsar el dinero de las ingentes inversiones que se habían prometido, el promotor se esfumó. Las deslumbrantes expectativas que había levantado el proyecto se apagaron de golpe. Y el Gobierno que había ganado la partida de la ubicación en una subasta a la baja con la Generalitat catalana propiciada por el propio Sheldon Adelson, se encontró con la puerta en las narices. Al magnate del juego había dejado de interesarle el proyecto, pese a que las autoridades locales habían claudicado a todas sus exigencias.

Pocas veces hemos asistido a un ejercicio de miseria política como fue la peregrinación de consejeros y políticos, de Madrid y de Barcelona, al cuartel general del magnate del juego en Las Vegas. Cuando ya estaba claro que finalmente Adelson se inclinaría por Madrid, el Gobierno de Artur Mas se sacó de la chistera el conejito de BCN Word. Y lo hizo presumiendo además de que era mejor que Eurovegas y tendría menos costes sociales. A la hora de la verdad, sin embargo, no eran tan diferentes.

Cuando la relación entre política y economía se invierte, cuando son los promotores de un proyecto los que fijan las reglas del juego y se atreven incluso a condicionar incluso labor del poder Legislativo, algo más que la dignidad de la política se ha perdido en el camino. Se ha perdido poder real, capacidad de decisión. Y se ha entrado en una espiral peligrosa: cuanto más cede, más se debilita el gobierno que permite que se inicie la dinámica del chantaje. Si el sector del juego consigue imponer sus condiciones,  ¿por qué no habría de intentarlo cualquiera que quisiera invertir en Cataluña?

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal