Cosas que importan

Cosas que importan

No tan deprisa. Las cosas importantes no están solo en los grandes titulares de portada. A veces se esconden en pequeños repliegues de la realidad. En este espacio habrá mucho de búsqueda, de exploración, de reflexión sobre las cosas, pequeñas y grandes, que nos pasan. Y sobre algo que condiciona, cada vez más, la percepción que tenemos de lo que ocurre, la comunicación.

Miedo al absurdo

Por: | 26 de marzo de 2015

Miedo 3
La nuestra es una generación afortunada. Me refiero a la española que ahora tiene menos de setenta años. Y también a la europea de menos de sesenta. A diferencia de nuestros padres o abuelos, nosotros no hemos tenido que lidiar con la monstruosidad de una guerra, no hemos tenido que experimentar el terror de encontrarnos en primera línea de fuego ni de esperar con el estómago encogido el azaroso zarpazo de un bombardeo. Ni siquiera tenemos, como en otras regiones del mundo, la amenaza de grandes catástrofes naturales. Hasta la geografía nos obsequia con un trato benigno. De modo que nuestras vidas discurren en general con la apacible perspectiva de que todo discurra según nuestras previsiones. Lo cual no quiere decir que no tengamos contratiempos. Los tenemos. De hecho, vivimos la paradoja de que vivir plena e intensamente las posibilidades que nos ofrece el tiempo que nos ha tocado en suerte, comporta asumir cada vez mayores cotas de riesgo. De modo que gran parte de nuestro esfuerzo está destinado precisamente a tratar de controlar esos riesgos. Queremos vivir con riesgo, pero exigimos la máxima seguridad.

La movilidad es un buen ejemplo. Nuestro modelo social implica ampliar constantemente la capacidad para desplazarnos. Más incluso de lo estrictamente necesario. Viajamos por trabajo, por placer, por ocio. Y, puesto que podemos, recorremos 300 kilómetros en coche o 3.000 en avión para poder pasar un fin de semana en una ciudad desconocida. Pero moverse como lo hacemos implica correr unos riesgos que hay que tratar de controlar. Conforme hemos aumentado la distancia y la velocidad a la que podemos desplazarnos, hemos ido incorporando nuevas exigencias de seguridad, tanto en los vehículos como en las vías. Esa es la dinámica que rige en todos los ámbitos: optimizar al máximo las posibilidades y reducir al mínimo los posibles riesgos. Precisamente porque es la más arriesgada, la movilidad aérea es también la más segura: 2,3 accidentes por cada millón de vuelos.

Aceptamos, en general, la posibilidad de un accidente porque es el precio que hemos de pagar por el beneficio del viaje. Lo mismo ocurre con otros aspectos de la vida. Pero tenemos una relación muy ambivalente con el riesgo. En general, nuestra cultura muestra una gran intolerancia frente a los riesgos que dependen de otros y en cambio, una gran tolerancia con los que hemos asumido libremente. No toleramos un efecto adverso inesperado en un medicamento, un error médico o un fallo de seguridad en un servicio público, pero al mismo tiempo ponemos nuestra vida en peligro fumando, bebiendo, conduciendo a 160 kilómetros por hora o practicando deportes de aventura extrema.

Estamos preparados para asumir los riesgos derivados de nuestras elecciones y en menor medida, los que dependen de factores ajenos en la medida que nos reporten beneficios. Para lo que no estamos preparados en absoluto es para el riesgo absurdo, el que no tiene explicación posible, aquel que depende de otros y además es caprichoso. Cuando algo falla, emprendemos el ritual de la revisión y la mejora. Cada accidente se convierte en una oportunidad para incrementar la seguridad. Lo que, en algunos casos, puede tener también efectos ambivalentes: el mecanismo habilitado tras el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York para que los pilotos pudieran bloquear la entrada a la cabina frente a posibles intentos de secuestro es lo que ha permitido ahora al copiloto de Germanwing impedir la entrada del comandante y estrellar el avión.

Si el accidente se hubiera debido a un fallo humano o técnico, siempre hubiéremos tenido el consuelo de tener una causa racional susceptible de mejora y control. Pero una causa como la que ha derribado el avión de Germanwing nos deja desnudos ante la fatalidad más absurda. Allí donde precisamente todo está más controlado, allí donde se dan los mayores estándares de seguridad, es donde el absurdo, lo impredecible, es capaz de hacer estallar la fortaleza que creíamos mejor protegida. De repente nos encontramos con que el azar se cuela de nuevo por las rendijas de nuestro miedo. Ya sabemos que no existe el riesgo cero. Pero este riesgo es el que más miedo nos da, el que más nos perturba, porque es el que menos podemos controlar.

 

Imagen: Varios estudiantes encienden velas y dejan flores en memoria de los fallecidos en el accidente aéreo de los Alpes franceses frente al colegio Joseph- König de Halter am See. EFE/Rolf Vennenbernd

 

 

Hay 6 Comentarios

Miedo a estar contra la dignidad humana. En ALEMANIA AÑO CERO un abuelo le recuerda con una sensatez impacable a su nieto q en el nuevo mundo solo los fuertes tienen derecho a comer,un profesor ex nazi le insinúa q lo envenene,y arrepentido para liberarse de su culpa,lógicamente se suicida. Hoy se fomenta a hablar,se forma, y a veces alguien nos escucha para poder criticar lo absurdo. Pero cuántas veces lo absurdo,lo absurdo del surrealismo, de las vanguardias,de Marx,de Freud defendieron la dignidad humana frente a la lógica irrebatible y sin réplica de la 1ª Guerra Mundial,de la burguesía y del orden. Hoy en día hay q escuchar y defender la dignidad humana más q nunca. En Europa los recortes son la lógica irrebatible, cada uno tiene q luchar por lo suyo. ¿Eso no suena a darwinismo social y a cosas peores? y sin embargo no parace que haya alternativas...

Vaya, que gran conformista nos ha resultado la autora! Ni tanto! Me pregunto si se está plegando a la moneda con la efigie del Rey Felipe VI, que francamente no es digna de aplauso, porque si bien España no tuvo guerra alguna desde hace 70 años, lo cierto es que aún no hemos terminado de lamernos las heridas que la Guerra Civil nos causó. Millones tuvimos que vivir en otros países, porque en la España de post - guerra ni siquiera el pan se conocía.No somos tan privilegiados , ni siquiera por la Naturaleza. Hemos tenido algunos sismos, como el de Lorca, que no sé si los vecinos del lugar pudieron restaurar sus hogares.En cuanto al absurdo, está presente en cada frase que nuestros políticos lanzan desde las pantallas de plasma!

Riesgo y seguridad dificil equilibrio. Habla Ud que de haber sido un fallo humano o tecnico no resultaria dificil encontrar una explicacion o consuelo racional, y que ha sido pregunto, para mi un fallo humano, una mente perturbada o es la explicacion mas facil evitando complejas investigaciones y lavando la imagen de la compañia y como dice su compañero de diario Lluis Basset, lavar la cara de Europa pues todo es europeo.El mal existe aunque no queramos admitirlo y quizas esta sea una mas dramatica de manifestarse. No creo que cambie mucho el dolor de las familias afectadas conocer el motivo de la tragedia
Jose Luis Espargebra Meco desde Buenos Aires

Nuestra vida atada al azar, para bien o para mal. Pero aún me cuesta creer que toda esta tragedia sea producto de la psicosis de un piloto.

En España tenemos la suerte de vivir en uno de los períodos más estables y prósperos de nuestra historia, en todos los sentidos.
Y a nivel europeo e incluso en la mayor parte del mundo, se puede decir otro tanto.
Avances incuestionables en cultura, en ciencia, en moral social con una justicia mucho más humana y homogénea en todas las capas sociales.
Igualando bastante las grandes diferencias entre ricos y pobres, aunque se sigan sin erradicar del todo las bolsas de pobreza por culpa de una mala gestión de los recursos naturales y públicos, que aun lastran en las capas menos favorecidas las posibilidades de igualdad.
El factor humano sigue siendo un hándicap que nos supera a nivel de grupo, por culpa de la injusticia.
Sea por los traumatismos psicológicos personales, por la avaricia desmedida de personas o entidades, por algunos sistemas administrativos mal diseñados, por los lastres del pasado sin pulir, o por desidia.
Se siguen padeciendo males sociales y personales que se hubieran podido evitar de haber sido más precavidos.
O simplemente más sensatos y consecuentes con la realidad en la que vivimos interrelacionada a día de hoy en las sociedades modernas.
Recurriendo a recortes drásticos que ocasionan injusticias personales en quienes menos culpa tienen, y que han de pagar sin disculpas ni miramientos.
Mientras quienes se han sabido colocar y poner a buen resguardo disfrutan de un exceso de privilegios que derivan en frustraciones y revanchas.
El factor humano susceptible del deterioro y del estropicio por culpa de una falta de un orden y una disciplina desde la honestidad de una gestión pública correcta.
Y no hecha a medida, para beneficio de unos sectores mimados que luego no responden en su responsabilidad en la medida que se espera de ellos.
El factor humano que se dispara cuando menos se espera, porque en etapas previas se le quitaron afectos y cuidados sin pensar en los daños, los refuerzos emocionales y afectivos que a todas las personas conforman y nos hacen adultos fiables.
Como ocurre con la mayoría de los animales en los grupos o en las manadas, que cada individuo sabe el papel que le toca por su mera condición.
Hasta que no se gana el estatus a pulso ante los demás, el respeto y la responsabilidad, defendidas con uñas y dientes.
Un factor humano, que es un punto flaco.
Mientras se cometan injusticias sociales a la sombra de impunidades con malas justificaciones por salir del paso que nos dejan en falso.
Y luego pasa lo que pasa, con las personas que piensan y son inteligentes.
Que se pueden desquiciar.


Es cierto ¿cómo puedes controlar la mente humana, el pensamiento? si el copiloto ya llevaba la idea de hacer lo que hizo, eso no hay forma de controlarlo, lo que dá lugar a que se cree un gran temor por si puede volver a ocurrir, ya que no es previsible, pero en realidad se ha hablado poco de los pilotos, ¿eran alemanes, españoles, tenían años de experiencia,..????

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Sobre el autor

Milagros Pérez Oliva. Me incorporé a la redacción de EL PAÍS en 1982 y como ya hace bastante tiempo de eso, he tenido la oportunidad de hacer de todo: redactora de guardia, reportera todoterreno, periodista especializada en salud y biomedicina, jefe de sección, redactora jefe, editorialista. Durante tres años he sido también Defensora del Lector y desde esa responsabilidad he podido reflexionar sobre la ética y la práctica del oficio. Me encanta escribir entrevistas, reportajes, columnas, informes y ahora también este blog. Gracias por leerme.

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