Ahí están, los personajes de la nueva novela de Almudena Grandes, perplejos, preguntándose por qué de repente vuelven a ser pobres y por qué se sienten tan heridos y tan fracasados
Cuando terminó de escribir El corazón helado, Almudena Grandes me confesó en una entrevista que había quedado exhausta. Tras cinco años de minuciosa preparación, le salió una novela monumental, un relato torrencial, inmenso, con idas y venidas de la Guerra Civil al presente, del presente al exilio y la posguerra. Aquel esfuerzo de inmersión ha resultado ser un gran filón que ha inspirado ya tres novelas más, todas con el mismo fondo: la memoria de la Guerra Civil y la posguera, o mejor, el impacto que esa memoria tiene sobre todos nosotros. Pero cuando iba por la tercera parte de la cuarta novela de la saga, Almudena sintió una urgencia, una necesidad irreprimible: tenía que hablar del rabioso presente. Tenía que dar voz a los aplastados por la crisis porque, tal como ella la ve, la crisis es una guerra que vuelven a perder los mismos de siempre. Así surgió Los besos en el pan, un año en la vida de un barrio popular de Madrid, un relato coral de gente que tiene en común la lucha por sobrevivir, cada uno como puede, en esta guerra no declarada.