Cosas que importan

Cosas que importan

No tan deprisa. Las cosas importantes no están solo en los grandes titulares de portada. A veces se esconden en pequeños repliegues de la realidad. En este espacio habrá mucho de búsqueda, de exploración, de reflexión sobre las cosas, pequeñas y grandes, que nos pasan. Y sobre algo que condiciona, cada vez más, la percepción que tenemos de lo que ocurre, la comunicación.

Sobre el autor

Milagros Pérez Oliva. Me incorporé a la redacción de EL PAÍS en 1982 y como ya hace bastante tiempo de eso, he tenido la oportunidad de hacer de todo: redactora de guardia, reportera todoterreno, periodista especializada en salud y biomedicina, jefe de sección, redactora jefe, editorialista. Durante tres años he sido también Defensora del Lector y desde esa responsabilidad he podido reflexionar sobre la ética y la práctica del oficio. Me encanta escribir entrevistas, reportajes, columnas, informes y ahora también este blog. Gracias por leerme.

El día que Évole volvió a hacer de Follonero

Por: | 24 de febrero de 2014

Evole 3
Jordi Évole se había ganado un merecido prestigio gracias a un programa que combinaba osadía, inteligencia y seriedad. Salvados había conseguido niveles muy altos de credibilidad con un tipo de periodismo inquisitivo, que no se contenta con la primera respuesta ni con la versión oficial de los hechos. Cierto que en el formato incluía en ocasiones ligeras concesiones a la “puesta en escena”, pero nunca habían llegado a comprometer el prestigio del programa pues servían a la eficacia narrativa sin distorsionar el contenido. Con el falso reportaje sobre el 23F, Jordi Évole ha traspasado una línea, ha dado un triple salto mortal del que es posible que no salga indemne.

Siempre quedará la duda de si la razón última del experimento era poner en cuestión la opacidad sobre lo ocurrido el 23F o más bien ganar audiencia a costa de uno de unos hechos que ha marcado la historia reciente de este país y sobre el que más se ha escrito y publicado. Con Operación Palace Évole logró encaramarse hasta el 23,9% de share, con 6,2 millones de espectadores en el momento de máxima audiencia. Todo un éxito. Pero el procedimiento seguido para lograrlo no es neutro. Tiene su iatrogenia. El propósito podía ser legítimo y hasta loable: mostrar hasta qué punto los medios son capaces de manipular, de mentir, de distorsionar la realidad. Generar un debate en la profesión y entre los espectadores sobre esta cuestión puede ser interesante y hasta necesario, pero me temo que no todo vale para generar polémica, igual que no todo vale para ganar audiencia. En periodismo, la forma, los medios, sí que importan. Se puede experimentar con los formatos, con los estilos, con la manera de narrar las noticias, siempre que no se ponga en cuestión lo más importante: la veracidad del contenido y la credibilidad del medio.

Evole2El procedimiento es lo que empaña el resultado. Y puede volverse contra sus creadores, no solo contra Évole, sino también contra quienes han participado en la pantomima. Porque lo que se puso en juego para lograr el propósito declarado era nada menos que la autoridad de las fuentes y la credulidad de los espectadores. Si políticos y periodistas pueden ser tan eficaces mintiendo, ¿cómo sabremos cuándo dicen la verdad? El resultado es una pérdida de confianza en todos los medios y todas las fuentes.

Solo la presencia de esas fuentes solvenes podía hacer verosímil una teoría tan descabellada como la de que, para anticiparse al golpe de Estado que se estaba preparando, el Gobierno de Suárez, con la complicidad de políticos y periodistas, había pergeñado una representación teatral “preventiva”, dirigida por el cineasta José Luís Garci, a la que se habría prestado incluso el Rey. Únicamente el coronel Tejero habría creído que se trataba de un golpe de Estado real. De no llegar arropada con el formato del periodismo de calidad, semejante versión hubiera conducido directamente a la hilaridad. Y sin embargo, muchas personas creyeron lo que estaban viendo y su única duda fue, durante buena parte del programa, como atestigua Twitter, cómo era posible que eso se hubiera podido mantener oculto durante tanto tiempo.

Si se quería suscitar un debate sobre la necesidad de permitir el acceso a documentos sobre el 23F que todavía están clasificados, podían haberse utilizado muchos otros procedimientos. No hay que matar para demostrar que la muerte es terrible. Y si de lo que se trataba era de hacer un experimento televisivo sobre el dilema de si es posible "conocer una verdad a través de una mentira" o, lo que es lo mismo, hasta qué punto se puede mentir para sostener una verdad, algo recurrente en el debate periodístico, debían saber que el procedimiento para hacerlo no suele ser neutral.

Operacion_luna__318x216[2]Como experimento televisimo para generar debate podía ser interesante, pero tampoco era innovador. Y eso es lo que contribuye a la sospecha de que lo que se pretendía en realidad era dar la campanada para ganar audiencia. Se han recordado los dos antecedentes más conocidos. El primero fue la adaptación radiofónica que hizo Orson Welle en 1938 de “La guerra de los mundos” en la cadena norteamericana CBS. El relato de cómo las naves marcianas estaban invadiendo el país era tan realista y verosimil, que muchos oyentes entraron en pánico. El segundo fue un documental titulado “Operación Luna”, emitido por el canal francés Arte el día de los Inocentes de 2004. En forma de documental, se sostenía, con testimonios trucados, que la misión Apolo XI que llevó a dos astronautas a la luna en 1968, había sido un montaje del Gobierno de Richard Nixon. Los paralelismos entre “Operación Luna” y “Operación Palace” son evidentes. Ambos adoptan el formato de documental, ambos se sostienen con falsos testimonios y ambos utilizan el mismo argumento: decir que un acontemiento muy importante, ampliamente difundido por los medios y seguido en directo por miles de ciudadanos, era un montaje, una pantomima. La única diferencia relevante es que en el caso de Arte, las declaraciones de los testimonios habían sido trucadas, mientras que en Operación Palace, los testimonios se han prestado a colaborar como actores en la falsa representación.

Pero el antecedente más próximo al de “Operación Palace” es el programa “Camaleón”, emitido por TVE en Cataluña en 1991. El propósito era exactamente el mismo: demostrar hasta qué punto los medios pueden engañar a la audiencia. Y también los medios utilizados fueron parecidos. El programa se iniciaba de tal modo que simulaba una interrupción de la programación ordinaria para conectar con la corresponsalía en Moscú. En esa conexión, el presentador habitual de los informativos explicaba que, según la agencia Reuters, se había producido un golpe de Estado en Rusia, que se veían tanques por las calles de Moscú y que corría el rumor de que Gorvachov había sido asesinado. Conexiones con otras corresponsalías, entre ellas de la Washington, con una crónica de Núria Ribó, daban cuenta de las reacciones en el resto del mundo.

Abril.jpgEl hecho de que el formato fuera el habitual en las conexiones de los informativos, y los protagonistas, los propios presentadores y corresponsales, es lo que daba verosimilitud a la falsa noticia. Hasta el punto de que otros medios la reprodujeron sin contrastarla y Felipe González fue sacado urgentemente de una reunión. Esa fue la razón por la que el experimento se saldó con el cese del jefe de programacion. La emisión provocó un amplio debate, del que quedó clara el menos una cosa: la precipitación con la que los periodistas se conducen en muchas ocasiones, y cómo la extrema competencia lleva a algunos medios a difundir una noticia espectacular sin contrastarla. ¿Qué aportaba de nuevo el experimento de Évole a este debate? 

Para que la farsa pudiera ser creída, para que el experimento pudiera ser eficaz, necesitaba utilizar elementos que le dieran credibilidad. De lo contrario, nunca hubieran podido penetrar en la credulidad de la audiencia. Sin el formato de documental y sin la colaboración de conocidos políticos y periodistas, pocos hubieran caído en la trampa del falso documental sobre el 23F. Pero ahí está, precisamente, el punto débil del experimento. Que para poder demostrar la tesis, necesita engañar a los espectadores con los instrumentos que habitualmente utiliza para ganar su confianza. Es como si un médico deliberadamente prescribiera un tratamiento nocivo a sus pacientes para decirles que estén alerta, porque se puede equivocar. Mentir de esta forma supone dar un golpe bajo a la credulidad de los espectadores. En la polémica posterior al progama, algunos incluso les han culpado de no ser tan listos como para darse cuenta del engaño. Pero ellos pueden sentirse, con razón, heridos por haber confiando una vez más en aquellos en quienes cada semana solían confiar, y ser tratados por ello de tontos.    

Al final, a lo que el experimento contribuye es a la teoría de que nada es fiable. De que todo puede ser  falso. Incluso aquello que en principio goza de la máxima presunción de veracidad. Es cierto que los medios tienen el poder de la manipulación. Y que lo utilizan. Que pueden distorsionar imágenes, ocultar hechos, cambiar la apariencia de las cosas. Pero precisamente porque pueden hacerlo, la única manera que tienen de seguir cumpliendo su función de intermediación y mantener la confianza de los ciudadanos es preservar a toda costa, como un capital intocable, la credibilidad. Ser dignos de la credulidad de la gente.

Ya en su faceta de Follonero en el programa de Andreu Buenafuente Jordi Évole nos caía muy bien. Tenía la virtud de darle la vuelta a las cosas, de incordiar, de poner el dedo en el ojo. Era una pieza fundamental de aquel espectáculo televisivo que tenía el sano atrevimiento de no considerar intocable ningún tema. Y que no engañaba a nadie, pues en ningún momento se presentaba como algo distinto de un programa de entretenimiento que utiliza la realidad como elemento esencial de su contenido. Más tarde, como incisivo periodista del programa Salvados, Évole logró también grandes cotas de popularidad y prestigio. Le admiramos y le apreciamos por ello. Pero ha de elegir. Los dos papeles a la vez no pueden ser. O hace espectáculo, o hace periodismo. 

 

Ciega y sumisa antes que culpable

Por: | 21 de febrero de 2014

Infanta cristina2.jpg
Es una lástima que después de tantos años de esfuerzo por consolidar la imagen de una mujer solvente, moderna y, por primera vez en la Casa Real, con una trayectoria profesional propia e independiente, la Infanta Cristina haya tenido que destruirla, de golpe y con sus propias manos. La estrategia diseñada por el acreditado equipo de abogados de la defensa la obligó a elegir entre lo malo y peor, y eligió el mal menor: antes ciega y sumisa que culpable. Pero al asumir esa estrategia de defensa la Infanta se convertía en colaboradora necesaria de una operación que iba a pulverizar su imagen pública.

Siendo ella uno de los miembros que mayor capital de modernidad aportaba a la Familia Real, la operación de salvamento diseñada por Miquel Roca, incluso en el caso de que resulte exitosa y evite el procesamiento de la Infanta, tendrá costes importantes en el terreno de lo simbólico.

La Infanta Cristina simbolizaba un modelo de mujer independiente, profesionalmente competente, preparada y capaz de asumir responsabilidades en una importante entidad financiera. No cabe duda de que las capacidades que tuviera las seguirá teniendo. El problema es que esa imagen casa muy mal con esa otra que, representada -hay que decirlo- con notables dotes de interpretación, emerge de las seis horas de evasivas, de sorprendentes lapsus de memoria y patéticas declaraciones de ignorancia. No, ella no sabía nada, no recordaba nada, no había visto nada. Ella vivía en la más completa de las ignorancias. Ella es una mujer sumisa, ciega de amor, que firma documentos y autoriza pagos sin saber lo que firma. Una mujer que, siendo propietaria de la mitad de una sociedad, firma las actas, toma fondos para sus gastos y los de su casa, pero ignora por completo las fuentes de ingresos y la forma en que estos son obtenidos. Una señora de su casa que nada se pregunta y nada ve de anormal en la sorprendente facilidad con la que su marido consigue ingresos para la sociedad que comparten. Una mujer de las de antes.

Se interpreta estos días en el Teatre Nacional de Cataluña una obra titulada Ocells i Llops (Pájaros y Lobos) de Josep María de Segarra, dirigida por Lurdes Barba, cuya protagonista es precisamente ese tipo de mujer que ya se daba por superado. La obra fue escrita en 1948 y pretende ser una crítica a los cánones culturales de la época. Lucrècia es una delicada señora de la alta burguesía, rica y cultivada, que sin embargo se comporta como la muñeca de porcelana que todos quieren que sea. Y pese a que el mundo se hunde a su alrededor, en la sordidez de la posguerra, por el egoísmo de unos hijos malcriados y carentes de valores, que la engañan y la esquilman, ella prefiere hacer ver que no ve para mantener la ficción de que sigue viviendo en un mundo ordenado y apacible.

El juego de las apariencias acaba siendo una trampa mortal para Lucrècia. En el caso de la Infanta, también se representa un juego de apariencias. Y ella ha quedado atrapada en el dilema de aparecer como tonta y salvarse, a costa de perder lo que ha sido y representado, o asumir su participación en unas actividades presuntamente delictivas que, además de ser susceptibles de sanción penal, ponen en evidencia una conducta muy poco ejemplar. Puede que la estrategia diseñada por Miquel Roca sea la que, si al final logra que quede exculpada, menos estragos cause a la imagen de la Casa Real. Pero la de la Infanta está definitivamente rota. Una persona que, según lo proyectado en su declaración ante el juez, es tan poco exigente y tan crédula, capaz de confiar tan ciegamente en alguien que se aprovechaba de su preeminente posición como consorte de un miembro de la Casa Real para obtener de las instituciones contratos y favores, ¿merece estar en la línea de sucesión a la Corona española? Aunque sea una posibilidad muy remota, dado el lugar que ocupa, ¿le confiaríamos una institución tan importante en nuestro sistema constitucional a una señora de su casa que mira para otro lado y se deja manejar de esa manera por un marido tan poco ejemplar?

Darwinismo laboral

Por: | 17 de febrero de 2014

Precariedad1.jpgAcaban de cumplirse dos años desde que entró en vigor la reforma laboral. El balance no puede ser más frustrante: ninguno de los objetivos con los que se justificó se ha cumplido. No solo no se han creado los puestos de trabajo anunciados, sino que se han destruido más de 600.000, el mercado laboral no es hoy menos dual sino más precario y peor pagado, y entre los nuevos contratos, los indefinidos son cada vez menos y los temporales cada vez más. Ahora se nos dice que sin la reforma hubiera sido peor.

Los dos grandes instigadores de este brutal retroceso, el FMI y la Comisión Europea, no paran de insistir en que el mercado de trabajo debe flexibilizarse todavía más. La siguiente andanada a los derechos laborales se centrará en los contratos de trabajo. Desde luego hay una forma rápida de acabar con la dualidad del mercado laboral: crear un único contrato de trabajo igual para todos. Igual de precario, claro está, y sin cargas sociales. Así se acabarán los privilegios laborales y las empresas podrán por fin ganar competitividad. Oiremos este tipo de argumentos. Forman parte de un discurso que pretende presentar los derechos laborales y las conquistas sociales como privilegios insoportables, como rémoras de un pasado a superar.

La realidad evoluciona bajo un mar de palabras engañosas destinadas a incidir sobre ella. No es casualidad que justo cuando más deprimida está la economía y menos posibilidades tienen los jóvenes de encontrar trabajo, el discurso se llene de encendidas apelaciones al espíritu emprendedor. A veces en términos perentorios: solo los emprendedores saldrán adelante. Y su reverso: si fracasas es porque no te has esforzado ni arriesgado lo suficiente. Se entiende por emprendedor alguien que es capaz de innovar, de abrir caminos, de tener ideas nuevas y materializarlas. Los hay, desde luego, que responden a este perfil, y la sociedad los necesita, pero sin capital propio, ¿quién puede emprender, con qué dinero? ¿Dónde está el crédito, dónde la financiación?

Necesitamos perfiles emprendedores, pero no son tantos y tampoco podemos pretender que todos los jóvenes que llegan al mercado laboral vayan a serlo. ¿De qué estamos hablando pues? En realidad, estamos hablando de autoempleo. De buscarse la vida. Lo que se les está diciendo a los jóvenes es que se lo monten, que se apañen como puedan, que se hagan autónomos, porque por cuenta ajena, pocas posibilidades tienen de encontrar trabajo.

Precariedad2.jpgEl discurso es coherente con los cambios que se están produciendo en la estructura económica. En los últimos 20 años la mayoría de las empresas han emprendido la externalización de parte de sus procesos productivos. Primero se externalizaron servicios completos a empresas especializadas y ahora se externalizan, uno a uno, puestos de trabajo. En realidad, lo que hacen es librarse de las cargas sociales. Podrás continuar trabajando para nosotros, pero como autónomo. Emprendedores a la fuerza.

Forma parte de las funciones del discurso hacer aparecer como aceptable, e incluso deseable, como una elección, lo que en realidad es una imposición. Mientras se argumenta que solo los muy preparados tendrán opciones y proliferan las ofertas de cursos y másteres, lo que ocurre en la realidad es que muchos jóvenes altamente cualificados rebajan su currículo para poder tener opciones a puestos de menor categoría; y muchos estudianes que podrían haberse licenciado, prolongan artificialmente los estudios para poder acceder a puestos en prácticas. Y así es como los comedores escolares de este país tienen el insólito privilegio de ser atendidos por monitores que son arquitectos o abogados. El discurso nos dice también que es bueno salir a trabajar al extranjero. Por supuesto que lo es, siempre que sea por libre decisión y para mejorar en la profesión elegida. Pero la realidad es que muchos van a hacer de camarero.

Precariedad 3.jpgSe está produciendo un cambio en el ecosistema en las relaciones laborales y, como en todo proceso de selección darwinista, una forma de sobrevivir en condiciones cambiantes adversas es desarrollar conductas adaptativas. Algunas pueden ser positivas. Otras no tanto. Si los empresarios son incapaces de valorar la importancia de tener un buen capital humano, estable y cohesionado, y tratan a sus empleados como calcetines de quita y pon, como pañuelos de usar y tirar, no deben extrañarse si sus empleados muestran un escaso compromiso. Si les pueden despedir cuando quieran sin coste alguno, si de todos modos les van a echar, ¿para qué implicarse? No deja de ser una respuesta adaptativa.

Pero más allá de estos “efectos secundarios” no deseados, lo que persigue el discurso que tanto apela a la necesidad de adaptarse a los nuevos requerimientos de la economía globalizada, es promover una respuesta adaptativa de sumisión, de renuncia a los sistemas de protección colectiva que nos amparan frente a las adversidades de la vida. Parece difícil que un propósito de esta naturaleza pueda prosperar, y sin embargo avanza. ¿Como es posible? Porque, por debajo de una idea en principio positiva y bienintencionada —la necesidad de adaptarse a los cambios— lo que hay es una realidad que fomenta el miedo y la inseguridad. Si este discurso se acaba imponiendo, las nuevas generaciones acabarán viéndole ventajas a eso de trabajar por cuenta propia, de no tener horario (ni salario) fijo, a vivir a salto de mata. Y puede que algún día la condición de "autónomo dependiente" llegue a ser presentado también como un privilegio, una rémora del pasado a superar. Como ahora el contrato indefinido con indemnización por despido.

 

Imágenes: Samuel Sánchez

Artículo publicado en la edición catalana de El País (16/02/2014)

 

La profecía autocumplida

Por: | 03 de febrero de 2014

Troika
El Estado de Baviera ha creado un programa para reclutar a jóvenes españoles dispuestos a trabajar en Alemania. Les facilita cursos de alemán, vivienda y una integración supervisada a sus destinos laborales. La operación ofrece ventajas para ambas partes: Alemania se asegura de poder escoger los perfiles que necesita, y los jóvenes españoles pueden encontrar la oportunidad profesional que su país no es capaz de darles. Pero más allá de esta benevolente interpretación, lo que en realidad oculta la noticia es la transferencia de capital humano y profesional de los países empobrecidos por la crisis, hacia los países que no solo no la han sufrido tan intensamente sino que se han beneficiado de ella. Alemania, pese a tener una deuda mayor, paga ahora menos intereses que en 2007. Grecia, en cambio, pese a haber sido rescatada (o precisamente por ello) no solo no ha reducido su deuda, sino que la ha más que duplicado y los intereses no hacen sino incrementarla.

Esta semana han concluido los trabajos de la comisión de investigación del Parlamento Europeo que la Conferencia de Presidentes autorizó a regañadientes en noviembre pasado para evaluar las consecuencias sociales y laborales de la intervención de la troika en los cuatro países rescatados. En realidad, es un examen a la propia troika. Lejos del triunfalismo con que el Banco Central, la Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional se empeñan en hacer creer que su intervención ha sido un éxito, la comisión concluye todo lo contrario. Una “catástrofe social” en palabras del ponente del informe, el eurodiputado socialista Alejandro Cercas (S&D), quien considera que Europa ha vivido la peor crisis económica y social desde la II Guerra Mundial y ahora puede vivir su peor crisis política. El informe puede convertirse en un revulsivo contra la pérdida de calidad democrática que ha supuesto la intervención de la troika al margen de los procedimientos comunitarios. (Cualquier ciudadano puede participar en el debate sobre el informe que se votarán en marzo a través de http://eplinkedin.eu/yk).

¿Y qué hay de España? Como no fue formalmente rescatada, no ha sido objeto de escrutinio. Pero tuvo un memorando que imponía duras condiciones, y a pesar de que ha salido de la zona de peligro, cada vez que el comisario Olli Rehn y la directora del FMI, Christine Lagarde, se refieren a ella, es para insistir en que se acometa la tercera reforma laboral, cuando ya es evidente que las dos anteriores han fracasado en lo que era su principal objetivo declarado, crear empleo.

Pese al triunfalismo con que el Gobierno presenta algunos datos macroeconómicos, la perspectiva sigue siendo muy negativa para la creación de empleo, hasta el punto de que el último informe de la Fundación BBVA estima que necesitaremos 17 años para volver a los niveles de antes de la crisis. Oficina empleo3

Y aquí es donde volvemos al programa de reclutamiento del Estado de Baviera y su significado. A diferencia de las olas migratorias de los años cincuenta y sesenta, no es mano de obra barata lo que quiere Alemania. El director de la Agencia Federal de Empleo, Frank-Jürgen Weise, declaró el año pasado que Alemania necesitará importar más de 200.000 titulados superiores y profesionales de alta cualificación al año y espera encontrarlos en los países del sur.

EE UU logró la hegemonía económica y cultural gracias a su capacidad para importar talento del resto del mundo. Algo parecido está empezando a ocurrir en el interior de Europa. Mientras aumentan las trabas a la movilidad de los trabajadores pobres y poco cualificados, se crean oficinas de reclutamiento para los que aportan talento y creatividad. La posibilidad de movilidad interior puede ser vista como un alivio por los países en crisis, pero no deja de ser una transferencia masiva de capital humano, una descapitalización. Esta movilidad selectiva permite a los países importadores apropiarse del esfuerzo realizado por los demás para formar élites profesionales y a la larga, agravará todavía más la brecha entre la Europa del norte y la del sur.

El modelo económico que ha impuesto la troika contribuye a esta división social del trabajo entre el norte y el sur y conduce a una Europa de dos velocidades. El Gobierno ha hecho mucho énfasis en las reformas que facilitan la devaluación interna del país, y muy poco en las que propiciarían el cambio de modelo productivo que tanto invoca. Las reformas aplicadas responden a un modelo que basa su competitividad en las rebajas salariales, en lugar de la innovación y el conocimiento, un modelo empresarial que prefiere tener trabajadores precarios de usar y tirar a consolidar un verdadero capital humano. Y así es como llegamos a la profecía autocumplida. Con salarios de 800 euros al mes, un 25% de paro, una enorme bolsa de economía sumergida y unas clases medias sin capacidad para consumir, pocos ingresos tendrá el Estado. Y sin ingresos fiscales suficientes, el Estado de bienestar, es decir, la sanidad, la educación y los servicios sociales, acabarán siendo, efectivamente, insostenibles. Y esto es lo que tenemos que debatir.

 

Imágenes: AP/Petros Karadijias / Samuel Sánchez.

Artículo publicado en la edición catalana de El País (02/01/2014)

 

El dilema de los egoístas

Por: | 09 de diciembre de 2013

Alambradas con cuchillas, controles fronterizos, lanchas de vigilancia, todos los medios parecen pocos para frenar la oleada de inmigrantes que intenta entrar en Europa. El discurso que ampara estos diques de contención parece razonable: no podemos abrir las puertas a todo el mundo, nuestra economía no lo resistiría, no hay trabajo para todos. Por esta razón, el derecho de residencia es un bien muy preciado que cada país protege y administra celosamente. Pero, ¿podemos ponerle precio a ese bien?

Cuando Michael J. Sandel planteó al auditorio del CCCB el pasado miércoles si le parecía aceptable que un país concediera la residencia a cualquier extranjero, siempre que adquiera una propiedad inmobiliaria de más de 500.000 dólares, un mar de brazos se alzó en contra. Apenas tres estaban a favor. El rechazo social era contundente, y sin embargo, una medida de este tipo rige ya en Estados Unidos y ha sido anunciada también por el Gobierno español. Primero anunció que bastaría con comprar una vivienda de 160.000 euros para obtener la residencia, pero en mayo pasado anunció que serían 500.000.

La misma lógica que se aplica para lo poco sirve para lo mucho. De acuerdo con esta premisa, ¿por qué no ponemos un precio a los puestos de trabajo que queramos reservar para los extranjeros? Podríamos sacar un buen dinero, y aún mucho más si los pusiéramos a subasta. Y ya puestos a impedir que lleguen los que no pueden pagar, ¿por qué en lugar de cuchillas, que ya se ha visto que no disuaden del todo, no ponemos unas minas antipersona?

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La lógica mercantil ha ido impregnando el discurso público, como la lluvia fina que cae del cielo. A veces legitimada incluso desde la mejor de las intenciones. Algunas ONG, por ejemplo, quisieron salir al paso de la xenofobia con informes económicos que demostraban lo beneficiosa que era para nuestra economía la presencia de inmigrantes. Era cierto, pero el argumento era un arma de doble filo. Si aceptamos la lógica mercantil para justificar su presencia durante la fase de bonanza, la misma lógica servirá para expulsarles primero de la sanidad y luego del país cuando cambie el ciclo.

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¿Por qué haber doblado la esperanza de vida ha de ser una catástrofe?

Por: | 25 de noviembre de 2013

Nunca antes el frágil Estado de Bienestar que habíamos construido en España había sufrido una deslegitimación tan insistente como ahora. La crisis ha sido la excusa, pero el desmantelamiento de lo público forma parte de una agenda política previa, la del neoliberalismo, que tuvo en los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher a sus mejores valedores. Cuando en Inglaterra están ya de vuelta porque han podido comprobar el desastre que ha supuesto la privatización del transporte público o la sanidad, aquí estamos en el camino de ida.

La ofensiva se concreta en una oleada legislativa que debilita las instituciones de defensa colectiva, como la legislación laboral, o de protección frente a la adversidad, como el sistema de pensiones o la sanidad pública. Esas reformas, que en realidad son retrocesos, se justifican en base a dos premisas: que el actual modelo es insostenibles y que resta competitividad a la economía.

En realidad, tales premisas no han sido sometidas a un verdadero debate político porque lo que se pretendía no era discutir cómo preservar el Estado de bienestar, sino justificar la necesidad de recortarlo. Hay que reconocer que esta estrategia ha tenido éxito, y no solo porque el miedo esparcido por la crisis ha disminuido la capacidad de reacción, sino porque ha encontrado el campo ideológico bien abonado. Este tipo de batallas no se ganan o se pierden cuando se vota en el Parlamento la reforma laboral o de la de las pensiones, sino mucho antes. Tal vez décadas antes, cuando se fijan los marcos conceptuales en los que más tarde quedará encorsetado el debate. Y en España, esos marcos se establecieron hace ya tiempo, de la mano de unas ideas liberalizadoras que, a modo de silenciosos caballos de Troya, penetraron en el discurso político sin encontrar apenas resistencia.

Aula tercera edad

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Lo que hemos de explicar a las chicas

Por: | 22 de noviembre de 2013

Violencia homenaje
Creíamos que el machismo estaba de retirada, y ahora vemos que no. Que la violencia de género retrocedería cuando se aplicaran las medidas previstas en la legislación integral que la combate, y nos encontramos con que no solo no disminuye sino que cada vez afecta a mujeres más jóvenes. Creíamos que los estereotipos de género desaparecerían conforme las nuevas generaciones fueran educadas en la igualdad, y ahora vemos que siguen muy vivos, y en expansión, entre una parte de los adolescentes. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hemos hecho mal? Si las causas son complejas, las soluciones no pueden ser ni sencillas ni unívocas, pero hemos de reconocer una cierta perplejidad por lo que ocurre. Seguramente no tiene sentido culpabilizarnos de algo que realmente controlamos muy poco, pero es hora tal vez de preguntarnos qué podemos hacer que no hayamos hechos, qué ha fallado en los enfoques aplicados hasta ahora para que los casos judiciales de violencia machista en adolescentes hayan aumentado un 30% en dos años y para que el maltrato no solo esté presente en las relaciones entre chicos y chicas supuestamente educados en el respeto mutuo y la igualdad, sino que esté aumentando.

Así lo indica un estudio dirigido por Maria José Díaz Aguado, en el que se ha encuestado a 8.000 adolescentes en 2010 y 2013. Según este trabajo, el 10,5% de las chicas de 14 a 19 años declaran haber sido objeto de malos tratos por parte de sus novios, cuando en 2010 eran el 9,6%. Un 6,2% declaran además haberse visto obligadas a prácticas sexuales que no deseaban, un 14% han sido amenazadas por su pareja hasta el punto de sentir miedo y un 23% han sido humilladas e insultadas.  

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La quiebra de un modelo de televisión

Por: | 07 de noviembre de 2013

Valencia fabra

Los redactores del informativo del Canal 9 tenían prohibido utilizar la palabra “recorte” para referirse a los recortes. Cuando filmaban al presidente Zaplana, tenían órdenes de enfocarlo siempre por el lado bueno de su perfil, y cuando el presidente socialista Zapatero anunció a bombo y platillo su famoso “cheque-bebé”, los informativos de la televisión autonómica valenciana recibieron instrucciones de ignorar el tema. Lo cuenta una de sus periodistas, Iolanda Màrmol, pero cualquiera de sus colegas podría añadir a la lista nuevos y numerosos ejemplos de manipulación informativa.

El cierre de la radio y la televisión pública valenciana es una lamentable y triste consecuencia de los muchos errores de gestión cometidos, pero sobretodo, de una concepción de los medios públicos que solo puede llevar al fracaso porque conduce inexorablemente a una doble quiebra: económica y de credibilidad. La RTV pública valenciana no es el único exponente de este modelo. Otras televisiones autonómicas, entre ellas la de Madrid, están transitando por el mismo camino de alto riesgo. Y tampoco es exclusivo del Partido Popular, aunque este partido es el que lo ha llevado al paroxismo. Otros grandes partidos de gobierno han caído en la misma tentación: la de convertir los medios públicos, que pagamos entre todos, en un instrumento de propaganda al servicio del gobierno de turno.

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La policía que quería ser modélica

Por: | 29 de octubre de 2013

Mossos
Las imágenes son estremecedoras, pero el audio aún lo es más. El video que recoge el momento en que ocho agentes de los Mossos d'Esquadra reducen al empresario Juan Andrés Benítez, de 50 años, muestra con nitidez cómo, repetidamente y en diferentes momentos, los agentes propinan puñetazos y patadas al detenido cuando este está ya exhausto y reducido en el suelo. Pero lo que resulta sobrecogedor son los gritos ahogados que emergen de entre la masa de uniformes que le cubren y que ahora sabemos que eran lamentos agónicos. El detenido salió de allí inconsciente y murió poco después.

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Y el suflé no baja

Por: | 13 de septiembre de 2013

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La marea independentista
. La Vía Catalana ha venido a mostrar, un año después de la gran manifestación de la Diada de 2012, que la fuerza del independentismo no solo no merma en Cataluña sino que sigue creciendo. Muchos se sorprenden de la persistencia de este fenómeno que es observado desde todo el mundo con curiosidad, no solo por la velocidad de su crecimiento y la persistencia de su ímpetu, sino porque contradice algunas ideas que resultaban confortables para sus detractores pero llevan camino de demostrarse erróneas. La primera es que la llamarada independentista era un suflé que igual que había subido bajaría. De momento, el suflé se mantiene alto: la asistencia a la cadena humana y actos aledaños de la última Diada ha sido igual o superior a la de la manifestación de 2012.

En realidad, la teoría del suflé ha sido desmentida ya en varias ocasiones, pero todavía hay quien sigue aferrándose a ella para evitar enfrentarse a las consecuencias de que no sea así. Con esta actitud, persisten en el mismo error de percepción en que incurrieron quienes desde el Gobierno y la dirección del Partido Popular dieron la batalla del Estatut en el Tribunal Constitucional y pensaron que una vez dictada sentencia, habría algunas protestas, pero todo volvería a su cauce en poco tiempo. No pasará nada, dijeron. Y, efectivamente, nada pasó. Se convocó una manifestación, que fue multitudinaria y ahí quedó todo. “¿Lo veis? Asunto concluido”, respiraron aliviados. Pero sí que pasaba. Solo que pasaba por debajo de los radares de alerta de un sistema político que está demostrando un elevado nivel de esclerosis y miopía.

El resultado es que el apoyo a la independencia ha crecido en Cataluña hasta alcanzar cotas inimaginables hace solo tres años: del 52%, según el último sondeo publicado por la SER. La respuesta al recorte estatutario ha sido la persistente exigencia de un referéndum que empezó siendo sobre la relación de Cataluña con España, ahora es ya claramente sobre la independencia. El rechazo a la situación actual es abrumadoramente mayoritario, y la nueva línea divisoria sobre el futuro no pasa ya por diferentes fórmulas de encaje en España, sino por dos grandes bloques: el de  quienes consideran que ya no hay nada que negociar con Madrid, excepto la forma de salir de España, y quienes todavía apuestan por el diálogo, aunque cada vez tienen menos espacio y menos visibilidad pública. Hace un año, la exigencia de un pacto fiscal era recibida por el Gobierno como una pretensión descabellada. Hoy, para el catalanismo más radical ya no es siquiera una oferta a considerar. Y esta posición concita un notable apoyo en las encuestas.
¿Se asumirá finalmente la realidad? ¿Llegará tarde la reacción?


PeticionImagenCAOTRPJ9¿Quién controla a quién? Otro error de percepción en el que se ha incurrido es creer que el independentismo crecía por una maquiavélica estrategia del nacionalismo tradicional, que lo estaría alimentando para alcanzar una posición de fuerza con la que poder negociar mejoras en la financiación. Ciertamente, es difícil imaginar que Convergència Democràtica, el partido conservador con ligeros toques socialdemócratas creado por Jordi Pujol pueda llegar a posiciones de ruptura. Es más fácil y coherente con su historia pensar que llegada la hora de la verdad, CiU actuará en consecuencia y dará marcha atrás en la aventura soberanista. Es posible. Pero ya no está claro que CiU sea la dueña del proceso.

Convergència hizo en su día un giro soberanista, pero de naturaleza deliberadamente ambigua y limitado a un nuevo marco de relación fiscal y política con España. La independencia no figuraba en su horizonte programático inmediato. De repente, atónito ante una vorágine que lo engullía todo, CiU se encontró en una situación tan inquietante como paradójica: conforme se escoraba hacia posiciones cada vez más soberanistas, la sintonía con la calle aumentaba, pero su fuerza electoral mermaba. Ni en sueños podía CiU imaginar que podría lograr por sí misma una movilización social como la que se ha producido tras la sentencia del Estatut. Pero no era mérito suyo. En realidad, CiU se ha visto arrastrada, igual que los demás partidos, por un tsunami de fuerte componente sentimental que está lejos de controlar. Una fuerza que ha ido creciendo desde todas partes y en todas direcciones, pasando por encima de programas y estrategias.

Cuando advirtió la magnitud de la ola, CiU trató de surfearla utilizando como tabla el propio Gobierno. Y ahí está ahora, sin saber aún si podrá aguantar. Los vaivenes declarativos de Artur Mas en la semana anterior a la Diada, intentando aplazar primero la agenda soberanista y retomándola después con mayor gesticulación, muestran hasta qué punto Convergència ha quedado prisionera de su propio error de percepción: el de pensar que podía subirse a lomos de la fiera y controlarla. Tras ponerse al frente de las demandas de la calle, no resistió la tentación de convocar elecciones anticipadas para tratar de recoger los réditos electorales de su osada apuesta. Pero las cosas no salieron como había previsto. No solo perdió doce escaños, sino que vio como el genuino representante del independentismo, ERC, se colocaba en condiciones de disputarle la dirección del catalanismo y hacerle el sorpasso electoral. Los últimos sondeos confirman que el sorpasso puede producirse.


Hay indicios de que CiU trata ahora de retrasar la agenda soberanista para tener la oportunidad de negociar con Madrid y recuperar así la iniciativa política. Pero me temo que eso va ya a ser difícil. No solo porque el Gobierno de Rajoy sigue sin querer enterarse de lo que ocurre, sino porque la ola sigue creciendo y la tabla de surf se aguanta a duras penas. En estas condiciones, llegar al final de legislatura puede ser para CiU misión imposible y convocar elecciones anticipadas, una temeridad.

PeticionImagenCA1QDMHQUna demostración de fuerza. Ahora, la escena política está en manos de organizaciones que no responden al esquema partidario, aunque a nadie se le escapa el control indirecto que ERC ejerce sobre algunas de ellas. Se han articulado nuevas formas de organización política: plataformas, asociaciones, redes… que confluyen en una entidad ubicua donde las haya, la Asamblea Nacional Catalana. Se trata de una plataforma transversal, con implantación en todo el territorio, que reúne entidades de todo tipo y atrae a gentes de diferentes generaciones, distintas procedencias y hasta diferentes adscripciones ideológicas.

Y una evidencia curiosa: allí donde el movimiento del 15M perdió su energía y su oportunidad de incidencia política, el terreno organizativo, el independentismo ha demostrado una capacidad que ha dejado a muchos asombrados. Si en la Diada de 2012 demostró su capacidad de convocatoria, en la de 2013 ha dado una prueba contundente de su capacidad de organización. No era fácil organizar la logística de una cadena humana de 400 kilómetros. Y funcionó como un reloj. 

Lo que emerge es un nuevo escenario político en el que el sistema partidario catalán puede acabar saltando por los aires. Las principales víctimas pueden ser los dos grandes partidos que en los últimos 30 años han ocupado el centro del espacio político y se han repartido los resortes del poder en Cataluña, el PSC y CiU. Los primeros perjudicados por la nueva situación son los socialistas, cuya propuesta federal resulta muy meritoria, ya que implica una reforma constitucional que podría dar una salida sin rupturas al conflicto si le dieran la oportunidad. Pero esa propuesta, surgida del pacto de Granada con el PSOE, ni se percibe en Cataluña como creíble ni parece que pueda llegar a tiempo, pues está lejos de tener en el resto de España el apoyo necesario para ser factible. Tampoco CiU, contra lo que pudiera parecer, está en buena posición, acosada electoralmente por ERC y angustiosamente vacilante entre la necesidad de pactar y la tentación de tirar por el camino de enmedio, desgarrada por dos fuerzas que tiran de ella en direcciones opuestas.

 

Imágenes: La cadena humana, en Barcelona (Toni Albir/EFE); En el tramo de la Sagrada Familia (Toni Garriga/EFE) y la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Carme Forcadell, durante su discurso (Marta Pérez/EFE)

El País

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