Cerca de la Casa Blanca, en el 935 de Pennsylvania Avenue, se levanta un edificio macizo y feote: el J. Edgar Hoover Building. Construido en los años 1960, en ese estilo arquitectónico que llaman brutalist y que considera que el hormigón es hermoso, el J. Edgar Hoover alberga el cuartel general del FBI y, por decisión de Nixon, lleva el nombre del eficaz y turbio personaje que dirigió durante casi medio siglo este organismo policial del Gobierno federal de Estados Unidos.
La noticia, que ha provocado la inquietud de defensores norteamericanos de los derechos civiles, haría feliz a Hoover. Él fue quien incorporó las nuevas tecnologías del siglo XX a la acción investigadora del FBI: huellas dactilares, fotografía y cine, grabación de conversaciones, escuchas telefónicas, la célebre lista de los 10 Most Wanted... Bueno, en realidad, Hoover inventó el FBI.
Este fin de semana se estrena en Francia, y el 27 de enero en España, J. Edgar, la película biográfica sobre Hoover dirigida por Clint Eastwood e interpretada por Leonardo Di Caprio. Quizá a las nuevas generaciones este nombre les diga poco, así que es bueno que sepan que fue uno de los más poderosos y temidos de Estados Unidos en buena parte del siglo XXI. Dirigió el FBI desde 1924, cuando él tenía 29 años de edad, hasta su muerte en 1972, un período en el que la Casa Blanca tuvo ocho ocupantes distintos, ninguno de los cuales, aunque alguno tuvo ganas, se atrevió a destituirlo.
Rudo y atildado, patriotero y derechista, misógino y homófobo, el arma atómica de Hoover, lo que le hacía intocable, eran sus archivos, cargados de secretos inconfesables de muchas de las personalidades más importantes de su país: políticos, banqueros, empresarios, directores de periódicos, productores y estrellas de Hollywood. A comienzos de los años 1960, los hermanos Kennedy quisieron cesarlo, pero no pudieron: el director del FBI lo sabía todo sobre las andanzas amorosas del presidente JFK, y, por supuesto, tenía las pruebas. En American Tabloid, James Ellroy ha escrito páginas deliciosas sobre esa historia.
El mismo Hoover era un personaje muy oscuro: se le ha supuesto una homosexualidad que nunca quiso asumir y se ha escrito mucho sobre su presunta afición a vestirse en la intimidad con ropa de mujer. Lo cierto es que adoraba a su madre, que convivió durante décadas con su adjunto, Clyde Tolson, y que nunca se casó. Muy duro, al límite del fascismo, con los rojos –comunistas, anarquistas, socialistas, progresistas, liberales, feministas, defensores de los derechos civiles, activistas negros, intelectuales-, Hoover fue muy laxo con la Mafia, y eso se ha atribuido a que los capos del crimen organizado tenían a su vez fotos comprometedoras del patrón del FBI.
La película J. Edgar se estrenó en Estados Unidos el pasado noviembre, y, al igual que ahora en Francia, fue acogida con cierta decepción. No es, al parecer, de las mejores de Eastwood y se dice que Di Caprio queda raro con las toneladas de maquillaje que le ponen para encarnar al Hoover anciano. En todo caso, Time, en su reseña, resumió así el “triple enigma” del que durante casi medio siglo fue director del FBI: “(1) un guardián y comerciante de secretos de Estado que (2) atesoró celosamente el secreto de su presunta homosexualidad y que (3) contempló tan levemente su propia alma que fue un secreto hasta para sí mismo”.
Eastwood, de 81 años, aborda en su película las incógnitas personales de ese colosal manipulador que fue Hoover, pero no les ofrece respuestas. Reconoce que a estas alturas de la partida es imposible quitarle al personaje su ambigüedad y su opacidad. En una entrevista publicada esta semana en Le Nouvel Observateur, el cineasta dice: “Me gustan las películas que suscitan interpretaciones múltiples y en las que las conclusiones a las que puedan llegar los espectadores sean diferentes de las mías”.
El último siglo de historia norteamericana es el del constante girar a la derecha de una gran nación que se va haciendo vieja y temerosa. Comenzó con la caza de rojos de los años 1920 que dio lugar a la ejecución en la silla eléctrica de Sacco y Vanzetti , y siguió en los 1950 con la caza de brujas del senador McCarthy. Hoover tuvo mucho que ver en la intensidad inquisitorial de ambos momentos. Ahora, cuando se cumple el décimo aniversario de Guantánamo, Eastwood sabe muy bien por qué ha querido recordar a Hoover. “La afirmación de que el enemigo está en todas partes”, dice a Le Nouvel Observateur, “abre la puerta a todas las derivas autoritarias”.
En 2010 el FBI contaba con 33.925 funcionarios y un presupuesto anual de 7. 900 millones de dólares. Aún no había estrenado el sistema de identificación biométrica NGI pero no le faltaban recursos. Y sin embargo, hizo el ridículo cuando, en enero de 2011, tuvo que admitir que, para actualizar digitalmente la imagen de Bin Laden, había recurrido a una foto de Gaspar Llamazares, entonces portavoz de Izquierda Unida en el Congreso español. El espíritu de Hoover, ya se ve, sigue vivo y coleando. Medio siglo después, aún le gana a los Kennedy
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Sobre el autor
Con más de treinta años de periodismo a sus espaldas, Javier Valenzuela ha sido, entre otras cosas, corresponsal de El País en Beirut, Rabat, París y Washington y director adjunto de este periódico; también director general de Información Internacional en La Moncloa. Tiene siete libros publicados, trabaja como analista y reportero en El País y colabora como tertuliano en programas de radio y televisión. Es un lector voraz de literatura policíaca y de espionaje.
Entrevista Digital
Se cumple el primer aniversario de la Primavera Árabe, y Javier Valenzuela la analiza en su nuevo libro, Crónica del nuevo Oriente Próximo (Catarata), del que charló con los internautas el miércoles, 01 de Febrero de 2012 de 13:00 a 14:00
Eskup
Nuevo libro
Crónica del nuevo Oriente Próximo (Catarata, 2012) es el último de los siete libros publicados por Javier Valenzuela. En su primera parte, el autor propone las claves de la Primavera Árabe, desde la revolución del jazmín tunecina a las victorias de los islamistas en las primeras elecciones libres en Túnez, Marruecos y Egipto, pasando por la sangrienta represión en Siria. En la segunda, una recopilación de sus reportajes de los últimos 25 años en Turquía, Siria, Palestina, la Península Arábiga e Irán, se ofrecen pistas para comprender las nuevas realidades geopolíticas de la zona.
Con anterioridad, Javier Valenzuela ha publicado Usted puede ser tertuliano (Península, 2011), De Tánger al Nilo (Catarata, 2011), Viajando con ZP(Debate, 2007), España en el punto de mira (Temas de Hoy, 2002), La última frontera (Temas de Hoy, 1996) y El Partido de Dios (El País-Aguilar, 1989).
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noviembre 2012
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