El argumento de El proceso, de Franz Kafka, es bien conocido: Josef K, un probo empleado de banca, es detenido una mañana sin que la Policía le informe de cuál es su presunto delito. A partir de ahí, se convierte en víctima de una gélida maquinaria judicial que jamás llega a explicitarle una acusación. Josef K, según la burocracia, debe conocer perfectamente cuál es el crimen que ha cometido y sus protestas de inocencia de cualquier tipo de delito no hacen sino agravar su caso. Publicada en 1925, El proceso es una novela que anticipa los horrores de los totalitarismos inquisitoriales del siglo XX… y de alguno de los nacidos en este siglo XXI.
El argelino Lakhdar Boumediene pasó siete años (2002-2009) enjaulado en Guantánamo sin que jamás fuera acusado ante un tribunal de delito alguno. Boumediene evoca aquella kakfiana experiencia en un artículo publicado hoy en el International Herald Tribune y ayer en The New York Times (My seven-year Guantánamo nightmare). Lo peor, cuenta, fue que sus hijas crecieron sin poder verle ni una sola vez en esos siete años, ni tan siquiera hablar con él por teléfono. Las pocas cartas que recibió de las pequeñas, muchas menos de las enviadas, estaban “tan duramente censuradas que sus mensajes de amor y apoyo se perdieron”.