En memoria de Marie Colvin y Juan Carlos Gumucio
Las malas noticias ya las conocen. La primera es muy vieja: la situación de las mujeres en Egipto, especialmente en el mundo rural y los sectores urbanos más pobres, deja mucho que desear. La segunda es más reciente: las mujeres, pese a que tantas de ellas, con o sin velo, combatieron valientemente en la revolución de Tahrir no han conseguido avances significativos en el último año; al contrario hay razones para temer que el peso político y social demostrado por los islamistas en este período pueda traducirse en intentos de retroceso.
Permítanme ahora ofrecerles la buena noticia: las mujeres -decenas, cientos de miles de ellas- que combatieron en la revolución no están dispuestas a dar un paso atrás. Comparten con sus hermanas y hermanos de tantas otras partes la idea de que en el Valle del Nilo no podrá hablarse de una democracia mínimamente homologable si no hay serios progresos en la igualdad entre las mujeres y los hombres.