“El sueño de Mandela sigue vivo en Sudáfrica”, dice Deon Meyer en una entrevista a Le Nouvel Observateur con motivo de la publicación en Francia de su última novela policíaca (Trackers en inglés, A la trace en francés). Meyers se refiere al sueño de una nación arco iris donde blancos, negros, indios y mestizos convivan en democracia.
El propio Mandela está relativamente bien para sus 93 años de edad. Acaba de superar sin mayores consecuencias un ingreso hospitalario. Madiba, como le llama su gente, es un tipo estupendo. Lo entrevisté un par de veces en Johanesburgo en 1995, cuando era el flamante primer presidente negro de Sudáfrica, y solo por eso valen la pena los treinta y pico años que llevo trabajando de periodista. Cuando muera una gran pena anegará el planeta.
No todo, sin embargo, es de color de rosas en el caminar sudafricano hacia el arco iris soñado por Mandela. Las fracturas étnicas, culturales y sociales de ese país eran tan inmensas que los últimos 18 años sin régimen de apartheid apenas han podido ir reduciendo algunas, señala Deon Meyer en la entrevista citada. El propio partido gobernante durante este período, el de Mandela, el Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas en inglés), tiene no pocas contradicciones internas.