Yoani Sánchez

Sobre los autores

. Una vez me gradué como filóloga, pero el periodismo y la tecnología me han subyugado más que la fonética y la gramática. Vivo en La Habana y fantaseo con que habito una Cuba a punto de cambiar.

Descanse en libertad, Oswaldo Payá

Por: | 23 de julio de 2012

Osvaldo_paya

Nadie debería morir antes de alcanzar sus sueños de libertad. Con el fallecimiento de Oswaldo Payá (1952 – 2012), Cuba ha sufrido una dramática pérdida en su presente y una insustituible ausencia en su futuro. Ayer domingo no sólo dejó de respirar un hombre ejemplar, padre amoroso y católico ferviente, sino también un ciudadano imprescindible para nuestra nación. Su tenacidad asomaba desde que era un adolescente, cuando prefirió no esconder los escapularios –como hicieron tantos- y en lugar de eso sostuvo públicamente su fe. En 1988 su responsabilidad cívica fraguó en la fundación del Movimiento Cristiano Liberación y años después en la iniciativa conocida como Proyecto Varela.

Recuerdo –como si fuera hoy- la imagen de Payá a las afueras de la Asamblea Nacional del Poder Popular aquel 10 de marzo de 2002. Las cajas cargadas con más de 10 mil firmas sobre sus brazos, mientras las entregaba al tristemente célebre parlamento cubano. La respuesta oficial sería una reforma legal, una patética “momificación constitucional” que nos ataría de forma “irrevocable” al actual sistema. Pero el disidente de mil y una batallas no se dejó amilanar y dos años después él y otro grupo de activistas presentaron 14 mil rubricas más. Exigían con ellas la convocatoria a un referendo para permitir la libertad de asociación, de expresión, de prensa, las garantías económicas y una amnistía que liberara a los presos políticos. Con la desproporción que lo caracterizaba, el gobierno de Fidel Castro contestó con los encarcelamientos de la Primavera Negra de 2003. Más de 40 miembros del Movimiento Cristiano Liberación fueron condenados en aquel marzo aciago.

Aunque no fue detenido en aquella ocasión, Payá padeció durante años la vigilancia constante sobre su casa, los arrestos arbitrarios, los mítines de repudio y las amenazas. Nunca desaprovechó un minuto para denunciar la situación penitenciaria del algún disidente, ni la condena injusta de otros. Jamás lo vi descomponerse, gritar, ni insultar a sus contrincantes políticos. La gran lección que nos deja es la ecuanimidad, el pacifismo, la ética por encima de las diferencias, la convicción de que a través de la acción cívica y de la propia legalidad la Cuba inclusiva nos queda más cerca. Descanse en paz, o mejor aún, descanse en libertad.

¿Mostrar el puño o tender la mano?

Por: | 18 de julio de 2012

Obama-romney.gi.topImagen tomada de money.cnn.com

Por los años noventa, un chiste se hizo muy popular en las calles y casas cubanas. En él se narraba cómo la maestra de Pepito –el personaje de nuestros cuentos humorísticos- mostraba una foto del presidente norteamericano a sus estudiantes y lanzaba contra él una intensa diatriba: “Este que ven aquí es el causante de todos nuestros problemas, el hombre que ha hundido la Isla en la improductividad y el desabastecimiento, el responsable de la falta de alimentos y del colapso en el transporte público”. Después de tan fuertes acusaciones y de mantener el dedo índice levantado hacia el retrato, la airada mujer preguntó al más pícaro de sus alumnos “¿Ya sabes quién es?” El risueño Pepito le respondió “Ah… sí, ya lo identifico, es que sin barba no lo había reconocido, profe…”. Esta historia satírica refleja en gran medida la polarización de la opinión pública nacional en relación con el origen de las dificultades económicas y las restricciones de derechos ciudadanos que caracterizan al actual sistema cubano. Mientras el discurso oficial señala a Estados Unidos como el causante de sus más grandes problemas, otros muchos ven en la propia Plaza de la Revolución la raíz de los fallos en estos 53 años.

Por sí o por no, lo cierto es que cada una de las once administraciones que ha pasado por la Casa Blanca desde 1959 ha influido en el derrotero de esta Isla. A veces de manera directa; otras como un pilar necesario para sostener la propaganda ideológica del gobierno de Fidel Castro y ahora de su hermano menor. De ahí las expectativas que se crean en la mayor de las Antillas siempre que se acercan los comicios para decidir quién se sentará en la oficina oval. Las directrices de la política cubana dependen tanto de lo que ocurra en esas urnas al otro lado del Estrecho de la Florida que algunos concuerdan en la opinión de que nunca habíamos sido “tan dependientes” de la nación del Norte.

La diplomacia cubana parece más enfrascada en llevarle la contraria al gran vecino que en solucionar el diferendo entre ambas naciones. De ahí que cuando esa postura intransigente se enfrenta con algún gobierno norteamericano con una postura más beligerante de lo habitual, los ciudadanos de ambas orillas quedamos atrapados en verdaderas trincheras antagónicas. Hasta el punto que muchos analistas coinciden en que para Raúl Castro resultaría más fácil de sobrellevar una política agresiva por parte del Tío Sam que la postura aplicada por Barack Obama. La flexibilización en el envío de remesas, el restablecimiento de los viajes académicos y el aumento del intercambio cultural han conformado una fórmula difícil de manejar para la retórica del castrismo.

No obstante, éste también ha tratado de sacarle partido económico y político a esos gestos de Washington. Eso hace que la gran pregunta en este diferendo sea sobre cuál actitud redundaría más en una democratización en Cuba: ¿Mostrar el puño o tender la mano? ¿Reconocerle legitimidad al gobierno de la Isla o seguir tratándolo como al secuestrador que mantiene en su poder a 11 millones de rehenes?

Cuando el partido demócrata -con Barack Obama a la cabeza- llegó a la Casa Blanca en enero de 2009, nuestra prensa oficial se encontró ante una encrucijada difícil. Por una lado, la juventud del recién electo presidente y por otro su condición de afro descendiente lo hicieron inmediatamente muy popular entre los cubanos. En aquellos días, no era raro encontrar a gente caminando por las calles del país llevando una camiseta o una gorra con el rostro de quien también había sido senador por el estado de Illinois.

Era la primera vez en décadas que algunos compatriotas se atrevían a portar públicamente una imagen del mismísimo “enemigo”. Para una población que veía como las máximas figuras de su gobierno rozaban o pasaban los ochenta años, la imagen de un Obama jovial, ágil, sonriente, resultaba más cercana al mito del revolucionario que los ancianos de verde olivo detrás de los micrófonos nacionales. Su magnetismo cautivó a muchos también por estos lares y decepcionó –claro está- a quienes esperaban  una mano más dura hacia la gerontocracia de La Habana.

Adiós al socialismo, bienvenido el pragmatismo.

Más allá de las cuestiones políticas, las medidas emprendidas por la administración de Obama se hicieron sentir rápidamente sobre muchas familias cubanas, especialmente en su economía y en sus relaciones con los parientes exiliados. El flujo de remesas aumentó y las pequeñas empresas que surgieron a partir de las reformas raulistas encontraron en ese dinero llegado desde el Norte un capital fundamental para nacer y posicionarse. Al aeropuerto José Martí llegan de visita cada semana miles de cubano-americanos, cargados de paquetes, medicinas y ropa para sostener a los parientes que quedaron en la Isla.

Quienes ven la situación cubana como una caldera que necesita presión para estallar se sienten sumamente defraudados con esas “concesiones” hechas por un gobierno demócrata hacia La Habana. Son los mismos que opinan que una política de línea dura, beligerante en la escena diplomática y de asfixia en el aspecto económico, daría mejores resultados. Lamentablemente, los conejillos de indias para probar la eficacia de tal experimento seríamos los cubanos radicados en la Isla, que languideceríamos física y socialmente hasta el punto en que “despertara” nuestra conciencia cívica. Como si no hubiera suficientes ejemplos históricos de que los regímenes totalitarios se hacen más fuertes en la medida en que se profundiza la crisis económica y en que la opinión internacional se vuelve contra ellos.

No en balde Mitt Romney es una figura tan mentada en la prensa oficial cubana. Sus posiciones de mayor confrontación avivan el discurso anti imperialista como el oxígeno al fuego. El candidato republicano ha sido el centro de cuantiosos artículos en el órgano oficial del Partido Comunista, el periódico Granma. Sus fotos y caricaturas han aparecido en ese mismo diario que se encontró en un aprieto a la hora de burlarse físicamente de Obama. Ante el elevado mestizaje de la población cubana,  es muy delicado agrandar las orejas y  abultar los labios del presidente norteamericano sin que esto sea leído como una burla racista.  Si en los ochenta el humor político se nutría del rostro arrugado de Ronald Reagan y después tuvo su agosto con el físico de George W Bush, hay que decir que desde hace cuatro años ha sido cauteloso con el actual inquilino de la Casa Blanca. Todo ese tiempo de mesura gráfica se irá al traste si Romney sale electo como próximo presidente de Estados Unidos. Algunos ya se están riendo de antemano de las posibles sátiras que vendrán.

Sea quien sea el que se alce con la victoria electoral, encontrará una Cuba en situación de cambio. Las reformas llevadas a cabo por Raúl Castro carecen de la velocidad y la profundidad deseadas por la mayoría, pero van en la irreversible dirección de la apertura económica. La Habana se ha llenado de cafeterías y restaurantes privados, ya es posible comprar y vender casas y los cubanos logran comercializar los autos que –durante la época del subsidio soviético- les  eran entregados a cambio de lealtad política. Los tímidos cambios impulsados por el General Presidente amenazan con dañar los pilares fundamentales de lo que fue el mandato de Fidel castro. El voluntarismo a toda costa, el igualitarismo ramplón, las campañas económicas o políticas que mantenían en un estado de constante crispación al país y una muy activa proyección internacional, parecen ir pasando poco a poco a ser cosas del pasado. Por otro lado, los propios ciudadanos han comenzado a  experimentar la más definitiva de todas las transformaciones, la que ocurre por dentro. Ha aumentado la crítica ciudadana que aún no encuentra los caminos para hacerse oír en toda su diversidad, pero aún así cada día le teme menos a las represalias policiales. Los medios oficiales han perdido definitivamente el monopolio sobre el flujo informativo, gracias a las antenas parabólicas ilegales desde las que se ve la televisión trasmitida desde La Florida. También gracias a las redes alternativas de noticias a través de las cuales circulan documentales, filmes, artículos de periodistas independientes y el contenido de blogs alternativos. La impresión es como si el enorme trasatlántico de la censura revolucionaria hiciera aguas por todas partes. Los más jóvenes presionan para tener finalmente acceso a Internet, los jubilados se quejan de sus míseras pensiones y la mayor parte de la población está en desacuerdo con las restricciones migratorias para entrar y salir de su propio país. En fin, la ilusión de la irrestricta unanimidad se le hace pedazos entre las manos a Raúl Castro.

En ese escenario interior, el resultado de las elecciones norteamericanas puede ser un elemento catalizador o ralentizador de los cambios, pero ya no es el factor más importante a tener en cuenta. Aunque las vallas que asoman en las avenidas sigan tratando a Estados Unidos como un Goliat que quiere aplastar al pequeño David representado por esta Isla, lo cierto es que para un número cada vez mayor de personas ya la metáfora no se interpreta  así. Son precisamente aquellos que saben que en nuestro caso el gigante abusador es un gobierno que intenta controlar hasta el mínimo aspecto de la vida nacional, mientras como oponente tiene a un pueblo que poco a poco va ganado conciencia de su real estatura.

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Una version de este texto fue publicada en ingles en http://edition.cnn.com/2012/07/10/opinion/havana-postcard/index.html

La Causa 1 de 1989, vista por mis ojos adolescentes

Por: | 15 de julio de 2012

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Fidel Castro y Arnaldo Ocho durante maniobras militares en 1972.
Imagen tomada del sitio www.norbertofuentes.net

Mi madre se sentó frente al televisor siendo fidelista. Unos días después, sus dos hijas comprendimos que un cambio trascendental e irreversible se había operado en aquella treintañera compulsiva. Ex militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, ella había vivido algunos desengaños ideológicos a finales de la década de los ochenta, pero el juicio contra el General Arnaldo Ochoa resultó demasiado para sus ilusiones revolucionarias. Recuerdo haberla visto sentarse en aquella butaca frente al televisor pensando que su “Comandante” era más que un padre –mucho más que la nación misma- y observé desde mi ingenua perspectiva adolescente su transformación. Su ira, su tristeza, mientras avanzaba aquella farsa de proceso judicial. Después supe por mis amigas de la escuela que una metamorfosis similar había ocurrido en muchas de sus casas. Un “hasta aquí llegamos” parecía extenderse entre buena parte de los fieles seguidores del fidelismo.

¿Por qué 23 años después de aquel “reality show” televisado a todo el país todavía puede considerarse la Causa 1 de 1989 como un punto de ruptura? ¿Cómo se convirtió ese momento en una de esas fechas para ubicar el ocaso de la Revolución Cubana? No creo que haya sido solamente por la simpatía popular que despertó aquel hombre altanero y apuesto que se encontraba en el banquillo de los acusados. Ni siquiera por lo falso que sonaban los generales -de rostros redondeados por la buena vida- culpando a uno de sus colegas por disfrutar de un lujo aquí, de un despilfarro allá. Tampoco puede decirse que fue sólo el evidente contraste entre el militar que había dirigido batallas en África y el Comandante en Jefe que jugaba a la guerra desde lejos, desde la comodidad de su despacho. Creo que todo eso confluyó para que muchos cubanos -en aquel momento- “se bajaran del tren” del proceso político. Pero a eso se le sumó –sin dudas- el deseo de encontrar una buena excusa para romper, un pretexto lo suficientemente fuerte para acabar de dar el portazo a una ideología que había defraudado a tantos. Los niños vimos esa metamorfosis en nuestros padres… no había forma de que saliéramos indemnes después de presenciar tal mutación.

Durante cuatro semanas, en la pantalla chica de todos los hogares cubanos se sintonizaron aquellas imágenes de un tribunal, donde la gran mayoría de los presentes vestía con uniforme verdeolivo. Escuchamos a los testigos declarar, a los acusados pasar del tono de la alerta al titubeo del terror y a muchos de ellos aclarar que el máximo nivel del gobierno cubano no estaba enterado del tráfico de drogas. Raúl Castro narró que había llorado frente al espejo de su cuarto de baño pensando en los hijos de Ochoa y sin embargo aprobó el fusilamiento de éste y de otros tres acusados. Y todo eso ocurría frente a nuestros ojos el mismo año en que caería el muro de Berlín y muchos regímenes de Europa del Este se desmoronaban como naipes de un ilusorio castillo. No era posible desligar lo que ocurría fuera de nuestras fronteras y aquel Tribunal Militar que encausó a Arnaldo Ochoa por “alta traición a la patria y a la Revolución”. Difícil separar la crisis de fe que atravesaba en ese momento el proceso cubano de aquel escarmiento público transmitido a millones de telespectadores. Las autoridades nos querían mostrar  de qué eran capaces todavía; tenían la intención de darnos una lección, de asestar un golpe para parar esas ideas de perestroika tropical que recorrían la Isla. Auto infligirse una herida en sus propias filas era una manera bien clara de advertir que no habría misericordia para el que cruzara cierta línea. En paralelo a la versión oficial del juicio, corrían mil y un rumores populares sobre la sombra de autoridad que le hacía a Fidel Castro el General con más condecoraciones entregadas en Cuba. Muchos analistas aseguran que allí se estaba disputando realmente un asunto de rivalidad por el poder. No era pues de extrañar que tantas pruebas mostradas en el juicio no terminaran por convencer a la teleaudiencia. “En esto hay algo más”, decían los más viejos… “aquí hay gato encerrado” repetían, con la sabiduría de quien ha visto a muchos otros caer, ser defenestrados.

En la madrugada del 13 de julio de 1989 fueron fusilados Arnaldo Ochoa, Antonio de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Martínez. Mi madre había apagado el televisor justo después que anunciaron la sentencia. Nunca más la he vuelto a ver mirando con arrobo la pantalla ni asentir mansamente cuando aparece la figura de Fidel Castro. 

Raúl Castro en la ruta del arroz

Por: | 08 de julio de 2012

Vietnam1
Imagen de http://www.lainformacion.com/


Cuando una persona se nos aparece repetidamente en cualquier lugar, decimos en Cuba que “está como el arroz blanco”. Se trata de una manera muy popular de aludir a que alguien tiene una presencia excesiva en determinada esfera, actividad o proceso. La metáfora proviene evidentemente del protagonismo que tiene esta gramínea en la alimentación cotidiana de la isla. Muchos compatriotas sostienen que no han comido hasta tanto no cuenten con una porción de ese cereal sobre su plato. Desde pequeños, las abuelas nos rellenan el biberón con “agüita de arroz” si la leche materna no nos alcanza y –cuando crecemos- cocinar unos “moros y cristianos” bien desgranados se convierte en nuestra prueba de fuego culinaria. El arroz se nos hace inseparable, constante, hasta aburrido. Pero allí está también para sacarnos del aprieto y llenarnos el estómago en días en que escasean otros sabores.
   
Según estadísticas oficiales, en Cuba se ha disparado el consumo de arroz en los últimos años hasta llegar a 70 kilogramos per cápita anual, lo cual hace que las necesidades nacionales estén por encima de las 700 mil toneladas. De ellas sólo unas 275 mil se producen en territorio nacional. Cifra esta que se alcanzó en enero pasado y que representa 20 mil toneladas más de las logradas en la década de los 80 con las maquinarias y recursos que proveía por entonces el subsidio soviético. Por esa razón, la importación de dicho producto se convierte en un tema vital, estratégico.

De ahí la importancia de la actual visita de Raúl Castro a Vietnam, principal proveedor de arroz a Cuba. El país asiático se ha convertido en nuestro granero, llegando incluso a hacernos pequeñas donaciones del preciado grano. Una nación que ha mostrado sorprendentes signos de recuperación después de una devastadora guerra y que aún se dice socialista, aunque su economía funcione a golpe de mercado. Algunos afirman que la estancia del mandatario cubano apunta a una pesquisa –en el terreno- sobre cuáles de las reformas vietnamitas podrían aplicarse también en la mayor de las Antillas. Pero las evidencias señalan en otra dirección.

Las flexibilizaciones que Raúl Castro ha introducido en la agricultura y en el trabajo por cuenta propia no acaban de generar los resultados que el país necesita con urgencia. A la expectativa desatada en febrero de 2008, cuando Raúl heredó el poder debido a la enfermedad de su hermano, le ha caído -como un cubo de agua fría- la terca realidad. Los efectos de estas mejoras sobre la productividad no se aproximan ni siquiera de lejos a lo esperado por una población ansiosa de salir de una crisis material, tan crónica ya como la falta de derechos ciudadanos. De ahí la urgencia que marca esta visita a China y a Vietnam, especialmente cuando en pocos días la Asamblea Nacional se reunirá y apremia tener cifras positivas que mostrar. La garantía, al menos, de contar con el suministro de arroz para 2013 se convierte así en una importante herramienta de control político. Si la población sabe que la cuota racionada de este producto no se verá afectada; si intuye que el blanquísimo grano estará sobre sus platos cada día, eso constituirá un respiro para el poder. Pues la historia nacional de las últimas dos décadas casi que podría narrarse a través de las oscilaciones que han padecido el abastecimiento y el precio del arroz. En agosto de 1994, cuando miles de personas se lanzaron a las calles habaneras en una revuelta conocida como "el Maleconazo", una libra de ese alimento había llegado a costar hasta la cuarta parte de un salario medio. Es más, si alguna razón le ha impedido al raulismo barrer con el mercado de productos racionados ha sido el temor que genera en la gente tan sólo pensar que no le llegarán “sus” seis libras mensuales de arroz, a precios subsidiados.

De manera que Raúl Castro está garantizando con este viaje a Vietnam algo sumamente importante y decisivo para sus próximos años en el poder. En un escenario donde la situación en Venezuela se muestra bajo “pronóstico reservado”, el General debe tratar de mantener cuando menos el suministro de alimentos importados. Si la salud de Hugo Chávez se quebrara definitivamente o el próximo 7 de octubre perdiera las elecciones, el golpe económico para Cuba resultaría catastrófico. Muy probablemente se cortaría buena parte del flujo de petróleo que está llegando a la isla. En los hogares, las bombillas volverían a apagarse por 8 ó 10 horas diarias; regresarían las bicicletas a tomar las calles del país ante la ausencia de combustible, pero el arroz –de la misma familia que el alpiste- tiene que seguir estando en nuestra jaula… perdón, en nuestro plato.

Malas nuevas

Por: | 03 de julio de 2012

 

GranmaRev

Hay muchas bromas en Cuba que aluden a las estereotipadas informaciones brindadas por la prensa oficial. Chistes sobre la tendencia a narrar solo lo positivo que ocurre en territorio nacional y mostrar al resto del mundo a través de los sucesos trágicos o negativos. Uno de las más conocidas de esas burlas se repite cuando empieza el noticiero estelar y algunas familias colocan una bolsa vacía debajo del televisor. “Al menos así se podrá llenar con esas toneladas de viandas, frutas y alimentos que  aparecen sólo en los reportajes”, dicen las pícaras amas de casa agobiadas por el desabastecimiento. Además del sarcasmo, hay lingüistas que han anotado el uso de verbos como “crecer, sembrar, construir, desarrollar” en los titulares referidos a nuestro propio país, mientras se prefieren palabras al estilo de “morir, bombardear, perseguir, reprimir y destruir” para los artículos sobre el extranjero.

A pesar de que en los últimos años se ha tratado de hacer un periodismo más cercano a la realidad, todavía el triunfalismo sigue marcando la pauta de lo que aparece en los medios masivos. Un ejemplo reciente es el brote de cólera surgido desde principios de junio en las provincia orientales. La primera evidencia de que algo ocurría fue un texto de un periodista independiente. En los sitios digitales oficiales tacharon la noticia como “otra patraña el imperialismo”. Sólo para tener que reconocer semanas después que ciertamente hay una infección por Vibriom Cholerae en la ciudad de Manzanillo. Como la gente descree tanto de lo que dicen los periódicos, incluso esa nota de Granma fue leída con suspicacia. A las cifras de 3 muertos y 53 infectados, el rumor popular comenzó a agregarle más números. Y toda esa especulación pasa porque hemos aprendido a leer al revés las noticias y a desconfiar de casi todo lo que se dice en la TV.

Adiós al TOC TOC

Por: | 01 de julio de 2012

Click

Durante tres días, entre el 21 y el 23 de junio,  sesionó en La Habana un evento sobre tecnología, redes sociales e internet organizado desde la sociedad civil. Con el nombre de Festival CLIC este encuentro vino a ser la materialización de un sueño largamente acariciado por ciudadanos que desde la Isla están utilizando las redes sociales y la web como un camino de expresión cívica, profesional o simplemente personal. La tecnología se abre paso poco a poco en una sociedad que ostenta los índices más bajos de uso de telefonía móvil y de acceso a la gran telaraña mundial. Según las últimas estadísticas oficiales, en una población de más de 11 millones de habitantes sólo existen 2,6 millones de usuarios “en línea”, de los cuales un gran porciento sólo tiene acceso a una intranet controlada y de contenido reducido. De ahí que entre las grandes demandas populares que se hacen sentir con más fuerza en todo el país está precisamente el acceso masivo de los cubanos al ciberespacio.

A más de un año de quedar instalado el cable de fibra óptica entre La Guaira venezolana y Santiago de Cuba, el estado real de tan costoso tendido se desconoce aún. Con un precio de 70 millones entre su compra y su instalación, el cable trajo aparejadas grandes expectativas de accesibilidad y de mejoría en las telecomunicaciones. Según expertos, si llegara a funcionar en toda su capacidad éste podría multiplicar por tres mil la actual conectividad de la mayor de las Antillas. Sin embargo, el más profundo secretismo oficial se ha mantenido sobre si sus fibras están ya transmitiendo kilobytes. Justamente, el
famoso cable fue uno de los temas más presente en las discusiones del Festival CLIC. En los tres días de paneles y talleres, numerosas veces surgió la interrogante de cuándo se tendrá la posibilidad de contratar un servicio de navegación web desde las propias casas, con carácter legal y sin condicionamientos políticos. Uno de los sellos distintivos de las discusiones del festival resultó su apertura a todo tipo de criterios. En la convocatoria que hicieron sus organizadores principales se recalcaba ese carácter “inclusivo, plural, sin segregaciones”. Una gran diferencia con los preceptos de eventos anteriores hechos en Cuba que prefirieron definirse más en la línea de “blogueros por la revolución” o de considerar la Internet como un campo de batalla ideológico. El gran alcance del Festival CLIC radicó en no plantearse en esos términos, sino estar dispuesto a cobijar todo tipo de opiniones y tendencias. Incluso en la invitación se precisaba que no se redactaría “una declaración final insultando o descalificando a nadie”. Aclaración que no está de más dada la tendencia a concluir con una reafirmación ideológica que han padecido otros encuentros sobre redes sociales y blogs.

La convocatoria se trazó en términos netamente tecnológicos y se cursaron miles de invitaciones a portales oficiales, blogueros cercanos a instituciones e incluso cuentas de Twitter que hacen un sistemático ataque a las voces alternativas. Como “a la mesa del poeta Walt Whitman aquí están invitados todos” rezaba un pequeño folleto que circuló días antes de la inauguración de la cita. Pero la respuesta oficial no se hizo esperar. Un día antes de comenzar el festival CLIC, el sitio Cubadebate arremetió con un editorial que tenía todos los visos de una amenaza. Llamaba al evento “un engendro subversivo” y lo asociaba a los viejos pánicos de la propaganda oficial como “la CIA, el Pentágono y Estados Unidos”. Cualquiera en su sano juicio hubiera cancelado el Festival CLIC ante el temor de represalias y ataques a la sede, pero como todo aquel que ha pasado demasiado tiempo frente a una pantalla tiene algún que otro “cable cruzado”, los organizadores decidieron mantenerlo todo como habían planificado. Así que el 21 de junio a las nueve de la mañana, en una Habana azotada por la lluvia, comenzó la primera sesión. Entre los animadores fundamentales estaba José Luis Antúnez que forma parte del comité organizador de Evento Blogs España (EBE), Antonio Rodiles que lleva el proyecto Estado de SATS y Yoani Sánchez –una servidora- que dirige la Academia Bloguer cubana.

El temor desatado por las duras críticas hechas contra el Festival desde los sitios oficiales influyó en el número de asistentes. Probablemente, ese era el objetivo del agresivo editorial: disuadir a muchos de llegarse hasta el lugar. No obstante, durante los tres días que duró el evento, unas doscientas personas concurrieron ya fuera como panelistas o como público. Teniendo en cuenta el miedo que desata cualquier descalificación lanzada desde el gobierno, el número de participantes fue sorprendentemente alto. Al decir de @npimienta89 –uno de los jóvenes twitteros que se atrevió a ir a pesar de la satanización- la realidad distaba mucho de las afirmaciones de Cubadebate. “Vine a comprobarlo personalmente y aun no he visto la película de terror que anunciaban” confirmaba en su timeline. Frases como esas surgieron a largo de todo el evento, mientras algunos observadores –en un inicio escépticos- evidenciaban que ciertamente se hablaba de tecnología e Internet. En medio de la polarización extrema que vive la sociedad cubana en cuanto a cuestiones ideológicas, el mayor alcance del Festival fue mantener su carácter enfocado hacia las redes sociales y el ciberespacio.

Se realizaron 8 paneles incluyendo la presentación y explicación del programa, además una noche de cine debate dedicada al documental “¿Cómo Facebook cambió al mundo árabe?”. Entre los temas tratados estuvo la inmediatez y brevedad de Twitter, adaptadas claro está al contexto cubano y a las peculiares formas con que los nacionales logran publicar en ese servicio de microblogging. Adelantándose al mañana, una de las charlas estuvo dedicada a aventurar los primeros puntos para una posible carta de derechos del internauta cubano, moderada en este caso por las juristas Laritza Diversent y Yaremis Flores junto a la bloguer Regina Coyula. También hubo tiempo para las cuestiones técnicas… puras y duras. Como en el caso del taller impartido por @jlantunez sobre cómo publicar en el gestor de contenidos WordPress. La abstracción contó igualmente con su momento, a partir del tema “Complejidad social y nuevas tecnologías” que suscitó –por demás- un intenso debate.

Durante la última jornada se realizó un espacio de tecnología dedicado a los niños, para que estos pequeñines pudieran tocar por primera vez un iPad, un PC o un iPhone. Fue en esa sesión donde se lograron las escenas más hermosas y con visos de futuro de todo el Festival CLIC. Coincidiendo con los mismos días en que esta fiesta tecnológica ocurría, el gobierno organizó a toda carrera un Festival del Conocimiento. Según la televisión oficial, en el evento oficial participaron más de cien mil cubanos y se desarrolló a lo largo de todo el país. Consultados sobre eso, los participantes del encuentro alternativo dijeron sentirse satisfechos de haber logrado tan apresurada respuesta oficial. “Si el muro de la desinformación que queremos derribar termina siendo movido por los propios que lo sostienen, entonces estamos satisfechos” aseguró uno de ellos. De manera que entre la llovizna pertinaz que caía sobre la ciudad, los habaneros tuvieron una oportunidad para hablar del pequeño pájaro azul de Twitter, de la socialización en Facebook y hasta de ese artilugio llamado móvil que se va extendiendo poco a poco por la Isla.

Tres días para “pensar la tecnología, proyectarla, hacerla nuestra” decía el lema del Festival CLIC y se cumplió. Los kilobytes salieron ganando, los extremistas  perdiendo.

El País

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