Yoani Sánchez

Sobre los autores

. Una vez me gradué como filóloga, pero el periodismo y la tecnología me han subyugado más que la fonética y la gramática. Vivo en La Habana y fantaseo con que habito una Cuba a punto de cambiar.

La pegatina de la vergüenza

Por: | 19 de agosto de 2013

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De todas las filas para chequear en el Aeropuerto de Barajas, hay una que es la más larga y lenta. Se trata del vuelo de Air Europa que parte desde Madrid hasta La Habana. Después que Iberia cancelara su ruta hacia la Isla, los cubanos residente en la Península se han quedado con esta única opción para sus viajes directos a casa. Ahí se les ve con los carritos repletos de maletas, de esos regalos que han acumulado durante meses para los familiares que aguardan en el terruño.

Dos empleados de la aerolínea interceptan la cola en un punto. Tienen la vista entrenada en detectar a los turistas que van en viaje de vacaciones. Si no naciste en Cuba puedes proseguir hacia la taquilla para entregar el equipaje. Pero si tienes un pasaporte azul con el escudo de la palma solitaria, entonces el tratamiento es diferente. Para los oriundos de la mayor de las Antillas, los aeropuertos nunca son sitios fáciles, expeditos, a través de los cuales se pasa y se sigue. Más bien cada frontera es una angustia; cada proceso migratorio el doble de complicado que para otras nacionalidades.

La supervisión de los documentos resulta lenta, minuciosa. Los trabajadores de Air Europa deben garantizar que ningún cubano aborde el avión sin tener permiso de entrada a su propio país. En caso de equivocarse, la propia aerolínea tendrá que correr con los gastos de expatriación del pasajero. Por eso se toman su tiempo en revisar que el cliente cumpla todos los requisitos antes de dejarlo subir al vuelo. Muy probablemente han pasado un entrenamiento especial, pues de inmediato buscan en las páginas del pasaporte la llamada “habilitación”: autorizo de entrada para exiliados cubanos. Si todo está en regla, colocan una pequeña pegatina en la portada del documento. Sin ese trozo de papel nunca podrá traspasarse la puerta de embarque.

Con la nueva Reforma Migratoria, que entró en vigencia el pasado 14 de enero, la inspección previa al despegue se ha complejizado. Ahora las aerolíneas que viajan a Cuba tienen que comprobar si el pasajero está en el rango de 24 meses de estancia en el extranjero que permite la actual legislación. En caso de ser un emigrado de años anteriores, entonces todo se dificulta aún más. La persona podría pertenecer al amplio grupo de quienes tienen prohibido entrar a la Isla. Casi siempre por motivos de corte ideológico. Haber hecho declaraciones críticas al gobierno, militar en partidos de la oposición, ejercer el periodismo independiente, haber realizado alguna denuncia en organismos internacionales, desertar de una misión oficial o ser blanco del capricho del poder, son algunas de las causas por las que se les impide la entrada a miles de compatriotas.

Hace apenas unos días, el caso de Blanca Reyes, integrante de las Damas de Blanco y residente en España, saltaba a los medios al negársele la posibilidad de visitar su propio país. Con un padre de 93 años y una familia que no ve hace más de un lustro, Blanquita solicitó un permiso de entrada a la patria que la vio nacer. En el Consulado de Cuba en Madrid fueron parcos cuando le respondieron: “denegado”. De manera que su pasaporte se quedó huérfano de esa otra pegatina de la vergüenza que es la llamada “habilitación”. En la página correspondiente, no estamparon aquel pedazo de papel con filigrana y cuño que le permitiría regresar a Guayos, pueblito de la central provincia de Sancti Spíritus.

Sin un documento “habilitado”, Blanquita no pasará el escrutinio de los empleados de Air Europa ni de otras compañías áreas que vuelan a Cuba. Para ella, la más larga y lenta fila del aeropuerto de Barajas es un sueño inalcanzable. Mientras esta absurda restricción migratoria continúe, tendrá que mantenerse –en la distancia- acumulando regalos y abrazos para llevar a su familia.

Elegir un libro o la traición del lector

Por: | 09 de agosto de 2013

 

Recorro los anaqueles, desempolvo mi memoria libresca de estas últimas décadas en busca de esos títulos que debo conservar, a toda costa, del fuego del olvido. No es tarea fácil. Cada autor, cada texto elegido… es un acto de traición al resto. Realizar una lista con los imprescindible se convierte en algo tan personal como elegir el nombre de un hijo o seleccionar esa pareja que nos acompañará en los momentos más íntimos. Porque las buenas obras terminan siendo –una vez leídas- como seres con los que compartiremos el resto de nuestras vidas. Les hemos otorgado un lugar destacado en nuestra evocaciones, porque ellos llevan parte de nosotros mismos, de nuestras dudas, pasiones, desencantos y esperanzas. Si intentamos un decálogo de los mejores libros de las últimas décadas, más bien nos saldrá un inventario de aquellos que nos impactaron y nos dejaron sin aliento. Una enumeración de los que lograron cambiarnos, de manera profunda e irreversible.

 

Aquí van los míos:

 

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Los detectives salvajes (1998) de Roberto Bolaño

 

Tras las huellas de la escritora Cesárea Tinajero, se van Arturo Belano y Ulises Lima en una indagación que durará veinte años. Superposición de pesquisas, que se centran en la búsqueda de esa poeta exponente del realismo visceral, pero que van más allá para sondear también los límites de la literatura, la política y los ideales. Replanteo y burla del arte mismo, Los detectives salvajes no se desprenden de ese regusto de la novela negra que recorre la obra de Bolaño pero también echa mano de ciertas estructuras de la novela histórica y con buena dosis de tragedia –al más apegado estilo clásico- que lleva a los personajes hacia un fatalismo que el lector puede predecir desde las primeras páginas. Insatisfacción, mentira, ideales que estallan, van tejiendo una historia dura, desacralizadora e irreverente. Una burla, como una mueca; una sonrisa como un grito.

 

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El hombre que amaba los perros (2009) de Leonardo Padura

 

En su páginas se desgrana una completa investigación histórica sobre los últimos años en la vida de Liev Davidovich Bronstein, alias Trosky. Con saltos desde un presente quedado atrás hacia varios puntos del pasado, el texto va describiendo también el ocaso de dos revoluciones, la rusa y la cubana. El eje es la historia de Ramón Mercader, quien asesinó a Trosky en México y encontró posterior refugio en La Habana de Fidel Castro. Leonardo Padura coloca parte de la narración en la voz de Iván Cárdenas, un cubano hundido en las penurias del Período Especial con su crisis habitacional, su escases de alimentos y su falta de expectativas. Es éste el hombre que escuchará de boca del propio Mercader –enmascarado tras una falsa personalidad- los detalles del homicidio y del contexto en que ocurrió. Un libro demoledor, que arrasa del todo con esas historias ensalzadas desde un oficialismo tan mitómano como peligroso, que se erigió en la URSS y de cuyos vicios y costumbres es discípulo el oficialismo cubano.

 

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Soldados de Salamina (2001) de Javier Cercas

 

El testimonio de Antonio Miralles remata esta novela de Javier Cercas sobre la turbulenta y contradictoria época de la Guerra Civil española. Justo cuando las tropas nacionales avanzan hacia Cataluña, el escritor e ideólogo de la Falange Española, Rafael Sánchez Mazas logra escapar de un fusilamiento colectivo. Un soldado republicano da con él, pero termina perdonándole la vida y dejándolo huir. La heroicidad como traición, o el apego cabal al tirón de la compasión trastocado en acto que deja libre el camino a la barbarie. El héroe que no puede ser considerado así, ya actúa por arranques casi irracionales y contra toda norma. El hombre anónimo que deja prevalecer su voz interior y que la guerra coloca en situaciones donde la bondad y la conmisceración sobran.

  La_fiesta_del_chivoLa fiesta del chivo (2000) de Mario Vargas Llosa

 

Publicada en el año 2000 esta novela resultó premonitoria para la historia posterior de Latinoamérica. Cuando ya la mayoría de los críticos literarios daban por superada la literatura sobre la dictadura, Mario Vargas Llosa retomó la figura del sátrapa dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Poco tiempo después los nuevos autoritarismos instalados en nuestro continente, nos harían reflexionar sobre si La Fiesta del Chivo era una novela de sucesos pasados o de realidades actuales. Con una tensión dramática envidiable, el libro reconstruye a un hombre gozando de un poder casi absoluto y expresándolo en el excentricismo, el derecho de pernada, los caprichos, el regusto por humillar a quienes lo rodean… un condensado de los peores sátrapas que han asolado nuestra tierras. La trama tiene tres líneas argumentales que se van mezclando y se precipitan el final. Por una lado el regreso de Urania Cabral a la República dominicana después de largos años de exilio, por otro la historia de los hombres que planean el magnicidio de Trujillo y por último el plano que parte de él mismo, en su último día de vida. Con la escritura de obra magistral Mario Vargas Llosa se consagra como el novelista versátil, agudo y acucioso en sus investigaciones, que resultaría premiado con el Nobel de Literatura en 2010.

  Gomorra

Gomorra (2008) de Roberto Saviano

 

Combinación de géneros a medio camino entre la investigación periodística y la literatura. Relato real, crudo, hacia los abismos empresariales y delictivos de la Camorra napolitana. El consumo y las mercancías marcando el tempo de la trama. Las cosas como motivo de placer y de sufrimiento. El lujo más rebuscado apoyado en el fango del crimen y de la ilegalidad. Saviano logra también seguirle la ruta a los residuos tóxicos, muchos de los cuales terminan en los campos italianos ensuciando incluso el entorno de quienes se dedican al tráfico de la basura. Un libro sumamente documentado, inquietante que le cambió la vida a su autor y lo colocó en la mirilla de una de las más peligrosas entidades criminales del mundo.

 

 

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El día del oprichnik (2006) por Vladimir Sorokin

La Rusia imaginaria de 2027 es el escenario en que se desarrolla la historia futurista de esta novela. Pero sus verdaderas raíces están en el pasado, en la época de Iván el Terrible cuando éste creó La Opríchnina, su despiadada guardia personal. El protagonista se llama Andréy Komyaga y el lector le pisará los talones durante todo un día de su feroz vida. Una mordaz e inteligente crítica a las sociedades autoritarias, especialmente a una Rusia que no puede sacudirse su pasado zarista, que vuelve una y otra vez en la figura de un Stalin o de un Putin. Una novela de una brutalidad cuya descripción horroriza al lector, cual sangre durante la matanza. Con aires orwellianos donde el individuo se convierte en pieza que el poder maneja a su antojo. El exterminio sobre el contrincante, que incluye el saqueo de sus riquezas y la violación de sus viudas, completan la analogía de lo que ha sido la actitud ante el adversario político en buena parte de la historia rusa del pasado y del presente. Una novela donde se echa mano del futuro, sólo como truco para intranquilizarnos con el presente.

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La montaña del alma (1990) de Gao Xingjiang

 

Un viaje por la China rural en busca de la legendaria montaña Lingshan, lleva al autor de este libro a través de las hebras que tejen la identidad de ese enorme país. Después de ser diagnosticado erróneamente con un cáncer de pulmón, Xingjiang recorre su patria y en el camino compila leyendas, historias, testimonios, poemas de las personas con las que se va topando en el camino, conforman el increíble calidoscopio de vida, ilusión y dolor que le presenta al lector en este libro. Obra polifónica, que mezcla elementos de una novela épica, pero también lírica e intimista. Su autor, con una vasta referencialidad y cultura, logra que su conciencia fluya libremente en las más de 700 páginas del texto. Las críticas al sistema chino y a su política cultural resultan mordaces y demoledoras. El propio Xingjian experimentó en carne propia la presión de la censura y del ostracismo editorial. De ahí que La montaña del alma trasciende la historia para convertirse también en memoria de una nación contradictoria y enorme. En el año 2000 Gao Xingjiang obtuvo el premio Nobel de Literatura y recibió la noticia en un modesto suburbio de París donde vive exiliado desde 1987.

 

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Ensayo sobre la ceguera (1995) de Jorge Saramago

 

Frente aun semáforo, un hombre comienza a perder la visión y a partir de él una rara epidemia de ceguera recorre todo el país. La primera medida es colocar en cuarentena a los infectados pero el número crece y cada vez son menos lo que logran ver. Las bajas pasiones afloran, los instintos más primitivos y la lucha por la sobrevivencia se expresan sin control. Una metáfora directa sobre la enajenación y las actitudes despiadadas que generan las sociedades modernas. Sin embargo, algunos personajes conservan la capacidad de ver y en ese punto se nos insta a reflexionar sobre la responsabilidad de tener los ojos abiertos cuando tantos otros lo cierran. Una novela que llama a recuperar la lucidez y la conciencia. El autor no hace para nada fácil la lectura, obviando los nombres de los personajes, estructurando larguísimas oraciones con muy poca puntuación. “Ensayo sobre la ceguera” causa malestar desde la primera página, cumpliendo así el objetivo de sacudirnos e inquietarnos. No en balde tres años después de la publicación de este libro, Saramago se alzaría con el Nobel de Literatura.

 

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LTI. La lengua del tercer Reich (1947, reeditada en 2001) de Víctor Klemperer

 

Aunque fue publicado por primera vez hace más de medio siglo , este libro ha tenido un segundo nacimiento ante los ojos de miles de lectores. Klemperer nos propone una minuciosa guía de cómo se expresó verbalmente no sólo el nazismo, sino también la escuela de oratoria y semántica que éste dejó para los totalitarismos posteriores. La constante adulteración de términos y la habilidad para desvirtuar conceptos, fueron algunos de los métodos de sometimiento que empleó el Tercer Reich. La apropiación de ideas como las del heroísmo, falsificándolas y ajustándolas a su conveniencia, ayudaron a la propaganda nazi a adocenar a millones de alemanes. Un andamiaje verbal que caía sobre los oídos constantemente y que impregnaba cada espacio de la vida social, académica, artística, empresarial e informativa. No era necesario crear nuevas fórmulas o conceptos, sino apropiarse de ellos hasta vaciarlos de todo su significado anterior. Lo desmesurado de este tipo de discurso y su constante jactancia calaron en muchos otros líderes que con posterioridad intentaron someter también –desde la tribuna- a sus pueblos. Después de la lectura de La Lengua del Tercer Reich ya no podremos volver a escuchar los parloteos de un caudillo o los excesos de una propaganda oficial, sin que nos salte el fantasma del fascismo.

 

  Persepolis

Persépolis (2000) de Marjane Satrapi

 

Novela gráfica, en estos tiempos que corren los libros con “figuritas” nos parecen simples divertimentos. Sin embargo, Persépolis nos hace dejar esa predisposición a un lado desde sus primeras páginas. Nos obliga a compartir la angustia de una niña, devenida adolescente y joven bajo un régimen fundamentalista islámico. La historia comienza en 1979 cuando Irán es escenario de un profundo cambio político que pone fin a medio siglo de control del sha de Persia y comienza la llamada república islámica. Desde los ojos de esa pequeña educada dentro de una familia progresista, el lector asiste a la trasmutación de un ideal social en un integrismo autoritario. El camino que queda es el exilio, hacia donde Marjane Satrapi parte convencida de que ya no cabe en una sociedad con demasiadas prohibiciones y excesivos castigos. Plasmar por escrito y en historietas su biografía, arroja luz a la situación que viven millones de personas en Irán. Un libro lleno de ternura, narrado por una voz infantil que también habla con Dios, que se cree una profeta capaz de seguir el camino de Mahoma o de Jesús, pero que va descubriendo que en la tierra –a diferencia de esos paraísos celestiales- abundan el dolor y el miedo.

 

Hasta aquí mi ejercicio de traición. Ninguno me lo perdonara, ni los libros incluidos ni los descartados. Redactar una lista con esos textos imprescindibles de las últimas décadas, me deja al concluir con peor sabor que al comenzarla.

Se vende: el pasado a remate

Por: | 05 de agosto de 2013

Se_vende

La gente se ríe en la sala a oscuras, las butacas suenan y del baño sale un tufillo que lo invade todo. Es de noche en un cine habanero y el público disfruta de la más reciente comedia cubana. Con el título de Se Vende, ha sido dirigida por el conocido actor Jorge Perugorría y ya se ha mostrado a lo largo de todo el perímetro de estrenos. Filme controversial que arranca carcajadas por un lado y fuertes críticas por otro, pero que tiene a su favor el no dejar a los espectadores indiferentes. O se ríen a gusto con él, o se levantan en mitad de la proyección y se van. Tales reacciones encontradas resultan sintomáticas también de cómo respondemos los cubanos ante ciertos temas, obras y personas. Tendemos a amar o a repudiar; a aplaudir o a rechazar, sin puntos intermedios.

Esta es –por demás- una historia de humor macabro, con muertos a los que hay que desenterrar del cementerio en medio de la madrugada. El guión nos lleva de la mano por el absurdo de una realidad, donde la venta de un panteón y de los huesos cobijados en él, se erige como el único camino para que una joven profesional tenga un respiro económico. En una Habana también cadáver, de casas despintadas y balcones a punto de caer, transcurre Se Vende. Nos presenta una sociedad en la que los escrúpulos y los pruritos van deshaciéndose ante los imperativos de la sobrevivencia. Un llamado de alerta sobre ese pragmatismo feroz que nos va invadiendo y que no deja nada a salvo. Metáfora tal vez de un tiempo en que el pasado es mirado con irreverencia y deseos de liquidación, por los que habitamos el presente.

A su favor, la película cuenta también con varias referencias a clásicos de la filmografía cubana. El conocido juego de los espejos, que hace ver al cine dentro del cine, amplificado y referido. Un homenaje explícito a Tomás Gutiérrez Alea (Titón) y Juan Carlos Tabío. La muerte de un burócrata, Se Permuta, Fresa y Chocolate, son algunos de los filmes recordados a lo largo de la película. Sin embargo, parte de esas referencias pasa desapercibida para un público numeroso y –que por ser más joven o menos versado en el cine nacional- desconoce los antecedentes. En lugar de una dificultad, esta carencia de referencialidad provoca otra manera de entender la historia narrada. Si el guión quería convertir esos guiños en evocaciones, se quedan para muchos en acontecimientos al mismo nivel de otros. La trampa del lente que mira al lente, necesita de un espectador que se percate, de lo contrario se percibirá como un punto más en la historia.

Y entonces llegó el actor…

La figura del director fundida también con uno de los personajes protagónicos, resulta novedosa en la cinematografía de la Isla. Pocos creadores del patio han alternado entre un lado y otro de la cámara. En Se Vende, la unión de estos roles no ocurre a la manera cauta en que lo hiciera Alfred Hitchcock, cuando dejaba vislumbrar por unos segundos –en sombras- su rechoncho perfil. En este caso el espectador percibe que el personaje de Noel recuerda demasiado al actor que lo encarna, quizás porque ha sido diseñado por la misma persona que lo interpreta. Queda claro, no obstante, que toda la filmación debe haber sido como una fiesta enorme para todos los participantes. Hasta el punto que el final de la cinta se precipita, para –justamente- concluir en una gran celebración donde parece dársele solución a todos los problemas. Cierre abrupto y tan repetido en las comedias cubanas, que aburre más de lo que entretiene. 

 
Se extraña el intimismo, aunque con Nácar -la protagonista femenina- el guión trata de alcanzarlo, sólo queda en una timidez que no resulta creíble. Falta esa carga de emoción interior que nada tiene que ver con la risa fácil, a la que tanto nos ha acostumbrado el cine hecho en Cuba. Las demasiadas escenas de sexo y alusiones eróticas, quieren atraer espectadores a las butacas de los cines, a la espera de ver un pezón aquí, un muslo allá… una pareja besándose en la ducha. Los “tiradores” de todo el país están de plácemes con un guión que les regala minutos y minutos de alcobas, camas, cunnilingus y momentos lésbicos. Otra contribución a ese estereotipo manido de una identidad nacional hiper erotizada y obsesionada con los placeres y el cuerpo. Los clichés ideológicos resultan nefastos, pero los carnales redundan también en esquemas banales y duraderos.

Si hay que sacrificar a los muertos para darles de comer a los vivos…

Más allá de los tropiezos y limitaciones de Se Vende, su logro principal radica en transmitir un mensaje de especial importancia para los cubanos de hoy. Rodeado de risas, se desmontan los mitos del pasado, se desentierran y ponen en liquidación los cuerpos sepultados del ayer. Los muertos, muertos quedan y sólo sirven en función de los imperativos de los vivos, parece decirnos a cada momento el filme. El cadáver del padre de la protagonista, hombre inflexible ideológicamente, queda al final de la cinta como mero maniquí en una exposición. Representado por el actor Mario Balmaseda y caracterizado a la manera de un Lenin rígido de índice levantado, este personaje encarna a los dirigentes políticos cuyo desfasado discurso es motivo más de risas que de simpatías. Líderes e ideas en liquidación, una vez que se les pasa su tiempo; la cruda conclusión que nos deja esta cinta.

Estoy entre quienes vieron hasta el minuto final el filme de Jorge Perugorría. Reí durante varias de sus escenas y reflexioné con otras. A pesar de las objeciones y críticas que me produjo, he preferido encontrar sus matices y sus puntos intermedios. Le di una oportunidad y creo que valió la pena. Pues a lo largo de sus 95 minutos, el guión me reafirmó una idea en la que he meditado por años: nadie puede cargar con tanto pasado, llevar a cuestas el peso de todos los difuntos. Una nación no es un panteón donde los vivos deban cumplir con los designios de los que ya no están. A los testamentos políticos termina por ocurrirles lo mismo que a los huesos en el filme Se Vende: son rematados por los imperativos y el pragmatismo del ahora.

El País

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