Cuestión de Fe

Cuestión de Fe

Una reflexión coral sobre el significado de la religión y lo religioso ahora, con la elección de un nuevo Papa en la Iglesia Católica, y siempre, cuando sean otros los acontecimientos. Una mirada sobre lo celestial y lo terrenal, los asuntos generales y particulares de los creyentes de toda fe, en la jerarquía y a pie de calle. Sobre lo que tienen, les sobra y les falta a las iglesias hoy, y sus retos en un mundo globalizado. Cada texto es opinión respetable de cada autor.

Corresponsables en la construcción de un mundo más justo y humano

Por: | 20 de marzo de 2013

Autor invitado:  Ramón Aguadero Miguel, profesor en la enseñanza pública. Voluntario en proyectos educativos en Mozambique. Pertenece a la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica).

Se me anima a participar en el blog Cuestión de Fe, espacio colectivo que nace con vocación de ser lugar de encuentro, con el hecho religioso como telón de fondo. En consonancia con lo publicado por otros autores, este escrito plantea unas sencillas reflexiones en clave experiencial en torno a los retos a los que se enfrenta la Iglesia hoy; nacen de la vivencia personal y de un planteamiento de vida desde claves religiosas.

Nací hace 47 años en un país oficialmente católico. En una ciudad castellana donde la visión religiosa de la vida marcaba profundamente la manera de situarnos ante el mundo. Al emigrar mi familia a Andalucía, en Málaga nos incorporamos a una Iglesia que enseguida sentimos cercana, sencilla y familiar. En la cotidianeidad del día a día fueron tomando sentido las palabras y los hechos del maestro de Nazaret. Y en ese ambiente aprendí, siempre en comunidad, que desde la asunción de lo que somos, con nuestras debilidades y fortalezas, merecía la pena mirar al mundo con los ojos de los últimos y complicarnos la existencia en la búsqueda de la fraternidad y de la justicia.

Papa2Un sacerdote reza en la iglesia dedicada en Roma a San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús. Fotografía de Emilio Morenatti/AP

Un tiempo, en la Iglesia española, de puesta en práctica de las enseñanzas del Concilio Vaticano II; de renovar métodos y prioridades pastorales; de llevar al centro de su misión el anuncio de un Evangelio liberador, inserto en cada pueblo y en cada cultura; una Iglesia-Pueblo de Dios que nos animaba a implicarnos en iniciativas y movimientos sociales que propiciasen un mundo más humano. Esta experiencia ha marcado mi vida en muchos aspectos, en especial en la manera de entender la profesión docente y en el talante del compromiso sociopolítico que he ido asumiendo a lo largo de los años.

Desde entonces mucho han cambiado las cosas. 

 

En la Iglesia, en nuestro país y en el mundo: globalizado, posmoderno y mediatizado por el triunfo cultural del capitalismo. La Iglesia, condicionada por la línea pastoral del largo pontificado de Juan Pablo II, y temerosa en el mantenimiento de su legado espiritual en medio de la vorágine de cambios en las mentalidades y en las opciones de vida que surgen en esta nueva era de liquidez existencial y de triunfo de la racionalidad económica, se repliega a los cuarteles de invierno, pospone vías de colegialidad y corresponsabilidad en su seno y parece que sus prácticas y discursos no convencen en esta nueva Europa, en especial entre sus generaciones más jóvenes, que difícilmente llegan a tener conciencia de las potencialidades del proyecto subversivo de sociedad que subyace al Evangelio de Jesús, ese proyecto de mundo nuevo que nos trasciende y supera, siempre en construcción, en camino utópico hacia la fraternidad universal.

Ante esta realidad, no vale que como Iglesia echemos balones fuera y pongamos la culpa sólo en los otros, en el peso del relativismo amenazante o en el poder de persuasión del dios-dinero.

En mi sencillo análisis, no voy a hablar desde lo que supondría asumir la catolicidad vista la Iglesia comocomunidad de comunidades pluriculturales, con realidades y sensibilidades diversas en un mundo diverso; apenas voy a centrarme en lo que vivo y percibo en mi realidad cercana.

Hay dos cuestiones que considero fundamental tener en cuenta para centrar la reflexión. Una primera idea o impresión es que en la Iglesia no queremos enterarnos de que la realidad social de nuestro país ha cambiado. Los católicos somos cada vez una minoría más minoritaria en un país plural en lo cultural y en el campo de las creencias. Pero seguimos utilizando un lenguaje y unas formas caducas, ininteligibles para la mayoría de una población que, sencillamente, ha nacido en ambientes no eclesiales. La fe en Jesús de Nazaret ha dejado de heredarse y de conformar el ambiente cultural para la mayoría, y se va convirtiendo cada vez más en una opción personal que se elige libremente en medio de otras posibilidades, igualmente legítimas y dignas de estima.

La segunda cuestión me toca más de lleno, pues hace referencia al papel y a la formación que los laicos tenemos y recibimos en la Iglesia. Por mucho que los documentos oficiales hablen de la importancia y de la necesidad de tener un laicado adulto, corresponsable en los ministerios y servicios en la comunidad eclesial, y presencia autónoma en el mundo desde las implicaciones sociales de la fe, a la hora de la verdad resulta más fácil que seamos “hijos fieles” de la Iglesia que instancia crítica en la comunidad eclesial y en la realidad social. No tenemos más que echar la vista atrás y ver lo incómodos que han resultado, no sólo en la transición, sino también ahora, determinados posicionamientos de comunidades cristianas o movimientos, a pesar de la raíz evangélica que los movía y mueve. O irnos al CLIM y ver lo mucho que queda por hacer para pasar de las buenas intenciones a las acciones.

Dentro de la comunidad eclesial se siguen dando numerosos testimonios de entrega y servicio desinteresado, en el día a día de la vida personal o parroquial, también en muchas organizaciones e instituciones; ejemplos que muestran que tomarse en serio el Evangelio nos sigue humanizando y nos proyecta a colaborar en la construcción de sociedades inclusivas e igualitarias. Este hecho, que es innegable, no es suficiente para hacernos creíbles en el mundo de hoy; y, sobre todo, no puede ser la excusa perfecta para tranquilizar conciencias o mirar para otro lado ante determinados hechos o situaciones que deben cambiar.

Esta cuestión se convierte, expresándolo en términos religiosos, en una llamada a la conversión como comunidad eclesial. Una conversión que habría de llevarnos necesariamente a admitir con mayor naturalidad que como institución y como grupo humano, somos débiles y fallamos igual que el resto; y que, al igual que el hijo pródigo, necesitamos curar las heridas y ponernos en las manos del Padre bueno. Y pienso que lo primero, como cuestión fundamental, y que iría dando credibilidad y posibilidad a nuestros deseos de mudanza, es el cambio sincero de actitudes. Tenemos que dejar de mirar al mundo como poseedores únicos de la verdad. Asumir que somos una voz más, que debe ser escuchada, sí, pero como una de tantos, en una sociedad democrática vertebrada y guiada por los derechos humanos. De seguido, desembarazarnos de tantas seguridades mundanas a las que nos hemos ido abrazando a lo largo de los siglos, y que cuestionan a veces esa confianza que decimos tener en el Dios de Jesús. Y desde aquí, acoger. Tratar de comprender y no anatemizar. A los que hemos ido dejando al borde del camino eclesial, a pesar de su coherencia y sufrimiento. Y abrir nuestras puertas y utilizar todas nuestras potencialidades y recursos para tender puentes, para ponernos en el lugar de tantos grupos y personas que, en una nueva realidad cultural, intentan ser felices, y no entienden que se quieran imponer determinados modelos de vida que son construcción cultural, por mucho que lo neguemos. Fijos los ojos en un Jesús que no condenaba y que sí amaba (y a la vez exigía coherencia).

Creer en el Dios de la vida implica seguir diciendo no al sufrimiento de millones de personas. Confiando en las potencialidades de la familia humana, y en la posibilidadreal de que en medio de nosotros siga haciéndose viable lo inédito, porque el Señor de la vida sigue acompañando a todos los pueblos en medio de la tribulación. Sólo con opciones inequívocas que demuestren compasión real por los hombres y mujeres en sus dificultades del momento presente, y que pongan en el centro del ser y misión de la Iglesia la causa de los empobrecidos de la tierra desde sus causas personales y estructurales, podremos como Iglesia hacer creíble hoy el Evangelio de la vida.

Hay 4 Comentarios

Efectivamente, como plantea el autor, que cada uno dentro de la Iglesia lleve un mensaje esperanzador y ofrezca sus manos, a los que están en tribulación, es lo mejor en que pueden coincidir esas diferentes comunidades que conforman la Iglesia.
El artículo merece una reflexión de cada uno, sobre cada uno, sin autocompasión.

Unas muy interesantes reflexiones las contenidas en este artículo. Una visión crítica, constructiva y muy realista del fenómeno religioso. Quizás este tipo de análisis y reflexión es el que se echa en falta ...por eso agradezco a su autor la generosidad que hay detrás de estas palabras.

Las personas viven en una realidad diaria en constante evolución.
Necesitadas de soluciones auténticas y atentas a lo que ocurre en sus vidas, en sus familias, en su entorno social, e incluso a nivel internacional.
Dada la globalización del mundo actual.
Por lo tanto una visión miope y pobre de las personas por parte de La Iglesia Católica solo consigue perder de vista el fin y fundamento de su cometido.
La gente no precisa de una Iglesia infantil, pacata, e insulsa, porque la realidad que se vive hoy día precisa de respuestas sociales reales, decididas, comprometidas, serias y veraces.
Nuestros hijos, nuestro futuro, nuestro presente necesitan un fundamento al que agarrarse que no sea ni miope, ni infantil, ni pacato, ni insulso.
Y menos aun, fatuo.
El mensaje del Evangelio es directo, claro, serio, veraz, contundente, y comprometido.
Exigente, sin dobleces ni circunloquios.
Con los ojos abiertos.
Y la mente clara.
Llamando por su nombre a la verdad, y descartando todo lo que no lo es.
Por ese camino es seguro que nos encontraremos todo el mundo.

muchas gracias para el blog!

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Sobre el autor

Juan Rubio Juan Rubio. Es periodista. Nacido en Jaén, en la actualidad vive y trabaja en Madrid. Director Global del semanario de información religiosa ‘Vida Nueva’ (www.vidanueva.es). Es colaborador en varios medios de información y autor de varios libros de temática social y religiosa.

Mª Ángeles López Romero Mª Ángeles López Romero (Sevilla, 1970) es redactora jefe de "21, la revista cristiana de hoy" (www.21rs.es). Es conferenciante y autora de libros de temática educativa, social y religiosa. Pertenece al Consejo Asesor de la Cátedra de Teología Chaminade. Fue elegida Autora del año 2011 por la editorial San Pablo. Firma el blog "Papás blandiblup".

Juan Masiá Clavel Juan Masiá Clavel. Jesuita, Profesor de Ética en la Universidad Sophia (Tokyo) desde 1970, ex-Director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas, Investigador del Centro de Estudios sobre la Paz de la Sección japonesa de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (WCRP), en Tokyo. Es autor del blog En la Frontera.

Mariano Blázquez Burgo Mariano Blázquez Burgo. Licenciado en Derecho, pastor auxiliar de la Iglesia Evangélica Cristo Vive y Secretario Ejecutivo de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España FEREDE. Se encarga de la representación del conjunto de las Iglesias evangélicas y protestantes ante el Estado. Es miembro de la Comisión Asesora de Libertad Religiosa del Ministerio de Justicia.

Chema Caballero Chema Caballero. Fue misionero javeriano en África durante dos décadas y llevó a cabo programas de educación y recuperación de niñ@s soldado en Sierra Leona. Por discrepancias con sus superiores abandonó la congregación y dejó de ejercer el sacerdocio. Sigue confesándose católico, apostólico y, de vez en cuando, también romano. Es autor del blog África no es un país.

Veronica Nehama Verónica Nehama es licenciada en Ciencias Químicas, por la Universidad Complutense de Madrid, y diplomada en Propédeutique por la Universidad de Nancy. Ha sido durante 26 años directora y profesora de francés y Ciencias del colegio judío de Madrid "Ibn Gabirol-Estrella Toledano". Actualmente dirige tertulias literarias, imparte charlas, y es escritora. Ha publicado un libro de cuentos y la novela ‘Las turquesas mágicas’.

Natalia Andujar Natalia Andujares licenciada en Lingüística General, por la Universidad de Barcelona. Formada en la Universidad de la Sorbona y el IUFM de París, ha ejercido como docente en Francia durante diez años. Actualmente dirige el Centro de Formación Educaislam (www.educaislam.com). En el terreno asociativo, es vicepresidenta de Junta Islámica y directora de Red Musulmanas. Activista comprometida con los derechos de las musulmanas, ha colaborado en varios libros, es autora de un blog e imparte conferencias y cursos sobre islam y género.

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