Autor invitado: Juan Rubio Fernández. Sacerdote y director del semanario Vida Nueva.
En una sociedad que busca y potencia la belleza externa para exhibirla, que aparta la fealdad física y que excluye la imperfección, el dolor es molesto. Se busca la belleza física y molesta la belleza interior, la belleza que cuestiona y que hay que descubrir. No se tiene en cuenta la grandeza de la imperfección y su belleza inmaculada. Se busca la juventud y se manda al garaje a la vejez; se busca el pensamiento débil y deslumbrante y se echa a un lado el pensamiento profundo y constructivo. En una sociedad líquida del fast y de la espuma, se aparca el pensamiento que lejos de deslizarse, construye en profundidad con tesón. En una sociedad que lucha contra el dolor y la muerte, el sufrimiento no es un valor en alza, no es un valor en si, no es una lección, es un baldón. Alejamos el dolor por molesto, pero está ahí, enhiesto, desafiante. Eliminado de un manotazo duro nos hace insensibles y arranca de nosotros la ternura, tan necesaria para construir el mundo. No es el momento de las palabras altisonantes, sino de los gestos más convulsos, hasta desesperar. Más que palabras, hacen falta abrazos: más que sermones, hace falta caricia. Más que grandes discursos, hacen falta elocuentes compromisos.
Un penitente filipino carga con la cruz durante una procesión de Jueves Santo en Manila (Filipinas). Rolex Dela Pena/EFE
Una gran parte de la Humanidad, desde su fe, vive en estos días el drama del dolor, de la muerte, de la feroz injusticia que se ceba sobre los inocentes. Viernes Santo es símbolo de muerte y dolor. Y por las costuras de nuestra sociedad supuran hoy profundas llagas que han abierto los mazazos del odio, de la injusticia, de la carrera del tener que se abre a codazos.
He visto rostros sin chispa de esperanza en ojos, agazapados y hundidos de muchos jóvenes. Muchos de ellos tuvieron algo en sus alforjas, pero les han arrebatado la esperanza y la ilusión. Son jóvenes a los que no quieren en esta sociedad, que buscan trabajo, que buscan iniciar su vida, que se quieren sentir útiles, bien preparados, pero no queridos. Con nervio en sus adentros, sus manos no son requeridas, sus conocimientos denostados. Se les hunde el mundo a sus pies y deambulan buscando miradas que confíen en ellos. Son cruces que se levantan en una sociedad que los ha engordado para ahora escupirlos en los lodos de la crisis financiera, económica, política y espiritual.
He visto mujeres atadas al duro banco de un matrimonio forzado, de una relación atada a las leyes externas, cuando la ley interna del amor se ha desatado. Mujeres que andan cabizbajas y no tienen a dónde ir. Volver a su casa es un infierno. El mal trato, la vejación, el odio, el grito, el manotazo duro en el alma, les ha robado la dignidad. Sus rostros expresan un tedio infinito. Sufren la sinrazón de una sociedad machista que les niega el derecho a ser mujeres y de unas leyes aún hechas por hombres duros que siguen pensando que la mujer es solo un cuerpo abierto a los caprichos del hombre.
He visto enfermos sin manos que los cuiden, enfermos del alma, enfermos de melancolía, enfermos en cuyos rostros se aprecia el abandono. Les faltan recursos para seguir adelante y se han echado a la calle, como ballenas varadas en la playa, esperando el final, porque les falta valor para adelantar el final. Cada vez hay más enfermos de esta índole, atados a la incomprensión de quienes los rodean y les molesta el dolor. No tienen recursos para terapias caras, para tratamientos avanzados. Se conforman con lo que tienen, lo único que les queda, los minutos de su reloj que avanzan inexorables.
He visto niños, muchos niños deambulando sin sonrisa por las calles, lamiendo sus labios por la envida de una sociedad que pintan de bienestar. No saben qué es jugar, qué es reír, qué es ser abrazados simplemente. Les ha faltado el abrazo cálido de ternura que tanta confianza devuelve. Son niños de la calle, pero niños también aislados en sus casas.
He visto hombres y mujeres que viven un infierno interior terrible porque se han sentido marginados por su identidad sexual, porque se les niega su derecho a amar a las personas del mismo sexo. Los he visto beber sus lágrimas a tragos porque han tenido que encarcelar su amor intenso por barrotes de leyes injustas y por morales que los encadenan y atrofian.
He visto a gentes de otros países con miradas agazapadas, temiendo la expulsión, queriendo abrirse paso en una sociedad que tiene otro color y otra manera de ver las cosas. Rechazados en el colegio y en los espacios sociales, se han buscado un nido propio, una habitación propia llena de imaginación, pero falta de acogida. Son los inmigrantes de nuestros pueblos y barriadas.
He visto mucho dolor en ancianos solos, muy solos, que lo han dado todo y solo les queda que alguien los mire con ojos de agradecimiento. Son los ancianos aparcados y olvidados.
Hoy me rebelo contra quienes cada día levantan cruces de dolor y miseria. No quiero seguir viendo cristos hechos de manos humanas en madera o arcilla. Hoy quiero mirar esas otras imágenes de carne viva, con sabor de abandono, con color de tristeza, con ojos de aspaviento. No me conformo con el dolor de una pieza de la escultura, me quedo con las manos que hicieron esa pieza. De tanto mirar la belleza del dolor en esas imágenes, se nos puede escapar que la autentica belleza está en el cálido abrazo a quien nada tiene, sino, en ese momento, nuestros brazos extendidos.
Hoy me niego a mirar esos cristos del arte, la devoción y las viejas tradiciones. Hoy quiero salir a la calle para seguir abrazando a quienes el dolor ha puesto a nuestro lado con su fealdad y tiritando y te dicen con lágrimas en los ojos: “Amigo, hermano, abrázame, que vengo de la guerra”.
Hay 16 Comentarios
¡La semana santa, la "pasión", el dolor en la ejecución del supuesto lider de esta religión, el sufrimiento como justificación de una ideología! Es un argumento burdo: el dolor en la muerte de Mussolini no respalda el fascismo, solo es consecuencia de sus crímenes. La equiparación de un dolor, que ni tan siquiera es historico, en su paroxismo morboso, barroco y mel-gibsiano , la equiparación con los que sufren es osceno.
Publicado por: Francisco | 30/03/2013 23:32:03
El dolor ajeno molesta, y de él se huye como huyen las cucarachas de la luz. El dolor propio solo lo conoce quien lo padece.
Publicado por: Juan Ignacio | 30/03/2013 21:02:15
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en la mar!
Publicado por: Antonio Machado | 30/03/2013 17:19:22
"Dogmas y Razones" en: http://elrincondelacritica.com/2013/03/dogmas-y-razones/
Publicado por: El Rincón de la Crítica | 30/03/2013 11:28:18
El amor, algo de inocencia, menos placer, dolor callado, recordar al Cristo crucificado . . . todo eso y las palabras de este post son buenas para todos.
Publicado por: Rosa Mayo Marcuzzi | 30/03/2013 10:10:09
Estimado Felipe II:
Impresionante lista, digna de un anticlerical "enrragé" que no discuto, lo que no empece para q tampoco venga a cuento.
Se equivoca en su última afirmación: ser quemado vivo a penas duele frente a ser descuartizado, desollado, destripado, crucificado o empalado, métodos tradicionales de aplicar la pena de muerte hasta ayer.
Se le ve el plumero, majestad...
Publicado por: coneja | 30/03/2013 8:26:06
No soy una persona religiosa, pero si espiritual y me conmovió el post. Gracias.
Publicado por: Paula | 29/03/2013 23:13:00
Un artículo precioso, escrito con un corazón creyente. Que no nos puede dejar indiferentes, seamos creyentes o no: nos pone delante de nuestra condición humana y cuestiona donde ponemos nuestras prioridades, no intelectuales,sino vitales. Porque de lo que se trata es de por quien se mueve y conmueve nuestro corazón. ¡Gracias por recordarnos en este Viernes Santo qué es lo que nos hace verdaderamente humanos.
Publicado por: Ramón | 29/03/2013 21:50:35
El dolor molesta, pero de tan repetitivo en una sociedad excluyente e injusta, porque el poderoso puede evitar verla, se mueve en autos con vidrios polarizados, con acompañamiento de guardaespaldas y favoritos; en cambio el de a pie, el del trole y el bus, tienen que tropezar casi a cada paso con todo lo que señala el articulista y mas, necesitaria ser rico para dar una limosna minima a todo Cristo que se le atravieza; encima tiene que escuchar y ver letreros con la desfachatada propaganda que "el pais avanza", o que "ya tenemos patria".
Publicado por: ramiro zamora a. | 29/03/2013 21:15:07
Santos quemados vivos o masacrados por el Vaticano:
santa Hipatia, 415, protomártir, Alejandría
santa Jeanne d'Abbadie, 1609, Francia
san Miguel Servet, 1553, Suiza
san Domingo Zapata, 1629, España
san Jan Hus, 1415, Alemania
san Thomas Muntzer y diez mil mártires, 1525, Alemania
san Hans Böhm, 1476, Alemania
san Giordano Bruno, 1600, Italia
san Pietro Carnesecchi, 1567, Italia
santa Anne de Chantraine, 1622, Francia
san Thomas Cranmer, 1556, Inglaterra
san Dulcino, 1307, Italia
san Urbain Grandier, 1634, Francia
san Baltasar Hubmaier, 1528, Austria
san Jan Hus, 1415, Alemania
san Jacob Hutter, 1536, Austria
san Jerónimo de Praga, 1416, Alemania
san Hugh Latimer, 1555, Inglaterra
san Francisco Maldonado, 1639, Perú
san Domenico Scandella, 1601, Italia
san Jacques de Molay, 1314, Francia
san Jaime de Montesa, 1487, España
santa Leonor de Montesa, 1487, España
san Carlos Ometochtzin, 1539, Méjico
santa Margarita Porete, 1310, Francia
san Prisciliano de Avila, 385, Alemania
san Felicísimo, 385, Alemania
san Armenio, 385, Alemania
santa Eucrocia, 385, Alemania
san Latroniano, 385, Alemania
san Aurelio , 385, Alemania
san Asarino, 385, Alemania
san Nicholas Ridley, 1555, Inglaterra
san Cayetano Ripoll, 1826, España
san Girolamo Savonarola, 1498, Italia
santa Anna Schnidenwind, 1751, Alemania
san William Tyndale, 1536, Bélgica
Cien mil santos mártires Albigenses, 1244, Francia
Cinco mil santos mártires valdenses de Merindol, 1545, Francia.
Mas duele ser quemado vivo o descuartizado lentamente.
Publicado por: Felipe Segundo | 29/03/2013 20:39:10
Enhorabuena por el artículo. Es una oración preciosa!.Recemos ,al entrar y al salir de nuestras casas, para saber ver el dolor y la necesidad que nos rodea
Publicado por: Manuel | 29/03/2013 20:19:17
Un artículo coherente de principio a fin. No hay la contradición que se le critica.
Los que cierran los ojos a la fealdad del dolor ni ven a aquellos cuyas vidas son un grito de agonía. Difícil entonces sentirse concernidos.
Publicado por: Carmen | 29/03/2013 19:58:55
Un artículo coherente de principio a fin. No hay la contradición que se le critica.
Los que cierran los ojos a la fealdad del dolor ni ven a aquellos cuyas vidas son un grito de agonía. Difícil entonces sentirse concernidos.
Publicado por: Carmen | 29/03/2013 19:58:55
Un artículo coherente de principio a fin. No hay la contradición que se le critica.
Los que cierran los ojos a la fealdad del dolor ni ven a aquellos cuyas vidas son un grito de agonía. Difícil entonces sentirse concernidos.
Publicado por: Carmen | 29/03/2013 19:58:53
¿Qué propósito tiene este artículo? Parece claro que pretende conmover la conciencia de quienes ni sufren ni quieren ver el sufrimiento. Pero ¿de qué sirve tanta anáfora cuando la inconsecuencia es lo único que se declama? Primero hace un elogio de la imperfección y se exalta el valor del dolor para luego rebelarse contra el mismo. Sólo destila el mismo cuento de resignación de siempre envuelto en la soberbia de la satisfacción de creerse en posesión de buenos sentimientos. La religión es el opio del pueblo. Y los sacerdotes los narcotraficantes.
Publicado por: Amigue | 29/03/2013 18:03:00
Precioso artículo. Duro, pero real.
http://areaestudiantis.com/
Publicado por: AreaEstudiantis | 29/03/2013 11:13:50