Por Mª Ángeles López Romero, periodista y escritora, redactora jefe de de la 'revista 21'.
¿Por qué, a diferencia de otros países de nuestro entorno, como Italia o la laica Francia, donde tienen enorme difusión o gozan de gran prestigio, en España no existen potentes revistas católicas respetadas por el gran público? No desde luego al estilo de Famiglia cristiana, con más de un millón de ejemplares de tirada semanal, o la reconocida La Vie. ¿No están los creyentes españoles interesados en informarse y formarse a través de un medio de comunicación que recoja sus creencias en su línea editorial? Parece que no. Hasta los cristianos presuponen rancio “lo cristiano” en este país.
Y no es que no haya habido numerosos intentos a lo largo de la historia del periodismo nacional. Desde los años veinte a esta parte han sido innumerables las publicaciones nacidas a resguardo de congregaciones e institutos religiosos. La mayor parte de ellas, de corte devocional o tan institucionales que solo interesaban al círculo más próximo a sus editores, fueron perdiendo el aplauso del público a medida que la sociedad española evolucionaba hacia la democracia y se secularizaba y modernizaba. De aquellas revistas, una sin embargo ha llegado a nuestros días y se dispone a cumplir este mes de mayo la friolera de 95 años. Eso, pese a que su nombre, paradójicamente, promete juventud: “21. La revista cristiana de hoy”. Así reza el subtítulo de esta publicación de la que soy redactora jefe. Y con ello resume en buena medida la clave de su supervivencia.
Porque si 21, que comenzó su andadura en mayo de 1918 con el rimbombante nombre de Revista Ilustrada del Reinado Social del Sagrado Corazón (y en la que decenas de miles de españolitos aprendieron a leer), ha llegado a nuestros días arropada por la inestimable cifra de cerca de 20.000 suscriptores y más de tres millones de visitas en su web, es porque ha sabido evolucionar y adaptarse a los signos de los tiempos a medida que la sociedad española se lo iba demandando. Y lo ha hecho a la vez que, paradójicamente, conservaba su esencia, que la distinguió de otras similares desde los comienzos de su andadura como “órgano oficial de la entronización del sagrado corazón en los hogares”: la sensibilidad social. El interés por temas de educación, salud, cultura, política... Su capacidad de debatir y cuestionar. Por encima de sus vaivenes ideológicos, propios de la evolución histórica del país, siempre estuvo ahí ese interés, que hoy se traduce en reportajes, entrevistas y artículos de opinión que denuncian la situación de los inmigrantes en los Centros de Internamiento, viajan a Palestina para contar la realidad de un pueblo oprimido o narran la historia desgarradora de tantos españoles de clase media que se han visto al borde del abismo de la pobreza a causa de la crisis y su mala gestión.
21 no es pues una revista eclesiástica, escrita y pensada para las sacristías. Es una publicación atractiva, profesional, que ha conquistado grandes cuotas de prestigio en los últimos años. Y que causa sorpresa cuando un lector que la desconoce vence sus prejuicios y se acerca a sus páginas. Muchos la acusan de ser “poco cristiana” o hasta de “quintacolumnista” por su postura crítica frente a determinados aspectos de la vida eclesial española. Otros, en cambio, la ven como un medio de comunicación necesario, alternativo, al servicio de la sociedad y el pueblo de Dios. ¿Sabrán los creyentes españoles ver la importancia de contar con medios declaradamente cristianos, pero no por ello menos profesionales y libres, como es 21?
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