Los llantos que salían de los altavoces llenaban la mezquita de Jamia e Shaeed en la parte vieja de Nueva Delhi, en India. Hombres por un lado, las mujeres por otro, casi todos vestidos totalmente de negro. Muchos con lágrimas en los ojos, algunos lanzando expresiones de dolor. Todos con cara de tristeza. Los más extremos flagelándose con navajas y clavos, su sangre formaba charcos en el piso. Así conmemoraban el Ashura, el martirio del imán Hussein, el nieto del profeta Mahoma. Ashura significa diez, porque es el décimo día del mes sagrado del Muharram, el primer mes según el calendario islámico.
La muerte de Hussain en el año 680 es conmemorada todos los años por la comunidad chiita, que en India es un 15% de los 180 millones de musulmanes del país. “Pedimos también a Dios que les retire su piedad a los asesinos de nuestro líder”, dice Ali. Enojo sí. Pero sobre todo hay luto. Queda claro con la peregrinación que va a la mezquita Shia Jama Masjid. Cientos de hombres en dos líneas que se miran de frente. Al ritmo de las tristes odas de duelo se pegan con las manos en el pecho. La fuerza de los golpes hace los cantos más genuinos.
Más atrás, cerrando la peregrinación vienen varios grupos de hombres y niños que quieren demostrar su duelo de una forma más extrema. Se autoflagelan con clavos, navajas o cuchillos. Un niño que parece de poco más de 10 años se golpea repetidamente la cabeza. Entre sus dedos tiene una navaja. La sangre le escurre por toda la cara, por el torso y cae al suelo. Su mirada parece perdida. No parece ni importarle la sangre que le escurre por las pestañas. A su lado un joven toma su instrumento: un mango de madera que tiene varias cadenas y en la punta de cada cadena una navaja. Al ritmo de los cantos se empieza a azotar con el instrumento en la espalda, primero lento, luego sin control, como poseído. La piel, que estaba marcada con cicatrices de años anteriores, comienza a abrirse en nuevos cortes. Ni siquiera se da cuenta de que sus pies están en un charco de su propia sangre. Otro hombre tiene navajas entre los dedos y comienza a pegarse en el pecho. Una y otra vez. En algún punto las heridas le llegan hasta el músculo. “Lo hago porque estoy triste. Porque es una forma de demostrar el dolor por la muerte de Hussein”, explica uno de los jóvenes que se auto flagela. En estos grupos más extremos vienen hombres de todas las edades. Están coordinados. Alguien les dice cuándo comenzar y cuándo parar. Hay voluntarios que les echan agua en las heridas, les ponen vendas o que detienen a alguno cuando está muy dañado. Al menos un par de hombres tuvieron que ser llevados en brazos tras hacerse lesiones graves o perder mucha sangre.
En algunos países, como Irán, están prohibidas estás prácticas. Y en todos, algunos grupos de chiíes piden a los fieles que no las practiquen: incluso han lanzado campañas para que donen sangre, en lugar de perderla. Pero las heridas auto infringidas no son el peligro más grave que pueden tener los chiíes en Ashura. Aunque en India la situación es relativamente más pacífica, esta conmemoración está restringida en Srinagar, en Cachemira, por miedo a ataques de origen sectario. En otros países es común que estas fechas sean todavía más tristes para la comunidad chií por el terrorismo de los fundamentalistas suníes del que son blanco. Precisamente son las diferencias en el reconocimiento del liderazgo lo que separó a suníes y chiíes. Este año, en los festejos de Ashura en Irak murieron al menos 41 personas.
En Delhi la procesión terminó en la mezquita Shia Jama Masjid donde la mayoría de mujeres esperaban. Ahí los grupos de dolientes alternaban en el patio entre los que sólo cantaban con los que se golpeaban y que iban dejando rojo el mármol del piso. Al final, llegó un caballo adornado que representaba al del imán Hussein y un grupo de hombres cargaba en hombros una mortaja que representaba la suya.
Hay 2 Comentarios
Aquí en España y a nuestro nivel claro, solo buscamos unos mínimos de decencia en lo tocante a la idea de la Fe, algo elemental.
Sin comparar con esos ejemplos de flagelo en público.
Desde la distancia astronómica existente entre la gente normal y el clero de élite, aquí en España buscamos algo de auténtica práctica.
Compartida de verdad, vivida fraternalmente en horizontal entre gentes iguales, en familia, en pueblos y en ciudades.
Sin parafernalias.
Sin distancias ni amonestaciones, ni desplantes con el credo separando.
A este si que me favorece. A este no, que no me gusta su cara ni su talante.
Porque si no me cae bien, no lo miro.
Sin perdón.
Por no ser guapos.
Eso buscamos desde la orfandad en que nos dejaron los santos varones.
Perdiendo hasta la propiedad de los templos del pueblo, sin saber como ni cuando.
Y en el nombre de Dios Padre.
Para poder honrarle por los siglos de los siglos.
Debe ser.
Publicado por: Canales | 19/11/2013 19:03:19
Flaco favor hacen...
Publicado por: Yo | 19/11/2013 11:35:52