Carlos Dada

La paz provoca a los fantasmas de la guerra (o La noche no quedó atrás)

Por: | 20 de enero de 2012

Amnesia. El Salvador siempre ha padecido amnesia. A veces por traumas que el subconsciente nacional bloquea. Olvida. No hay tiempo para eso. A veces porque las dosis de calmantes que se le administran son tales que no dejan espacio para la memoria. 

Hace 20 años, el 16 de enero de 1992, los hombres que durante doce años nos hundieron en la locura de la guerra se sentaron a firmar la paz. Con ella vino también una amnistía para evitar que los criminales, los asesinos, los torturadores, se sintieran amenazados y rompieran el proceso. Y la patria se vistió de gala para la fiesta de la paz y bailó con la muerte de sus hijos. 

A partir de entonces a las madres que buscaban a sus hijos la patria les regañó y les amenazó con la conciencia nacional: no podemos mirar al pasado. No podemos reabrir las heridas. 

Pero es que las heridas no estaban cerradas. Es que la paz la firmaron los guerreros y la amnistía no pidió la opinión de las víctimas y de sus familiares. 

Es que, ya pensándolo bien, era complicado. Porque la Comisión de la Verdad que investigó los crímenes de guerra estableció que el 90 por ciento los había cometido el ejército y que el fundador de ARENA, el partido que gobernaba El Salvador y que lo siguió gobernando durante 20 años, había sido también el autor intelectual del asesinato de Monseñor Óscar Romero y también el organizador de los Escuadrones de la Muerte. Es que, en esas condiciones, era difícil esperar que el poder cultivara la memoria. 

En los años que siguieron, la misión fue obviar el pasado y la consigna no reabrir heridas. La celebración de los acuerdos de paz se convirtió, en el mejor de los casos, en la glorificación de los nuevos tiempos y la decisión de no volver al pasado. La paz, decían todos, consolidó nuestra democracia y salvaguardó nuestras libertades. Pero no decían que esa paz no nos devuelve a los muertos para que los enterremos como dios manda. De eso no querían hablar. Durante dos décadas. 

 

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Foto: Mauro Arias, El Faro

Entonces Mauricio Funes, que durante su campaña nos prometió el cambio y que en los primeros dos años y medio de presidencia es quien más ha cambiado, se acordó de un par de cosas y se fue a conmemorar los 20 años de la firma de la paz al escenario más macabro de la guerra: El Mozote. El caserío que le dio nombre a la masacre perpetrada en 1981 en siete pequeñas poblaciones del nororiente de El Salvador. Un batallón del ejército llamado Atlacátl mató a casi mil personas, la mitad de ellos niños y el resto, casi todos, mujeres y ancianos (Es un batallón conocido en España por haber asesinado, en 1989, a seis sacerdotes jesuitas, a una empleada y a su hija en la UCA. Un caso reabierto en Madrid y en proceso en la Audiencia Nacional).

Ahí en El Mozote, rodeado de soldados del Estado Mayor, Funes dijo haber ordenado al Ejército revisar su interpretación de la historia y dejar de enarbolar y de presentar como héroes a quienes participaron en crímenes de lesa humanidad. 

Nombró particularmente a los perpetradores de la masacre: Al coronel Domingo Monterrosa, un hombre que el ejército venera, que ha dado su nombre a la Tercera Brigada de Infantería y que es adulado en el museo militar. En los caseríos que rodean El Mozote, en cambio, Monterrosa es recordado como el comandante del Batallón Atlacátl que ordenó aquella barbarie de tres días en 1981, una masacre que el Estado salvadoreño negó hasta el final de la guerra y que hoy es el símbolo latinoamericano de la atrocidad. El Mozote. (Monterrosa murió durante la guerra, en un atentado perpetrado por la guerrilla.)

Pasó lo que tenía que pasar: los que ayer pedían amnesia sacaron sus tambores de guerra y se pusieron frente a su armario para evitar que comenzaran a salir los fantasmas.

El general Mauricio Vargas, firmante de los acuerdos de paz, dijo en televisión que el informe de la Comisión de la Verdad era "una grosería" para la Fuerza Armada; y la paz que había llegado a celebrar junto a la ex comandante guerrillera Nidia Díaz terminó en una ácida discusión sobre quién había cometido más crímenes durante la guerra. 

El coronel Sigifredo Ochoa Pérez, ahora candidato a diputado, amenazó al mandatario: "¿Qué quiere pdte. Funes? ¿Guerra de nuevo? Yo como Soldado estoy listo para defender nuestra Patria". 

Las expresiones de este tipo no son algo generalizado, son solo muy ruidosas. En realidad no pasará mucho. Los criminales podrán pensar que están evitando que se rasque en el pasado, pero es un espejismo cruel. La historia se encarga siempre de poner las cosas en su lugar. Ellos creen que evitando que se haga ahora habrán conjurado al destino. Habrán dictado su propio capítulo. Pero cuando mueran ya no tendrán tiempo de dar su versión y nos quedarán solo los huesos desenterrados y la voz de los fantasmas, que van a salir del armario. Y van a hablar. Y van a reescribir ese capítulo y los criminales ya no podrán tener monumentos ni homenajes. Eso va a pasar. Tarde o temprano. 

Con su sencillez de campesino, curtido por el peor de los horrores y la cotidianidad de la pobreza, Antonio Pereira contó hace poco, por primera vez, lo que vio en el caserío Los Toriles, uno de los siete que ardieron aquella maldita noche. Logró escaparse y se mantuvo escondido en el monte, y desde ahí atestiguó cómo los soldados mataban a toda su familia: "Es duro estar viendo que le estén matando la familia a uno. Cuesta aguantarse. Después de que los ametrallaban les tiraban granadas, destrozándolos más de lo que los habían dejado con las balas… Yo quisiera que hubiera justicia para esa gente que lo hizo, porque fue mucho lo que hicieron. No se le olvidan las cosas a uno". No. No se le olvidan.

Hace tres días, el 16 de enero, en El Mozote, habló también la señora Dorila Márquez, sobreviviente de aquella masacre. Comenzó el recuento de sus seres queridos que perdieron la vida en el operativo del Atlacátl: su esposo, sus hermanos, sus hijos, sus sobrinos… huesos que esperan aún ser desenterrados. Huesos que a ella le impiden olvidar. No pudo con ella la amnesia oficial. Lo dijo muy claro el lunes pasado: "A 30 años de este horror sigue la impunidad. ¿Dónde está la justicia? Queremos perdonar, pero tenemos que saber qué y a quién". 

 

 

Hay 17 Comentarios

Siempre me ha gustado la fotografía y esa imagen de la familia es hermosa...felicitaciones!!

Maravilloso....

Muy buen post, Gracias.

es un excelente post, se agradece...

Carlos, publica mas de este tipo de notas en el faro...

Carlitos como siempre, con genialidad, capacidad de mostrar los problemas y la realidad del país. Este escrito es exacto lo que sucedió, ni más ni menos.
Gracias por uno más de tus escritos que buscan la verdad y la publican...

Es una lástima ver que se llame terrorista asesino a gente que no es de orientación capitalista neoliberal, y por ello se desee matarla. Ajusticiar comunistas, es el llamado de
"Muy bien. Hagamos eso", que debe ser uno más de la tandona, o de los tristemente famosos escuadrones de la muerte, que ejemplifican este artículo: no reconocen que el asesinato, el genocidio, no son métodos democráticos.
Le temen a la verdad, a la justicia. Nunca pedirán perdón.

¿Justicia dice? Muy bien, ajusticiemos a los traidores que comenzaron la guerra. A los terroristas asesinos como el que ahora es VICEPRESIDENTE del país. Ese que asesinó como a perros a quien se le puso por enfrente. A los que financiaron la guerra terrorista por medio de amenazas, extorsiones y asesinatos. A los que convirtieron al país en un asco. A los que mataron y causaron la muerte y emigración de tanta gente. A LOS COMUNISTAS QUE AHORA SON DE YATE Y FERRARI. A ESOS AJUSTICIEMOS POR ASESINOS E HIPÓCRITAS.

Ustedes me disculpan yo no soy letrado apenas se escribir pero me da rabia que se cometan tantos atropellos contra el pueblo indefenso y que estos asesinos anden libres .yo les invito a formar una organización JP.justicia popular ,dedicada a buscar la justicia para los que no tienen voz tengo bien claro que nadie quiere otra guerra mi idea es pacifica pero con un espíritu de lucha contra la injusticia donde quiera que se cometa.unanse a J.P.

Carlos: Tengo 24 años y la fortuna de haber estudiado en un colegio donde se me enseñó historia salvadoreña.

Aunque considero importante saber qué pasó y quién hizo qué, consideró aún más importante y urgente que se vea al futuro también.

No es que no me importe ni que le quiera negar la justicia a las personas que perdieron a sus familiares... pero siguen habiendo muertos, hay otra guerra civil y NADIE está sentándose a negociar la paz de esta -por que trae lucro a unos cuantos-. Se limitan a llorar en televisión y decir que van a defender a la patria. Por favor, no somos tan tontos.

Apreciado Carlos.
Soy una persona cuya extracción social no le permitió ser un gran académico o intelectual, pero más o menos distingo entre letras la intención de estas y las ideas que se reflejan en esas letras. Me alegra que escribas así y te pido que no claudiques. Tanto dolor se nos causado y tanta esclavitud únicamente crea las condiciones para la guerra y en El Salvador, las condiciones para la guerra, todavía siguen latentes ahí. Me pongo triste, pero ¿que puede hacer un pobre campesino como yo?
Saludos.

Viejo, gran trabajo, bien dicho. Muy claro.

Todo lo que leí es justo lo que pienso, me alegra no estar sólo en esto, porque cuando uno escucha hablar en los medios a esos que como tú decís hacen mucho ruido pero no son muchos... es cruel y triste !!

Y esa amnesia obligatoria con altas dosis de tv y periódicos es la que impide y seguirá impidiendo que la gente piense con claridad, bueno empecemos por decir que la gente... piense y luego opine !!!

"A 30 años de este horror sigue la impunidad. ¿Dónde está la justicia? Queremos perdonar, pero tenemos que saber qué y a quién.

+ Esas son heridas en lo mas profundo de nuestro ser que nunca terminaran de cicatrizar, los actores y culpables tienen nombre y apellido pero mientras la justicia sea una prostituta ciega no se podra hacer mucho o nada.

El articulo de Dada es equilibrado y mejora de la mitad para abajo pero dice como siempre lo obvio, lo que es difícil de decir en este país. Ese es su mérito periodístico, al menos no va de héroe. Buen trabajo, sin darle más vueltas al asunto.

Excelente... Artículos como este necesitamos que se publiquen en todos los periódicos de El Salvador.

Me alegra que existan periodistas como usted. Muchas gracias por revelarnos una situación, a todas luces injusta, en la que quedarán impunes las violaciones en masa de mujeres indígenas a manos del Ejercito salvadoreño y otras atrocidades peores.

Y el paso definitivo será cuando los colegios se decidan a utilizar el libro electrónico. No parece que la profesión de librero tenga mucho futuro.

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Sobre el autor

Carlos Dada, periodista salvadoreño, es fundador y director de El Faro (www.elfaro.net), un medio reconocido por su independencia y su alta calidad. Dada ha trabajado en prensa, radio y televisión cubriendo noticias en más de 20 países. Es Knight Fellow por la Universidad de Stanford y ha sido galardonado con el LASA Media Award 2010 y el Maria Moors-Cabot de la Universidad de Columbia.

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