Pérgola de rosas y estanque, Granville.
El boletín de la rosaleda de Val-de-Marne, L'Haÿ-les-Roses, incluye la ficha de una preciosa rosa roja llamada Christian Dior, que me ha recordado la afición jardinera del modisto y la sugerente exposición abierta este verano en su museo de Granville sobre la influencia del Impresionismo en la alta costura.
Rosa 'Christian Dior' de Meilland.
Además, Dior (1905-1957) me ha parecido siempre un personaje simpático. El fotógrafo Cecil Beaton, en su entretenido libro The Glass of Fashion (1954), lo define como el Wateau de los modistos, "lleno de matices, delicado, chic, con un enorme sentido de la oportunidad", y advierte ya de lo poco que se conoce al hombre que hay trás la marca. Apenas poco más que las escasas referencias personales que el diseñador hace en su libro Christian Dior y yo, cuyo título establece ya una irónica y sana distancia entre el autor y esa celebridad conocida como Christian Dior.
Modelos de la colección Primavera 1957 fotografiadas por Cecil Beaton.
"Físicamente –continúa Beaton– Dior parece un amable cura rural de mazapán rosa. Es un burgués con los pies plantados sólidamente en la tierra, modesto como una violeta a pesar de los elogios que se le prodigan. Su cabeza en forma de huevo podrá oscilar de un lado a otro, pero jamás se trastornará por el éxito".
Dior en su jardín de La Colle Noire.
El propio modisto parece responderle cuando escribe: "¿Debía transformarme para no decepcionar a mi público? Hice un tímido ensayo poniéndome una flor en el ojal, encargué algunos trajes a mi sastre y me puse en manos de un masajista, pero enseguida renuncié. Entre aquel que debería ser y yo, existía un abismo demasiado profundo. Me resigné a no ser sino el que por naturaleza soy, y al cual, con los años, he llegado a acostumbrarme".
Hay, sin embargo, algo que el discreto burgués comparte con el mundano creador del New Look: la pasión por los jardines. Uno la ha heredado de su madre y el otro la ha llevado a la moda a través de su mujer-flor.
Pérgola y parterre, Granville.
Para ambos, la casa familiar de Granville, Les Rhumbs, convertida hoy en museo, es una constante fuente de inspiración. "Era horrible, como todas las construcciones anglo-normandas de fin de siglo, pero guardo de ella el recuerdo más tierno y maravilloso. Mi vida, mi estilo, se lo deben todo a su ubicación y arquitectura. Estaba enjalbegada en un rosa muy suave bajo un tejado gris, mis colores favoritos. Y como mi madre adoraba las plantas, hizo construir un invernadero, adosado como una protuberancia a la fachada, sin preocuparse lo más mínimo por el conjunto".
Les Rhumbs, la casa familiar en Granville.
Mosaico de flor de temporada, Granville.
Parterre de begonias y cinerarias, Granville.
La costa normanda vista desde el jardín de Granville.
Catálogo Vilmorin-Andrieux, 1929.
Detalle del bordado del vestido Vilmorin.
De ahí nació en 1947 su primera colección, Corola, rebautizada luego como New Look. Y los vestidos de organza bordada con flores, entre ellos uno denominado Vilmorin. Y la línea Tulipán, "colores inspirados en los linezos impresionistas, en los campos de flores tan amados por Renoir y Van Gogh". Y la línea Muguet "que para mí simboliza la felicidad". La flor fetiche que cose en el bajo de las faldas para que le de buena suerte, y la que su amigo, el perfumista Edmond Roudnitska, evoca en Diorissimo, un aroma idealizado ya que el lirio de los valles (Convallaria majalis) es una flor muda, cuya esencia no se puede extraer de forma natural.
Berthe Morisot, Tulipes, 1890. Museo Marmottan Monet, París.
Muguet (Convallaria majalis).
Creaciones abstractas, alegres, ligeras, aunque teñidas siempre de una cierta nostalgia, porque "la moda se decide siempre a destiempo. La colección de invierno se elabora en la época de las lilas y los cerezos. La de verano con la caída de la hoja y los primeros copos de nieve".
Dior en su jardín de Milly-la-Fôret.
El éxito le permitió enseguida adquirir un viejo molino, Le Moulin du Coudret "una ruina en mitad de una charca", cerca de Milly-la-Fôret, al sudeste de París. "Soñaba con una finca semejante a aquellas casas provincianas de las que guardo un tierno recuerdo".
Y es que como explica Beaton: "Le gusta pensar que cuando la ola del éxito le abandone (incluso los más grandes modistos no llegan a reinar más de dos o tres décadas) tendrá la oportunidad y la sensatez de retirarse a cuidar su jardín".
Con el tiempo esta obsesión jardinera se ha convertido en leyenda. Reconocida como uno de los legados más valiosos de su herencia, sigue formando parte de las señas de identidad de la firma. Quizá por ello, la casa Dior acaba de adquirir es que fue su último refugio, el Château de la Colle Noire, en Montauroux.
Vestido de noche en organza bordada de la colección otoño-invierno 2012. Christian Dior por Raf Simons (Foto L. Hamani).
Château de la Colle Noire (Foto Ch. Chavignaud).
"En el momento de poner fin a este libro, estoy a punto de concluir el arreglo de mi casa de Provenza. Es sencilla, noble y de gran solidez. La paz que en ella se respira es apropiada para la etapa de mi vida que habré de abordar dentro de unos años. Quisiera que fuese mi verdadero hogar, al que pueda retirarme si Dios me concede una larga vida; en el que pueda pasar mis últimos días y encontrar de nuevo, bajo otro clima, el jardín cerrado donde transcurrió mi infancia. En fin, la casa donde pueda vivir tranquilo olvidando a Christian Dior para ser simplemente, Christian".
Pero un año más tarde, el 24 de octubre de 1957, moría en Italia de un ataque al corazón. La mitad de lo que el Estado francés ingresaba entonces por las exportaciones de moda llevaba la firma de Christian Dior.
Rosa 'Jardin de Granville' de André Eve.