A lo largo de este año que termina Francia ha celebrado el cuarto centenario del nacimiento de André Le Nôtre, el artífice de Versalles. Un ilustre jardinero que supo llevar al paisaje los delirios de grandeza de Luis XIV consolidanto un nuevo estilo reconocible por su equilibrio y rigor.
Hijo y nieto de jardineros, Le Nôtre (1613-1700) nació y creció en las Tullerías. Y ha sido en este jardín donde el Louvre le ha dedicado una estupenda exposición al aire libre sobre el estilo que él llevó a su apogeo, recreando cada uno de los elementos compositivos, desde los grandes ejes de perspectiva, al color de las celosías o las técnicas de poda, en un excelente alarde divulgativo apoyado con textos en castellano e inglés.
También Versallle ha desplegado una intensa actividad con visitas guiadas, simposios, encuentros y conferencias. Y yo, que pensaba seguirlo todo a través de Internet, he tenido la oportunidad de celebrar esta efeméride de una forma distinta y privilegiada.
Gracias a la confabulación de dos buenas amigas, María Jesús Puebla y Anne-Laure Domenichini, pude descubrir a principios de otoño un lenôtre inédito conservado entre los viñedos de Champagne. Uno de los jardines más hermosos que he conocido y que ha borrado de un plumazo todos mis prejuicios sobre el alambicado clasicismo francés. Porque cuando uno está acostumbrado a la placentera intimidad del patio romano o el riad musulmán, Versalles, la unidad de medida de los grandes jardines, se ve como un desmesurado escenario teatral. "Un artificio político para entretener y dejar muda a la corte", según el duque de Saint-Simon.
Pero en el parque de Louvois las dimensiones son otras y no resultan abrumadoras. Como ocurre con la buena arquitectura, el tiempo ha jugado a su favor conservando lo esencial y recubriéndolo de una pátina invisible de dignidad resistente. Lo superfluo ha desaparecido, pero el trazado permanece intacto con toda la solidez cartesiana del estilo Grand Siècle.
Un jardín de autor anónimo hasta que hace bien poco la familia Nonancourt propietaria del dominio de Louvois y de la prestigiosa bodega Laurent-Perrier, decidió que sería interesante conocer más a fondo su historia. No es raro que muchos profesionales del mundo del vino se sientan cada vez más atraídos por la jardinería. Se trata al fin y al cabo, de dos actividades muy próximas que alcanzan su madurez con la feliz alianza entre el tiempo y una buena tierra bien trabajada.
El proyecto de investigación, sobre el terreno y los archivos, que está realizando la Escuela Superior de Arquitectura de Versalles bajo la dirección de Pierre Bonnaure y Georges Farhat, aún no ha terminado, pero se han localizado los planos originales del jardín, conservados en el Museo nacional de Estocolmo, lo que ha permitido despejar dudas y confirmar la autoría de Le Nòtre.
Hay jardines efímeros que desaparecen con las estaciones y jardines firmemente aasentados en el espíritu del lugar a los que el tiempo mima como a un buen vino. Y es emocionante descubrir que su trazado esencial permanece intacto y que bajo la nueva vegetación siguen brotando tejos centenarios. Caminar bajo las disciplinadas alineaciones de tilos y olmos que desembocan en pleno campo. Comprobar el juego engañoso de las perspectivas. Y comprender por fin la equilibrada armonía de su rigor cartesiano que como tantas veces se ha dicho, imprime en el paisaje la admirable lógica de la razón.