Hanami, de Tokyo al Jerte

Por: | 30 de marzo de 2014

Cerezo-japonés

Hanami significa mirar las flores y es una palabra que se escucha mucho estos días en que Japón celebra la floración de sus cerezos.

Cerisiers-fleurs

Sakura

La flor del cerezo es todo un símbolo de la cultura nipona. Frágil y efímera, representa los valores estéticos del período Heian (794-1185) frente a los de fortaleza y heroicidad de la época Nara que encarnaba entonces la flor del ciruelo.

Prunus-serrulata10

En botánica, los cerezos japoneses, descendientes de la especie silvestre (Prunus serrulata spontanea), forman el complejo grupo Sato-Zakura. Más apreciados por sus flores, casi siempre rosa pálido, que por los frutos, son pequeños árboles ornamentales de hoja caduca, que añaden a la eclosión de primavera un atractivo colorido otoñal.

P. Fudan-Zakura

Kiku- Shidare

Aunque la floración se inicia ya en febrero en la isla de Okinawa, y desde el sur remonta hasta Sapporo donde aparece a principios de mayo, el apogeo de los cerezos –mankai, en japonés– tiene lugar estos días por todo el centro del país.

Cerezos

Tal como ocurre en Japón, millón y medio de cerezos florecen en el Jerte de forma escalonada, desde los rincones más cálidos del valle a los más fríos. Y lo hacen, según se presente la primavera, entre mediados de marzo y finales de abril.

Prunus-cerasus

A diferencia de los sakura, las flores de los cerezos extremeños (Prunus avium P. cerasus) son mayoritariamente blancas. Su fugacidad tampoco invita a la melancolía, es más bien la promesa de deliciosas toneladas de picotas que no tardarán mucho en llegar a los mercados.  

Cerezas-del-jerte-picota-del-jerte-Valle-del-jerte-Vivir-Extremadura

Hay 5 Comentarios

Ja ja, qué gracia. Sí, las picotas las picotean todas los pájaros. No queda una sana. Un tío mío que ya se murió tenía cerezos en Cáceres y no se me ocurrió otra cosa que hacer nidos para los arrendajos. Todavía me duele el culo de los cachetes que me dio. Y cuando se enteró mi madre, pues más cachetes que me cayeron. Qué recuerdos, de la niñez. Ahí aprendí a subirme a los árboles, que es fácil en los cerezos y no raspan como las encinas. Los cuervos, por el motivo que sea, no se las comen.

Yo también prefiero los almendros, en Mallorca todavía quedan algunas zonas con bancales que se llenan de flores blancas incluso en enero y es una maravilla. También me encantan las cerezas, como a los pájaros, lo malo es que ellos suelen ser más rápidos y encima llegan más alto.

Todas las flores de los Prunus son preciosas y además son árboles agradecidos. Prefiero las flores del almendro porque avisan de que el invierno está acabando. Los cerezos florecen justo cuando comienza la primavera, así que hay flores de Prunus por un buen rato. Las flores del cerezo son efímeras, enseguida se caen. Para los japos significa lo mismo que para nosotros: que duran poco. Lo que pasa es que nosotros nos fijamos más en las flores y los japoneses lo hacen en los pétalos que caen, a 5 cm por segundo, que es despacio. Vemos lo mismo pero nosotros con alegría, que además luego nos haremos aguardiente con las cerezas, y ellos con melancolía. Cada pétalo es una persona y de estar juntas en todo su esplendor se van separando o no según caen y según las separe o junte el viento. Para un domingo por la noche, mejor lo del aguardiente que la poesía.

Cinco centímetros por segundo, dicen. La velocidad a la que cae la flor del cerezo.

Bonito.

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De flor en flor

Sobre el blog

“Sé de un lindero donde crece el tomillo silvestre, donde se mecen las violetas y las prímulas, tapizado por olorosas madreselvas, por fragantes rosas de almizcle y bellos escaramujos. Allí duerme Titania una parte de la noche, reclinada al arrullo de esas flores…”. W. Shakespeare: Sueño de una noche de verano.

Sobre la autora

Pilar Gómez-Centurión

. Cuando estudiaba periodismo nunca imaginé que terminaría metiéndome en un jardín. Pero como decía Robert Walser, era pobre y necesitaba una ocupación hermosa. Creo que todos los jardines, incluso los privados, forman parte del bien común. Y que una simple maceta en el alféizar de la ventana es tan admirable como el más espléndido vergel.

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