De flor en flor

Sobre el blog

“Sé de un lindero donde crece el tomillo silvestre, donde se mecen las violetas y las prímulas, tapizado por olorosas madreselvas, por fragantes rosas de almizcle y bellos escaramujos. Allí duerme Titania una parte de la noche, reclinada al arrullo de esas flores…”. W. Shakespeare: Sueño de una noche de verano.

Sobre la autora

Pilar Gómez-Centurión

. Cuando estudiaba periodismo nunca imaginé que terminaría metiéndome en un jardín. Pero como decía Robert Walser, era pobre y necesitaba una ocupación hermosa. Creo que todos los jardines, incluso los privados, forman parte del bien común. Y que una simple maceta en el alféizar de la ventana es tan admirable como el más espléndido vergel.

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'Spanish Beauty'

Por: | 28 de mayo de 2014

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Que no termine mayo sin rendir un pequeño homenaje a la rosa española más conocida en el mundo: ‘Madame Grégoire Staechelin’, del rosarista catalán Pedro Dot. Una variedad trepadora que, como suelen hacer todos los obtentores, está dedicada a una de sus clientes, aunque en Norteamérica, para no complicarse la vida, la rebautizaran inmediatamente como ‘Spanish Beauty’.

Dot presentó este rosal en el concurso internacional de Bagatelle de 1927, donde obtuvo la medalla de oro. Desde entonces ‘Madame Grégoire Staechelin’ no ha dejado de cultivarse y está presente en los mejores catálogos internacionales como una de las variedades modernas más admiradas. 

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“A truly magnificent climber –escribe David Austin– with a delicious sweet pea scent”. “Il ne fleurit qu’au printemps, –dice Marie-Térèse Haudebourg– mais quel spectacle! Aunque ninguna descripción resulta tan sugerente como la de Compagnia del Giardinaggio, quizá porque lo hace en italiano: “I petali hanno una delicata sfumatura chiara sui bordi, che sono tra l'altro morbidamente ondulati, mentre la pagina esterna è più scura, il che conferisce al fiore una grande morbidezza e mutevolezza cromatica”.

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Dot obtuvo este excepcional cultivar mediante el cruce entre un híbrido perpetuo blanco, 'Frau Karl Druschki' (Lambert, 1901), y la versión trepadora de 'Château de Clos Vougeot' (Morse, 1920), con flores aterciopeladas rojo oscuro, que es menos vigoroso que el anterior, pero que aporta, en cambio, un delicado perfume. 

‘Madame Grégoire Staechelin’ es el rosal que yo elegiría si tuviera que cubrir una fachada. Un híbrido de té con ramas densas de un verde brillante que alcanzan fácilmente los seis metros; además se puede plantar a media sombra.

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'Frau Karl Druschki'

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'Château de Clos Vougeot'

En el jardín de Sorolla

Por: | 18 de mayo de 2014

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Como hoy se celebra el Día Internacional de los Museos, os invito a pasear por un rincón de Madrid que nadie debería perderse en primavera, la casa de Joaquín Sorolla. Aquí, junto a algunas de sus mejores obras, está su estudio y el entorno doméstico y familiar en el que transcurrieron sus últimos años: muebles, cerámica, fotografías, bocetos, cuadros sin terminar…, como si quisieran huir de la frialdad de los museos dándose calor unos a otros. Y está, sobre todo, el jardín, palpitante de vida, “a merced de la labor creadora, y siempre misteriosa, del tiempo” en palabras de Lucia Serredi, la paisajista que entre 1987 y 1990, dirigió su restauración.

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Sorolla inició la construcción de esta casa, entonces en las afueras de Madrid, en 1910, a su vuelta de Nueva York. Él mismo se encargó de diseñar el jardín que más tarde recrearía una y otra vez en sus cuadros igual que Claude Monet hacía en Giverny. Porque aunque los jardines son muy diferentes, también tienen puntos en común. Resultado del éxito profesional de sus autores y de su interés por la naturaleza o, más concretamente, por la horticultura, ambos fueron modelo e inspiración constante de sus últimos cuadros. Los dos han logrado sobrevivir, Giverny atravesado por una carretera; oscurecido el Sorolla por los altos edificios que lo rodean. Y desde que en los ochenta fueran restaurados, los dos han resurgido como espléndidos testigos de otra época.

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“El jardín es la superposición de diferentes períodos creativos, todos en marcha y ninguno terminado. Debe estar abierto tanto a las miradas sensibles como a las superficiales –comenta Serredi mientras supervisa con mirada perfeccionista cada detalle– no puede convertirse en un museo. Su transformación en espacio público tampoco tiene que significar una degradación de sus valores estéticos ni espirituales”. 

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Por eso, Consuelo Luca de Tena, actual directora del museo, estira cada año su escaso presupuesto para que no falten las flores. Rosas, lirios, alhelíes, rododendros, geranios, adelfas florecen de nuevo junto a los árboles y arrayanes plantados por el pintor, cautivado ya por el naciente estilo neoregionalista de Forestier.

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“Restaurar significa revitalizar una idea más que acondicionar un monumento –prosigue Lucia Serredi–. Pasar por encima de esta realidad, como si el jardín fuera sólo un documento histórico, es una actitud puritana que destruye irremediablemente la sensualidad del lugar. Se trata más bien de trabajar con humildad al servicio de unos resquicios históricos, buscando lo auténtico en lugar de lo novedoso”.

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Nacida en Toscana, Lucia Serredi vive en España desde 1965 y admira la riqueza de nuestro patrimonio: “Abarca  todas las épocas y estilos, desde el jardín hispanoárabe al modernista, a través de un renacimiento originalísimo, un barroco brillante, un neoclasicismo muy peculiar y un romanticismo desbordante”. Aunque los que más le gustan son esos jardines sin jardinero que acumulan vivencias y recuerdos. Creo que debemos felicitarnos de que éste, tan especial y tan frágil, evolucione bajo la supervisión sutil y rigurosa de una gran profesional. “Como decía Goya, el tiempo también pinta”.

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Borraja, está para comérsela

Por: | 16 de mayo de 2014

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De todas las flores comestibles, hoy tan de moda, mi favorita es la borraja. Me gusta su sabor especiado, profundo y enigmático, que combina igual de bien con platos dulces como salados; y su color aguamarina que, por cierto, se vuelve rosado al aliñarlas con vinagre o limón. También las hojas y los tallos son comestibles; se toman mucho en Navarra y Aragón donde saben prepararla de mil formas diferentes.

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Ensalada_con_borraja

La borraja (Borago officinalis) es una de esas plantas que dan mucho juego y muy poco trabajo. Aunque tiene aspecto arbustivo, se trata de una herbácea de ciclo anual, de unos 60 centímetros de altura, que desarrolla una raíz principal gruesa y profunda, por eso no es fácil de trasplantar. Crece en suelos pobres y secos, al sol o a media sombra, y se resiembra sola, de ahí que si uno no quiere que se extienda más de la cuenta, lo mejor es cultivarla en maceta. 

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Originaria de Oriente Medio, concretamente de Siria de donde, al parecer, le viene el nombre: Abu rach, se encuentra naturalizada por toda la cuenca mediterránea donde florece de abril a noviembre. En el jardín, se siembra, como casi todas las anuales, a lo largo de la primavera o en otoño. 

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Además del uso culinario, a la borraja se le atribuyen muchas otras virtudes. Valorada tradicionalmente como un eficaz antidepresivo, –“contra la melancolía” dicen los tratados antiguos–, las hojas frescas, particularmente ricas en mucílago y calcio, se siguen utilizando en medicina y cosmética. Tiene también fama de ser un eficaz fungicida, de hecho, en los huertos, se suele colocar junto a las fresas. Es una lástima no haber encontrado ninguna imagen, porque la combinación de azul y rojo resulta de lo más fotogénica. 

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Con las flores se pueden preparar licores y aromatizar bebidas. Una buena forma para conservarlas frescas es congelarlas en los cubitos de hielo. Otra posibilidad es caramelizarlas, o incluso secarlas, porque duran mucho y no pierden el color.

Y lo mejor de todo: es una estupenda planta melífera. 

 

El País

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