Defensora del Lector

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La figura del Defensor del Lector fue creada por la Dirección de EL PAIS para garantizar los derechos de los lectores, atender a sus dudas, quejas y sugerencias sobre los contenidos del periódico, así como para vigilar que el tratamiento de las informaciones es acorde con las reglas éticas y profesionales del periodismo. Puede intervenir a instancia de cualquier lector o por iniciativa propia.
Principios éticos del diario EL PAÍS

Defensora del lector

Lola Galán

se incorporó a la plantilla de EL PAÍS en 1982, tras una etapa como colaboradora del diario. Ha sido redactora de las secciones de España y Sociedad, y reportera de la sección Domingo. Entre 1994 y 2003 ha ocupado las corresponsalías de Londres y Roma. En los últimos años ha trabajado para los suplementos del fin de semana, incluida la revista cultural Babelia. Madrileña, estudió Filosofía en la Universidad Complutense y Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid.

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Un anuncio polémico

Por: | 24 de junio de 2012

La inclusión en la edición digital del diario, particularmente en la portada, del anuncio de una agencia inmobiliaria consistente en una secuencia de fotografías en las que aparecen jóvenes pillados mientras practican el sexo en un automóvil ha motivado la queja de varios lectores. La polémica no es exclusiva de este diario. Los propios responsables de esta publicidad han explicado en el sitio del portal inmobiliario que la campaña para la televisión fue presentada por la empresa a Autocontrol, la asociación para la autorregulación de la comunicación comercial, que recomendó su emisión a partir de las diez de la noche, fuera del horario infantil. La respuesta de la compañía fue realizar una versión con las imágenes veladas, que puede emitirse a cualquier hora, anunciando en la misma que el anuncio íntegro puede verse a partir de las 22 horas.

En la red se han multiplicado los mensajes a favor y en contra del mismo. El anuncio se ha convertido en noticia. Y la polémica, estuviera tácticamente calculada, o no, le ha dado una viralidad que ha repercutido favorablemente en la audiencia del mismo. En el debate se barajan conceptos difíciles de administrar. En contra, por ejemplo, se alega la carencia de "buen gusto" (¿acaso porque no acude a las elipsis, supuestamente estéticas, de cierto y muy tradicional erotismo publicitario?). A favor, su condición "transgresora" (¿acaso la búsqueda de este carácter no puede estar inspirada en un cálculo más comercial que cultural?). En algunos foros gais se ha defendido que no hayan sido olvidados en el repertorio de escenas y en otros se apoya que refleje una incómoda realidad juvenil.

En la web de la compañía, a propósito del debate, se explica que querían presentar uno de esos momentos en que alguien piensa que necesita una casa y "en una tormenta de ideas de repente surgió cuando estás teniendo sexo en el coche". A esta idea asociaron la de "poder ser pillados" e integraron ambas para crear, a su juicio, "un spot fresco, que no deje indiferente" y que explicara por qué se necesita acudir al portal inmobiliario.

Pero éste no es el parecer de varios lectores de este diario. "Soy profesor de Secundaria", explica Juan-Luis González Carballo, "e intento inculcar a mis alumnos la lectura de la prensa seria. Usamos con frecuencia la edición digital de EL PAÍS para documentar acontecimientos e ilustrar la actualidad. Me he llevado una muy desagradable sorpresa al ver la portada de la web de EL PAÍS y comprobar que, a gran tamaño y en un lugar muy destacado, aparece una publicidad que… en fin, mejor no decir nada al respecto de su calidad, mensaje y valores éticos. No olviden que Internet es un medio público al que acceden personas de todas las edades, máxime cuando Vds. gastan una buena cantidad de dinero todos los años en fomentar la lectura del periódico entre los estudiantes. Sinceramente, me parece vergonzoso que admitan esa publicidad en la portada del periódico y sea lo primero que se vea nada más acceder a la web. Y lo digo como usuario del portal de EL PAÍS y lector de la edición impresa desde hace 25 años". Antonia explica que tiene "EL PAÍS como página de inicio de Internet en el ordenador de mi casa y tengo un hijo de diez años a quien permito -con los controles pertinentes- hacer uso de él. Me parece completamente inadecuado el anuncio. Le agradecería que lo ubicaran en otro lugar o de lo contrario seré yo quien cambie de inmediato mi página de inicio".

“¿De qué vais? Acabo de abrir la página de Gente y veo un anuncio de sexo en un coche. Si quiero ver una película porno lo hago por la noche, no os preocupéis por eso", escribe escuetamente Beatriz. Adolfo García-Ciaño, por su parte, comenta que "independientemente que cuestione la idoneidad de ligar el contenido del anuncio con la marca a la que publicita, escribo para quejarme por la aparición en portada de esas imágenes. Son las 09:15 de la mañana y esas imágenes considero están fuera de lugar en una página web como la de su periódico. Es una opinión…sin más". Genoveva Martí considera que el lector no puede evitar verse expuesto a dichas imágenes "pues no se puede cerrar la ventana en la que se muestran". Aunque admite que estas cuestiones son siempre materia de opinión, cree que en este caso están lejos de cumplirse unas mínimas normas de prudencia. Carmen Galán, pregunta: "¿A ustedes les parece adecuada esta publicidad para emitirla en horario "todos los públicos" en su periódico? A mí que lo utilizaba para leerlo con mis hijos, sinceramente no. Y más aún si se trata simplemente de llamar la atención".

"Chicos, de verdad... no os estáis pasando?", así inicia su mensaje Maite. "Tengo la portada de EL PAÍS como página de inicio cuando entro en Internet, porque siempre me gusta leer vuestro periódico antes de empezar a revisar correos u otras cosas. Pero también tengo dos adolescentes y dos pequeños de nueve años que entran diario a Internet. No me hagáis esto!!! Si ponéis páginas así, voy a tener que eliminar EL PAÍS de mi inicio y poner Google, que es muy aburrido. Cambiad este link y no os vendáis por tan poco dinero, por favor!!!". José Manuel Rodríguez de Córdoba asegura que "soy ya mayor como para que me ofenda un culo, pero me sigue ofendiendo el mal gusto". "¿Qué pretende EL PAÍS aceptando esta seudo provocación de la mediocridad publicitaria pasada de moda?". Otro lector, finalmente, reproduce la misma queja explicando una circunstancia particular, la consulta, permitida, del diario en la oficina. Se trata de un contenido, dice, NSFW (No Adecuado en el Trabajo, en sus siglas en inglés), que puede traer problemas con el jefe "y no corresponde a un medio serio y de categoría como es EL PAÍS".

El concepto de horario infantil, al margen del eterno debate sobre los contenidos idóneos para el mismo, no está regulado para la web, de acceso universal y a cualquier hora, aunque es factible técnicamente segmentar la aparición de una publicidad por franja horaria y territorio. El debate, en cualquier caso, se centra en que el internauta se encuentre con contenidos no solicitados que puedan crear rechazo o resulten no aconsejables para determinada edad. Admitiendo que la fijación de esta frontera es difícil y nunca, por defecto o por exceso, pueda hacerse a satisfacción de todos, sí deben tomarse algunas precauciones para evitar que la exposición a determinados contenidos no sea voluntaria. En este caso, debería haberse buscado una fórmula que hiciera opcional la contemplación íntegra de la secuencia publicitaria.

Otros aspectos de la publicidad han sido tratados por distintos remitentes. Hace un par de semanas, recibí un par de avisos de internautas, uno desde Alemania, sobre que la consulta de algunas páginas digitales del diario exigía una enorme cantidad de recursos al ordenador del lector que llegaba a provocar la congelación de la navegación y obligaba al reinicio. Efectivamente, no era un problema del ordenador. El equipo técnico de la edición digital me comentó que habían detectado algunas campañas publicitarias que absorbían muchos recursos (el conflicto no está en el tamaño ni en la cantidad de anuncios, está en el formato interno de los anuncios). Cuando se han localizado, estas campañas han sido retiradas.

Se trata de anuncios que no se gestionan desde los propios servidores del diario. Se redireccionan desde el emisor del mensaje que suele ser internacional y el conflicto se detecta cuando ya está en marcha su difusión. El responsable técnico de la edición digital me comentó que se han incrementado los controles para evitar al máximo este tipo de problemas que, en los últimos días, parecen haberse solventado.

Un último asunto comunicado por algunos lectores es la inclusión por parte de internautas que participan en los comentarios de las noticias y los blogs de enlaces, a un sitio digital o sobre un producto, con intención publicitaria. Algunos se colocan sin que tan siquiera el autor participe en el debate abierto sobre el tema de la noticia y muchas veces se introducen de forma persistente y reiterada, rompiendo el hilo de la conversación que intentan entablar el resto de internautas. Esta práctica, me comentan responsables de la edición digital, está considerada como spam (envío masivo de mensajes comerciales no deseados) y puede conducir a la supresión de la cuenta en Eskup de sus responsables.

Demasiados parecidos

Por: | 21 de junio de 2012

Nuevo episodio de artículo que presenta parecidos con otro anterior de un autor distinto. Sin llegar a los porcentajes de copia que albergaba uno detectado recientemente, varios lectores se han dirigido al Defensor señalando el empleo por parte de la escritora Susana Fortes de frases idénticas a las de un artículo de Enric González. Y en Internet hay abundantes alusiones calificándolo de plagio. Jesús de Prado Plumed se pregunta: “¿Debo sorprenderme por la similitud de lenguaje y argumentos entre este artículo de EL PAÍS  y este en Jotdown... por un periodista de EL PAÍS? ¿O es pura materia del Zeitgeist imperante que hasta la forma de argumentar nos iguala? Espero las aclaraciones de la redacción. De momento, las redes sociales se hacen conveniente eco del parecido. Constato, por mi parte, que en los últimos años EL PAÍS adolece de un notable desprecio por los mínimos editoriales. Por ejemplo, corregir el trabajo de sus colaboradores”. Pepa Montañés, por su parte, escribe que le “gustaría saber a qué se debe la gran similitud” entre ambos artículos.

Fortes desarrolla con ejemplos propios la idea de que es difícil apreciar la verdadera dimensión de un acontecimiento en el momento en que se vive el mismo, pero el artículo recurre a expresiones calcadas de la pieza de González. El problema no está en las coincidencias en el análisis, que pueden darse desde los procesos intelectuales de cada uno, si no en el empleo de recursos retóricos idénticos como “no es aconsejable encariñarse”, la alusión a la orquesta en cubierta, “todo es efímero” o en la construcción de determinadas frases.

Para tener una idea de lo que estamos hablando reproduzco el artículo de Fortes donde figuran en rojo las frases o metáforas que pueden encontrarse, iguales o con un sospechoso parecido, en el artículo previo en el tiempo de González.

"Todo el mundo tiene afición a los grandes momentos históricos. ¿Se imaginan haber presenciado la toma de la Bastilla, el asalto al Palacio de Invierno, o la debacle de Little Big Horn? Sólo eso nos daría para vivir de rentas el resto de nuestra vida contándoles batallitas a los nietos. Lo malo de los momentos históricos es que a nadie le da tiempo a enterarse.
Como recordarán, Fabricio del Dongo, el protagonista de La Cartuja de Parma, está en el mismísimo campo de Waterloo el día de la batalla y se pregunta qué clase de pequeña escaramuza será esa. Waterloo, el fin del imperio napoleónico, ni más ni menos. También hay quien llega a casa cada día sin saber cómo pudieron acabar todos sus ahorros en Bankia, ese modelo de solidez compuesto por Caja Madrid y unas cuantas cajas valencianas agujereadas como unos calcetines viejos. La confianza del prójimo siempre es un misterio.
Fíjense que hubo quien se tragó aquello que dijo Zapatero de que la banca española era la más solvente del mundo. Por haber, hubo incluso quien creyó al propio Rajoy en las últimas elecciones cuando proclamó que no subiría los impuestos y que todo se resolvería devolviendo la seguridad a los mercados. No me extrañaría que hasta él mismo se lo llegara a creer. Los de Pontevedra son muy raros.
Da un poco de pena ver a los miembros de un Gobierno recién estrenado y con mayoría absoluta saltando de un lado para otro como conejos enloquecidos sin dar con la chistera, mientras se cargan todas las prestaciones sociales a cambio de nada. Por el amor de Dios, si el saco roto de los tóxicos de la banca son más de 200.000 millones de euros. Por más que lo intenten, no hay manera de tapar un agujero así sin que quiebre el Estado.
Quien tenga afición por los momentos históricos, esta es la suya. Que abra bien los ojos y se prepare para ser testigo de cargo. Lo que van a ver no es una escaramuza cualquiera. Es Waterloo. Nadie se atreve a decirlo en voz alta porque el que más y el que menos está con el agua al cuello. Y en esa situación lo único de lo que quiere oír hablar la gente es de botes salvavidas. El problema, como siempre, es que no habrá para todos. Pero la orquesta ya ha subido a cubierta.
¿Y qué pasará entonces? Nada. Es posible que en pocos meses tengamos un Gobierno distinto, de concentración, o más probablemente uno de esos Gobiernos llamados técnicos, tutelado directamente desde Berlín. O sea, los hombres de negro. También puede ser que la unión monetaria europea se vaya al carajo.
En fin, que no parece aconsejable encariñarse demasiado con las cosas materiales. Todo es efímero. Imagínense que ni siquiera el amor de Ingrid Bergman por Bogart en Casablanca fue para toda la vida. Pero tranquilos. Somos una generación que ha superado la separación de los Beatles. Sobreviviremos".

La escritora, premio Fernando Lara de Novela en 2009 y finalista del Planeta en 2003, me ha remitido un escrito en el que afirma: “Enric González es uno de mis periodistas de cabecera y soy de las lectoras que echa enormemente en falta sus antiguas columnas en el periódico. Hace unos años, en el 2009, fui presidenta del jurado que le concedió el  Premio Cuco Cerecedo, otorgado por la Asociación de Periodistas. Con lo cual queda claro que soy una lectora asidua y entusiasta de sus artículos. Me gusta su estilo, la elegancia que pone en los matices, una saludable dosis de escepticismo, cierta ternura de fondo que tienen todas sus crónicas  y una tenacidad muy suya para cuestionar las verdades establecidas. Es muy posible que en mi columna Salvar el momento se refleje esa admiración de fondo. Reconozco las semejanzas y  entiendo que a muchos lectores les hayan parecido más que casuales las coincidencias. No he tenido el texto de Enric delante a la hora de escribir, pero tengo tan interiorizados algunos de sus recursos retóricos que es posible que los haya mimetizado. En los últimos tiempos la cubierta del Titanic está efectivamente demasiado concurrida. Aunque creo que las referencias al naufragio,  Bankia, los hombres de negro, los gobiernos técnicos y otros descalabros fueron casi un lugar común en toda la prensa durante la semana del rescate.
Las afinidades electivas existen desde mucho antes que Goethe. Todos estamos en una misma línea de perplejidad o fatalidad y a veces quizá no tengamos el ingenio suficiente para crear imágenes verdaderamente nuevas y acabemos repitiendo expresiones o ideas que flotan en la atmósfera. De modo que resulta difícil decir qué es original y qué no. Si esto es una cura de humildad para cualquier periodista, imagínense la desazón  que debió de sentir Thomas Mann cuando estaba escribiendo Doktor Faustus y recibió El juego de los abalarios, de Herman Hesse, al darse cuenta de lo muchísimo que tenían en común.
El periodismo es también, como la literatura, una tradición y una herencia. Está lleno de préstamos e intercambios. En este oficio ocurre a menudo que uno cree tener una idea original y no es consciente de que en realidad la oyó la noche anterior en el telediario, o en una tertulia o se la escuchó a un amigo o la leyó en Facebook. Nadie está libre de ese influjo.  Baste decir que hasta el Espíritu Santo tomó prestada la crónica del Diluvio Universal de la gesta de Gilgamesh, y eso que entonces no existía internet. Hoy el inconsciente individual y colectivo está en las redes sociales. No sé si  eso es bueno o malo, aunque en ocasiones resulta  abrumador.
Pero para un gremio como el nuestro -al que le cuesta admitir la idea de deber algo a sus antecesores, no digamos ya a sus contemporáneos-  no viene mal que, de cuando en cuando, alguien nos recuerde que no somos únicos, ni originales, ni irrepetibles, ni estamos solos en el mundo”.

Fortes me ha manifestado de forma reiterada que no tuvo delante el artículo de González cuando escribió el suyo. La similitud de determinadas construcciones e imágenes literarias conduce entonces a un insólito episodio de “intertextualidad” (añejo concepto elaborado por Kristeva), entendida como absorción y transformación de otro texto que, cuando no se da a través de citas debidamente acreditadas, levanta razonables sospechas de copia en sus lectores. Incluso ateniéndonos a la afirmación de la escritora de que se trata de un resultado involuntario, la comparación revela una seria merma en la originalidad que debe tener un texto de autor. Demasiados parecidos.

Rescate de España

Por: | 18 de junio de 2012

El domingo 10 de junio, el diario abría a cinco columnas con el titular “Rescate a España”. La expresión se ha repetido en distintas informaciones del diario y el pasado viernes volvía a aparecer en portada. Un lector, Juan Jorganes, escribió a este defensor advirtiendo que el sustantivo rescate exige la preposición de. “Rescate puede ser en castellano una forma verbal, que traslada una orden o una súplica: rescate a mi hijo, por favor o rescate a mi hijo inmediatamente. El desarrollo del titular y las demás noticias de ese día descartan el verbo.Se trata, entonces, del sustantivo rescate. Pero si se quiere precisar el significado de ese sustantivo, exigiría un complemento con la preposición de: rescate del náufrago, rescate de una concesión, rescate de un seguro”. El titular correcto debió ser “Rescate de España”. El lector recuerda que el diario está comprometido con el respeto a la sintaxis del castellano y critica el empleo político por parte el Gobierno de eufemismos para describir lo que está sucediendo en esta crisis.
    La actualidad económica explica el empleo reiterado del concepto de rescate. Otra cosa es que deba hacerse correctamente. El problema es tan general y reiterado en los medios de comunicación que la semana pasada la fundación del español urgente Fundéu BBVA publicó una recomendación a propósito de este asunto. En la misma, coincidiendo con la argumentación del lector, se explica que “con la palabra rescate, aquello que se recupera o se libera de un peligro o daño se introduce con la preposición de y no a, por lo que se recomienda hablar de rescate de la banca en lugar de rescate a la banca. En las noticias sobre las ayudas de la Unión Europea a los bancos españoles no es raro ver el uso de la preposición a, como en los siguientes ejemplos: "El Eurogrupo supedita el rescate a la banca al compromiso de España con el déficit" o "El rescate a los bancos se coloca como tema de moda en Twitter". Aunque con el verbo rescatar se usa la preposición a, con el sustantivo rescate lo apropiado es emplear de ("rescate de la banca"), tal como se señala en el Diccionario de uso de las preposiciones españolas, de Emile Slager”.

Retención o secuestro

Por: | 11 de junio de 2012

Unai Aranzadi envió un correo en el que advierte que en las declaraciones que se citan literales del periodista Romeo Langlois tras ser liberado por las FARC de Colombia aseguró que “Mi secuestro ha sido politizado” cuando él dijo ante las cámaras que “Mi retención ha sido politizada". Efectivamente, el periodista francés utilizó el término retenido en lugar de secuestrado en sus declaraciones a Tele Sur. A lo largo del día, sin embargo, me explica la periodista responsable de la noticia también utilizó el término “secuestro”. En la reproducción literal de sus palabras ante las cámaras de Tele Sur debió respetarse el término que empleó. Otra cosa es que los diarios deban interiorizar los eufemismos con que la guerrilla o el Ejército describen sus acciones. Y es lícito en la información referirse al hecho como un secuestro. Lo ha hecho desde el diario de que procede el reportero, Le Figaro, a los propios periódicos colombianos. También el propio periodista. La redactora de la noticia comenta que procura tomar las máximas precauciones terminológicas en la descripción de estos hechos. Por ejemplo, nunca emplea el término “prisionero”, explica,  porque la expresión "prisionero de guerra" se utiliza según el Diccionario de Derecho Internacional para conflictos internacionales. Ello no impide, sin embargo, que en una información de la citada periodista en la que se reproducía un comunicado de las FARC cuando anunció que tenían al periodista galo en su poder se diga exactamente: “El Frente 15 informa a la opinión pública de que el periodista francés, uniformado de militar y capturado en pleno combate, está en nuestras manos y es prisionero de guerra”, dado que se trataba de una cita literal. La redactora comenta que “el término se cambió sin ninguna mala intención”. Mientras que es correcto hablar de secuestro en la descripción de los hechos, la cita literal debió respetarse porque el uso del término “retenido” no parece gratuito por parte del periodista en los momentos inmediatos a su liberación.

 

 

 

La foto del horror

Por: | 03 de junio de 2012

En Siria, la semana pasada, 108 personas, 59 de ellas niños, murieron asesinadas por las milicias de Bachar el Asad. El diario, en su edición digital del 26 de mayo informaba de la masacre que la edición impresa recogía al día siguiente. En elpais.com, la foto, tanto en portada, a partir de la noche, como en el interior, mostraba los cadáveres de varios niños. En la edición impresa, la foto era otra similar. Varios lectores, en los comentarios en la edición digital, añadieron más imágenes estremecedoras. Pero también hubo lectores que se dirigieron a la redacción y al buzón del Defensor criticando su publicación. No se trata de un debate inédito entre un supuesto fomento del voyeurismo sórdido y la pedagogía del horror teorizada, por ejemplo, a propósito de las imágenes de los campos de exterminio nazis.

Pedro M. Guerra propone “advertir de que el contenido de ciertas fotografías en el digital podría suponer un problema de tipo emocional”. El lector considera lamentable su publicación en un diario que, por norma general, tiene en alta estima. Miguel Ibáñez Monroy califica de devastadora la imagen: “¿pero, de verdad, es necesaria la fotografía? (…) Sinceramente me parece de una gratuidad tremenda y una falta de respeto para lectores y víctimas”. Otras cartas pedían la eliminación de la foto sin más. Adriana Sanín cree que desmerece la imagen del diario publicar esta foto. “Va más de acuerdo con periódicos de baja categoría, que hacen de la muerte un show, de la tragedia un morbo (…). ¿Qué tipo de publicación desean ser?”. Jesús Rodríguez subraya que este tipo de fotos “jamás se publican cuando hacen referencia a sucesos similares en el Primer Mundo: por favor, sean coherentes”. Mateus Rodrigues consideraba “inapropiado” que se divulguen este tipo de imágenes “sin que haya un aviso previo a los lectores”. Laura Quintana concluye: “Creo que su periódico, una entidad que transmite seriedad, no debería publicar imágenes como estas, ya que en mi opinión responden solo a intereses morbosos”. Álvaro Aytes Meneses afirma que “cuando el buen periodismo se deja leer, la frase ‘una imagen vale más que mil palabras’ pierde sentido”. Y critica la “permisividad” del diario con los vídeos en la sección de comentarios.

Varios diarios estadounidenses no publicaron esta foto en las ediciones digitales y sí incluyeron otras, menos explícitas. Una de ellas es una hilera de cadáveres envueltos en sudarios que, sin embargo, no alerta sobre la singularidad de este horripilante episodio: el infanticidio. The Times (30 mayo) publicó en la portada impresa la imagen de uno de los niños fallecidos. Algunos medios, antes de permitir el visionado de las imágenes, publicaban una advertencia sobre su contenido. El Libro de estilo establece que las imágenes desagradables solo se publicarán cuando añadan información. Es difícil agotar el análisis de las connotaciones que puede albergar una foto. La imagen en cuestión es un testimonio, suministrado por los propios ciudadanos, de una atrocidad cuya causa no es un accidente. Si así hubiera sido, no debería publicarse. Pero en este caso es el resultado de una acción criminal cuyos autores no desean que sea conocida. Y debe publicarse. Avaaz.org encabeza con esta foto una campaña de cartas (Protejan a los niños de Siria) para reclamar a la ONU la ayuda efectiva a la población. La han firmado más de medio millón de personas. Ricardo Gutiérrez, responsable de fotografía, explica que primero se evaluó la autenticidad del documento (la BBC, en esta noticia, publicó por error una foto de 2003 en Irak). Y se decidió publicarla porque, explica, “valoramos que respeta la dignidad de las víctimas”. Como apunta Michela Marzano en La muerte como espectáculo, el derecho a saber no supone que no deban levantarse diques sobre la realidad-horror. En la edición impresa no apareció en portada, con lo que se limitaba un impacto involuntario sobre el lector. En la digital, sí, y en esta portada se pudo haber acudido a otras alternativas. Sin necesidad de censurar la foto, su inclusión con una advertencia preliminar, como apuntan varios lectores, es una fórmula a considerar seriamente. He consultado a dos fotoperiodistas, premios Ortega y Gasset, sobre esta foto. Coinciden en apoyar su publicación.

“Lo terrible es que haya niños muertos. No las fotografías”, afirma Gervasio Sánchez, que ha cubierto desde el drama de Bosnia a la Guerra del Golfo, entre otros. Premio Nacional de Fotografía (2009), asegura estar cansado “de que asusten las fotos, pero no se salga a la calle a combatir estos crímenes”. “Esta fotografía añade información: niños que deberían estar en el colegio yacen muertos por la brutalidad de la guerra y la inoperancia de la diplomacia. Es dura, pero la guerra es así de salvaje. Lo que hay que hacer es luchar para evitar la guerra. Lo preocupante es que en ocho años un apóstol de la paz llamado José Luis Rodríguez Zapatero sextuplicó la venta de armas españolas y nadie se ha escandalizado. No recuerdo ningún debate en esta sección sobre este vergonzoso mercadeo de la muerte. Si en España hubiera una guerra como la de Siria, por supuesto que estas fotos habría que publicarlas. De hecho, se hizo durante nuestra Guerra Civil. El objetivo debería ser respetar y salvar la vida de los pequeños. Una vez muertos, es más importante denunciar lo que ha ocurrido que precintar la denuncia porque tenemos que respetar el dolor de las familias. Ocultarlo sería un acto de hipocresía”. El fotógrafo lamenta que se eternicen los debates sobre las fotos y no sobre lo que estas reflejan. “Todavía hoy en cada conferencia me preguntan sobre la imagen de Kevin Carter en Sudán, en 1994, de un niño famélico con un buitre rondándole. ¿Por qué preguntan sobre la foto y no sobre la hambruna del país y sus causas?”. Gervasio Sánchez recuerda que el último premio Pulitzer es una imagen centrada en una niña aterrorizada tras un atentado en Kabul. A su alrededor pueden verse los cadáveres de ciudadanos, adultos y niños, víctimas del coche bomba.

Sandra Balsells, profesora en la Universidad Ramon Llull, considera que esconder la imagen sería hacer el juego a los verdugos, a la dictadura. “Cada foto pide una reflexión. Es verdad que incomoda, pero esa lectura se hace desde las sociedades opulentas. Cuando estuve en Kosovo, los propios familiares de las víctimas te llevaban al velatorio para fotografiar el cuerpo de su hija porque su voluntad, por encima de la tragedia personal, era denunciar lo que estaba ocurriendo. La imagen no es ofensiva. Lo ofensivo es el hecho. Y ojalá provocara la movilización ciudadana o algo de sensibilización”. Balsells recuerda fotos que sí lo consiguieron como la de la niña vietnamita corriendo desnuda víctima del napalm.

En la primera Guerra del Golfo se criticó acertadamente la estrategia de Estados Unidos para presentarla como una ciberguerra. El Pentágono suministraba imágenes de bombas que impactaban con precisión en unos objetivos donde nunca podían observarse víctimas humanas. Una muestra de cómo evoluciona la reflexión sobre este tema la tenemos en el elaborado pensamiento de Susan Sontag, consciente de que la fotografía ha acompañado siempre a la muerte. En 1977, propuso una ecología de las imágenes para evitar que su abundancia en determinados temas provocara un efecto anestésico. Pero en 2003 (Ante el dolor de los demás) escribía: “Debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan”, admitiendo que se atribuye demasiado valor a la memoria emocional, que favorece la imagen, frente a la reflexión. Sontag reivindicaba que “las imágenes dicen: esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer”.

 

Faldas y estropajos

Por: | 01 de junio de 2012

La cita en una crónica al  vestido de la secretaria del juzgado y la imagen de una entrevista a Carme Riera como nueva académica de la RAE han provocado el reproche a tener en cuenta de algunos lectores. Reproduzco sus comentarios. Todas plantean que ambos casos reproducen estereotipos sobre la mujer. En el caso de la citada entrevista dominical, que siempre tiene un tono desenfadado, la entrevistada participa de la broma. La lectora plantea que esta broma, asociada al lema de la institución, no se ha hecho cuando el recién nombrado es un hombre.

Esther Forgas, catedrática de Lengua Española de la universidad Rovira i Virgili escribe: “¿A nadie le ha sorprendido/indignado la gracieta de EL PAÍS del domingo 27 de mayo fotografiando a Carme Riera ataviada de cubo y estropajo limpiando los cristales de la RAE? Me sorprende e indigna que a estas alturas de siglo, con la Ley de Igualdad en vigor, y tras varias décadas de reivindicaciones al parecer estériles, los periodistas de un diario de prestigio como es EL PAÍS hayan sucumbido a la tentación del chiste fácil basado en el lema “Limpia, fija y da esplendor” de la Real Academia, pero todavía me sorprende/indigna más que Carme Riera, una de las escasísimas mujeres que ha conseguido, por méritos propios, un sillón en la Academia, se preste a tan burdas chanzas, cultivando  y reforzando con su imagen  uno de los más innobles estereotipos de género: el de la mujer que entra a formar parte de una institución como fregona, es decir, como señora de la limpieza y no precisamente  de la limpieza y esplendor del idioma, como le correspondería, sino de los cristales de la docta. Y no se me diga que miro exclusivamente con anteojos de género la realidad –que lo acepto con gusto y orgullo- ya que el detalle es tan explícito que incluso hiere la inteligencia de los lectores y lectoras del periódico, que ni siquiera ha hecho el ejercicio periodístico de la sutileza tendenciosa a la que nos tienen acostumbradas los medios. ¿Qué opinarían quienes creen que hablar de humillación de género es sacar las cosas de quicio si hubiera entrado en la RAE un escritor hispano de raza negra (que, por cierto, los hay y buenos) y saliera en la fotografía el recién elegido limpiándole las botas al director de la RAE?  Se justificaría de igual manera la gracia en razón del lema académico, pero estoy segura al cien por cien que tal fotografía no llegaría a publicarse jamás. Es más, sabemos que la mejor manera de descubrir el sexismo oculto o  explícito de cualquier situación es jugar al contraejemplo: ¿a alguien se le ocurriría pedir en su momento a don José Manuel Blecua, actual director de la RAE, que posara después de su nombramiento armado de una fregona y cubo sacando lustre a los suelos del venerable edificio? Pues eso, no hay nada más que decir. ”

 

Y las tres cartas sobre el vestido de la secretaria. José Sarabia y Álvarezude expone que”como me importa mucho “mi” periódico, pues algo de él considero “mío” por ser lector impenitente diario desde hace 37 años, me tomo la libertad de enviarle este mensaje, con el que únicamente quiero someter a su consideración lo que me ha parecido un desliz, dando a este término el más amplio y desenfadado significado”. Y destaca la mencionada frase “que me parece inadecuada, si no impertinente y con tufillo machista. ¿Qué aporta a la información de la subasta que el vestido llegue a la rodilla, hasta los pies o que fuera un escueto pantalón? La noticia está redactada de manera admirable, de forma sencilla y humanizada (si cabe, ante la tragedia de aquel asesinato) explica lo acontecido en el juzgado y la trascendencia de la subasta de manera minuciosa y muy comprensible, tanto que se vive la subasta y el lugar. Una magnífica crónica, pero ¿qué pinta que el vestido de la secretaria judicial llegue o deje de llegar a la rodilla?”.

 “Me sorprende enormemente que en la noticia La viuda puja por la casa del asesino, la periodista nos diga que la secretaria judicial lleva una falda hasta la rodilla. Qué aporta esa acotación? Maria Llop”.

José Manuel Díaz García, citando la frase de que la secretaria judicial iba con un vestido hasta la rodilla, muestra su sorpresa al leerla.  “En un principio dudé de haber leído correctamente y mi reacción natural fue leer de nuevo. No, no me había equivocado, la crónica incorporaba la descripción que había producido mi estupor inicial. Instintivamente busque la identificación del periodista que la había remitido. Nueva sorpresa, una mujer la suscribía. ¿Qué interés puede tener el largo del vestido de una secretaria judicial? ¿Cómo es posible que tal descripción sortee los controles de edición de su diario? "

He traslado las cartas a la autora de la crónica, Rebeca Carranco. Ésta es su respuesta: “La intención al describir el tipo de indumentaria que llevaba la persona que inicia la subasta de los bienes de Santiago Mainar es sencillamente la de intentar trasladar al lector a la escena. Poder imaginar como es ese momento en el que llama a los pujadores y les conduce hasta la secretaría de la Audiencia de Huesca.  Era una mujer y llevaba un vestido hasta la rodilla. De haber sido un hombre, con una americana ajustada (por ponernos a imaginar), también lo habría descrito”.

El País

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