Defensora del Lector

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La figura del Defensor del Lector fue creada por la Dirección de EL PAIS para garantizar los derechos de los lectores, atender a sus dudas, quejas y sugerencias sobre los contenidos del periódico, así como para vigilar que el tratamiento de las informaciones es acorde con las reglas éticas y profesionales del periodismo. Puede intervenir a instancia de cualquier lector o por iniciativa propia.
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Defensora del lector

Lola Galán

se incorporó a la plantilla de EL PAÍS en 1982, tras una etapa como colaboradora del diario. Ha sido redactora de las secciones de España y Sociedad, y reportera de la sección Domingo. Entre 1994 y 2003 ha ocupado las corresponsalías de Londres y Roma. En los últimos años ha trabajado para los suplementos del fin de semana, incluida la revista cultural Babelia. Madrileña, estudió Filosofía en la Universidad Complutense y Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid.

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Guías de turismo y 'greeters'

Por: | 27 de julio de 2012

He recibido varias cartas, cerca de una treintena, de queja de guías oficiales de turismo por un artículo publicado en el digital sobre los greeters. Muchas cartas son idénticas –que repiten un error de fecha sobre la publicación del citado texto. Otras incorporan consideraciones propias. La argumentación general de las mismas es que el artículo hace una descripción negativa de su labor profesional frente a la supuesta gratuidad de este tipo de guías-amigos. El artículo se titula ¿Pagar por un guía turístico o visitar gratis con un greeter?. Los remitentes reivindican su trabajo en la medida que, afirman, actualizan constantemente sus conocimientos sobre el patrimonio y la historia de los lugares que muestran y critican el tono despectivo con que se describe su tarea (“Quienes recurren a los greeters tienen claro que están hartos de retahílas de informaciones históricas”)  (Y los greeters lo hacen “con entusiasmo, una cualidad olvidada por algunos guías oficiales que llevan lustros repitiendo la misma cantinela con escaso afán, regalando a los turistas un panaché de fechas, arquitectos, reyes y guerras imposibles de recordar y recomendando tiendas de souvenirs y restaurantes de calidad cuestionable”).

 La autora del reportaje, Salomé García, me ha remitido el siguiente texto:

“El artículo parte de mi experiencia reciente de un paseo por Bruselas con dos greeters. Éramos un grupo de periodistas invitados por Turismo de Flandes y  Bruselas y nuestra visita por la ciudad fue guiada por una guía de turismo profesional y titulada que se encargó de explicarnos los principales monumentos e incluso, como agente autorizada para guiar grupos, de solicitar permiso en un restaurante para que pudiéramos tomar fotos. Las greeters, una de las cuales está jubilada después de trabajar varios años en la embajada belga en Madrid, simplemente siguieron la ruta marcada por la guía y, de cuando en cuando, nos señalaban “dos manzanas más allá hay un café donde Magritte se reunía con sus compañeros surrealistas” o “recuerdo que este barrio hace unos 15 años daba miedo y ahora está muy recuperado con tiendas de diseñadores como Marc Jacobs”. Tampoco nos intentaron llevar a un bar u otra tienda con sospechosas intenciones. El restaurante fotografiado fue una petición de los propios periodistas tras un comentario de la guía como “uno de los restaurantes de vanguardia de Bruselas”, nunca fue iniciativa de las greeters. Por supuesto, no pidieron propina alguna. En ningún momento quedó duda de cuál era el papel de cada una. La guía aportaba una explicación académica, agradable y profesional. Lo de las greeters eran más experiencias personales, de bruselenses de toda la vida. La Oficina de Turismo de Bruselas no es la única que colabora con los greeters, lo que demuestra que fuera de España los límites entre guías profesionales y greeters está muy bien definidos y nadie se plantea si hay competencia desleal. Este apoyo de los municipios y oficinas de turismo es, precisamente, porque los greeters acompañan por rutas inusuales, barrios de la periferia…
Lamento haber podido molestar a guías profesionales, colectivo al que respeto y sin los que en muchas ocasiones no podríamos sacar adelante reportajes sobre tal o cual ciudad. No era mi intención ya que entiendo que un guía profesional, titulado, experimentado tanto en lo didáctico, por así llamarlo, como en lo psicológico (porque liderar un grupo de cuarenta turistas cada uno de su padre y de su madre requiere amplias dosis de psicología, empatía y, por supuesto, de santa paciencia)  tiene unas aptitudes muy superiores a las de un greeter que no deja de ser un ciudadano común, voluntarioso, pero sin esa formación. Por esa misma razón en el texto recalco que un greeter solo puede acompañar, que no guiar, a grupos hasta un máximo de seis visitantes. Guiar a un grupo numeroso es una responsabilidad que requiere recursos profesionales que solo un guía puede ofrecer.
El párrafo que más dolor ha suscitado es en el que me pregunto “¿Tapear en un pequeño bar que solo conocen los locales o, en más ocasiones de las deseadas, acabar en un restaurante para guiris con la sospecha de que el guía se lleva una comisión?”. Bien es cierto que recalco que es algo que sucede “en más ocasiones de las deseadas”, no siempre, pero sucede. Me ha sucedido. También he vivido el caso contrario: tener la tarde libre y que el guía me sugiera para cenar una terracita encantadora lejos del circuito turístico, muy apañada de precio y sin llevarse comisión. En Alepo el guía me recomendó un bar donde ponían unos kebabs estupendos. Nada turístico, cero comisión. En Sao Paulo el guía me descubrió el Hamburguinho, una hamburguesería popular, nada turística, donde comí una de las mejores hamburguesas de mi vida. Y sin comisión. En Jordania el guía nos llevó a un merendero para guiris a los pies de Wadi Rum con menú de filete empanado y patatas fritas (¡en Jordania!) a 15 euros. Me sublevé junto con otros cuatro viajeros y descubrimos, a dos pasos, que un señor egipcio regentaba un local enano con falafel a 1 euro. Nos atendió de mil amores y creo que es el mejor falafel de mi vida. Honestamente, creo que son las ovejas negras de la profesión, los que han abusado de la buena fe del turista (y de su bolsillo), los que han abierto hendiduras que ahora llenan los greeters y acaban pagando justos por pecadores.
En el texto también sostengo que “el entusiasmo, una cualidad olvidada por algunos guías oficiales que llevan lustros repitiendo la misma cantinela con escaso afán, regalando a los turistas un panaché de fechas…”. Quede claro que son solo “algunos”, no todos. Ciertamente solo unos pocos. Pero los hay. Me los he encontrado. Hace dos meses en un viaje por la República Checa una guía oficial nos recitó tal cantidad de barones de Luxemburgo y otros muchos cuyo único común denominador era la terminación –burgo que soy incapaz de recordarlos. En cambio, en el Museo Middelheim, un jardín con obras de arte al aire libre que recorrimos bajo una manta de agua, la guía, parapetada bajo un paraguas, nos hizo una muy amena e interesante la visita. Y juro que allí caía el diluvio universal y hacía mucho frío.
Doy fe de que hay tours temáticos estupendos realizados por guías profesionales (hace un año recorrí Londres siguiendo el origen de la ginebra), pero por otra parte aprecio que haya voluntarios que se atrevan a acompañar a turistas off the track (utilizando la palabra sajona), fuera del circuitos convencionales. He viajado mucho desde muy joven, por trabajo y por placer, y guardo excelente recuerdo de muchos guías. Que unos y otros no se pisen en España es responsabilidad de todos y entiendo que las autoridades municipales, oficinas de turismo y policía municipal deben estimular el turismo, pero también controlar el ejercicio de un trabajo profesional del que dependen muchos puestos de trabajo. Y apoyo, como no, que los guías profesionales, que como autónomos siempre son trabajadores muy vulnerables, estén atentos a toda posible forma de intrusismo”.

 Diana Pedersen Álvarez, por ejemplo, comenta que está “de acuerdo con que, como en todas las profesiones, hay colegas nuestros que no hacen su trabajo con la ilusión y la sabiduría que se podría desear, pero que seguramente tampoco le parecería lógico que generalizáramos sobre el trabajo que realizan los periodistas”. Por otra parte, escribe, la periodista se contradice cuando dice:“… Para lo primero, contrate un guía profesional titulado. Para lo segundo, un greeter.” “Si estamos hablando de un favor”, comenta, “no parece adecuada la palabra ´contratar´, de lo contrario estaríamos hablando en ambos casos de un servicio contratado”.

Jacqueline Metitieri, por su parte, subraya “contínuamente sugiere que estos greeters no cobran, algo así como que trabajan por amor al arte, y que son mucho más baratos, pero, por lo visto, sigue demostrando que no se ha preocupado de “pasear” tampoco con ellos” La lectora asegura que “no sugieren una propina o la voluntad, sino que la piden muy directamente” y da por seguro que “si te llevan a una tienda o a un bar, por supuesto que lo hacen porque tienen un acuerdo preparado y cerrado de antemano. Por cierto, cobrando siempre todo en negro. Me imagino que Salomé tampoco sabe que los guías oficiales somos autónomos (un colectivo cada día más expuesto y con mayores riesgos), y como tales cobramos y tributamos todos nuestros servicios mediante factura”.

 Algunas cartas exponen su propia experiencia y pasión por su trabajo, son testimonios de la preparación que hay detrás de muchos guías profesionales. “Yo, Juana Kraft Rothfusz, soy Guía oficial de Sevilla, de Málaga, de la Comunidad de Madrid, guía autorizada de Patrimonio Nacional y acreditada en todo lo mencionado en cinco idiomas. Tuve que nacionalizarme, yo era holandesa, pero, es que en mi época, (1986), para ser Guía Oficial de Turismo, se exigía la nacionalidad española, esto implicó la obligación de cambiar mi nombre (Jenneke Mauritia en Juana Mauricia), para españolizarlo, y  luego de innumerables exámenes para ejercer la profesión de Guía Turística, estoy hoy, con 55 maravillosos años (de los cuales casi 40 en España), disfrutando de una vida profesional, pensando a menudo,  qué suerte tienen/tenemos algunos, trabajar y ganarte la vida con lo que más te gusta en ella, y te has preparado y sigues preparándote toda la vida, para actualizarte. Ha sido y sigue siendo una lucha de toda una vida. Me encanta. Sobre todo hoy, la CAM nos ha borrado del mapa como profesionales en Madrid. Nuestra economía doméstica depende de nuestra profesionalidad, nuestra seriedad en el trabajo, nuestra lucidez, y así, profundamente documentados, y no le quepa duda, nos vuelven a llamar nuestros clientes una y otra vez. Acabo de terminar la licenciatura de Hª del Arte en la Complutense. Ya van dos carreras para cumplir con mi cometido como guía de Turismo. No me lo exigen. Solo lo hago para dar mejores explicaciones y más documentadas a mis turistas, y mi objetivo: que se vayan con la mejor de las impresiones de nuestras ciudades españolas y también, que vuelvan, con amigos si puede ser, lo recomienden, y, créame, lo hacen, me consta.  Si esta es la industria más importante de nuestra querida España, el TURISMO, démosle calidad, por favor, que es de lo poco que nos queda con esta terrible crisis, manejémoslo de modo positivo y con seriedad. Me duele el tono frívolo de su periodista refiriéndose a mi profesión...”.

Cuando el artículo hace una descripción negativa de la práctica de guías profesionales, se refiere a algunos. No hay una generalización, pero sí que el lector puede sacar la idea de que es preferible un greeter para disfrutar de rutas alternativas, sin acopio de datos, que da la sensación de que aburren. También se habla de que los guías profesionales suministran “información interesante” o llevan a los lugares “imprescindibles”. Pero, al margen de un error de construcción de un párrafo sobre las citadas comparaciones, donde las quejas tienen su principal fundamento es que frente a las dudas manifestadas sobre las prácticas de algunos guías profesionales, la imagen de los greeters es angélica. La visita gratis del greeter, como se titula el artículo, no parece que sea tal en todas las ocasiones. El propio artículo menciona que reciben propinas de los turistas o que “aceptan donativos de corporaciones” sin aclarar la finalidad de tales donativos (¿opacos fiscalmente?). De la misma manera que se puede ser crítico con una mala práctica profesional, que la hay en cualquier colectivo, se ha de serlo con la posibilidad de encontrar greeters menos amigables de lo que parece. El agravio no reside tanto en que se mencione que hay guías profesionales rutinarios. Reside en la comparación con los greeters, sobre los que no se proyecta ninguna sombra. Indudablemente, un pie de foto, que no es responsabilidad de la periodista, donde se asegura que “los guías tradicionales están condenados a desaparecer”, algo que de ninguna manera puede deducirse del artículo, dan más razones a la queja.

Baile estadístico

Por: | 18 de julio de 2012

Dos errores en gráficos estadísticos publicados estos últimos días.
Román Santos Sanz remitió un mensaje señalando que el gráfico sobre remuneración de asalariados en el sector público en la edición impresa de EL PAÍS (el día 12 de julio y repetido el 15) “resulta muy engañoso al representar las separaciones en el eje de abscisas distintos períodos de tiempo. Así, las separaciones finales corresponden a un año, mientras que hacia la izquierda tenemos tres períodos de tres, cinco y 15 años. En conjunto, la impresión visual inicial es que este concepto ha crecido desmesuradamente (la pendiente de la curva representada es muy alta al inicio del gráfico) para frenarse en los últimos años. Sin embargo, si representamos adecuadamente la curva, tendríamos que el primer punto representado estaría, aproximadamente, sobre la oreja izquierda de Luis de Guindos, cuya foto aparece en la página 14. Al menos, deberían haber señalado más claramente la existencia de estos saltos temporales en el eje de los años, por ejemplo, haciendo marcas de corte en dicho eje”. Infografía, a quien trasladé el comentario, ha reconocido este error de escala.


Estadistica

Por su parte, G. Estañ señaló un error en las cifras de una tabla publicada el 12 de julio sobre el mapa municipal español por tramos de población. No se trata de una equivocación al trasladar los datos originales. El error ya estaba en la información suministrada. Una equivocación en el número de municipios con una población de 101 a 500 y de 501 a mil hacía que, en este segundo caso, el número total de habitantes de estas poblaciones (753.696) fuera incomprensible, era menor a cualquier cálculo posible, aunque atribuyéramos a todos los municipios el mínimo de población posible (501). El lector señalaba que resultaba chocante que “en los datos de municipios de 100 a 500 habitantes, vivan cerca de 700.000 personas, y en el de 500 a 1000 algo más de 750.000. Tomando el segundo intervalo por lo bajo en los dos parámetros, es decir, que fuesen 2.000 municipios de 500 habitantes ya serían un millón de habitantes”.
Efectivamente, reproduzo el cuadro original y el corregido, con datos suministrados nuevamente por la fuente, una organización municipalista que para elaborarlo ha usado datos el INE y del Ministerio de Hacienda, donde se aprecia el cambio en el número de municipios de 101 a 500 habitantes y de 501 a 1.000. Obviamente ello también altera los porcentajes.

Tabla publicada

Población1

Tabla corregida

Población2

Nota: Por indicación de un lector he corregido el término "gráfico" por el de "tabla".

Sobre el beato y periodista Manuel Garrido

Por: | 12 de julio de 2012

Rafael Higueras, postulador de la causa de canonización del periodista Manuel Garrido, Lolo, me ha remitido una carta en la que critica queal censurar la distinción que se le ha concedido al Beato Lolo”, le define en la noticia como “un reportero que escribía de religión”. No he encontrado en el artículo la expresión “un reportero que escribía de religión”. La noticia expone la división en el seno de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) a la hora de acordar concederle el carné honorífico, a título póstumo. Al explicar su obra se detalla que “fue autor de una decena de libros y cientos de artículos publicados en la prensa provincial y nacional de contenido social, humano, religioso y místico. A través de un comunicado, la FAPE destacó que Lolo “elaboró un profundo código deontológico”, para la profesión periodística. Trabajó en diarios como Ya y Abc, y su obra literaria más famosa fue El árbol desnudo, que fue finalista del Premio Nadal. Pero fue la revista Vida Nueva la que le adquirió su primera obra, El sillón de ruedas, una metáfora de lo que fue gran parte de su vida”. Si se refiere al subtítulo de la información “reportero fallecido en 1971 que difundía la religión”, ello no implica que escribiera de asuntos exclusivamente religiosos. Se refiere a las perspectiva doctrinal desde la que lo hacía.

El remitente afirma (párrafo que reproduzco sin entrar a debatir sobre la neutralidad de cualquier doctrina) que “no escribía solo de religión. Pero, además, la especialización de un periodista (economía, cultura, deporte) no determina por sí sola los méritos del profesional. ¿O es  que lo religioso descalifica por sí mismo? Pero, además, es que Lolo escribió numerosos artículos  de índole social: la situación de la minería  -Linares era entonces era una ciudad minera-, de la precariedad de la vida de los silicosos, del analfabetismo, del salario mínimo, del déficit de escuelas... ¡Y eso era en los años 50 y 60! Por ello recibió un “recado” alguna vez: “El cojo va a dormir en la cárcel esta noche”. Lo que pasa es que Lolo escribía de esos temas con la Doctrina Social de la Iglesia en la mano…; y esa doctrina no es de derechas ni de izquierdas. Desde esa misma doctrina, firmó en blanco la “hoja”, sin  escribir nombres que él bien se sabía, y así la devolvió a quienes se la trajeron; en la “hoja” le pedían que delatara a quienes mataron a su hermano en 1936, o a quienes le denunciaron a él para llevarlo a la cárcel en 1937. Dijo: “Bastante odio ha habido ya””.

 El remitente señala un error en la información. El cardenal Cañizares no asistió a la beatificación. Y asegura que en el proceso de beatificación no se ignoró “su labor evangelizadora”. “En un proceso de beatificación ( que es parte del completo proceso de canonización) de un no mártir siempre empieza por estudiar su vida y virtudes (y se prescinde totalmente de que haya o no posible milagro). Solo cuando esa vida ha sido estudiada y declarada como heroica (y en el caso de Lolo se estudió su "labor evangelizadora" como catequista, como periodista, como escritor), solo después de demostrado eso, se acude al análisis de un posible milagro, como otro paso más del proceso”.

 Finalmente, y con plena justificación, se queja de algunos comentarios no bloqueados de la noticia que resultan ofensivos para la persona citada. Se ha procedido a su retirada.

Jerusalén no es "la capital israelí"

Por: | 10 de julio de 2012

Un lector envió una queja a propósito de que el suplemento Shopping & Style publicara recomendaciones turísticas para visitar Israel que, afirmaba, incluían territorios ocupados. El lector, Santiago González Vallejo, sospechaba que se trataba de un anuncio de Turismo israelí. El artículo iba firmado y era responsabilidad de un periodista, no se trataba de un texto publicitario. En un mensaje privado le respondí que los lugares citados no podían considerarse territorios ocupados. Sin embargo, sí tenía razón en un punto. El texto citaba Jerusalén y la definía como la capital israelí. El Libro de Estilo determina que “expresiones como ‘Jerusalén, la capital israelí’ o ‘el régimen de Jerusalén’ no deben emplearse, salvo que se trate de citas textuales de procedencia israelí. La ciudad de Jerusalén goza de un estatuto de internacionalidad, amparado por las Naciones Unidas, que data de 1949. En 1951, Israel decidió unilateralmente que Jerusalén sería la capital del Estado, y Tel Aviv, la sede del Gobierno. Desde la ocupación y anexión de la zona, en junio de 1967, varias resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad de la ONU han pedido la anulación de las disposiciones que atentan contra el estatuto de Jerusalén”.  De hecho, la mayoría de gobiernos, entre otros el de Estados Unidos, mantienen sus embajadas en Tel Aviv.

La gestión de los errores

Por: | 08 de julio de 2012

 

Una fuente que advierte periódicamente de errores que alberga el diario son los propios lectores. Transcribo algunos de los casos remitidos. Hay un tipo de equivocación que puede detectarse simplemente con una lectura atenta del texto porque no obedece a un arcano error documental, sino que se produce al organizar el relato de la noticia, lo que apunta a un descuido en la edición. Varias de las pifias reseñadas han sido corregidas. Otras se han ignorado. Pero el trámite para documentarlas y corregirlas a través de la Fe de errores no está suficientemente engrasado y funciona de forma muy irregular. Un fallo persistente es que una corrección de un error en la edición digital o la impresa no se traslada a la otra edición si ha sido publicada en ambas. Se hizo muy correctamente, por ejemplo, en una Fe de errores sobre un gráfico del copago farmacéutico, que se corrigió en la edición impresa (25 de junio) y se reprodujo la nota en la versión digital, que modificó la infografía. Por el contrario, una corrección publicada en el diario sobre los viajes de Rajoy al extranjero (27 de junio) no se reprodujo en la edición digital, que mantiene el error. La semana pasada, un lector, Antonio, avisó sobre que un artículo de Opinión (2 de julio) contenía una alusión al Consejo de Europa cuando debía referirse al último Consejo Europeo de la UE. No ha sido rectificado.

Hay episodios más añejos. José del Val reportó una equivocación en un pie de foto de la edición impresa de Babelia, corregida en la digital, en el que aparecían Eva Braun y Adolf Hitler y se indicaba que la misma estaba tomada… en 1951. Abría el mensaje con una reflexión general. “No es un asunto nuevo el número de errores en el diario (ya tratado anteriormente por otros defensores del lector), y lo lamentable es que se siguen produciendo, y algunos garrafales, que demuestran la falta de controles internos o, al menos, de su eficacia”. Tras la advertencia de un lector, Luis González, se publicó una Fe de errores a propósito del que albergaba el artículo La fanática moderación británica en el que se citaba una carta remitida a Lenin en 1926 cuando el destinatario fue Stalin. Lenin había fallecido en enero de 1924. Y, muy correctamente, se incorporó en la versión digital como tal, al tiempo que se subsanaba el error en el texto.

El escrutinio de los lectores alcanza muchos resquicios. Quim Ruiz señalaba en abril una confusión de cifras a propósito de las empresarias de moda Mary-Kate y Ashley Olsen. La frase publicada en la edición impresa decía: “Su imperio de la moda ha superado ya los 1.000 millones de dólares (760.000 euros)…”. Y comentaba, “¿Tanto se ha devaluado el dólar? ¿Esta revaluación galáctica del euro es la causa de la crisis económica? ¿O, simplemente, hay un flagrante —y repetido— error de escala?”. La errónea conversión en euros de la cifra fue suprimida en el cuerpo del texto de la versión digital, pero no en el subtítulo de la misma, sin mayores avisos. No aclarar el error puede inducir otro nuevamente. En junio, otra información sobre las Olsen cifraba, esta vez, su facturación en 760.000 millones de euros. Ahora sí. Se publicó una Fe de errores sobre esta última, que se incorporó perfectamente en la versión digital para avisar del cambio del texto original.

Otros lectores apuntan otro tipo de errores. Como la expresión “merienda de negros” usada en la noticia Una máquina de devorar caudillos. Como comenta Alfonso Bara, “creo que huelga decir y lamentar terriblemente lo inapropiado de tal expresión, de marcado cariz racista”. Y ello, sin entrar en el capítulo de la corrección gramatical que periódicamente trato en el blog.

Este año, el diario ha publicado algo más de 70 textos de Fe de errores. The New York Times, según sus propias cifras, reconoció el año pasado 3.500 en su edición impresa. En esta edición las ubica en la página del sumario en un espacio que suele ocupar cuatro columnas y las ordena por secciones. No es precisamente un espacio escondido. ¿Es que EL PAÍS se equivoca menos que otros colegas internacionales? Es fácil suponer que, por desgracia, no es esta la razón. Simplemente, hay menos automatismo en la publicación de los mismos. Un ejemplo. Al buzón del Defensor llegó una rectificación del Ayuntamiento de Berzosa del Lozoya sobre una información de las cuentas opacas de la gestión municipal en la que, en una línea del despiece, y remitiendo a los datos públicos que suministra la Cámara de Cuentas, figuraba mencionado como uno de los municipios que no ha rendido las citadas cuentas en 10 años. El Ayuntamiento remitió una carta en la que adjuntaba un documento de la citada Cámara donde se reconocía que el año pasado había entregado las cuentas de varios años. La petición de corrección llegó un mes más tarde de la publicación de la noticia. A pesar de la tardanza en señalarlo y de que el origen del error estaba en la documentación oficial, debería haberse gestionado su publicación. Los errores no prescriben, se subsanan.

Un estudio de Scott Maier publicado en 2010 sobre 1.220 noticias en la prensa estadounidense y que albergaban algún tipo de error, afirma que únicamente 23 de ellas fueron documentadas por el propio medio como una equivocación, lo que supone un porcentaje de corrección inferior al 2%. Un penoso índice sobre el reconocimiento del error que lamentablemente no es un problema doméstico de la prensa de aquel país.

En la anterior versión del interfaz de la edición digital aparecía en cada noticia una pestaña, Corregir, que permitía al lector advertir a los editores de la existencia de un error, tanto de tipo ortográfico como factual. Este botón ha desaparecido en el nuevo diseño digital, aspecto que lamenta, por ejemplo, Simón Litvak. A falta de esta herramienta, muchos lectores utilizan la plataforma de los comentarios a la noticia para señalarlos. Cuando la redacción, a raíz de este tipo de advertencias, procede a la corrección debería informarse en una nota al pie de la noticia de que se ha realizado la misma para que los comentarios que previamente lo subrayaban no queden sin sentido ante un nuevo lector que no entenderá el motivo de la queja en los comentarios al haber desaparecido la causa. La nueva herramienta de edición digital para la redacción contiene una pestaña específica para publicar Fe de errores en una noticia. No se emplea todas las veces debidas.

En primera instancia, es el autor de la información quien, tras cerciorarse de que se trata de tal, debe gestionar su publicación en el apartado correspondiente de la sección de Opinión, en la edición impresa, o en la noticia digital. El Libro de estilo establece claramente que el diario ha de ser el primero en subsanar los errores cometidos en sus páginas, “y hacerlo lo más rápidamente posible y sin tapujos”. Esta tarea recae de manera muy especial en los responsables de cada área informativa. “No obstante, todo redactor tiene obligación de corregir sus propios originales”. Como aclara el Libro de estilo, los duendes de imprenta no existen. “Cuando se comete un error, se reconoce llanamente, sin recursos retóricos”. Y ello debe hacerse cualquiera que sea la dimensión del mismo. Como señala Craig Silverman, responsable de una sección sobre errores en la prensa anglosajona (Regret the error) en Poynter.org, considerar los pequeños errores como insignificantes disminuye la importancia que se da a la precisión y conduce a una pendiente peligrosa sobre la idea de exactitud.

África, la prensa y racismo

Por: | 04 de julio de 2012

Una lectora de origen africano, Evelyn, se dirigió a este diario para protestar por la publicación en la edición impresa de una foto del cadáver de una mujer keniana (lunes 2 de julio), víctima de un ataque a dos iglesias cristianas en aquel país que causó 17 muertos. La lectora consideraba “chocante y humillante” la foto que presentaba su cuerpo trasladado por tres miembros de las fuerzas de seguridad que lo agarraban. En la carta, manifestaba que “la prensa sabe muy bien las connotaciones de tales fotos que casi nunca se ve de personas de raza blanca. Tales fotos deshonrosas de otras razas es un tipo de racismo que espero no ver más en la prensa española”. Al margen de este episodio, el mensaje entraba en otras consideraciones. “Leo y veo la prensa francesa, inglesa y estadounidense y siempre se ven fotos elegantes de todas las razas. Compare, por ejemplo, las imágenes televisivas en España de Balotelli durante el partido contra Alemania y los de la BCC o CNN por ejemplo. ¿Cómo es que en este país es tan fácil tratar a la gente de raza blanca de forma elegante y resulta tan difícil tratar de igual forma a otras razas?”.
En un mensaje privado, le respondí que en el caso de la víctima del asalto “efectivamente, cabía la posibilidad de ofrecer otro tipo de imagen igualmente informativa y sin el carácter explícito de la elegida. El departamento de Fotografía me ha explicado que ésta fue una de las primeras que llegaron y luego, con la recepción de nuevo material (que fue el publicado por la prensa anglosajona) no atinaron a  cambiarla. Recientemente defendí la publicación de una foto muy dolorosa, la de unos niños asesinados en Siria, porque creí que era un elemento vital en la denuncia de las masacres de civiles que el gobierno de aquel país practica. Pero en este caso, no se dan estas circunstancias por lo que la foto no debió ser publicada”. Con respecto a la foto del futbolista Balotelli, le comentaba que la había visto publicada en la propia prensa italiana, africana y francesa (Le Monde). "Figura en una crónica donde se elogia su juego como desacomplejado y genial. No creo que haya una connotación denigrante. Anteriormente, también recibí una queja por otra foto donde se apreciaba el poderío físico de un deportista español. Si consideráramos, en el caso de ambas imágenes, que se trata de un error... no lo sería por un racismo latente”.
A las pocas hores recibí otro mensaje en el que agradecía mi respuesta y contaba su “relación con los diarios de este país”. Me permito reproducirla.
“Llegué en España en septiembre de 1998 y uno de los primeros diarios que leí hablaba con desprecio de un país africano, eso me sobrecogió un poco, me pregunté a mí misma '¿he llegado a un país desarrollado de verdad?' Eso me disgustó mucho. ¿Qué mejora ha habido desde entonces, hace casi 15 años? Ninguna.”. Y recuerda el mensaje SMS de Rajoy a uno de sus ministros en plena negociación del rescate bancario en el que le comentaba que España no era Uganda. “Me pregunté por qué precisamente Uganda (me consta que no tienen embajada aqui, por ejemplo), ¿pero a qué viene citar un país de esta forma por parte de un presidente? ¿ No es muy grave este tipo de falta de respeto y consideración? Hace tiempo también estaba a la orden del día escuchar en las radios burlas sobre los chinos. Son cosas que nunca había oido o visto hacer en mí país, me chocaban bastante, solía apagar esos programas. Y también me preguntaba: ¿si pueden decir cosas semejantes de los habitantes de la gran China (sí, ya era el gran país que es), qué dirían de mí país'. Es que parece que no se piensa que algunos ciudadanos de esos países pueden oÍrles o leerlos y ofenderse. Se habrá pensado 'claro que no, no saben ni leer’. De hecho, cuando llegué aquí vine a estudiar un máster en la universidad y cuando iba leyendo un periódico en el metro ví unas cuantas veces a alguna gente mirarme como si se preguntasen: ¿esta sabe leer de verdad?. De hecho hasta lo escuché decir en un bar”. Evelyn lamenta la ignorancia que hay en España sobre África. “Y la prensa de aquí muchas veces solo alimenta el desprecio y el desconocimiento de todo un continente. Se afana mucho en hablar por ejemplo de la ‘África negra', algo que no se observa en la prensa anglosajona. Puedo hablar y hablar de este tema, pero solo espero que se pueda mejorar. Definitivamente no es una práctica de un país que se respete”.

 

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