La publicación de esta noticia fue señalada por un lector, Jaime Almansa, arqueólogo, quien afirmaba en su carta: “Cuando alguien dice haber encontrado una pirámide tres veces más grande, lo primero que hay que hacer es sospechar. Y en un periódico serio como se supone es EL PAÍS, contrastar las fuentes y la noticia. Yo tardé menos de 15 minutos en localizar la fuente original e investigar a Angela Micol, solo con Google, sin superherramientas de arqueólogo”. Según su indagación, el supuesto hallazgo fue publicado en Archaeology News, que es un distribuidor de noticias que recoge una nota “de un medio local estadounidense tomada de un SEO de noticias llamado Press King y que airea tus notas de prensa previo pago, sin preguntar (…), el tipo que le ha echado una mano no ha hecho nada y es otro seudoarqueólogo vinculado a un centro llamado APEX Institute que se dedica a buscar la Atlántida”.
Entre los expertos que descartaron la verosimilitud del hallazgo, quien utilizó las palabras más gruesas fue James Harrell, profesor emérito de geología arqueológica en la Universidad de Toledo (EE UU). “Parece que Angela Micol es uno de los llamados pyridiots que ven pirámides por todas partes”. Para Harrell, el descubrimiento son formaciones rocosas naturales y únicamente pueden ser contempladas como restos arqueológicos “por un ignorante con una imaginación hiperactiva”.
Donde la noticia tuvo alguna repercusión fue en los medios dedicados a la tecnología porque la herramienta empleada era Google Earth. José Manuel Galán, (CSIC), director de las excavaciones españolas en la necrópolis de Dra Abu el Naga (Luxor), a quien pedí una opinión sobre el tema, me remitió un texto en el que afirma que “es indudable que Google Earth no solo es un estupendo divertimento informático, sino que, además, es una gran ayuda para distintos trabajos científicos, como puede ser la arqueología”. Con todo, por una cuestión de resolución de imagen y su posterior tratamiento informático, los arqueólogos suelen trabajar con otros proveedores de imágenes aéreas digitales. “La fotografía aérea y las herramientas informáticas de teledetección son, efectivamente, extremadamente útiles en arqueología y pueden ayudar al descubrimiento de estructuras enterradas y/o difícilmente visibles”. Sin embargo, el tema es por qué “los sueños de una noche de verano de un aficionado iluminado pueden llegar a ocupar un lugar en un medio de información de prestigio como si fueran una verdad objetiva y científica”. Galán admite que el carácter misterioso de las pirámides aviva la imaginación de muchas personas. Pero el carácter misterioso de cualquier asunto se basa, prosigue, en gran medida en el desconocimiento. “Por un lado, del curioso que se interesa de forma superficial y anecdótica por un tema, en este caso las pirámides de Egipto, y que, en lugar de documentarse leyendo libros solventes, por ejemplo, rellena sus lagunas con la imaginación propia o de otros como él, pero que no han sentido pudor en hacer públicas sus elucubraciones gratuitas. Por otro lado, interviene el desconocimiento del público general y la falta de un sentido crítico sobre lo que otros nos cuentan, lo que permite que opiniones e interpretaciones poco o nada documentadas adquieran una credibilidad, impacto y relevancia que no merecen”. El otro problema es “la cada vez más débil capacidad de los medios de información de contrastar las noticias”.
Días después, recibí una carta de Daniel Rodríguez (investigador en la Universidad de Nottingham), a propósito de que en el Acento del 30 de agosto sobre la circuncisión se calificara la revista Pediatrics de la “biblia de la especialidad”. El propio remitente comprendía el empleo de esta expresión. Sin embargo, su carta añadía una reflexión general sobre la ciencia y su acercamiento a la verdad que resulta pertinente. “Pediatrics es una buena revista en su campo, pero no es ninguna autoridad”. Como todas las buenas revistas publica mejores y peores artículos. Ni las grandes revistas ni los científicos famosos, proseguía, tienen acceso garantizado a la verdad. “La ciencia es un conjunto de teorías que compiten y se refuerzan en base a la evidencia que existe, y no a quien propone la teoría. Una idea de Stephen Hawking no es por sí misma más válida de lo que pueda ser una idea de su estudiante de doctorado, depende de la evidencia que ambos produzcan. De hecho, en la ciencia, la autoridad puede suponer un obstáculo al fortalecer ideas preconcebidas”. La Biblia, por el contrario, subrayaba, es dogma. Los creyentes no cuestionan su autoridad porque está dictada por Dios. “Por desgracia, una gran parte de la población no tiene ni idea de lo que es el método científico (...). Como ciudadano, me parece fundamental comprender un poquito cómo funciona la ciencia”. En otro mensaje destacaba que lo fantástico del método científico es que la autoridad la dan los experimentos que prueban o descartan hipótesis. “El valor del cientifico reside (simplemente) en definir experimentos adecuados y sintetizar los resultados objetivamente”. El caso de las supuestas pirámides muestra la necesidad de analizar los respaldos con que cuenta un hipotético descubrimiento para evitar ser voceros de lo que puede ser finalmente una banal fanfarria. Estas precauciones sirven para evaluar su publicación y, en caso de hacerlo, incluir, cuando las hay, las reservas prudentes de otros especialistas. Como señalaba Almansa, sin confirmación no hay descubrimiento y sin descubrimiento no hay noticia.
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