Defensora del Lector

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La figura del Defensor del Lector fue creada por la Dirección de EL PAIS para garantizar los derechos de los lectores, atender a sus dudas, quejas y sugerencias sobre los contenidos del periódico, así como para vigilar que el tratamiento de las informaciones es acorde con las reglas éticas y profesionales del periodismo. Puede intervenir a instancia de cualquier lector o por iniciativa propia.
Principios éticos del diario EL PAÍS

Defensora del lector

Lola Galán

se incorporó a la plantilla de EL PAÍS en 1982, tras una etapa como colaboradora del diario. Ha sido redactora de las secciones de España y Sociedad, y reportera de la sección Domingo. Entre 1994 y 2003 ha ocupado las corresponsalías de Londres y Roma. En los últimos años ha trabajado para los suplementos del fin de semana, incluida la revista cultural Babelia. Madrileña, estudió Filosofía en la Universidad Complutense y Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid.

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Americano y estadounidense

Por: | 29 de noviembre de 2012

 Un lector, Mauricio Ordóñez "americano de Costa Rica", remitió una carta sobre el uso del término "americano" para identificar a un ciudadano de Estados Unidos.  Una confusión que persiste. Reproduzco su reflexión.

""Americano" no es sinónimo de "estadounidense".  Es lingüística, lógica y políticamente incorrecto.  En español, aunque el diccionario RAE consigna en su cuarta acepción la equivalencia de uso de americano por estadounidense, el mismo Panhispánico de Dudas es consciente de esta incorrección y señala imperativamente: "Debe evitarse el empleo de americano para referirse exclusivamente a los habitantes de los Estados Unidos, uso abusivo que se explica por el hecho de que los estadounidenses utilizan a menudo el nombre abreviado América para referirse a su país.  No debe olvidarse que América es el nombre de todo el continente y son americanos todos los que lo habitan". Es lingüísticamente incorrecto porque se presta a ambigüedad.  Por el contrario y actualmente, cuando se dice estadounidense no hay ambigüedad, es unívoco que se refiere a los nacionales de EUA.  La raíz de este problema es lógica, visible por simple teoría de conjuntos: EUA no cobija a todos los americanos, muchos americanos no son parte de los EUA. (La analogía con México o Brasil es inválida: Todos los brasileños son parte de la RF de Brasil, todos los mexicanos son parte de los EU Mexicanos).  Y es políticamente incorrecto porque cede ante la fagocitación del nombre de América por los estadounidenses, lo cual molesta a muchos americanos del resto del Continente. El problema de los EUA es no haber escogido un nombre propio, pues su nombre alude a un tipo de organización política localizada en un continente.  Problema similar tiene los habitantes de la Comunidad o Unión Europea, y andan en busca del gentilicio y adjetivo que los cobije, que no sea la palabra europeo. Por lo tanto, les rogamos hacer un uso correcto del español en este tema tan delicado, y dar la directriz lingüística a sus periodistas.  Millones de americanos estaremos agradecidos".

Traducciones y contagio del inglés

Por: | 21 de noviembre de 2012

Las traducciones del inglés o el contagio de expresiones inglesas en la redacción de las noticias es una queja que se repite. A continuación, publico una muestra de mensajes recibidos que señalan errores, plantean alternativas o discuten una traducción

Hat-trick. Un lector, desde Costa Rica, expone que “en varias ocasiones he observado en la sección deportiva que cuando se realiza una marca tres veces, por ejemplo que un jugador anota tres goles en un partido de balompié, se anota como un hat-trick. Me llama poderosamente la atención que se copia literalmente dicha expresión del idioma inglés, pero resulta totalmente incomprensible para mí. Desde hace muchos años lo usual en el lenguaje deportivo es  la palabra ¨triplete¨ para referirse a dicho logro, similar a doblete para referirse a una marca de dos veces, y son de uso común en el lenguaje popular aquí en América, por lo que me parece innecesario introducir este feo término”.

Ecólogo. Otro lector, César, acude a una noticia del diario, donde se califica a Andrew Dobson como "ecologista" de Princeton. “Como me chirriaba un poco busqué en la web de la mencionada universidad. Más bien parece un ecólogo. Revisando la versión de partida de la noticia, del New York Times,  parece claro que el ecologist/ecólogo se ha transformado en ecologista durante la traducción. Ya sé que no es la mayor preocupación en los tiempos que corren, pero tampoco cuesta tanto (o sí) fijarse”.

Ser disparado. Otro lector, José María, remitió un mensaje advirtiendo que en una noticia sobre un libro que relata la muerte de Bin Laden se decía que “ha sido disparado”. “Hay que tener mucho cuidado con las traducciones literales del inglés, ya que en muchísimos casos el inglés se construye de forma muy diferente a nuestro idioma. Decir que una persona fue disparada significa en español que se puso a esa persona en un cañón y fue utilizada como munición contra un objetivo”. La expresión fue corregida. Sin embargo, persiste en un artículo la expresión "fue disparado".

Industrial Engineers. Miguel Mauricio Iglesias apunta una observación, “ahora que la fuga de jóvenes preparados es tan relevante”. “Cuando se traduce una oferta/noticia del extranjero que dice que se contratan “Industrial Engineers”, eso no corresponde con el ingeniero industrial, tal y como se concibe en España (que de hecho no tiene equivalente en casi ningún país). El industrial engineer” es el ingeniero en organización industrial”. Por otra parte, otro remitente, Ángel Álvarez, precisa que debe escribirse "ingeniero de Telecomunicación", no "ingeniero de Telecomunicaciones", aunque en inglés sea "Telecommunications Engineer".

Holly. Joaquín Martí, al margen de otras consideraciones sobre el artículo de Boris Izaguirre El harén de Petraeus, subraya un chiste que considera de mal gusto a costa del nombre de una persona y su errónea traducción. Se trata del nombre de la esposa de Petraeus, Holly. “Holly" no significa santo, ni santita como dice él, sino acebo (así Hollywood significa bosque de acebos y no santo); lo confunde con "holy", que es lo que corresponde a santo o bendito”. Y todo para hacer un mal chiste...”

Legitimate rape. Se tradujo por “violación legítima”, una traducción a debate, difícil. Un lector, José Antonio Vázquez, considera que debió traducirse por “violación real”. El citado lector remitió un mensaje en el que decía:” Le escribo con motivo del artículo publicado hoy, referido a las declaraciones de Richard Mourdock  "Los embarazos tras una violación son porque Dios quiere que pasen. Independientemente de la lamentable opinión que podamos tener sobre estas declaraciones, lo que no puede ser es que un medio como EL PAÍS no traduzca correctamente algo que afecta al sentido último de la información. Cuando Mourdock dice "legitimate rape", ese legitimate tiene que ser traducido como "auténtico" o "real", esto es, una violación que lo fue realmente. No entramos a valorar la esencia del argumento. Sin embargo, cuando EL PAÍS traduce "legitimate rape" como "violación legítima" le está dando un sentido que el penoso señor Mourdock no le estaba dando, puesto que violación legítima se entiende inevitablemente como una violación "aceptable o comprensible en ciertos casos" (digamos la violación por parte de un novio/marido que crea tener ese derecho). Este error se viene arrastrando desde el "caso original" de Todd Akin”.
Es cierto que no es la primera vez que un político de EE UU utiliza esta expresión. Lo hizo Todd Akin quien, posteriormente, dijo que había usado el término en el sentido que  comenta el lector  (violación real frente a falsa acusación), pero en el caso de Mourdock sus posteriores aclaraciones, referidas a si Dios quiere que pasen, no acotó en el mismo sentido su expresión. He consultado con la delegación de Washington. Ante la dificultad de la traducción acudieron a abogados bilingües y diccionarios jurídicos. Y tanto la consulta bibliográfica como personal les llevó a optar por esta traducción (“violación legítima”). El argumento es que el político no se refería a una falsa acusación.

Nuevo bulo en Twitter

Por: | 20 de noviembre de 2012

Nuevo bulo en Twitter con un mensaje que aparentemente procedía de este diario. FacuDiazT colgó la pasada noche un tuit en el que, apropiándose del logo de EL PAÍS, se daba una falsa noticia de última hora según la cual la Casa Real informaba del ingreso del rey Juan Carlos. “Su estado es de extrema gravedad”, aseguraba. Su autor es el mismo que intervino también en la fabricación de una mentira sobre un supuesto conflicto armado en Portugal el pasado mes de abril, utilizando igualmente los logos de este diario. El mensaje tuvo repercusión en la citada red y se convirtió en trending topic, aunque de la misma manera que creció.... perdió audiencia.

 Algunos lectores han llamado advirtiendo del montaje, que ya había detectado nuestra redacción digital. Como en anteriores ocasiones, se trata de propagar una mentira que desata todo tipo de reacciones. En una de las réplicas, un tuitero escribió: “Inventándose noticias. Ya aburre tanta tontería”.


Sobre la publicación de un libro en Perú

Por: | 09 de noviembre de 2012

Raúl Hernández Asensio, director de actividades y educación del Instituto de Estudios Peruanos, ha remitido una carta sobre la información titulada Terrorista, militar, cura y profesor: una biografía resume 30 años de Perú. La noticia se refiere a la publicación del libro Memorias de un soldado desconocido. Autobiografía y antropología de la violencia de Lurgio Gavilán. El lector advierte en su mensaje que la noticia alberga afirmaciones que “inducen a error y contribuyen a transmitir una imagen distorsionada del mundo editorial y académico peruano". “Según se señala, "La obra no se ha publicado aún en Perú por la sensibilidad ante el conflicto". Esto es falso. El libro en cuestión  es una coedición entre la Universidad Iberoamericana de México, donde el autor realizó su doctorado, y nuestra institución, el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), de Lima. El texto, por lo tanto, ha sido publicado en simultáneo en Perú y México, sin que haya habido ningún tipo de presión, retraso o autocensura, como parece sugerir el texto, debido a "la sensibildiad ante el conflicto". Al final del primer párrafo se señala que "uno de los antropólogos peruanos más prominentes (...) Carlos Iván Degregori, leyó el borrador inicial de su libro y recomendó su publicación. Cuando éste falleció en 2011, la edición peruana quedó en suspenso". Esto es igualmente falso, ya que para el momento del fallecimiento de nuestro colega y ex director (mayo 2011) el texto aún no contaba con una versión definitiva y no había sido presentado aún al Instituto de Estudios Peruanos para su publicación. Una vez recibida la versión final del manuscrito, en octubre de 2011, el texto siguió el procedimiento editorial normal y fue publicado apenas doce meses después. Este es un periodo de tiempo más que razonable para la publicación de un libro académico, en Perú y en cualquier parte del mundo. Entendemos que estos errores proceden del hecho de que la autora del artículo se ha limitado a consignar la información procedente del autor, a quien obviamente no se puede exigir el conocimiento detallado de todos los pormenores del proceso editorial. Contra lo que debería ser una práctica habitual en periódicos como EL PAÍS, esta información no ha sido verificada, lo que supone una dejadez y una falta de profesionalidad por parte de la periodista". "Habría bastado con pasar por cualquier librería de Lima (o por la feria del libro) para ver que el texto estaba en las estanterías, disponible para cualquier interesado. Es posible que con estos juicios la autora quisiera presentar una historia "más emocionante" y una imagen más "exótica" del Perú, acorde con los estereotipos que, lamentablemente, aun se manejan en círculos progresistas europeos. Sin embargo, supone también una falta de respeto por las instituciones que, como el IEP y muchas otras, desde el Perú tratamos de mantener viva la memoria profesional y humana de Carlos Iván Degregori, participando y alentando los debates en torno al periodo de violencia política que sufrió nuestro país”.


Remití la carta a la autora de la información. En el texto publicado no se menciona que se trata de una coedición de la Universidad Iberoamericana y del citado instituto peruano. Con respecto a otros aspectos, ésta es su respuesta:
“Me refería a que la edición peruana quedó en suspenso cuando murió Carlos Iván Degregori y Lurgio Gavilán se fue a estudiar a México. Cuando entrevisté a Lurgio, me dijo que no sabía cuando el Instituto de Estudios Peruanos publicaría el libro en Lima y yo no indagué más, porque me interesaba destacar que el libro iba a presentarse el lunes 29 en México. En ese momento, el IEP no había hecho ningún anuncio de la edición en Lima y yo no averigüé con ellos porque pensé que el autor estaría bien informado sobre el ritmo de edición de su libro en Lima. Quizá me confié demasiado y debí preguntar a IEP, pero yo estaba enfocada en preparar un texto que sintetizara la historia de Lurgio y no estigmatizarlo en asuntos tan delicados como el haber pasado un par de años en Sendero Luminoso en su niñez.  El 30 de octubre yo viajaba a dar dos charlas en un festival en Bogotá (sobre miedo y víctimas en conflictos armados y conflictos sociales) y no tuve tiempo de ir a la feria del libro inaugurada ese fin de semana donde pusieron a la venta el texto de Gavilán. No he podido confirmar si el libro estuvo disponible desde la inauguración de la feria o a raíz de la publicación de la nota en EL PAÍS. El libro no estaba aún en librerías, entonces no hubiera podido encontrarlo allí, como sugiere el autor de la carta.
Conversé antes de entrevistar a Gavilán, con dos personas que conocían los manuscritos de 2006 de Lurgio y que compartió con investigadores de la violencia en el Perú. Desde esas fechas, comentaron las dificultades de dar a conocer esa biografía, tal cual estaba, justamente por las disputas de la memoria (sobre la violencia en el Perú). Uno de los investigadores que sugirió modificar algunas partes del texto, preservar nombres de personas y comunidades, fue justamente Carlos Iván Degregori (y eso me lo comentó uno de los investigadores con quien conversé y el propio autor). Cuando aludo a las dificultades de abordar estos asuntos (de las disputas de la memoria del conflicto armado interno) me refiero a los debates públicos que hay en el Perú desde 2003, en los que un sector político y económico con poder real critica el informe final de la Comisión de la Verdad -y hasta ahora lo hace-, intentando atribuirle una posición a favor de Sendero Luminoso, lo cual no es cierto: de ese modo combate una manera de entender y relatar lo ocurrido entre 1980-2000. Otro espacio, distinto, académico, es la realidad del Instituto de Estudios Peruanos, que publica regularmente investigaciones académicas sobre memoria y violencia. Me sorprende que el autor de la carta aluda a un intento por mi parte de generar más emoción de modo sensacionalista, infelizmente no conoce mi trayectoria. También me agrede al acusarme de faltar al respeto a la memoria de Degregori o no considerar la seriedad del Instituto de Estudios Peruanos: nada más lejano a ello, si conversara con algunos de sus colegas de su institución o si revisara lo que he publicado en el pasado, antes de mis colaboraciones en EL PAÍS, lo podría fácilmente desmentir”.

Dos encuestas y análisis discrepantes

Por: | 01 de noviembre de 2012

En un artículo de opinión de Lluís Bassets sobre Israel se citaba una encuesta publicada por el diario israelí Haaretz y analizada en sus páginas por Gideon Levy. En la misma, el diario israelí destacaba que el 58% de los encuestados reconoce alguna forma de apartheid con los árabes. Otros datos, citados por Bassets, reflejan que un 59% de los encuestados quiere que se dé preferencia a los judíos sobre los árabes en la adjudicación de plazas de funcionarios; un 42% no quiere vivir en un edificio donde haya árabes y un 42% no quiere que sus hijos compartan aula con alumnos árabes. Un tercio de los israelíes pide que se les retire el derecho de voto a los ciudadanos árabes.

   Posteriormente el diario israelí publicó lo que denominó una “clarificación” en la que se decía que “el titular de esta pieza, Una mayoría de israelíes apoyan un régimen de apartheid en Israel no refleja exactamente los resultados de la encuesta. La pregunta que muchos contestaron en sentido negativo no tiene relación con la situación actual. Se refiere a una hipotética situación futura: Si Israel se anexionase los territorios de Judea y Samaria..”. En la encuesta, un 69% de los consultados rechazarían dar el derecho de voto a los palestinos si Israel se anexionara Cisjordania. Pero esta pregunta se completa con otra, según la cual el 48% de israelíes se opone a la citada anexión. Tal y como interpreta uno de los lectores que ha remitido una carta de queja, Andrés Rosendo, “la entera premisa de Gideon Levy se basa en una situación hipotética donde Israel anexaría Cisjordania. Sin embargo, tal vez la verdadera historia aquí es que la pluralidad de la opinión pública israelí no favorece la anexión de los asentamientos de Cisjordania por no hablar de la Ribera Occidental en su totalidad. Esto hace que la pregunta sobre los derechos de voto de los palestinos en Cisjordania anexada sea totalmente irrelevante. Que una tan gran mayoría de la opinión pública israelí niegue ese derecho a los palestinos no es sorprendente teniendo en cuenta que esto efectivamente llevaría al fin de Israel como un Estado judío si permitiera votar a los palestinos como ciudadanos iguales o hacia al fin de Israel como un Estado democrático si se les negase a los palestinos estos derechos”. En el artículo de Bassets se citan ambas cifras y se recoge la reacción de Honest Reporting que críticó a Gideon Levy y lo acusó de manipular los datos para apoyar su agenda izquierdista y antiisraelí. Posteriormente, Bassets enlazó en su cuenta de Twitter artículos de réplica en Haaretz al análisis de Levy. No hay, por tanto, ánimo de ocultar datos ni el diario, como afirman algunos lectores, está empeñado en una campaña contra el Estado de Israel.

Pero este episodio demuestra las diferentes lecturas que suscita una misma encuesta. Es cierto, como escribe el citado lector, que de la misma manera que se subraya que un tercio de la población desea que se impida votar a los árabes en el Parlamento israelí o que algo más de un cuarenta por ciento no quiere vivir en el mismo edificio con los árabes o rechaza que sus hijos estén en la misma clase con niños árabes… podría haberse destacado que un mayor número de ciudadanos rechaza esta conducta. “Algunos de los gráficos que acompañan a la versión online hebrea del artículo no se adjuntan en la versión en inglés. Una pluralidad de israelíes judíos (49%) no tiene objeción de tener niños árabes en la misma clase que sus hijos y al 53% no le preocuparía tener un vecino árabe en el mismo edificio. Y en lugar del tercio que expresó una opinión negativa, ¿qué pasa con la gran mayoría (59%) de los israelíes judíos que no apoyan la prohibición hacia los árabes israelíes para que voten en la Knesset? Estos son ejemplos de la tendencia de Levy para tomar las estadísticas y retorcerlas para que se ajusten a su desagradable agenda”. El propio Levy publicó un artículo posterior en el que replicaba a las críticas.  Tras admitir la clarificación del diario sobre el grado de apoyo a una política de apartheid en un futuro de territorios anexionados aceptaba su “pecado” de haber escrito que una mayoría rechaza el voto de árabes en el Parlamento o la convivencia escolar y vecinal. Pero, añade una reflexión: imagínense una encuesta similar en Francia, escribe, donde un tercio de los encuestados manifestara que se opone a que los judíos tuviesen derecho al voto parlamentario. “Los propagandistas del ala derecha que están levantando un alboroto sobre mi error estarían entre los primeros en gritar “antisemitismo”. Pero para nosotros, los judíos, está permitido”.

La polémica tiene otras derivadas. En un artículo en el citado diario israelí, otro autor, Yehuda Ben Meir, entre más consideraciones, se refiere a la cifra de que un 58% de los encuestados reconoce que en Israel se practica alguna forma de apartheid. El autor subraya que un 31% considera que no hay apartheid de ningún tipo. Y entre los que sí lo admiten, un 19% cree que lo hay en una mayoría de aspectos y un 39%, en algunos. Y concluye: “El más razonable sentido de la respuesta “en unos pocos campos” es que en Israel hay discriminación contra árabes en determinadas cuestiones. Lamentablemente, ésta es la situación y necesita mejorarse, pero está muy lejos de permitir concluir que la mayoría de israelíes judíos cree que un “régimen de apartheid” reina en Israel.”.

Otro articulista, Shany Mor, igualmente crítico con la encuesta y la lectura de Levy, concluía sin embargo, que el pueblo israelí tiene la necesidad de un autoexamen sobre sus actitudes sobre el racismo y las consecuencias corrosivas de 45 años de gobernar a otro pueblo. Una encuesta bien estructurada, proseguía, ayudaría mucho para hacer avanzar un debate maduro.

Otro caso de lectura polémica de una encuesta es la que publicó la patronal de la pequeña y mediana empresa de Cataluña, Pimec, sobre la aceptación de un proyecto independentista por parte de sus asociados. La noticia se tituló El 66% de los empresarios de Pimec abogan por el Estado propio. En el texto, sin embargo, se precisaba que de las 19.000 empresas asociadas… habían respondido a la encuesta 2.224. Un lector, Javier Herrera Llorente, considera que se trata de un titular engañoso  y que sería más preciso decir que un 7% de los empresario de la Pimec abogan por un estado propio. Tiene razón en la crítica aunque el título que propone tampoco sería el correcto porque, en principio, los resultados de la muestra de una encuesta se extrapolan al global del universo sobre el que versa la misma. Pero la encuesta citada es un envío de un cuestionario a una determinado colectivo que se responde voluntariamente. Según criterios metodológicos que manejan los sociólogos, en este caso, para realizar la extrapolación se requiere haber recibido como mínimo más del 30% de respuestas sobre el total de cuestionarios enviados. Un porcentaje que no se cumple en este caso. En este tipo de encuestas acostumbran a responder los más motivados, lo que exige más cautela a la hora de enunciar los resultados.

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