Apellidos e idiomas peninsulares

Por: | 06 de diciembre de 2012

Un lector, Ángel Hernando, ha remitido una carta en la que reprocha que se acentúe el apellido del presidente de la Xunta de Galicia. Sustenta su queja en una consulta dirigida a la Real Academia. La carta dice: “En EL PAÍS (y en el resto de la prensa española, diría yo) aparece continuamente el apellido Feijóo tildado. Creo que no debe tildarse por ser una palabra llana terminada en vocal. No obstante, ante los Feijóo que aparecen por doquier, pensé que pudiera estar yo equivocado. He evacuado consulta a la Real Academia Española y esta me contesta: "La palabra objeto de su consulta contiene un hiato formado por una secuencia  de vocales idénticas y se acentúa de acuerdo a las reglas generales: Feijoo [fei.jó.o] se escribe sin tilde porque es una palabra llana terminada en vocal".
Sin embargo, aunque el diario se escribe en castellano, en el tema de los nombres propios se respeta la grafía de otras lenguas peninsulares si así lo hace su titular. En el caso del presidente de la Xunta, utiliza Feijóo. El Libro de Estilo del diario establece a propósito de esta cuestión que : ”Los nombres y apellidos en cualquiera de las otras lenguas habladas en España se acentuarán según las normas ortográficas de ese idioma, y no las castellanas. Ahora bien, si en el nombre se utiliza la grafía castellana y la otra en el apellido, cada uno de ellos se acentuará con las normas que le corresponden. Ejemplos: ‘Josep Maria Pujada’, pero ‘José María Climent’. Distinto es cuando un determinado nombre tiene la misma grafía en castellano y en el otro idioma. En tales supuestos, se respetará la versión que utilice su titular, si es que se conoce; cuando no sea así, se empleará la castellana”.

Por otra parte, Diego Rodríguez me ha remitido la siguiente reflexión sobre el olvido informativo del asturiano, el aragonés y el aranés. Reproduzco su texto:
"Soy lector de EL PAÍS prácticamente desde que aprendí a leer, ya que mi padre es lector de su diario desde el primer número. Hace ya muchos años que vengo observando como su periódico, cuando de escribir sobre las lenguas españolas se trata, ignora de manera reiterada y diría que deliberada al asturiano, aragonés y aranés (occitano). El porqué de esta actitud hacia tres idiomas que forman parte de nuestro acervo cultural español es algo que se me escapa. Podría alguien argumentar que El PAÍS solo se preocupa de los idiomas oficiales, pero entonces no se explica porque el aranés, que es oficial en Cataluña, es reiteradamente ignorado. O bien que es que no se imparten en las escuelas, pero es que aranés y asturiano se estudian desde hace décadas en la escuelas del Valle de Arán y del Principado de Asturias respectivamente. O incluso podríamos recurrir a la rancia teoría, carente de todo rigor científico, de que estos tres idiomas son dialectos no dignos de ser considerados lenguas, pero ningún filólogo hoy en día aceptaría semejante idea, más aún teniendo en cuenta que los tres idiomas son lenguas declaradas en peligro de extinción por la UNESCO y que el asturiano es oficial en Miranda del Duero (Portugal) y el occitano lo es en Cataluña, y que los tres están teóricamente protegidos por leyes autonómicas. Así pues noticias como esta se me siguen haciendo extrañas, sesgadas e incompletas; me parece muy injusto, para con los hablantes de las tres lenguas, y para todos los lectores de EL PAÍS en general, que se dejen de lado de forma reiterada a las mismas. La ausencia de noticias concretas acerca de estos tres idiomas españoles es otra carencia que les animaría a corregir. Estamos hablando de tres idiomas que han formado parte sustancial de la historia de España, y en el caso del aragonés se da la circustancia de que no se habla en ningún otro país del mundo. Sinceramente, creo que deberían replantearse su actitud hacia ellos, más aún si se tiene en cuenta la dificilísima situación que atraviesan hoy en día en sus respectivos dominios lingüisticos, situación a la que un diario tan influyente como EL PAÍS contribuye desde hace años por omisión".

Hay 5 Comentarios

Hola Juan Luis Domínguez,

Vamos a intentar arrojar algo de luz sobre esa ignorancia de la que se lamenta usted. Como es bien sabido, en la Península Ibérica durante los primeros siglos de nuestra era se hablaba latín vulgar, que convivía con los idiomas hablados por los pueblos prerromanos conquistados. El único de estos últimos que sobrevivió hasta hoy ha sido el vasco. En el resto de España se fue poco a poco imponiendo el latín como única lengua, si bien esto no impidió que cada pueblo prerromano dejara su impronta lingüística en el habla vulgar de un latín cada vez más y más lejano del latín clásico. Con la desaparición del Imperio Romano este idioma romance común a todo el Imperio se fue disgregando influenciado por el substrato prerromano y por las divisiones políticas. Así finalmente aparecieron nuevos idiomas, todos latinos y todos por lo tanto fuertemente emparentados, pero cada vez más diferentes. Nacieron y evolucionaron en España el gallego, el asturiano, el castellano, el aragonés, el catalán y el mozárabe. Este último desaparecería finalmente debido a la invasión de pueblos de lengua árabe. Pero el resto de ellos sobrevivió a la invasión y se convirtió en la lengua vehicular de sus respectivos pueblos, así los gallegos hablaban gallego (que daría lugar al portugués, originalmente su dialecto meridional con el que hoy forma un diasistema diatópico); los asturianos y leoneses hablaban el astur-leonés, hablado en su momento de máxima expansión desde Gijón a Badajoz; los castellanos el castellano, lengua latina evidentemente nacida de hablantes originalmente vascófonos (las mismas vocales, la incapacidad de conservas la F, etc.); los navarros más orientales y los aragoneses el aragonés, lengua latina que también goza de algunas influencias vascas; y los catalanes, el catalán, que se acabaría extendiendo con la expansión militar del reino aragonés por Valencia, Baleares, y otras islas del Mediterráneo donde hoy apenas se habla. En el sur de Francia la lengua vehicular era otra lengua romance conocida como occitano, de gran prestigio literario en la Edad Media (la ortografía portuguesa es un calco de la occitana, por ejemplo), y que en España es aún hoy hablada en el Vall d'Arán. Aparte, por supuesto, tenemos el vasco, una lengua prerromana y pre-indoeuropea que es una auténtica joya cultural única en Europa Occidental.

Esto nos da un total de 7 idiomas o lenguas habladas en España, algo que desgraciadamente para muchos supone una carga difícil de asumir, en vez de la riqueza que en realidad es. Así se ha intentado simplificar el rico mosaico lingüistico español diciendo por ejemplo que aragonés y asturiano son dialectos del latín, no lenguas, porque carecerían de tradición literaria, lo que además de carente de toda base científica es completamente falso (de hecho el primer escrito en lengua romance de la Península es el Fuero Juzgo de Avilés, escrito en asturiano, el aragonés por su parte era por ejemplo una de las lenguas de la poderosa Orden de Malta, ...).

Incluso hay quien ignorando los más básicos principios de la filología dicen que gallego, asturiano, aragonés o catalán son dialectos del castellano, lo que no solo es rotunda y evidentemente falso, sino que además es tan absurdo desde un punto de vista científico como decir que el inglés es un dialecto del alemán simplemente porque comparten un origen común y hay muchas palabras que son las mismas (una cosa lleva a la otra).

En cuanto al valor cultural de estos idiomas, aparte de estar todos evidentemente ligados a la historia de España en los últimos 1200 años, alguna vez se ha dicho que cada vez que desaparece una lengua desaparece una forma de ver el mundo. Creo que cualquiera que hable más de un idioma sabe que esto es cierto. En España no tenemos ningún problema en reivindicar nuestros bienes culturales materiales, tales como la Catedral de Santiago, la Sagrada Familia o la Alhambra, pero cuando se trata de nuestros idiomas, porque son nuestros, parece que nos entra el canguelo o empezamos a desbarrar con teorías peregrinas como que el gallego es castellano mezclado con portugués, o el aragonés un castellano mal pronunciado por los aragoneses. En esto evidentemente han tenido mucho que ver los diversos nacionalismos hispánicos (el propio nacionalismo español para empezar, pero también, y cada vez más, el catalán, el vasco, etc...) que aún padecemos y que flaco favor le han hecho y le hacen a la convivencia en nuestra sufrida Europa.

Espero haberle aclarado un poco el tema, pruebe a leer un poco más de estos idiomas, incluso pruebe a estudiar alguno en sus ratos libres, a excepción del vasco no le resultarán difíciles. Quizás se sorprenda y acabe sintiéndose orgulloso de su pasado y de la cultura de su país en toda su rica, interesante y hermosa extensión.

Un saludo cordial

Vaya por delante mi ignorancia acerca de cuáles entre las mil variables dialectales habladas en la península son consideradas como idiomas por los expertos. En esa ignorancia que manifiesto, siempre había pensado que lo que daba carta de lengua independiente a un habla era algo más que el hecho de que tuviera un número de palabras específicas. Nunca he podido evitar pensar que el galego no era otra cosa que un portugués castellanizado, del mismo modo que el aragonés, o "fabla" no era otra cosa que una variación dialectal de un castellano rudimentariamente pronunciado. ¿Son el valenciano o el balear idomas independientes, o son variantes dialectales de un tronco común llamado catalán?

Se me escapa el valor cultural y semiótico que tales denominadas lenguas puedan tener para el acervo histórico de un pueblo. ¿Es el "chapurriau" una lengua independiente o la versión dialectal de una mezcla arcaica de castellano y catalán, con unos ribetes de occitano y ciertas desinencias arabizantes?

Luis M. De Blas debería de tener en cuenta en su comentario que "asturianu", "asturiano", "mirandés" o "leonés" son los nombres tradicional y mayoritariamente usados por los hablantes del idioma propio de Asturias, León, Zamora y Miranda (Portugal). El vocablo "bable" implica connotaciones despectivas, por cuento parece provenir claramente de un artefacto léxico creado por los castellano-hablantes de Oviedo-Uviéu y Gijón-Xixón, y no de los hablantes nativos del asturiano de Asturias , León y Portugal, que jamás llamaron a su idioma por tal nombre, inédito en todas las encuestas realizadas durantes los últimos dos siglos entre los hablantes maternos de asturianu-llïonés. Haría referencia tal artefacto léxico a un habla supuestamente incorrecta, "balbuciente" (="bable"), difícil de entender por los castellanos y por lo tanto incorrecta. Por eso creo que los numerosos argumentos expuestos por Diego Rodríguez parecen totalmente correctos no solo desde el punto de vista mas extricto, el filológico (=científico), sino igualmente desde el punto de vista social,. Creo que El País haría bien en tenerlos en cuenta en futuros artículos usando el nombe de asturiano o leonés para referirse a la lengua hablada en Asturias, Leon, Zamora y noreste de Portugal.

Saludos cordiales.

Dende la Coral

Pachín

Dos apuntes. 1- ¿Significa que en muchos casos se debe escribir MAL un nombre o apellido solo porque a quien pertenece no sabe hacerlo correctamente? 2- Buenos argumentos que se admitirían mejor si quien los hace no llamara a su idioma "asturiano" sino "Bable".

Soy asturiana y por la parte que me toca comparto completamente la reflexión del lector Diego Rodríguez. Todo lo que dice es cierto y denota una gran sensibilidad cultural que el diario debiera apreciar y corregir de inmediato. Gracias a este lector por poner en palabras y comunicar al periódico lo que tantos pensamos desde hace tiempo.

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Lola Galán

se incorporó a la plantilla de EL PAÍS en 1982, tras una etapa como colaboradora del diario. Ha sido redactora de las secciones de España y Sociedad, y reportera de la sección Domingo. Entre 1994 y 2003 ha ocupado las corresponsalías de Londres y Roma. En los últimos años ha trabajado para los suplementos del fin de semana, incluida la revista cultural Babelia. Madrileña, estudió Filosofía en la Universidad Complutense y Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid.

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