La publicación de los papeles de Luis Bárcenas, extesorero del PP, por parte
de este diario ha merecido el envío de mensajes de apoyo y felicitación, un
tipo de correos nada habituales, lógicamente, en este departamento, cuya tarea
es atender las quejas de los lectores. Pero tampoco han faltado en esta ocasión
los reproches.
Un tema planteado por más de un lector ha sido el cierre a comentarios de
algunas noticias relacionadas con este asunto en la edición digital.
Ana María Tebar, por ejemplo, exponía: “En mi opinión se trata de una falta
de respeto gratuita por su parte actuar de esta forma sin considerar la
necesidad de dar una explicación. (…) Si tienen una razón, compatible con el
derecho a la libertad de expresión, es justo que la hagan saber a sus lectores.
Personalmente no me gusta sentirme como una bombilla, a la que se puede
encender o apagar a su antojo”.
Jan Martínez Ahrens, subdirector del diario, me ha respondido que tomó la
decisión ante la avalancha de comentarios que era imposible administrar
sensatamente y que albergaban infamias, insultos… El diario no ha ocultado
información, prosigue, pero en un asunto altamente delicado, con enorme
repercusión en instituciones, no puede permitirse que el esfuerzo informativo
se mezcle con un alud de comentarios denigratorios.
El tema de la moderación de los comentarios en la
edición digital no es inédito en esta sección, ni por mi parte ni por parte de
algunos de mis antecesores. En marzo del año pasado ya traté la cuestión tanto
para reflejar quejas de lectores por la publicación de mensajes claramente
inaceptables como por el bloqueo injustificado de otros que no merecían ser
borrados.
Desde entonces, la situación se ha agravado. Hace un año, la cifra de
mensajes recibidos aquel mes fue de 383.785. En enero de este año, el total de
mensajes fue de 606.811, una cifra prácticamente inadministrable. El sistema de
filtro automático autorizó la publicación de un 87% y los moderadores
intervinieron para aprobar un 5%, siempre según las estadísticas de la empresa
encargada de la moderación de los comentarios en las noticias y unos pocos
blogs (la moderación en el resto de blogs es una tarea atribuida al titular de
los mismos). Ello supone que se publicaron definitivamente 564.700, un 93% de
los emitidos.
Los lectores que critican el cierre a comentarios de noticias argumentan que
ello supone un daño inaceptable a la libertad de expresión, pero la supresión
de comentarios insultantes o vejatorios no está amparada por la libertad de
expresión. Y deben retirarse sin dudarlo. Es cierto que el cierre a comentarios
en una información impide a los lectores que quieren participar en una
conversación educada organizar la misma, pero la masiva interferencia de otros
mensajes —-por ejemplo, con imágenes de excrementos— la obstaculiza gravemente.
Con todo, muchas otras noticias sobre el caso han permanecido abiertas a
comentarios.
¿Qué es preferible: cerrar una noticia a comentarios o no hacerlo y no poder
controlar la publicación de spam, injurias y otros improperios que son un
auténtico atropello para su víctima, en primera instancia, y para el resto de
lectores que ven adulterado un debate crítico y democrático? Creo que lo
primero. Un diario como The New York Times explicaba el pasado mes de octubre
que diariamente abre a comentarios únicamente una veintena de noticias. Su
sistema de moderación es a priori, antes de publicarse cualquier comentario
debe ser aprobado por un moderador, y argumentaba que preferían poder
garantizar una moderación sensata a costa de restringir el volumen de mensajes
que hacer inviable la moderación a mano.
El citado diario tiene un sistema complementario de participación que premia
la buena reputación de lectores que habitualmente intervienen en los debates de
forma cortés y pertinente, lo que no significa que no sea crítica. Estos
lectores, previa una invitación del diario, acceden a una condición de
“comentarista verificado” que les permite intervenir en los debates sin pasar
por el análisis previo del moderador. Los comentarios a las noticias suelen
permanecer abiertos 24 horas y la extensión se redujo de 5.000 caracteres a
1.500 para facilitar una moderación más rápida.
El británico The Guardian tampoco abre todos los textos a comentarios.
Evita, explican en la web, abrir muchos sobre un mismo tema. Y tampoco lo hacen
en noticias que tengan un evidente riesgo de albergar mensajes difamatorios o
en asuntos de una alta emotividad. La moderación es a posteriori, pero en
algunas noticias la establecen previa a la publicación, y en el caso de
lectores que reinciden en el incumplimiento de las normas de conducta del
diario, como primera medida, etiquetan sus mensajes para que únicamente puedan
ser publicados tras una revisión previa.
Para participar desde Eskup se exige un registro previo. Un trámite similar
al de otros diarios. Cuando se detecta una conducta inapropiada y reincidente,
los gestores de Participación pueden anular la cuenta. Medida de una eficacia
relativa porque el titular acostumbra a regresar con otro alias. La moderación
es a posteriori de la publicación del mensaje.
En EL PAÍS, la publicación de mensajes que vulneran las normas básicas de
participación no es un hecho insólito. Habitualmente recibo quejas en este
sentido. Un ejemplo bastará para apreciar la dimensión del problema. A
propósito de la matanza en la escuela de Newtown, en uno de los relatos de lo
sucedido se publicó un comentario que decía literalmente “27 gringos menos...
Feliz por esta noticia...”. Un lector, Luis Muñoz, lo advirtió y se retiró.
Rescato este episodio porque Muñoz acompañaba el aviso con una reflexión que
suscribo. “Entiendo que los diarios han de ser interactivos y permitir a sus
lectores sentirse parte de ellos mediante sus opiniones, pero lanzar al aire
tras la impunidad del anonimato esta clase de tropelías denigran, desde mi
punto de vista, al medio que las publica. Siento envidia al leer The New York
Times, ABCnews, CNN, BBC (…) entiendo que estos medios reciben tantos
comentarios vejatorios e irrespetuosos como ustedes, pero efectivamente no se
publican”. El lector proseguía subrayando que no quisiera que su comentario se
pudiera interpretar como “una alabanza a la censura, simplemente mi sugerencia
es que apliquen las buenas formas de los contenidos de su periódico al criterio
para publicar comentarios (…). Mi petición, por tanto, desde el respeto a su
criterio, es que tengan especial cuidado con los comentarios que publican
porque, desde mi punto de vista, también son una definición de su periódico y
personas anónimas que insultan a unas víctimas inocentes o cuelgan fotos que
trivializan el sufrimiento no pueden partir de la misma fuente que los
excelentísimos Juan José Millás, Juan Cruz o Manuel Vicent. (…) Espero que
puedan revisar ciertos comentarios para sacar sus propias conclusiones”. Hace
pocos días, otro lector, M. F. Bellón, se preguntaba escuetamente: “No se
pueden denunciar estos comentarios que ponen en las noticias de su web.
¿Solución?”. En el menú de Eskup existe la opción de denunciar un comentario
insultante. El problema es tener capacidad de análisis y reacción a los mismos.
Es necesario encontrar una solución que permita la existencia de
conversaciones donde los lectores puedan manifestar sus opiniones sin ofender
ni recibir ofensas.
(Artículo publicado en la edición impresa el 17 de febrero)