Defensora del Lector

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La figura del Defensor del Lector fue creada por la Dirección de EL PAIS para garantizar los derechos de los lectores, atender a sus dudas, quejas y sugerencias sobre los contenidos del periódico, así como para vigilar que el tratamiento de las informaciones es acorde con las reglas éticas y profesionales del periodismo. Puede intervenir a instancia de cualquier lector o por iniciativa propia.
Principios éticos del diario EL PAÍS

Defensora del lector

Lola Galán

se incorporó a la plantilla de EL PAÍS en 1982, tras una etapa como colaboradora del diario. Ha sido redactora de las secciones de España y Sociedad, y reportera de la sección Domingo. Entre 1994 y 2003 ha ocupado las corresponsalías de Londres y Roma. En los últimos años ha trabajado para los suplementos del fin de semana, incluida la revista cultural Babelia. Madrileña, estudió Filosofía en la Universidad Complutense y Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid.

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Reflexiones de dos lectores

Por: | 21 de mayo de 2013

Reproduzco las cartas que dos lectores me han remitido con reflexiones sobre dos asuntos absolutamente distintos.

Un beso lésbico

“Una de las imágenes más reproducidas estos días en los medios en relación con el Festival de Eurovisión es el beso entre la representante de Finlandia y una de sus coristas. Me ha llamado poderosamente la atención que EL PAÍS se refiera a ese acto como “el beso lésbico de la cantante”. Si la igualdad realmente existiera se habrían referido a ello simplemente como “El beso de las cantantes” pues es obvio que si en vez de tratarse de dos mujeres se hubiera tratado de un hombre y una mujer, a nadie en su sano juicio se le habría ocurrido poner al pie de foto que aquello era un “beso heterosexual”.

Un beso es siempre un beso, no importa el género de las personas que se estén besando. No hay besos gay ni besos lésbicos ni besos heterosexuales. Entonces ¿Por qué etiquetan unos besos y otros no? Respondan ustedes mismos a esta pregunta y verán que hay aún mucho camino por recorrer. Sin duda las leyes en nuestro país han ido mucho más deprisa que el cambio de mentalidad social. Las etiquetas son la prueba del algodón de la intolerancia: Mientras estas existan existirá la discriminación.

EL PAÍS, que tradicionalmente tanto empeño pone en cuidar el uso de la lengua y las formas, quizás debería plantearse también un libro de estilo contra la homofobia que le evite incurrir en este tipo de agravios comparativos. Los periódicos, que tienen el poder de llegar a millones de personas en todo el mundo cada día, podrían hacer mucho por ayudar a remover esas pegatinas que siguen marcando a los que cada día tienen que luchar por su derecho a ser tratados como los demás. Cosa harto difícil, como se ve, cuando el periodista (…) decide ponerle nombre hasta a sus besos, para que le quede bien claro a todo el mundo, y por si alguien aún no lo sabía, que tales besos no son besos -ustedes ya me entienden- normales”. Víctor Ovies Arenas


La duración de las condenas

Fernando Hervás, desde Bruselas, remite una carta, que a continuación resumo, con una petición ante una práctica informativa que considera errónea, "falseadora de la realidad o al menos equívoca y ciertamente perjudicial para conformar una opinión pública ecuánime". Se refiere a  la información sobre la duración de las condenas privativas de libertad. Dice así: "La prensa, y EL PAÍS también lo hace, suele dar las noticias sobre las condenas de privación de libertad dictadas por los tribunales penales en términos llamativos que llevan a engaño a los lectores no advertidos. Consiste la práctica en sumar el total de años de condena  por cada uno de los delitos.

Se ha informado, por ejemplo, de penas dictadas contra asesinos múltiples […] afirmando que se les condenaba a cientos de años o incluso, en algunos casos, a más de un millar. Pero la realidad es que se les condenaba, por poner un ejemplo, a 30 años por un asesinato, a 30 por otro, […] a dos por tenencia ilícita de armas, y así sucesivamente.

Lo mismo suele suceder con delitos de corrupción o impago de impuestos, si bien en estos casos por penas muy inferiores que, sin embargo, aparecen también sumadas.

Dada la conmoción producida en la sociedad por estos delitos, la opinión pública suele acoger las enormes penas que anuncia la prensa  con gran alegría vindicativa; sólo para indignarse cuando los asesinos salen de la cárcel a los 12 o 15 años por  “buena conducta” y los corruptos ni entran en ella (...) Esta práctica informativa que denuncio, que dura ya decenios, produce una gran estupefacción y frustración en la gente y un descreimiento respecto del sistema penal español.

Porque lo cierto es que en España, como en otros países con un sistema penal moderno, la contabilización del cumplimiento de las penas empieza, por regla general,  a correr simultáneamente para cada uno de los delitos por separado (artículo 73 del Código Penal), y existe asimismo un máximo absoluto de cumplimiento efectivo de la condena de 20 años, y excepcionalmente de 25, 30 o 40 años según la gravedad de los delitos cometidos (artículo 76 del Código Penal).

Así, para un condenado por asesinato múltiple, los 30 del primer asesinato, los 30 del segundo, etc…, empiezan a correr el mismo día, con un tiempo máximo de reclusión de 30 años en total, por todos ellos. Cuando esos delitos se han cometido a los 23 años, se sale de la cárcel a los 53, si no median reducciones de pena o terceros grados, edad suficiente  para volver a meter el miedo en el cuerpo a quienes han sufrido los crímenes.

En el caso de delitos de corrupción, las penas pueden ser [...] tan bajas por cada delito que el delincuente ni siquiera pise la cárcel.

Por ello, y para que la población no informada no quede exasperada por la “baratura” de los crímenes y las fechorías, les sugiero que informen de las penas dictadas diciendo que fulano ha sido condenado a, por ejemplo30 años por tal delito, a 15 por tal otro y a 5 por un tercero, y no que ha sido condenado a 50 años (suma del total) o por lo menos dejando claro que el máximo de reclusión será de 20, 25, 30 o 40 ( el tiempo máximo de cumplimiento efectivo ). Eso serviría para informar con auténtica veracidad a sus lectores".

De hecho, en las sentencias penales cuando el cúmulo de penas supera los 30 años (o 40 en determinados delitos), los jueces además de fijar la condena de privación de libertad que corresponde por cada acto delictivo también establecen un límite de ejecución según criterios legales y jurisprudenciales.

Bangladesh, dos días después

Por: | 03 de mayo de 2013

Algunos lectores han preguntado escuetamente a este defensor por qué la edición impresa no publicó ninguna información sobre la tragedia en unos talleres textiles de Bangladesh hasta el día 27 cuando la edición digital hizo un permanente seguimiento desde las 20.00 horas del día 24. Ciertamente el diario impreso debió recoger con más prontitud lo sucedido. Fue un error de valoración no hacerlo. La primera noticia sobre el derrumbe de un edificio de ocho plantas en Dacca cifraba en, al menos, 110 los fallecidos y en 600 los heridos. Se daba, además, la circunstancia agravante de que las autoridades habían advertido sobre la existencia de grietas en las instalaciones y habían pedido a los propietarios que paralizasen la actividad  hasta comprobar la seguridad de las instalaciones. Los propietarios ignoraron la advertencia y, según varios trabajadores, les obligaron a acudir a los talleres.

 La edición impresa prestó por primera vez atención a lo sucedido el día 27 y lo hizo destacando un aspecto realmente significativo: la relación de estos talleres con empresas textiles occidentales. Ello encabezó el titular de la noticia (“El derrumbe de Bangladesh eleva la presión sobre las empresas occidentales”) y fue la foto de portada. Aquel día, la cifra de muertos ya superaba los 300. El día 1 de mayo se publicaba un reportaje de The New York Times sobre las tareas del rescate y el drama de quienes todavía esperaban poder recuperar con vida a sus familiares. La misma edición publicaba un editorial donde se sostenía que las empresas textiles occidentales, clientes de estas industrias, deben intensificar la supervisión directa en el terreno, “pero eso no basta. También es su obligación presionar a unas autoridades que no han mostrado hasta ahora ningún interés en poner coto a los abusos. Y los propios Gobiernos no pueden quedar al margen”. Este drama y su vinculación con determinada “moda a precios increíbles”, como se titulaba la carta de un lector en la edición impresa, también estuvo presente en las manifestaciones del 1 de mayo (“Este es el resultado de la globalización económica sin la globalización de derechos”). El día 2, Lluís Bassets dedicaba su artículo de opinión al tema. “La desregulación y el Estado mínimo, al igual que la prohibición de los sindicatos, que tanto gustan a los conservadores occidentales, son la guadaña de la muerte para los obreros de la confección.”, escribía.

    Es lógico que la edición digital pueda estar más atenta a la evolución diaria del recuento de víctimas, una cifra que sigue en aumento. El diario, en su versión impresa, erró al no reaccionar informativamente los dos primeros días a la noticia del derrumbe. Pero, aunque inevitablemente de forma tardía, ha recuperado el tema centrándolo en la cuestión que seguramente tendrá mayor alcance político y social, al margen de la enorme tragedia humana.

Se trata, además, de una tragedia que no es inédita. Lo explicaba un reportaje publicado por este diario en diciembre del año pasado: “Más de 600 muertos y 2.000 heridos en seis años. Podrían ser las estadísticas de un conflicto armado, pero es solo la lista de trabajadores afectados por los incendios que se han declarado desde 2006 en fábricas textiles (…) De los muertos por otros accidentes de trabajo, y de quienes se dejan la salud practicando técnicas como el sandblasting -el disparo de un chorro de arena para desgastar los vaqueros-, no hay datos. "Son las víctimas colaterales de la codicia de multinacionales y de Gobiernos", dispara Amirul Haque Amin, presidente de la Federación Nacional de Trabajadores del Textil de Bangladesh (NGWF). "Su vida es el verdadero precio de la etiqueta made in Bangladesh ".

Sarampión, no rubeola

Por: | 01 de mayo de 2013

Antònia Galmés Truyols, médica epidemióloga de Salud Pública, remite un mensaje advirtiendo de una confusión en una nota de la edición impresa  ("Epidemia de rubeola en Gales por el rechazo a la vacuna”, 29 de abril). “En realidad se trata de una epidemia de sarampión, como se puede ver fácilmente en la web de Salud Pública de Gales y que los medios de comunicación británicos están tratando ampliamente (les recomiendo el excelente trabajo, por poner un ejemplo, de la BBC, que puede, además, seguirse en Twitter). Rubeola y sarampión son enfermedades que comparten algunas características pero con implicaciones para la salud muy diferentes sobre las que no me voy a extender. Mi toque de atención está en el error cometido, ya que la epidemia que preocupa actualmente en Gales (y que, por motivos diversos, ha ocurrido también en diferentes países de Europa, incluida España) es de sarampión. La simple consulta a la página del ECDC, organismo europeo para la salud pública que publica información actualizada, entre otras, sobre sarampión y rubeola, hubiera bastado para recoger información de calidad sobre el tema. La falta de rigor en algunas informaciones tiene como consecuencia, por una parte, la confusión de la población a quien se dirige y, por otra, la desconfianza de los técnicos en la materia en cuestión ante otras que no dominan”. En un posterior mensaje destaca que esta “epidemia es un muy buen ejemplo del mal que hacen informaciones antivacuna sin rigor científico y sin que sus autores asuman ninguna responsabilidad”. Como señala la información las autoridades sanitarias británicas han comenzado una campaña de vacunación en Gales (Reino Unido) para acabar con la epidemia provocada por un extenso rechazo a la vacuna registrado hace unos 15 años por el rumor infundado de que podía estar relacionada con el autismo.

La nota es de la agencia AFP (“Course contre la montre au Pays de Galles pour juguler une épidémie de rougeole”). El titular se refiere al sarampión. Rubeola en francés es “rubéole".

El País

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