Un párrafo en el reportaje Fuentealbilla, donde todo eran sueños ha merecido el reproche de una lectora, Isabel Tarazona, por el tratamiento informativo distinto que se da en el mismo a niños y niñas que compartieron la infancia de Iniesta.
El párrafo dice: “En Fuentealbilla, en el año 1984 nacieron 10 niñas —a tres las llamaron Isabel, al resto las bautizaron con los nombres de Juani, Encarnita, Maribel, María Ángeles, Bea, Mila y María Dolores— y solamente seis niños: Andrés Jiménez, que trabaja de mecánico de helicópteros, José Martín, al que llaman Pepiyo, un tipo fornido que tras una mala época anda rehaciendo su vida ya en paz con la justicia —y se casa el año que viene—, Vicente Fernández, que tiene un taller de motos y bicicletas en el pueblo, Miguel Villanueva, fontanero en paro, Juan Francisco García, Juanfran, hoy también parado, y un tal Andrés Iniesta, que a los 12 años hizo las maletas y se fue a vivir a Barcelona”.
La lectora encabeza su carta preguntándose “si el machismo subyace hasta en los artículos más aparentemente neutros de un periódico progresista como EL PAÍS, ¿qué esperanza podemos tener de un mundo igualitario!?”.
Y prosigue destacando que el periodista “se limita a nombrar a las niñas, mientras que de los niños, además de nombrarlos, hace una breve reseña de los avatares de su vida, buena o mala, centrándose sobre todo en aspectos profesionales y personales. Sin que esta reseña por el contenido del artículo se justifique más que en un caso, el del amigo más cercano de Iniesta, en el que puede tener sentido que el periodista quiera dar a conocer algún detalle de su vida. Lo que no se nombra no existe. El artículo nos nombra reduciéndonos a diminutivos en la mayoría de los casos -cuando para ellos utiliza nombre, apellido y apodo familiar-, pero aún más llamativo es que no “nombra” la vida de las mujeres. Esta es inexistente y, por tanto, carente de interés para quien escribe y, de rebote, para quien lee. Francamente me asombra que el periodista no se haya dado cuenta del machismo que subyace en sus palabras”.
Y termina: “Por favor, en manos de las y los profesionales de la prensa está colaborar para hacer un mundo más justo, y este tipo de comentarios en los que subyace un machismo “no agresivo” a veces son mucho más perniciosos que aquellos que van directamente en contra de la dignidad de las mujeres, que de forma natural generan rechazo”.
El autor del reportaje, muy elaborado en otros aspectos, me ha comentado que no tuvo intención discriminatoria. Se centró en los niños porque el círculo de amistades infantiles de Iniesta con las que jugaba al fútbol era masculino y no obtuvo con quien habló datos más detallados sobre la actual situación profesional de todas las niñas citadas.
P.D. La lectora me ha comentado que no es una de las niñas mencionadas, como deduje de la carta.