Defensora del Lector

Sobre el blog

La figura del Defensor del Lector fue creada por la Dirección de EL PAIS para garantizar los derechos de los lectores, atender a sus dudas, quejas y sugerencias sobre los contenidos del periódico, así como para vigilar que el tratamiento de las informaciones es acorde con las reglas éticas y profesionales del periodismo. Puede intervenir a instancia de cualquier lector o por iniciativa propia.
Principios éticos del diario EL PAÍS

Defensora del lector

Lola Galán

se incorporó a la plantilla de EL PAÍS en 1982, tras una etapa como colaboradora del diario. Ha sido redactora de las secciones de España y Sociedad, y reportera de la sección Domingo. Entre 1994 y 2003 ha ocupado las corresponsalías de Londres y Roma. En los últimos años ha trabajado para los suplementos del fin de semana, incluida la revista cultural Babelia. Madrileña, estudió Filosofía en la Universidad Complutense y Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid.

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Combatir las falsas evidencias

Por: | 21 de septiembre de 2014

Este es un artículo de despedida. Con el objetivo de incorporarme a un nuevo proyecto del diario solicité al director que aceptara mi dimisión como Defensor del Lector, anticipando el final del mandato que era en febrero del año próximo. Han sido dos años y medio en los que he ejercido mi tarea sin ningún tipo de injerencia o cortapisa por parte de la dirección y con la plena colaboración de la redacción.

El diario se dotó de esta figura en 1985, siendo el primer diario español en hacerlo. El periodismo y sus instituciones están en un proceso de profunda transformación y en este debate también se ha incluido el papel del Defensor del Lector, particularmente cuando diarios pioneros como The Washington Post han prescindido de esta figura. EL PAÍS la mantiene. Creo sinceramente que apoyar la existencia de un Defensor del Lector no es literatura gremial de supervivencia. Al margen de los inevitables errores que cometemos, y que en mi caso son exclusivamente de mi responsabilidad, esta figura puede ayudar para que los diarios mejoren la transparencia, que tanto y justamente exigen al resto de instituciones, en su propia casa. Es significativo que Tom Rosenstiel, coautor de un libro de referencia como Los elementos del periodismo, haya planteado junto a otros investigadores una profundización de los principios éticos que definen el ejercicio del periodismo. A los clásicos de acercarse a la verdad lo máximo posible, minimizar el daño (por ejemplo, sobre las víctimas de un episodio) y actuar independientemente, ha acentuado la necesidad de transparencia. La apertura del sistema informativo que ha supuesto Internet y la complejidad empresarial del mapa mediático la hacen más necesaria.

Como explicaba Stephen Pritchard, en The Observer, algunos diarios, en plena crisis, tienen la tentación de describir al Defensor del Lector como un moribundo, un trabajo irrelevante. El argumento es que teniendo los lectores el acceso a Internet para comentar historias y contribuir a ellas… se elimina su necesidad. Eso es claramente un engaño, escribió. Los lectores pueden disfrutar de la experiencia catártica de ver sus denuncias publicadas en un sitio web, pero ahí es donde termina. No hay ningún análisis crítico de su denuncia. “En resumen, no hay transparencia sin rendición de cuentas”. Margaret Sullivan, de The New York Times, se preguntaba si ahora que cualquier artículo puede ser examinado por legiones de blogueros, tuiteros y lectores en Internet el papel del Defensor cambia. ¿Se volverá innecesario porque ya hay abundantes críticas o será más importante como un recurso para dar sentido a este ruido?

La existencia de ediciones digitales, donde el error es más fácilmente remediable y permite una corrección más efectiva sin necesidad de aguardar a una futura, pero igualmente necesaria, fe de errores, modifica algunas prácticas del Defensor en su papel, al menos el central, de mediador entre el diario y los lectores que se interrogan sobre sus prácticas informativas. El reproche por lo que está mal hecho, el intentar solucionar desaguisados cuando son solucionables, no son tareas cosméticas que convierten, como algunos sostienen, a esta figura en un encargado de las relaciones públicas del medio. En cualquier caso, cuando el error se produce, y la gran mayoría de las veces, como he comprobado, no tiene nada que ver con la indudable honestidad profesional de quien lo comete, es vital su corrección y reconocimiento. En este punto, los diarios, y el primero éste, deben mejorar mucho la gestión de estas correcciones.

El ejercicio del buen periodismo, al margen del impacto de las nuevas plataformas tecnológicas, tiene unas recetas claras y existen desde hace tiempo. Nada justifica su debilitamiento. Si el periodismo está bajo sospecha es porque no se aplican siempre debidamente. Una muestra de que los periodistas sabemos lo que debemos hacer desde hace muchos años, y no hacerlo siempre es lo que genera la desconfianza de la ciudadanía, lo demuestra un texto de Gabriel García Márquez de 1996, El mejor oficio del mundo, en la que criticaba una funesta noción de periodismo intrépido y, por ejemplo, precisaba el concepto de primicia a cualquier precio y por encima de todo (“la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor”) o la difícil relación con fuentes informativas contaminantes, y cada vez mejor organizadas, que convierten al periodista en instrumento de esa fuente “que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino” y que “lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente”.

Los periodistas necesitamos incrementar la reflexión sobre nuestra propia práctica más allá de recetas engañosamente fáciles. Este año, otro ejemplo, el Parlamento británico elaboró un informe sobre el tratamiento del cambio climático en la BBC, organismo que merece un alto reconocimiento en su tarea, y criticaba la confusión entre la idea de imparcialidad y objetividad, que implica dar la voz a los que sustentan posiciones encontradas, con que ello conduzca a dar “el mismo peso” y credibilidad al científico que fundamenta su posición en bases experimentales y aquellos que organizan dudosas hipótesis sin sustento empírico. La indagación sobre los hechos sigue siendo el deber del periodista y la materia prima de nuestro oficio. Tan apasionante como difícil.

La emergencia de nuevos recursos tecnológicos, la posibilidad democrática que da Internet a expresarse a cualquier ciudadano, no expulsan la necesidad del trabajo periodístico, de su mediación. Hay un cambio profundo en el horizonte informativo y, como ha afirmado Edgar Morin, al explicar la dificultad de predicción sobre el futuro de la sociedad de la información, cuando hay un proceso abierto, siempre la conciencia sobre el mismo va por detrás de las experiencias. En cualquier caso, hay principios básicos que no deben alterarse. Y el periodista seguirá teniendo el deber de combatir lo aparente, las falsas evidencias. Que no te venzan, por pereza o miedo.

Inmigrantes "ilegales" y otras correcciones o quejas

Por: | 19 de septiembre de 2014

Inmigrantes ilegales. Javier de Lucas reseña la aparición en una información del término “inmigrantes ilegales”. En una noticia de agencia en la edición digital “aunque el titular enuncia: "Al menos 170 inmigrantes desaparecidos al hundirse su barca frente a la costa libia",  en el primer párrafo de texto se lee: "Al menos 170 inmigrantes de origen africano han desaparecido este viernes en el mar frente a la costa libia tras hundirse la barca en la que viajaban hacia Italia, en un nuevo drama de la inmigración ilegal". Ante todo, me llama la atención el hecho de que el periódico vuelva a hablar de inmigración "ilegal". Hacía tiempo que EL PAÍS había adoptado el calificativo menos inexacto de irregular. ¿Por qué vuelven a hablar de ilegal? Pero, en segundo lugar, por qué asegurar que se trata no sólo de inmigrantes "ilegales" sino de "inmigrantes"? Qué capacidad tienen los redactores de la noticia para saber que no había refugiados entre esos desaparecidos e incluso que la mayoría de ellos no fueran refugiados, si consideramos los datos de ACNUR que habla de más de 40.000 refugiados acogidos por esa Agencia de la ONU en Trípoli y Bengasi?  Su periódico ha informado sobre los datos utilizados por FRONTEX, que reconoce  el incremento exponencial de refugiados en las mismas vías utilizadas por los inmigrantes para cruzar el Mediterráneo. Las autoridades europeas (no así las españolas) son conscientes de que, si se tratara de refugiados, además del drama humano y de la obligación elemental de salvar la vida de quienes están en peligro, puede haber incumplimiento de obligaciones jurídicas específicas propias del derecho internacional de refugiados. Por qué seguir hablando de inmigrantes? No bastaría hablar de personas? Este tipo de información, a mi juicio,  contribuye a confundir a la opinión pública. EL PAÍS no debiera permitirse semejantes errores”. Tiene razón el lector. El Libro de Estilo no permite el empleo del término “inmigrantes ilegales”.

Hombres y mujeres. Juan remite un correo en el que manifiesta su queja por el tratamiento dado en el anuncio de una promoción al hombre y a la mujer que aparecen en el mismo. “El diario EL PAÍS presentó la semana pasada una de sus promociones, en este caso una prenda deportiva, eso que llamamos un "cortavientos", hasta ahí nada nuevo. La promoción a lo largo de la semana se sustentaba en cuatro fotos, dos de hombres y dos de mujeres. El caso es que los dos hombres se presentaban haciendo deporte (uno en bicicleta y el otro corriendo) y las dos mujeres pues ... bueno, las mujeres estaban ahí (al menos estaban vestidas).Tan difícil les resulta imaginar que una mujer hace deporte, las mujeres en este país no es que practiquen deporte sino que la mayoría de los éxitos deportivos de este país hace tiempo que son protagonizados por mujeres.¡¡Hagan el favor de cambiar de siglo, por favor!!”

Títulos ajenos. Un lector, Luis de Luxán Meléndez, señala que el título del editorial “El rayo que no cesa” contraviene el Libro de Estilo que dice: “Un recurso fácil y reprobable es titular con otros títulos; es decir, aplicar a un reportaje un título de película, de obra literaria o de una canción". En su texto comenta que “se trata, además, de un error muy desafortunado en este caso, pues del soneto que da título al libro de Miguel Hernández no puede desprenderse en absoluto referencia alguna a la violencia machista. Es más, identificar de este modo la terrible lacra que nos sacude casi cada día con el conocido poemario amoroso no contribuye precisamente a combatirla y desvirtúa el significado profundo que subyace tras la metáfora hernandiana (...)Además, por otra parte, tampoco comparto de ningún modo la frase que cierra el artículo, que le cito: “Y hay algo que el Gobierno puede hacer de inmediato: restablecer los presupuestos que la crisis ha recortado”. ¿Quién ha recortado los presupuestos, si puede saberse? ¿El Gobierno o ese mal anónimo que nos azota y que se supone que aquel debe combatir? No es una redacción inocente sino sesgada, claro está, pues aleja al actual Consejo de Ministros de la gravísima responsabilidad contraída en asunto de tal trascendencia para nuestra sociedad”.

Consejo Europeo. Jorge L. S. destaca la confusión que genera en algunas informaciones referirse al Consejo Europeo como Consejo. “El Consejo (antiguo Consejo de la Unión Europea) y el Consejo Europeo son dos instituciones de la Unión Europea completamente distintas, como queda claro en el artículo 13.1 del Tratado de la Unión Europea, que nombra las siete instituciones de la Unión”. Y subraya que el Consejo no tiene una Presidencia personal y fija como tal, sino rotatoria cada seis meses entre los países de la Unión.

Familias por la Diversidad. Isabel Martínez, presidenta de la Asociación Familias por la Diversidad, remite una corrección a la información sobre el programa ¿Quién manda aquí? que no afecta al fondo del asunto tratado, la inicial discriminación en las bases del concurso que impedían la participación de hogares monoparentales o parejas homosexuales. En sus declaraciones se transcribe una frase, “Es totalmente discriminatorio e ilógico. Me gustaría que me explicaran cuál es el motivo. Hay una ley que nos permite casarnos y que está sustentada por el Tribunal Constitucional…”. Martínez comenta que la frase “hace pensar que nuestra asociación está formada por gays y lesbianas y que yo hablo como lesbiana a la que afecta directamente el tema, cuando en todo momento hablé en tercera persona, aunque el tema me afecte directamente en cuanto afecta a uno de mis hijos (...) Particularmente no tengo ningún problema con el hecho de que alguien crea que soy lesbiana, porque entiendo que las personas homosexuales son tan dignas y tan merecedoras de respeto y no discriminación como cualquiera y por eso mismo presido la asociación Familias por la Diversidad, siendo una madre que está orgullosa de su hijo, porque la homosexualidad no clasifica la clase de persona que se es”. Martínez añade finalmente que felicita a la productora del programa y a TVE por haber modificado las bases de participación y permitan ahora que intervengan familias de parejas homosexuales o monoparentales.

Intérprete y traductor. Ernesto Pelzing alude a un confusión que ha detectado en más de una información sobre las funciones de un intérprete y las de un traductor. “El primero es una "persona que explica a otras, en lengua que entienden, lo dicho en otra que les es desconocida". El segundo "traduce una obra o escrito". Por lo tanto, siguiendo la explicación aportada, traducir es "expresar en una lengua lo que está escrito o se ha expresado antes en otra."

Erratas. Luis Ángel Herrero señala que en la edición papel del sábado día 13 del actual, en la página 20 sección España y en la noticia: “Volado uno…arsenales de la Guerra Civil”, hacia la mitad de la segunda columna, hay una errata al hablar de “detonaciones, muy virulentas”; creo que serían “violentas”. En la entrevista, por otra parte y a mi juicio espléndida, a Alberto L. Basaguren, un lector, Antonio Arias,  advierte una errata en su respuesta a la pregunta ¿ Y si gana el no?. “Donde dice “ el cuanto” quiere decir “el  cuento’”.

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