EL PAÍS ha apostado fuerte, como saben, por el desarrollo de su edición digital, con la convicción de que el futuro del periodismo está en ella. En apenas un año se han producido notables cambios de diseño y estructura de la misma, el último de los cuales se inauguró hace sólo unos días. Como todos los cambios, ha provocado algún que otro sobresalto e inevitables quejas, que quiero abordar aquí.