El rescate de los 33 mineros atrapados por un derrumbe en la mina San José, en el desierto de Atacama, ha centrado la atención del mundo en los últimos días. Chile exhibe con orgullo el éxito del rescate y cientos de medios de todo el mundo han desplazado hasta el lugar a sus enviados especiales. Pocos acontecimientos son susceptibles de concitar tanto interés como este suceso, pues junto al drama humano se planteaban también importantes retos técnicos, organizativos y políticos. Uno de nuestros lectores, Juan Ribó Chalmeta, plantea una cuestión general sobre la dimensión que los medios en general han dado a esta cobertura.
"Una vez degustada con alegría y alivio la noticia del rescate de los 33 de Mina San José (por el desafío humano y tecnológico que supuso), no puedo evitar sentir algo de vergüenza ajena por el circo mediático que se ha montado en torno al asunto. ¿No es lamentable que ahora se les llegue a ofrecer miles de euros por exclusivas periodísticas? ¿En qué mundo vivimos? ¿Era necesario que, por ejemplo, el telediario de TVE 1 abriera el miércoles con ellos, y nos tuviera con el tema hasta las 15:22 horas?
Creo que se ha exagerado un poco, y que nos hemos dejado llevar todos por un interés entre histérico y morboso, como de costumbre".
"Personalmente, ni me interesan sus caras (que nos ofrecen los periódicos), ni el detalle de sus "pequeñas" vidas, tan normales como la mía, igual que no me interesa un ápice ni me enseña nada la vida de Belén Esteban. Y encuentro el despliegue de patriotismo (esas banderas chilenas por doquier), oportunismo político (¿qué hacía Evo Morales, el del rodillazo, ahí?) y religiosidad (esos mineros genuflexos en loas a sus dioses evangélicos u otros, hablándonos de su Dios), francamente indigestos".
"¿No es más bien tiempo de asumir responsabilidades penales y políticas? Habría que concentrarse desde un principio sobre por qué estuvieron los mineros bajo tierra a punto de morir, y cuáles son ahora las responsabilidades de la empresa que los bajó a esa cueva de oscuridad, y de la Administración y poderes políticos que fallaron en la supervisión de la seguridad y condiciones laborales de esos pobres diablos: hoy supuestos héroes, pero mañana probables muñecos rotos cuando haya pasado el delirio.
La prensa escrita debería (antes y ahora) concentrarse más en esto último, para que no vuelva a ocurrir, en vez de atizar más el show".