Quejas por la tardanza en asumir que la matanza de Noruega era obra de la extrema derecha. La máxima expectación suele coincidir con el momento de mayor ignorancia
Juan Faus Giménez me escribe desde Zúrich, Suiza, para llamar la atención sobre lo siguiente: "En El País Digital, cuando se produce una noticia de última hora, aparece resaltado en rojo la palabra URGENTE. Según el diccionario de la RAE, urgente significa que urge, y urgir es 'exigir o pedir algo con apremio'. Por tanto", concluye, "la palabra está incorrectamente utilizada"; sería más apropiada la expresión "última hora". El lector tiene razón. Y como él dice, es solo un detalle, pero un detalle cargado de significado. Con esta palabra solían encabezar las agencias de noticias los teletipos urgentes que debían ser entregados sin demora a los responsables de las redacciones. Si se ha trasladado esta misma fórmula a las ediciones digitales no es solo por inercia: en realidad define muy bien la nueva cultura de la urgencia y del apremio que invade las redacciones, orientadas ahora a servir sin demora sus ediciones online. Un apremio que puede conducir a la precipitación.
Varios de los lectores que me han escrito esta semana consideran precipitadas las primeras versiones sobre el atentado y la masacre posterior ocurridos en Noruega. Estos lectores estiman que EL PAÍS se decantó excesivamente a favor de la hipótesis de que el atentado hubiera sido cometido por el terrorismo islamista. El suscriptor Frederic Page califica de "terrible" la cobertura inicial: "Una vez solamente se evoca la pista de la extrema derecha, casi para menospreciarla, mientras se comenta en los principales artículos y de manera repetida la tesis del atentado islamista. Parecía el 11-M al revés. Evidentemente, la historia reciente de España invita a pensar que los islamistas se esconden detrás de este tipo de atentados (...) pero a las diez de la noche la cadena Al Yazira informaba ya de que el individuo responsable del ataque en la isla de Utoya era 'alto y rubio'. Otros periódicos han sido mucho más cautelosos", concluye. A estas críticas se suman otros lectores como Víctor Nelson, Martín Parga o Federico Faccio Peláez.
Yárnoz prosigue: "En el diario del sábado titulamos: 'Un doble atentado terrorista deja un reguero de muertos en Noruega', junto a dos sumarios: 'Una bomba en el centro de Oslo mata al menos a siete personas'. Ya en la primera página señalábamos que estaba detenido un ciudadano noruego y en el interior se informaba de que, pese a la confusión reinante, se manejaban 'dos pistas para un doble atentado', y se añadía: 'Noruega está bajo amenaza de Al Qaeda desde 2003 por su participación en la guerra de Afganistán, pero no se descarta un ataque de la extrema derecha".
Esos titulares reflejaban adecuadamente la situación. Sin embargo, los textos de las sucesivas versiones incluían abundantes referencias a las relaciones de Noruega con los conflictos que alimentan el terrorismo islamista y lo que daba especial relevancia a esta hipótesis era un artículo del catedrático Fernando Reinares titulado "¿Para qué en Noruega?", que se publicó en la edición digital y en la página 5 de la primera edición impresa. "Algunas de las frases de este artículo nos ruborizan, cuando a las pocas horas de los atentados, la policía noruega había detenido a un ciudadano de este país de ideas ultracatólicas, islamófobas y nacionalistas", escribe Carlos Gómez Gil, del Departamento de Análisis Económico Aplicado de la Universidad de Alicante. "Espero que la próxima vez sean más cautos a la hora de publicar reflexiones tan incendiarias".
Carlos Yárnoz considera "totalmente válido que los expertos manejen hipótesis de trabajo o teorías, aun cuando no se haya determinado la autoría. Cuando se conocieron suficientes datos como para entender que la más sólida era la pista de la extrema derecha se optó por retirar el artículo que describía la otra potencial hipótesis. Se trataba, en todo caso, de un análisis válido para un escenario determinado", afirma.
Aunque el artículo de Reinares terminaba diciendo que "esta es una hipótesis plausible sobre lo ocurrido ayer en Noruega, pero no la única", lo cierto es que cuando se llegaba a esa frase estaba ya claro, y los lectores lo sabían, que el atentado era obra de un terrorista de extrema derecha. Por eso, Jota Martínez Galiana, aunque encuentra el artículo muy interesante, cree que EL PAÍS se precipitó al publicarlo. "Al cierre de la edición del viernes no había confirmación de la autoría. Es más: se sabía que la persona detenida en Utoya era un noruego rubio de 1,90 de estatura y ustedes mismos señalaban que el atentado tanto podía ser obra de fundamentalistas islámicos como de ultraderechistas. ¿No hubiera sido mejor reservar el artículo para cuando se hubiera confirmado la autoría?"
Así es. El análisis podía ser pertinente, pero solo en caso de que ese escenario estuviera confirmado. Es responsabilidad del diario cotejar si el contenido de un artículo de análisis se corresponde con los datos de la realidad. En este caso, parece que hubo precipitación en la publicación del artículo y falta de agilidad en su retirada. Fernando Reinares publicó el jueves una carta al director en la que afirmaba: "A fin de no inducir a equívocos a los lectores sobre un asunto de tanta gravedad como este, deseo aclarar que la desafortunada aparición parcial de dicho artículo en modo alguno responde al deseo de insistir en relacionar los actos de terrorismo ocurridos en Noruega con una ideología distinta a la de la extrema derecha antisistema e islamófoba".
Valorar un acontecimiento con datos tan confusos no es fácil. Y muchos periódicos fueron víctimas de esa misma confusión. Mientras se conocía que la policía había detenido a un noruego como presunto autor del atentado, el diario The New York Times recogía en su portada que un grupo islamista lo había reivindicado. Precisamente por eso hay que extremar la cautela y tener en cuenta que el momento de mayor expectación coincide justamente con el de máxima ignorancia sobre lo ocurrido.
La primera valoración es muy importante, pues puede producir efectos en cascada. Al poco de publicarse la noticia, muchos lectores estaban ya enzarzados en un agrio debate en la web. La mayoría daba por descontada la autoría islamista. Su lectura indignó a Jota Martínez Galiana: "La mayoría culpaban sin datos, ya no a los terroristas de Al Qaeda, sino a los musulmanes en general. Los comentarios fueron subiendo de tono (...) hasta convertirse en soflamas racistas en contra de los musulmanes, su religión, la inmigración o la multiculturalidad". También a Eduardo Alonso: "Mi asco y mi indignación han llegado a un grado difícilmente superable. Me produce una inmensa tristeza ver en EL PAÍS esta cochambre. ¿Tan difícil es exigir y hacer cumplir en la edición electrónica los principios que siempre han regido en la sección de Cartas al director?", pregunta.
Muchos medios incurrieron el viernes en la misma precipitación. Y muchos lectores les siguieron. El afán de ser los primeros no debería llevarnos a adelantar acontecimientos. Si no se sabe lo que ha ocurrido, mejor no especular. Porque en estos casos, querer ser los primeros puede llevarnos a ser los primeros en equivocarnos.