Marta Cantero Lleó
Soy una periodista canaria de 46 años que ha ejercido la profesión desde diversas orillas: medios de comunicación -entre ellos el propio EL PAÍS como corresponsal- gabinetes de prensa y en la actualidad en una empresa propia. He leído con interés su artículo “Indignados con los periodistas”y, respondiendo a su invitación de abrir un debate "urgente y necesario" sobre la profesión (¿cuántos debates urgentes y necesarios no hemos sabido hacer sobre esta 'bendita' profesión en las últimas décadas?), le envío la siguiente opinión partiendo de la que me parece la posición más acertada: la del colectivo Arganda sobre la supeditación de los periodistas a la línea editorial de los medios para los que trabajan.
Sin duda el debate sobre el descrédito de la imagen de los periodistas debe incluir éste: la relación entre el trabajador y la empresa, y efectivamente la supeditación, cuando no sumisión, de los primeros a la segunda; y desde esa posición, la connivencia acrítica de los profesionales con sus principales fuentes de información, bien sean políticos o empresarios..., que además tienden 'casualmente' a ser los mismos con los que la empresa mantiene mayores vínculos económicos o ideológicos.
En los tiempos de vacas gordas, los periodistas hemos sido mayoritariamente parte de la clase acomodada de la sociedad española, y solo la voracidad de la crisis nos ha mandado a muchos al creciente colectivo de 'no integrados'. Entiendo que para los Indignados del 15-M seamos más de lo mismo, pese a la simpatía que su movimiento nos inspire y a que, como señala Joaquín Estefanía, nuestras condiciones económicas, desencanto profesional y desafección por el actual sistema nos sitúen en la órbita de sus posiciones.
En Canarias, le podría dar nombres y apellidos de compañeros de profesión que cobran sin ningún pudor por sus artículos, que chantajean a los representantes institucionales y empresariales para que aumenten su cuota de publicidad, que se desgañitan desde sus atalayas mediáticas (tradicionales o digitales, desde emisoras serias de ámbito nacional hasta radios municipales, desde televisiones locales imposibles hasta grandes cadenas) en defensa de una libertad de expresión contra la que ellos atentan cada día en el ejercicio de su deber de informar. Y lo hacen utilizando medias verdades, ocultando unos datos y sobredimensionando otros en función de sus intereses empresariales o particulares. Pero ya se sabe que 'perro no come carne de perro', y cuando alguno se atreve tan sólo a ladrar tímidamente termina en alguna plaza de España. Y cuando eso ocurre, el resto de colegas, la mayoría, calla y sigue tecleando para no perder su puesto de trabajo.
Desde este punto de vista, ¿somos o no parte del sistema contra el que se manifiestan los Indignados?