Seis meses después, un ejército de 17.000 hombres fiel a la corona española -paradojicamente, el 80% indígena-, respaldado además por el cacique de Chincheros, Mateo Pumacahua, derrotó a las tropas rebeldes y capturó a Tupac Amaru y casi toda su familia. El líder indigena fue obligado a ver la ejecución de su esposa, dos hijos y otros parientes. Él fue descuartizado. Pero la rebelión no murió ese mismo día, sino que fue continuada por el primo de Tupac Amaru, Diego Cristóbal: y más tarde por Julián Apaza -Tupac Catari-. Este último caudillo sitió dos veces la ciudad de La Paz. El primero duró 109 días y costó la vida a 10.000 españoles. En el segundo, el ejército indígena y mestizo intentó contruir un dique para inundar la ciudad pero este reventó antes de lo previsto y el plan fracasó. Poco después, un ejército enviado desde Buenos Aires derrotó a los insurrectos y Tupac Catari -traicionado por otro mestizo, Tomás Inca Lupe- fue capturado y descuartizado en la plaza del pueblo de Peñas. Su cabeza se envió a La Paz.
La
rebelión no tenía como enemigo a todo lo que proviniera del hombre
blanco. Tupac Amaru incluyó en sus reinvindicaciones a los criollos o
españoles americanos, también víctimas del aumento de la presión fiscal y
los abusos cometidos por los españoles peninsulares. El líder indígena
luchó contra la mita y por la devolución de las tierras pero, como
señalan muchos historiadores, nunca hubo un pronunciamiento contra la
religión católica. Incluso antes de comenzar la sublevación, Tupac Amaru
intentó que la Corona española reconociera el autogobierno de los
americanos y su propia jerarquía de rey como descendiente directo de los
incas. La rebelion fue la última salida tras muchos años en los que
Tupac Amaru intentó conseguir sus objetivos mediante la negociación.
Evo Morales fue investido líder supremo o Apu Mallku en una ceremonia religiosa en Tiahuanaco en enero de 2006. Era la primera vez, según la prensa boliviana de esos días, que se otorgaba ese título desde la coronación de Tupac Amaru en 1570. Mucho se habló entonces de la rebelión de Tupac Amaru y Tomás Catari. Morales la considera la primera revolución libertadora de América, a pesar de que aquella guerra no buscó la independencia por la sola razón de que los indígenas no tenían el concepto de Estado europeo ni fue un movimiento libertario, solo el intento -sin duda legítimo- de restablecer la monarquía inca por encima de la española. Los blancos contra los que arremetió Morales ya no eran colonizadores españoles, sino otros bolivianos como el propio presidente. Morales también se enfrentó a la iglesia católica cuando esta cuestionó sus postulados y sus acciones, y a Estados Unidos como símbolo del poder colonizador extranjero de su tiempo.
Cinco años después de aquella ceremonia en Tiahuanaco, Morales ya no está enfrentado a los blancos, sino a los índigenas de la región amazónica por la construcción de una carretera con inversión extranjera. Mientras tanto, buena parte los indigenas andinos, su mayor fuerza electoral; le reprocha la escalada de precios y sus políticas más capitalistas que socialistas. El gobierno del primer presidente indígena de América del Sur, que ha hecho mucho por su gente y podría haber hecho mucho más, está atrapado por el mismo discurso con el que comenzó su andadura: el de la confrontación y el desprecio.
Hay 0 Comentarios