Alimentar o dar de comer

Por: | 08 de octubre de 2010

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FOTO JOSÉ YEREGUI

Poner la mesa, tener un lugar fijo en la mesa o hacerse un sitio en una mesa; beber de la misma jarra que los compañeros de clase; sentarse, hablar y repartir el pan; aprender a coger los cubiertos, a ponerlos en su sitio, ver pelar una naranja y doblar la servilleta. Un comedor escolar alimenta muchas necesidades. Los niños entran con la idea de pasar un buen rato, los envían allí con el objetivo de saciar su hambre y con el resultado de que aprenden a compartir y a convivir.
Los niños recordarán toda la vida si el comedor de su colegio olía a lentejas o a lejía, si tenía, o no, luz natural, quién se sentaba a su lado, el nombre de la cocinera que les perdonaba lo que se les atragantaba y si los monitores abusaban o no del silbato para mandar callar.
Un estudio sevillano de arquitectos con el nombre del más básico de los alimentos, La Panadería, ha ideado un modelo de comedor temporal –adaptable a cualquier colegio- que quiere alimentar la infancia de los niños de algunos centros andaluces. 

 Fue la Junta de esa comunidad la que hizo el encargo a un despacho de arquitectura con una media de edad de  treinta y cinco años.
El resultado se ha ido instalando en varios colegios (cuatro ya) y no es un despacho de comidas, está más cerca de un lugar de reunión semiabierto, con forma de patio o galería, blanco por fuera, con iluminación cenital y cubierta ventilada. El encargo solicitaba comedores económicos y rápidos de levantar en parcelas con colegios en funcionamiento. Así, los arquitectos emplearon una estructura de nave industrial –para cubrir grandes luces con bajo coste y rápida ejecución- y la dotaron de un exterior limpio de termoarcilla y una cubierta de chapa de acero grecada y lacada en blanco. El interior es cálido: tableros de madera (OSB) y pavimento continuo de vinilo. Pero es en la cubierta ventilada donde estos comedores, que se han hecho con el Premio Arquia Próxima al trabajo de arquitectos menores de 40 años, esconden su confort.
Rubén Alonso, Eva Morales y David Cañavate pusieron el aislamiento sobre los tableros de madera del techo. Más arriba, un gran colchón de aire ocupa la cercha, entre la chapa de acero y el aislamiento, y se renueva con el ascenso del aire más fresco procedente del patio o la galería. El aire “gastado” se expulsa entonces, gracias al efecto chimenea, por los orificios de la cumbrera.
Las dimensiones de los comedores varían entre los 260 m2 del CEIP Guadalquivir y los 295m2 del CEIP Hispalis. El presupuesto de ambos centros: 123.801€ y 129.221€, respectivamente. Los niños llegan hasta los comedores como quien entra en un restaurante con forma de casa. La arquitectura blanca, espaciosa, cálida y bien iluminada ayuda a construir un buen recuerdo. Que los monitores no abusen del silbato, también.

 

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Del tirador a la ciudad

Sobre el blog

Del tirador a la ciudad. Ése era para Mies van der Rohe el ámbito de su oficio. La arquitectura, como la sanidad o la educación, nos afecta a todos. Puede también fascinarnos. Como todo informador, me valdré de lo que creo saber. Trataré de no enmascarar lo que ignoro.

Sobre el autor

Anatxu Zabalbeascoa

La periodista e historiadora escribe sobre todas las escalas de la arquitectura y el diseño en El País y en libros como The New Spanish Architecture, Las casas del siglo, Minimalismos o Vidas construidas, biografías de arquitectos.

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