Del tirador a la ciudad

Sobre el blog

Del tirador a la ciudad. Ése era para Mies van der Rohe el ámbito de su oficio. La arquitectura, como la sanidad o la educación, nos afecta a todos. Puede también fascinarnos. Como todo informador, me valdré de lo que creo saber. Trataré de no enmascarar lo que ignoro.

Sobre el autor

Anatxu Zabalbeascoa

La periodista e historiadora escribe sobre todas las escalas de la arquitectura y el diseño en El País y en libros como The New Spanish Architecture, Las casas del siglo, Minimalismos o Vidas construidas, biografías de arquitectos.

¿Qué le preocupa a un arquitecto de hoy?

Por: | 31 de enero de 2011

 Seis arquitectos en activo de diversa obra, ideología, situación profesional y económica responden a esta pregunta. Abrimos el debate a arquitectos y no arquitectos.

 Emiliano López y Mónica Rivera:

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Hotel Aire de Bárdenas. FOTO: J.HEVIA


“Lo que más nos preocupa a nosotros es el papel que juega nuestra profesión en el conjunto de la sociedad. Como colectivo, ¿qué es lo que le podemos aportar y hasta qué punto la sociedad realmente nos tiene en cuenta como pensadores y profesionales? ¿Por qué el incesante incremento de normativas, códigos técnicos y marcos legales que pautan y conducen las propuestas arquitectónicas? ¿Será que la sociedad ya no confía en nosotros y nos tienen que encorsetar para que no malgastemos sus recursos? ¿Qué porcentaje de arquitectos participa en la configuración de estas normas?

Antes el arquitecto era quien velaba por la correcta ejecución de una obra como mediador entre la empresa constructora y el cliente. Ahora muchos de los concursos públicos en Cataluña se adjudican a la constructora y no al arquitecto, y es la constructora la que vela por los intereses del cliente, controlando de cerca al arquitecto.

En breve, con las nuevas carreras amparadas en el plan de Bolonia, nuevos profesionales de formación puramente técnica podrán quizás dirigir las obras en base a planos realizados por arquitectos, truncando así una de las fases más trascendentales en la materialización de una obra. Por este camino, un edificio será válido simplemente con que cumpla el marco legal. ¿Qué nos está pasando? ¿En qué nos estamos equivocando los arquitectos? ¿Qué estamos descuidando?”

 

Ángela García de Paredes e Ignacio García-Pedrosa:

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Museo visigodo de Mérida proyectado sobre muros romanos y árabes para albergar la colección visigoda en la trama urbana del siglo XXI


Condicionado por la realidad de hoy, a un arquitecto le debería preocupar cómo establecer un ritmo de construcción que haga sostenible un crecimiento cualitativo de la ciudad, no basado en la ocupación de nuevo suelo. La crisis ha establecido una moratoria que debe permitir repensar la ciudad y su equilibrio con el territorio, con el paisaje y con el perfil de las costas.

Nos preocupa cómo articular una intensificación de lo construido, construir la ciudad mejorando lo que ya existe y sustituyendo, con acierto, lo que está aceptado por el mero hecho de estar presente. Reutilizar con nuevos usos infraestructuras y edificios obsoletos o infrautilizados. Reanimar, mediante la calidad, la actividad constructora necesaria para vitalizar la economía y para permitir la supervivencia de nuestras ciudades”.

Juan Herreros:

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PROTOTIPO CASA MODULAR GAROZA. FOTO: J. CALLEJAS

“No sé si a todos nos preocupa lo mismo, pero en mi caso, me inquieta comprobar que los arquitectos no habitamos un lugar desde el que explicar con claridad el interés y la necesidad de nuestro trabajo. La ciudad cambia a ritmos vertiginosos impulsada por la energía, las ambiciones y la fuerza del capital, pero no tengo muy claro que estemos realmente participando de esos cambios con nuestro conocimiento e imaginación sino más bien dando forma final a un escenario cuyas reglas las escriben otros. Los arquitectos queremos participar en el establecimiento de los modelos de prestigio y de calidad; ayudar a las personas a mirar más allá de lo que conocen y animarles a desear lo que nunca se les habría ocurrido; hacer patente el enorme valor añadido desperdiciado por una sistemática interpretación consumista de nuestros productos; explicar sin fascinaciones infantiles cuál es el potencial poético de novedades como la sostenibilidad o las nuevas tecnologías y cómo pueden ayudar a construir un soporte físico que sea el mayor orgullo de una sociedad civil avanzada. En un contexto de crisis, a los arquitectos nos preocupa que la lección no sea aprendida con toda su transparencia y que el momento no sea aprovechado para dar ciertos giros saludables y eliminar de una vez por todas algunos clichés que lastran el enorme potencial de ese conglomerado fascinante que es la cultura urbana”.

 BOPBAA. Josep Bohigas, Francesc Pla, Iñaki Baquero:

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AMPLIACIÓN DE EL MOLINO, BARCELONA. FOTO: EVA SERRATS.

“En el sentido amplio del término, nuestro trabajo es continuar. Da un poco igual si lo haces sobre unos muros góticos, unos endebles tabiques de un polígono de los años setenta, sobre una parcela llena de pinos o sobre un emblemático café – concierto. El tema es entender que algo ya ha empezado antes de tu llegada. De pequeños contábamos en voz alta los pasos de la comba antes de entrar a saltar dentro. En arquitectura pasa algo parecido. Uno debe tratar de entrar con el pie que toca para poder seguir un ritmo. Una vez dentro haces lo que sabes o lo que puedes y siempre sabes que acabarás por salir, y que viene otro detrás de ti.

 

Entendemos la ciudad como suma. Tenemos una consciencia absoluta de pertenecer a una narración que siempre ha empezado antes y que, sobre todo, alguien continuará. Nos atrae esta condición tan contemporánea y necesaria. Empezar dando por bueno lo que nos encontramos, por extravagante que parezca, y que sea más adelante, cuando se descubran las posibilidades de mejora o influencia. La imagen de alguien que sale de entre el público para sumarse como músico a una sesión de jazz explica muy bien qué tipo de ciudad y arquitectura nos interesa.

 

Apostamos por una arquitectura “prepositiva”, entendemos que nuestro trabajo se produce a, ante, bajo, con, desde, hacia, tras… algo que ya estaba ahí, y nuestra intención es sumarnos (y algún día diluirnos) en ese esfuerzo”.

 Andrés Jaque:

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CASA EN NEVER NEVER LAND, IBIZA. FOTO: MIGUEL DE GUZMÁN.

“En el estudio que dirijo nos interesa trabajar empoderando las partes frágiles, pero valiosas, de lo que ya existe. Dos ejemplos:

Uno social: Hemos analizado en detalle cómo son los entornos domésticos de los mayores que viven en soledad en el centro, de la periferia automovilística o de las casas de trabajadores trasnacionales de origen senegalés. La observación de lo real desafía la manera en que hasta ahora se han pensado la vivienda y la ciudad, como esferas casi independientes. Ahora trabajamos para mejorar, con intervenciones específicas, cada una de estas situaciones.

Otro constructivo: Una parte de lo industrial depende de sistemas que nada tienen que ver con la retórica de los prefabricados; sino con la combinación de elementos ligeros y pequeños, cuya manipulación es fácil y flexible. Me refiero a: membranas impermeabilizantes, aislamientos térmicos, cintas adhesivas, sellantes. Siempre están ahí y son los que de verdad están trabajando, pero en la tradición de los proyectos singulares, quedan detrás de paneles de piedra, aluminio u hormigón. Nosotros intentamos ahora utilizarlos atendiendo a sus prestaciones, según sus lógicas y sin ocultarnos".     

 Enric Ruiz Geli:

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EDIFICIO MEDIA-TIC EN BARCELONA

“LAS 10 PREOCUPACIONES:

1. El cambio climático

2. Trabajar con físicos y mis hijos en "excelencia" (pensando futuro).

3. La energía y su eficiencia, hacia la empatía.

4. Aumentar en las escuelas de arquitectura la consciencia "green".

5. La transparencia espacial, político, medios,...

6. Innovación y patentes en centros tecnológicos.

7. El conocimiento y su transmisión intergeneracional.

8. Ser socialista.

9. La inteligencia distribuida en la construcción de espacios, objetos, materiales.

10. Convertir conocimiento, en PIB y salir de la crisis con valor añadido.

(Esta lista no está ordenada por importancia)”.

 

 

 

 

 

Adaptar lo que existe

Por: | 28 de enero de 2011

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Salvo en los trabajos de interiorismo, cada vez son menos los arquitectos que trabajan todas las escalas del diseño. Del tirador a la ciudad, un diseñador minucioso puede firmar a un tiempo las mayores decisiones y las más pequeñas, aunque no menores, de un proyecto. Fruto de ese cuidado, nace una arquitectura minuciosa e integral de la que siempre se puede aprender. Cuando es buena porque  lo es. Y cuando su purismo resulta en trabajos aislados de la realidad, el emplazamiento o su propio tiempo, también encierra la lección de los esfuerzos vacuos.

 Mónica Rivera y Emiliano López trabajan todos los detalles. Cuando les dejan -como en el Hotel Aire, que firmaron en las Bárdenas Reales-, idean desde el edificio hasta las sillas o las duchas. Pero no siempre hace falta tanta intervención, de ahí que también sepan aconsejar a un cliente cuando merece la pena trabajar con lo que ya existe.

Algo así les sucedió cuando el fabricante de zapatos de Elda Pedro García les solicitó la renovación de sus stands, de sus muestrarios y de su show room en Nueva York. La idea era acoplarse a la imagen de calidad y seriedad sin estridencias de una empresa que lleva tres generaciones vendiendo calzado por el mundo.

Para trabajar en los tres ámbitos a la vez -un stand reutilizable , un show room cambiante y una tienda modelo-, Rivera y López pensaron en un mueble ligero y fácil de montar y desmontar. Se fijaron en cómo se muestran las cajas de frutas en un mercado. Y para unir ambas ideas dieron con la solución en una floristería. Una pieza estándar, zincada y plegable, para jardinería les dio la clave de su proyecto. ¿Para qué cambiarla si el dorado del zinc respondía también a la ambición de su cliente? Si el funcionamiento de un producto industrial es difícilmente mejorable y si los que existían en el mercado permitían cambiar las bandejas metálicas por otras de metacrilato blanco, un nuevo diseño solo podía encarecer el proyecto. Así, los arquitectos compraron varios expositores y trasladaron el zinc del expositor a la estructura metálica que sujeta el stand. Esa estructura sujeta la iluminación y los paneles de fibra de vidrio que marcan el perímetro del stand: lo encierran y lo cubren, como un velo, ocultándolo sin ocultarlo, (un requisito para evitar copias).

El resto es igualmente sencillo: moqueta de coco para pisar sin miedo y una gran mesa central de contrachapado con una capa de corcho sobre la que elegir los zapatos. La mesa sí fue diseñada por Rivera y López. Se trata de una pieza modular y desmontable que esconde en su base las maletas -en las que se transportan los zapatos a la feria-, y oculta, en los huecos laterales del grueso sobre, catálogos, hojas de pedidos y tomas de corriente para ordenadores portátiles. 64 metros cuadrados de ligereza y sentido común.

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FOTOS: JOSÉ HEVIA

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STAND MILAN 21 

Casavella, Barcelona y el celofán

Por: | 26 de enero de 2011

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 Más lectura para repensar Barcelona de la mano de uno de sus mejores cronistas y narradores: Francisco Casavella [Extraído de “La Ciudad de Celofán I” (2001), recogido en el libro Elevación, elegancia y entusiasmo. Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores].

“Desde luego, Barcelona no es la gran ciudad que publicita el irredento espíritu comercial de sus habitantes más destacados, pero es mi ciudad. Si me dejan hacer el cursi diré que, a lo largo del tiempo, la he visto sucesivamente como madre, novia, esposa y temible ex esposa con la que las circunstancias económicas nos obligan a seguir compartiendo piso, vergüenza y un saludo de circunstancias en la puerta del lavabo. El amor está agotado, la posibilidad de reconciliación es muy remota, pero uno, si no es demasiado cafre, aún puede valorar alguna de sus cualidades más evidentes, aunque, eso sí, con la mayor frialdad y el peligro de que las razones objetivas se vean teñídas de repente con fieros impulsos subjetivos llenos de rencor. Las relaciones de un hombre con su ciudad son la edad que tiene, los tiempos que le ha tocado vivir y cómo le ha ido en la feria. No puedo hablar sobre Barcelona sin mencionar esas circunstancias.

Mi memoria alcanza desde la Barcelona barraquista, industrial, sucia, fea y con un doble complejo de superioridad-inferioridad de finales de los 60, hasta la especie de parque temático sin demasiadas convicciones, digamos, espirituales del 2001. En esos años, no sé muy bien qué habrá perdido y ganado la ciudad, pero yo he perdido mi juventud y ganado bien poca cosa. Pero como me pagan para que precise ese “no sé muy bien qué” y me deje de lamentos biográficos voy a intentar averiguarlo a fuerza de especulación.

Desde el punto de vista urbanístico dicen que esto es el no va más. Hasta hace poco, la distribución urbana y el componente sociológico eran de una simplicidad apabullante. Como saben, Barcelona está encajonada entre dos ríos, una cadena montañosa (si por dos cuadros de juventud de Picasso se monta un museo, cuatro colinas son, evidentemente, “una cadena montañosa”) y el mar. Los ricos viven lejos del mar y, en impecable progresión descendente, uno puede irse empobreciendo hasta habitar los insalubres barrios marítimos y vender cerillas por las esquinas donde suena el lamento del acordeón. Los habitantes de Barcelona viven, o han vivido hasta hace poco, con el peligro de la caída: mudarse cinco calles más arriba era un progreso evidente; hacer lo contrario, suponía un desprestigio: la gente gateaba pendiente arriba con las uñas clavadas en el asfalto como si fueran diez piolets para hacerse un hueco en las faldas del monte Tibidabo, algo así como la tierra prometida. Pero ya he dicho que todo eso ha cambiado. Las obras que se llevaron a cabo con el pretexto olímpico complicaron esa sencillez, y donde durante mucho tiempo se levantó un campamento de gitanos, hoy se erige la Villa Olímpica, un fino y moderno trazo en lo que era inexistente skyline. Los terrenos donde se levanta esa recreación del mundo feliz me parece que no eran de los gitanos: así que no han sido ellos quienes se han enriquecido con esa operación. Como tampoco sé por qué los hijos y sobrinas de los prohombres y los profesionales liberales han elegido pasar sus días en el antiguo barrio del Borne, un pudridero junto al antiguo mercado de abastos que se ha llenado de gente chachi piruli cual nuevo Soho. El antiguo Barrio Chino ha sido la gran operación fallida de ese ímpetu reconstructivo. La corrección política impide mencionar que se tiraron manzanas de casas (horribles), se abrieron avenidas (en ratoneras, hay que decirlo todo) y se aventó a la población canalla (que se reubicó no demasiado lejos para cometer sus fechorías y puteríos sin demasiada nostalgia), todo eso se hizo, digo, con la intención de que fuera poblado también por esos clones vestidos de pseudopastor anglicano que forman la burguesía local. La llegada masiva de inmigrantes magrebíes y asiáticos, que ocuparon esas calles y han hecho de ellas su reino, perjudicó el sueño. Esa nueva inmigración, como todas las que han sido y serán, se divide en dos tipos: la laboriosa, que pretende una vida mejor, y la no menos laboriosa, pero en otros afanes, que campa a sus anchas por las zonas turísticas en pos del bolso y la cartera. Un bofetón en medio de las Ramblas propinado por un magrebí a uno de los arquitectos clave en la transformación urbanística barcelonesa (el septuagenario prócer se fingía caballero sin espada en socorro de una dama), alertó a las autoridades sobre la nueva delincuencia. Antes, por lo visto, no se habían enterado. Como siempre, en muchos casos están pagando justos por pecadores.

Cuando yo era mozo endrino, las paredes estaban llenas de siglas. Era una verborrea alfabética de formaciones políticas que se unían, se desgajaban y pedían, mayoritariamente, libertad, amnistía y estatuto de autonomía. Lograda por el ciudadano esa triple ambición, sigue habiendo siglas por las paredes. Pero donde antes había un muro como ruina única de una antigua fábrica ahora hay un museo y la sigla permanece. MNAC, MACBA, MAM y qué sé yo cuántas cosas más. La capacidad de los catalanes para potenciar el producto, como sabrá todo aquel que haya tenido trato con los antiguos viajantes, tiene en esos museos su razón de ser. La más escueta producción artística de la ciudad y de la región a lo largo de la historia, muy lógica por otra parte en gente dedicada a hacer dinero y (según las huestes de Pujol) poco menos que a alimentar al resto del país, encuentra su fundamento en esos museos de gran empaque y más bien poco contenido. Pero no se piense en insinceridad o pirateo, sino en simple fariseísmo. Al barcelonés le puede llegar a gustar una cagarruta siempre que se la envuelvan en celofán. La histórica competencia con Madrid (que hoy es ignorancia mutua) se basa en el celofán, el “buen gusto” de antes de la guerra (civil) del que vive seiscientos kilómetros más cerca de París. Lo malo es que el nuevo y múltiple funcionariado ha elevado ese “buen gusto” de solterona en galería con visillos a una suerte de cultura oficial.

Y ya que hablamos de cultura oficial. ¿Existe algo así como una cultura real? Pues no lo sé. En los nuevos barrios marítimos antes señalados, existe un falso underground de lujo potenciado por la vistosidad plástica de jóvenes europeos que vienen a pasar temporadas imantados por la agitada vida nocturna y la permisividad del horario hostelero. Esa amalgama da lugar a aisladas propuestas de cierto interés y a mucha, mucha, mucha tontería. Ya sea vestido con el tradicional hábito de pastor protestante, ya sea con la vistosa trenza rastafari, el artista hace cola igual ante la ventanilla donde dan las subvenciones. Las vocaciones juveniles se trastocan en la solidez del operario cultural en cuanto el antiguo artista descubre sus dos talentos genuinos: el papeleo y el peloteo. Nada nuevo bajo el sol, que aquí siempre sale por el mar. Barcelona ha perdido muchas carreras por un patético trajín de despachos y la capacidad organizativa se basa en la industria del celofán. Cualquier día llaman a Christo para que nos envuelva a todos en tan bella y crujiente materia. Ésta ha sido, desde luego, una visión parcial. No diré interesada, porque para mí la ciudad ha perdido mucho de su interés. ¿Cuál era ese interés? En que hubo una época en que los dos parecíamos muy jóvenes”.

 

 

 

Del barcelonismo a la barcelonitis

Por: | 24 de enero de 2011

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A veces los mejores análisis, las informaciones más relevantes o los retratos más certeros se encuentran fuera de los canales de expresión habituales. Hace unos meses el arquitecto Josep Bohigas (del estudio barcelonés Bopbaa) renunció a la invitación que le hizo Javier Mariscal para escribir un texto sobre su obra en el catálogo de una muestra. Le explicó los motivos de la renuncia en una carta que combinaba cuestiones personales con un hondo descontento por la transformación de Barcelona. Mariscal colgó la carta personal en su blog. Y Josep Bohigas ha dado permiso para que El País la reproduzca. El análisis va más allá de la vida, la obra, los miedos y las fobias de dos personas para reflejar una creciente preocupación por la ciudad.

“Que quede claro que yo admiro a Mariscal. Simplemente, se mezclan sentimientos agridulces en un proceso de desencantamiento con la ciudad y con sus protagonistas… “, explica Bohigas. “Y, por otro lado”, -admite- “no me sentí suficientemente equipado como para hacer una critica sesuda de Mariscal y su circunstancia profesional. De ahí mi renuncia y el detour hacia temas mas generales”.

La preocupación sobre Barcelona ha movilizado a un buen número de escritores, como Francisco Casavella; geógrafos, como Francesc Muñoz; antropólogos, como Manuel Delgado, cineastas, como Joaquín Jordá; diseñadores, como Curro Claret; o periodistas. La publicación de esta carta se suma al deseo de recuperar la ciudad.

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La butaca-cama-mesilla

Por: | 21 de enero de 2011

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Brit Leissler es una diseñadora que empezó diseñando su propio misterio. Por norma general esconde sus datos biográficos pero muestra sus opiniones en un blog muy activo: shoot the stylist Hace tres años, diseñó una butaca-cama-mesilla con la voluntad de ofrecer una propuesta ética en medio de tanta novedad vacua. Para intentar aportar más, su silloncito sumaba un tercer uso al tradicional de sillón y cama.

Leissler, que se graduó en el Royal College of Art (tras estudiar diseño de producto en San Francisco y en Colonia) ideó una propuesta nueva pero no novedosa. Partía de la idea de aprender a vivir con poco y de un dilema clásico: tratar de cuajar varios usos en un único producto, o lo que es lo mismo, juntar varios productos en uno sin destrozar ninguno de ellos. Así, la butaba Huggy (producida por Lago) de esta diseñadora asentada en Londres es un colchón (o una cama) pero también es un asiento envolvente, y cómodo, cuando el colchón se recoge en un cilindro de pvc. Por la noche, cuando el colchón se extiende en el suelo, puede uno darle la vuelta al cilindro y convertirlo en mesilla de noche.

 Una butaca-cama no es mucha noticia, pero unir un tercer uso a un binomio funcional, sin que ninguno perdiese su función le valió a esta enigmática diseñadora el Good Design Award que concede el Chicago Atheneum. Premiar el buen diseño, “la innovación por encima del embalaje”, especificaban, fue la intención de los legendarios Eero Saarinen, Charles y Ray Eames y su mecenas, Edgar Kaufmann Jr, -cuyo padre encargó a Frank Lloyd Wright la famosa Casa de la Cascada-. Fueron estos cuatro arquitectos y diseñadores los que idearon el galardón Good Design Award en 1950. 60 años después todavía quedan buenas ideas más allá del embalaje. Y más allá de las más o menos afortunadas fotografías publicitarias.

Arquitectura inacabada acabada de Nieto y Sobejano

Por: | 19 de enero de 2011

 

 

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FOTOGRAFÍAS: ROLAND HALBE  

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Una arquitectura inacabada, un muro vegetal de metal perforado, que modificará el aspecto del Museo San Telmo con el transcurso del tiempo, fue la propuesta con la que Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano ganaron hace cinco años el concurso para la ampliación de dicho centro en San Sebastián. Tras un proceso de readaptación y cambios, muy pronto inaugurarán el edificio. Ya acabado, en el pie abrupto de Monte Urgull, el nuevo inmueble se disuelve y pone de relevancia los nunca resueltos límites entre lo natural y lo artificial que caracterizan el urbanismo de San Sebastián.

 La idea es que el muro, en cuyo troquelado han colaborado los artistas Leopoldo Ferrán y Agustina Otero, desaparezca forrado de musgo o consumido por líquenes en invierno y reaparezca denudo en verano. Los arquitectos buscaban un muro vivo, imperfecto, una fachada dinámica que se quiebre visualmente o se funda con la vegetación del monte Urgull “componiendo una metáfora inesperada de la difícil relación que toda arquitectura establece con el tiempo”, cuentan.

La paradoja es que sea esa arquitectura inacabada la mejor manera de acabar un proyecto de ampliación difícil en el que Nieto y Sobejano trabajan desde hace cinco años para fundir arte y arquitectura. Ante la dificultad, los arquitectos se han crecido y, a pesar de ser una ampliación, el proyecto es, con el futuro Centro de Creación Contemporánea de Córdoba, un inmueble de los que inauguran nueva etapa –menos cartesiana y de gran frescura y soltura a la hora de proyectar- en el currículum de sus autores. Y fue la decisión de no imponerse sino de ayudar a recoger el paisaje para relacionarlo con el edificio histórico y para organizar los recorridos lo que singulariza el diseño.

 Así, otra paradoja de este espléndido proyecto es la de conseguir convertir un muro de contención en un edificio de aspecto ligero. No se trata sólo de la membrana trabajada gráficamente, son también los quiebros y cambios de dirección del muro-edificio -los que permiten el acceso peatonal- y sus usos –el de la terraza cafetería y el de las áreas de exposición al aire libre- los que convierten un muro escultórico en un magnífico espacio público. De este modo, una arquitectura voluntariamente inacabada se transforma en un proyecto respetuoso con el pasado, capaz de adelantarse al futuro y preparado para adaptarse al paso del tiempo.

 

 

Luz dónde, cómo y cuándo

Por: | 17 de enero de 2011

Con el recuerdo reciente de las calles iluminadas con traje de fiesta, Mario Nanni, uno de los lighting designers más reconocidos del mundo revela, e ilustra, sus ocho mandamientos para alterar con la luz. No se trata solo de iluminar, la clave en los diseños de este italiano que comenzó como electricista está en construir con la luz.

Regla 1: Presencia y ausencia

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La presencia de la luz y la ausencia del cuerpo que ilumina rompen los límites de la materia. Una fuente de luz escondida hace resplandecer el cuerpo sobre el que la luminaria se apoya.

Regla 2: Luz solo donde sirve

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Luz para dirigir la atención. Muestra de trajes de Roberto Cappucci en laTriennale, 2007

Regla 3: El espesor de la luz

 

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Tiene espesor lo que tiene volumen. Y tiene volumen lo que genera sombra. La luz puede ayudar a leer la arquitectura. La luz es materia y Nanni la trata como tal.

Regla 4: Luz como materia para construir

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Con demasiada frecuencia la luz se agrega en una intervención posterior: corrige, remarca y esconde lo que ya ha tomado forma. Fotografia del proyecto de iluminación para la Campana Brembana

Regla 5: Elogio de la sombra

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En la frontera entre la claridad y las tinieblas toma forma la arquitectura. Razonamos en términos de positivo y negativo: la sombra es elvacío y lo lleno, la luz. No hay que proyectar tanto la claridad en sí como la sombra que emiten los objetos alumbrados por ella. Fotografia del proyecto de iluminación de la cúpula de Gaudí, museo “Gaudì Centre” de Reus.


Regla 6: Luz en movimiento

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Al moverse, la luz se torna narración y poesía, como en el caso de la iluminación de la fachada del Teatro alla Scala de Milán: gracias a la LIV (“lampadina a immagini variabili”, es decir,  bombilla con variación de imágenes) la luz puede modularse y así transformar las superficies sobre las que se derrama modificando los límites y la profundidad de la fachada.


Regla 7: Luz genera color

 La luz genera color Reg 7 

 

Ningún objeto emana un color siempre igual a sí mismo en el transcurso de un día. La oscuridad hace desaparecer los colores porque el color es luz. Es la luz la que da a cada objeto su color; por ello el color constituye una herramienta para proyectar. Fotografia del proyecto de iluminación “Termometros de Luz”: Plaza Zabalburu  de Bilbao; 2008.

 


Regla 8: La emoción de la nada

 

 

 

 

La emocion de la nada Reg 8 

La luz puede envolver un espacio sin manifiestarse abiertamente. Puede cargar de mayor significado las cosas. Crear una atmósfera invisible. Como en el caso de la iluminación de la escultura de este Hermafrodita durmiendo: no hizo falta crear una luz perfilada que envolviese homogéneamente la obra; se trataba de dar un valor a su enfoque, de fijar la mirada de la luz allá donde descansa la mirada del espectador. Fotografia del proyecto de illuminación del “’Ermafrodito Dormiente”. Triennale Design Museum; 2007

 

 

 

¿Cómo enseñar un museo?

Por: | 13 de enero de 2011

 

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MUSEO MAXXI DE ZAHA HADID EN ROMA. FOTO:IWAN BAAN

La historiadora Encarna Jiménez Losantos, directora de comunicación del IVAM y ex jefa del Gabinete de Prensa del Ministerio de Cultura y del Museo Reina Sofía de Madrid, ha publicado un libro que, con esa pregunta Cómo enseñar un museo (IVAM) analiza el papel de los museos de arte contemporáneo hoy y discute qué estrategia resulta cabal para acercarlos a un público amplio.

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El pan se pone en su sitio

Por: | 12 de enero de 2011

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FOTOS: PEDRO PEGENAUTE

El dueño de la panadería Hänsel llegó al estudio del arquitecto Ingasi Bonjoch cargado de bollos, panecillos y barras de pan. Les pedía al proyectista y a sus colaboradores que los probaran. Estaba harto de los panes que dejan de crujir en cuanto atraviesan la puerta de las pastelerías, o en cuanto se untan con tomate o mantequilla. Quería una tienda para vender pan como el de antes. Sin nostalgia. Con conocimiento.

Bonjoch, Lleó y Sanfeliu, los arquitectos del estudio Bonjoch, dividieron los 140 metros de un local del ensanche barcelonés en dos. La mitad iba a ser para el obrador, el resto para exponer y probar el pan. Se plantearon limpiar el marco, convertir al pan en protagonista, querían prestarle la atención que merece, pero en ningún momento contemplaron disfrazarlo. Por eso arquitectos y cliente decidieron trabajar con líneas simples, sin volúmenes salientes y, sobre todo, sin brillos. Los tonos serían mate, la iluminación quedaría oculta y la ventilación se escondería bajo el banco de la zona de degustación. Era fundamental dar una cara al negocio y optaron por hacerlo con materiales “de verdad”: roble, mármol veteado y granito negro.

Así lo han hecho. Hoy, un banco de 12 metros de largo sienta a quienes deciden quedarse en el local a tomarse un bocadillo. Por detrás de éste, y en la zona pública del comercio, un trenzado de roble es la única referencia, cambiada de escala, a las cestas de pan donde suelen guardarse las barras. Su función es acústica. Aunque también aporta calidez ambiental. Todo el mobiliario es de roble. No hay ninguna bombilla incandescente en la panadería, pero la iluminación oculta demuestra que, con cuidado e ingenio, los fluorescentes pueden llegar a ser cálidos.
La panadería Hänsel de Barcelona no trata de vender panecillos como si estos fueran joyas. Pero habla claro, reconoce la importancia fundamental de continuar haciendo bien el pan y quiere ponerlo en su sitio.

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Opiniones de Moneo

Por: | 10 de enero de 2011

 

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Hace unas semanas El País Semanal publicó una entrevista con Rafael Moneo. A pesar de ser extensa, tuve que editar mucho el texto y aparcar varias de sus respuestas y comentarios por falta de espacio y por considerarlos más apropiados para un público específicamente interesado en la arquitectura. Pueden leerlos ahora.

CASA:
“Creo que también las casas son capaces de absorber la personalidad de las personas sin que sea la arquitectura quien lo imponga.  La última que he estudiado es la vivienda de un profesor de Harvard (no hace falta que cites Harvard), una casita del año 51 intrascendente pero bonita. Le he añadido otra casita muy respetuosa. Le he dado la oportunidad de ser lo que es sin intervenir en ella y sin cambiarla, pero le he añadido un añadido muy añadido que reconoce la libertad de moverse que nos ha explicado Gehry, por ejemplo. No es una casa de madera, como las de Nueva Inglaterra, es una casa con distintos niveles en un paisaje, metida en un bosque. Una casa que alguien que la hubiera montado muy bien hubiera podido hacer coincidir el mensaje de su vivienda con su persona. Bien. Dicho esto, el profesor que me hizo el encargo se ha ido de sabático y la ha alquilado por dos años a otro profesor. El otro día, al visitarla, pensé: ¿Cómo es posible que una casa desaparezca tras los muebles?”

CIUDAD:
“En medio de mi carrera, en un momento en que es importante entender el influjo que la ciudad tenía y la capacidad de entender la ciudad de la arquitectura, una idea convertida en eslogan por Rossi y hoy menos atendida, tuvo mucho valor. Creo que he entendido algunas propuestas rossianas del modo de entender la ciudad y de sentir lo que es la arquitectura: cuánto la arquitectura va irremediablemente ligada a ese sentido de pasar por este mundo en un determinado periodo de tiempo pero, del mismo modo que digo que los edificios nunca están solos, también desde nuestros genes estamos menos solos de lo que nos parece. Y en eso la arquitectura es el testimonio físico más flagrante. Este énfasis de la presencia de la ciudad en mi obra está seguramente aprendido de Rossi. La residencia creo que es la sustancia de la ciudad. Sea colectiva o individual, la ciudad tiene esa sustancia que se debe especiar y dinamizar con elementos destacados. Siento una cierta nostalgia de no haber hecho vivienda”.

AUTORÍA:
“Todo en la arquitectura es mediato. Para todo tiene uno que servirse de ayudas interpuestas: técnicas, lo que sea. No tiene la condición inmediata de la pintura. Si hablo con Antonio López, él cuenta: “Me interesa mantener la memoria de este momento. De la situación en la que la flor recibía la luz… Mañana no la podré pintar ya”. El arquitecto piensa de otro modo. No sé cuánto cambiarán las cosas. No es tan fácil pensar que la aparente libertad que ahora creen tener los arquitectos, cuando el manejo de los nuevos métodos de expresión parece poner en sus manos medios de definición gráfico, en el fondo, los acerca a cualquier otra cosa. No es tan obvio que todo lo que hay detrás del proceso constructivo vaya a permitir hacer eso. Si no es así, me parece más juicioso incorporar a lo que se hace, al trabajo del arquitecto, también esa presencia menos evidente de todos aquellos factores que están presentes en el proceso. Coge el Escorial. Sería el paradigma de una obra de arquitectura asociada a la labor de un arquitecto.


EL ESCORIAL:
“Yo veo El Escorial como obra de Herrera solo a medias. Es un edificio menos limpio de lo que parece. La decisión, por ejemplo, de no hacer otra cosa sino palpable el granito ya es una solución suficientemente importante para que todo parezca la mano de un arquitecto. Pero al final uno podría ver allí muchas manos. En los orígenes de Juan Bautista, en La Galería de Convalecientes… En el fondo es un cañamazo que al final tiene la fuerza y la suerte de ser un edificio que condensa una idea y una visión del mundo de una sola vez, pero no me atrevería a decir tanto que es solo Herrera lo que veo. Entonces me parece que el arquitecto adopte y acepte que ya es un papel suficientemente importante el dejar realidades físicas tangibles. Si es que el paso por este mundo significa algo…”

EL PRADO:
“Estuve siete años sin hacer otra cosa que el Prado porque entendía que había que estar atento a eso. Se hubiera podido hacer con más facilidad con otra gestión. No ya con los líos previos, por la propia mecánica de la ejecución de los proyectos públicos es difícil. En una universidad americana hubiera sido sencillo, pero eso no hace al caso”. (…) “Mi proyecto más difícil ha sido La Catedral de Los Ángeles. Al fin de cuentas en el Prado, en el primer concurso, con setecientos participantes, la estrategia a seguir era la que yo estaba señalando. Seguramente porque yo lo conocía mejor como arquitecto de Madrid. Luego los proyectos evolucionan y se mueven. Y eso es bonito en nuestra profesión. Por ejemplo, en el proyecto del segundo concurso situé la biblioteca en lo que ahora es el claustro. Arquitectónicamente es muy parecido: mismo lucernario… pero era un lugar un poco más privado. Fue un acierto que quienes tenían la responsabilidad decidieran convertirlo en un espacio más abierto, en una sala más para todo el mundo. Los proyectos incorporan cambios. Y eso es muy satisfactorio. No sé si a un escritor le pasa lo mismo cuando redacta una novela. La obra va dándote cosas en su propio hacerse”.

LA CRÍTICA:
“Crítica hay poca. La crítica se ha desplazado a la crítica de los medios y un comentario crítico en un periódico tiene que estar atento a buscar lazos que conecten la arquitectura con otros intereses más amplios de la sociedad. Hay muy poca crítica en el propio terreno que desmenuce los problemas disciplinares de la arquitectura. Todavía menos cuando en los años ochenta y noventa ha habido el traslado de los críticos de los medios académicos a los más populares. Lo que ha quedado en la Academia, superada la crítica formalista, ha sido una crítica que tomaba como modelos literatura y filosofía que en realidad, hará que los años ochenta se vean como años de una deliberada oscuridad personalista. Tafuri hasta que es mayor y se ve cercano a la muerte hace una crítica ideológica y ligada al marxismo. Los dos o tres últimos libros vuelve a una crítica más disciplinar. Pero son los libros que nadie lee. No sé si debieras citar a Quetglas pero en sus últimos trabajos, escribiendo piezas con valor literario en sí mismo, ha tratado de pasar a estudios que pueden reclamar el calificativo de filológicos. Ha habido una crítica de arquitectura explícita. Hay algún crítico de arte que ilumina de manera poderosa. Pero no tanto en el campo de la arquitectura”.

UTZON:
“Utzon era una figura muy carismática. Un arquitecto muy potente. Curiosamente, la Ópera de Sidney, el emblema de la ciudad, no es que sea un edificio fallido es que algunas de las cosas que prometía no se han llegado a resolver, como la continuidad entre los dos teatros. Uno de los dibujos más hermosos de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX es el dibujo de los dos auditorios. Es un programa de edificio preciosísimo. Con raíces en Aalto… tiene unas resonancias clásicas valiosas. Pero al final de la Ópera de Sidney ha quedado a lo mejor lo que era más valioso de ella que era la implantación en aquella península de aquella pieza tan inesperada. Pero que los dos teatros estuvieran juntos quedó sin resolver. Tengo una propuesta para Sidney, que no se hará, pero que creo que es lo que habría que hacer: dejar las conchas vacías. Completamente abiertas (no son las conchas que había hecho, pero mantienen la impronta de lo que quería que fuese). Pero para que ocurriese lo que me gustaría, los dos teatros tendrían que fundirse sin cierre alguno y como además todo eso se construyó de muy mala manera, la gran restauración sería vaciar las conchas y dejarlas como un monumento transitable, como un teatro griego. Lo puedo defender más. Esto sería lo que honraría de verdad lo mejor de la Ópera de Sidney, que son las conchas, no el caracol de dentro, que es irrelevante y feo”.

AMÉRICA:
“Pude quedarme en América, pero dejé Cambridge porque hubo una especie de conjunción a principios de los noventa. Me encontraba haciendo Atocha, estaba el Aeropuerto de Sevilla, Luego Thyssen y Manuel de Solá y yo ganamos la Illa de Barcelona. Eso fue el detonante. Me daba mucho apuro ver a Manuel solo con ese proyecto de la Diagonal, y ver a todo el mundo una vez al mes solo cuando venía de América. Al final, en el año 90 decidimos regresar. Entonces yo no había hecho nada allí”.

LIBRO:
“El libro Apuntes sobre 21 edificios (Gustavo Gili) es una especie de crónica de lo que yo he visto. De las cosas que me han ido preocupando en la arquitectura de cada momento”.

SOLEDAD:
“Mi visión ciudadana indudablemente lleva a poner en duda la idea centrífuga de edificio fragmentado, desplegado sin consideraciones a propósito del perímetro. Por ejemplo, la alusión al fragmentarismo de los años 80 y 90 viene en mi caso referido en el proyecto del Museo de Houston desde una posición antitética. En ese sentido, los últimos proyectos en cuanto a subrayar cuánto las arquitecturas no están solas, seguramente aluden también a un iconografismo y a una visión de los edificios solo con contenido icónico que ha estado tan presente en la segunda mitad de los noventa y la primera de los 2000. En eso creo que a lo mejor no coincido con el main stream. En realidad, la coincidencia con el pensamiento de las elites arquitectónicas se puede dar más en los primeros proyectos que luego. Luego me voy quedando más solo”.

GEHRY:
“A Frank Gehry lo conocí el año 76 en Nueva York. Peter Eisenman dijo ‘Viene este amigo mío chifleta de Los Ángeles’. Fuimos a comer al Oyster Bar. Luego nos ha tocado muchas veces compartir contexto, con las diferencias que median, pero también con la proximidad: Bilbao y San Sebastián. Y luego la catedral y su auditorio. Y ahora en Bilbao, vecinos de nuevo. Ha habido siempre esta especie de reencuentro. De trato distante”.

ARQUITECTURA RELIGIOSA:
“La arquitectura religiosa son muchas cosas. Puedes entenderla como simple experiencia sensorial y asociarla casi al románico y hasta Ronchamp. Lo religioso está asociado a lo histórico. Y está asociado a las décadas oscuras de la Edad Media y a la extraordinariamente brillante intervención lecorbuseriana de Ronchamp.  No hay color entre Ronchamp y La Tourette. Contrariamente a lo que digan algunos lecorbuserianos que se sientan ortodoxos, Ronchamp es una auténtica joya dentro de esta espiritualidad confundida con lo mistérico. La iglesia gótica es otra cosa. Explicarla lleva a explicar unos afanes espirituales de toda una Europa naciente que en realidad piensa que depositando la trascendencia en Roma todavía es capaz de ofrecer a la divinidad una figura tan perfecta como es la suma teológica de la escolástica. Lo que Ruskin llama la lámpara del sacrificio. Entre tanto, hay muchas otras cosas, ¿qué es la arquitectura religiosa de Palladio? No hay arquitectura más fría y laica”.

SINGULARIDAD:
“A pesar del respeto que tiene lo tipológico es importante ver en la arquitectura la importancia de lo singular y de lo específico.  Entender cada caso como casi algo diverso”.

CONTEXTO:
“Me parece importante pensar que los edificios que uno hace casi nunca están solos.
Me gustaría que la idea recurrente del contexto pasara a tener en cuenta no ya que un edificio no está solo sino que en muchas ocasiones altera la vida de los demás. No es tanto el contexto en el que te inscribes como el cambio que produces”.

CAMBIO:
“Los proyectos no todos tienen la misma importancia para las ciudades en las que se construyen. Hay proyectos como Atocha que es un proyecto casi social. No es exagerada la analogía que compara las estaciones con los corazones bombeando gente en la ciudad para que éstas funcionen. Allí se siente el pálpito casi más que en ningún otro lado. Al final, llegar a una estación es llegar a entrever aquello por lo que te interesa estar en una ciudad. La estación está en los orígenes del viaje, en lo que trae a la gente a la ciudad. Madrid es una ciudad en la que la topografía ha sido determinante y la estación de Atocha está colocada estratégicamente en el punto inferior de la vaguada de la Castellana que es la espina dorsal. 
Hay capítulos que trascienden los problemas arquitectónicos que plantean. Ambos, Prado y Atocha, plantean la conclusión a la que se llega al leer el libro (Apuntes sobre 21 edificios), aunque no esté escrita: la importancia que tiene el leer el continuo de la ciudad, entender la ciudad como algo que inevitablemente tiene que ver con cómo se han movido las cartas en el pasado predisponiendo un cierto futuro, ese continuo que lleva la respuesta arquitectónica de esos planos horizontales tan generosos para acoger las estructuras ferroviarias y la invasión de la gente.
El caso de Atocha es el ejemplo claro de cómo en una vida tienes tiempo de ver cambiar tus propios edificios”.

 


 

El País

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