Brit Leissler es una diseñadora que empezó diseñando su propio misterio. Por norma general esconde sus datos biográficos pero muestra sus opiniones en un blog muy activo: shoot the stylist Hace tres años, diseñó una butaca-cama-mesilla con la voluntad de ofrecer una propuesta ética en medio de tanta novedad vacua. Para intentar aportar más, su silloncito sumaba un tercer uso al tradicional de sillón y cama.
Leissler, que se graduó en el Royal College of Art (tras estudiar diseño de producto en San Francisco y en Colonia) ideó una propuesta nueva pero no novedosa. Partía de la idea de aprender a vivir con poco y de un dilema clásico: tratar de cuajar varios usos en un único producto, o lo que es lo mismo, juntar varios productos en uno sin destrozar ninguno de ellos. Así, la butaba Huggy (producida por Lago) de esta diseñadora asentada en Londres es un colchón (o una cama) pero también es un asiento envolvente, y cómodo, cuando el colchón se recoge en un cilindro de pvc. Por la noche, cuando el colchón se extiende en el suelo, puede uno darle la vuelta al cilindro y convertirlo en mesilla de noche.
Una butaca-cama no es mucha noticia, pero unir un tercer uso a un binomio funcional, sin que ninguno perdiese su función le valió a esta enigmática diseñadora el Good Design Award que concede el Chicago Atheneum. Premiar el buen diseño, “la innovación por encima del embalaje”, especificaban, fue la intención de los legendarios Eero Saarinen, Charles y Ray Eames y su mecenas, Edgar Kaufmann Jr, -cuyo padre encargó a Frank Lloyd Wright la famosa Casa de la Cascada-. Fueron estos cuatro arquitectos y diseñadores los que idearon el galardón Good Design Award en 1950. 60 años después todavía quedan buenas ideas más allá del embalaje. Y más allá de las más o menos afortunadas fotografías publicitarias.
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