Del tirador a la ciudad

Sobre el blog

Del tirador a la ciudad. Ése era para Mies van der Rohe el ámbito de su oficio. La arquitectura, como la sanidad o la educación, nos afecta a todos. Puede también fascinarnos. Como todo informador, me valdré de lo que creo saber. Trataré de no enmascarar lo que ignoro.

Sobre el autor

Anatxu Zabalbeascoa

La periodista e historiadora escribe sobre todas las escalas de la arquitectura y el diseño en El País y en libros como The New Spanish Architecture, Las casas del siglo, Minimalismos o Vidas construidas, biografías de arquitectos.

Por Madrid pasa un río: en el Manzanares con Perrault

Por: | 28 de febrero de 2011

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FOTOS: J.F.ANDRINO

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Impone hablar de grandes proyectos públicos cuando hay elecciones a la vuelta de la esquina. Y es tan cierto que Madrid es igual de hospitalaria que ruidosa como que lleva tiempo superando los niveles de contaminación permitidos por la Unión Europea mientras sus ciudadanos no renuncian a utilizar el coche y el alcalde mira hacia el cielo para ver si llueve. Con todo, es difícil discutir que el Parque del Manzanares, que ya está empezando a brotar, cambiará la cara sur de la ciudad. Y la vida de más de 300.000 vecinos.

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¿De qué hablamos cuando hablamos de diseño?

Por: | 25 de febrero de 2011

 

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Barril de agua de Weyers& Borms

Muy, muy atrás, desgraciadamente sepultada –y cuando se sepultan las cosas se entierra también su lección- quedó la célebre, por borde, pregunta ¿diseñas o trabajas?, asociada a los espléndidos bares –también sepultados- de la noche barcelonesa de los ochenta.

Sin haber asimilado la lección de aquel despertar, y aquel exceso, hoy la pregunta es otra, más aburrida, pero necesariamente más básica: ¿De qué hablamos cuando hablamos de diseño?

 Si de verdad alguien está interesado en hacer de los simposios, coloquios, mesas redondas o debates sobre el diseño algo más que un pasatiempo, una forma de vida o una distracción –es un decir- convendría ponerse de acuerdo en algo tan básico como esa definición. El pasado martes 1 de Febrero la institución Design Flanders convocó a un debate para presentar el diseño de la mitad flamenca de Bélgica. Y explicar “cómo se protege ese sector del tsunami de productos orientales”.  En la mesa alargada se sentaron representantes del ámbito español a un lado (el arquitecto Pedro Feduchi; el diseñador gráfico y director del DIMAD, Manuel Estrada; la directora de Casa Decor, Kersti Urvois; y el director de la revista Experimenta Pierluigi Cattermole) y al otro lado del escenario algunos profesionales flamencos: los proyectistas Danny Venlet, Siegfried De Buck, Stefan Schöning y la comisaria Inge Vranken.

El resultado de las intervenciones recordó en general la frivolidad de las preguntas de las noches barcelonesas “en bares de diseño”, pero careció de su alegría. La responsable de Casa Decor asoció diseño con cambio cada nueva estación “como la moda”, comentó.  Como conclusión repitió que el diseño es importante. ¿Para qué? ¿Para cambiarlo continuamente?

 Cuando el moderador sacó el tema de la crisis, el diseñador Setefan Schöning explicó que uno debe aprovecharla para prepararse y estar listo la temporada siguiente. De nuevo, como si el ciclo de las vacas flacas siguiera el orden de las pasarelas. En el lado español, seguramente más azotado por los malos resultados económicos, el arquitecto Pedro Feduchi habló de crisis de ideas y de modelos y de la necesidad de replantearlo todo, desde cero. “La lógica de enriquecerse exportando debe cambiar”, –apuntó Pierlugi Cattermole, que describió la propia transformación que vive su revista, del papel a la pantalla. “Cómo conseguir vivir mejor consumiendo menos y gastando menos es el gran reto del mundo”, dijo.

 Pero el diseñador australiano afincado en Bélgica Danny Venlet le espetó que la crisis era como un tremendo atasco. “No se puede adelantar cuando todos han frenado. Eso sí, cuando uno se para a repostar, conviene añadirle a la gasolina algo de diseño”.

Manuel Estrada, quiso saber qué se podía hacer para idear productos que tengan sentido. Y dijo ser consciente de que nuestra sociedad rica, ensimismada, pone en riesgo nuestro nivel de vida. Además, se mostró preocupado por la cantidad de estudiantes de diseño que hay en el mundo “¿Qué haremos con ellos?”, preguntó.

La postura, aun preocupada, resultaba paternalista. En la platea más de uno pensaría que harían mejor en no preocuparse por salvar a los otros porque los instrumentos y modelos con los que se van a salvar quienes aspiran a ser diseñadores seguramente no podrían siquiera imaginarlos los ponentes de esta charla. Son muchos los que están entendiendo que, en diseño pero también en todo lo demás, no habrá un “después de la crisis”. Esto ha pasado de ser un empacho a convertirse en hambruna. Lo único bueno de las hambrunas es que agudizan el ingenio. Y son muchos los que están indagando en soluciones y mundos (como los prefabricados constructivos como opción rápida, económica y sostenible descuidada en España hasta ahora) para responder a las necesidades de una sociedad cambiante en una realidad también cambiante. No hay recetas, y en diseño, como en botica, hay de todo y todo es posible, pero aquellos diseñadores que siguen entendiendo que el cambio en esta disciplina es una cuestión de temporada, de feria y de pasarela, siguiendo el ciclo endiablado del mundo de la moda, demuestran qué pobre es su idea del cambio. Y qué poco están dispuestos a cambiar.

 

La obsesión por la paja

Por: | 23 de febrero de 2011

Hace unos años la italiana Valentina Maini inició una cruzada personal para reescribir el cuento de los tres cerditos. La arquitecta afincada en Barcelona estaba convencida de que el relato era equivocado. El cerdito feliz no es el que al concluir el cuento vive en la casa de ladrillo (de construcción contaminante) ni siquiera el que se fabrica una vivienda de madera (tan cara). El cerdito feliz vive en una casa de paja. Ella lleva años haciéndolas.

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¿Cómo lidiar con lo existente?

Por: | 21 de febrero de 2011

Buena parte de las obras de los próximos años deberán mejorar, ampliar, actualizar o remodelar edificios existentes. Así, muchos arquitectos se preguntan cómo lidiar con lo que existe, cómo hablar a edificios de otras épocas y cómo convivir con inmuebles preparados para otros usos y construidos para transmitir otros mensajes. Seis arquitectos en activo de diversa obra, ideología, situación profesional y económica responden a esta pregunta. Abrimos el debate a arquitectos y no arquitectos.

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 Emilio Tuñón y Luis M. Mansilla: 

Lo existente es el marco de actuación del arquitecto. Para la producción de la arquitectura, el respeto a ese marco es fundamental, tanto hablando en términos relativos al paisaje, como a la ciudad o al contexto histórico. Pero  es fundamental entender que lo existente no se refiere exclusivamente a una realidad física material, sino que existen otro tipo de contextos más amplios que están ligados a lo intangible... es lo que nosotros llamamos el “concepto ampliado del contexto”: la memoria individual y la memoria colectiva, los anhelos de las personas y las necesidades de la sociedad, los lenguajes individuales y los lenguajes universales...

Para nosotros la mejor manera de trabajar con el contexto supone una doble actitud. Por una parte el respeto a lo existente, ya sea tangible o intangible, y por otra la asunción de la responsabilidad que tenemos los arquitectos de construir los soportes donde se desarrollan las actividades de las personas, y por extensión de las sociedades, con el optimismo de un mundo mejor, necesariamente múltiple y diverso.

Porque no existe pasado, presente y futuro, sino presente del pasado, presente del presente y presente del futuro.

 

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FOTO: ROLAND HALBE

Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano:

Intervenir en un edificio ya existente exige tomar postura ante su transformación en el espacio y en el tiempo: consiste en última instancia en desvelar las leyes que la generaron y ser consciente de cómo se transformó a lo largo de su historia. Nos gusta imaginar que todo edificio es capaz de narrar cómo actuar en/sobre/junto a él: tan solo debemos saber leer las instrucciones que nos indican cómo extenderlo, envolverlo, vaciarlo, cubrirlo o fragmentarlo.

La idea del arquitecto como único responsable intelectual de un edificio se pone en cuestión al intervenir en un proyecto concebido previamente por otros, y ahí entraña la dificultad y la singularidad de la arquitectura frente a otras artes: nadie comprendería que un artista modificara una obra ajena en el campo de la música, la pintura, la literatura o el cine, pero todo el mundo acepta que un edificio puede ser modificado por otro arquitecto en algún momento de su historia.

 

Proyectar/rehabilitar/transformar arquitecturas preexistentes significa descifrar las intenciones de quien las proyectó en otro tiempo, ser capaz de interpretar un edificio como la suma de diferentes textos yuxtapuestos. Como aquellos libros que narran una historia dentro de otra y así indefinidamente, la transformación o ampliación de una obra arquitectónica se parece a la inserción de un nuevo capítulo en un texto siempre inacabado. Reconstruimos con otras palabras ideas que ya estaban presentes: recomponemos nuevos espacios que nosotros vemos y que probablemente el autor del proyecto original nunca imaginó así, al igual que hacemos nuestros los concebidos por otros antes que nosotros. La mejor manera de trabajar sobre lo ya existente es, en nuestra opinión, aproximarse a cada nueva situación sin juicios preconcebidos.

 

 Museo de los Molinos en Palma. Foto Duccio Malagamba

FOTO: DUCCIO MALAGAMBA

Ricardo Flores y Eva Prats:

Trabajar en edificios antiguos tiene algo de estar de segunda mano, en sitios en cuya creación no has participado, jugando el papel de observador. Así, el trabajo comienza observando... cosas que han hecho otros, y que puedes juzgar desde fuera. Observas dibujando, lo registras todo, lo que te gusta y lo que no... hasta que pasa a ser un dibujo propio, un proyecto tuyo, que comienzas a modificar, adaptándolo al nuevo programa.

Nuestra manera de trabajar en edificios existentes es trabajar a partir de lo que nos encontramos, estirando, amplificando sus cualidades. En este sentido, este trabajo tiene algo de ir transformando unas cosas en otras, dibujándolo todo como un dibujo (o pensamiento) continuo, donde una cosa lleva a otra, hacia atrás y hacia adelante en el tiempo... borrando las distancias físicas y temporales. El libro Las Metamorfosis, de Ovidio, es una buena lectura sobre este tema.

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Íñigo García, Tomás Valenciano, Jon Muniategiandikoetxea, Javier Ubillos y Marta Álvarez, de VAUMM:

Para nosotros lo existente es la realidad en la que se desarrolla y opera la arquitectura.

En el proyecto lo existente es el contexto, mostrarse respetuoso con la topografía, reinventar lo vernáculo, tal vez contrastar el paisaje o crear un nuevo lugar. Se trata de leer las condiciones de entorno e integrarse en él respetando los equilibrios del contexto. Se trata de proponer algo nuevo dentro del proceso continuado que ha generado ese entorno. No existe el papel en blanco. Nos gusta lo que decía Oteiza, el que avanza creando algo nuevo lo hace como un remero, avanzando hacia delante pero rema de espaldas, mirando hacia  atrás, hacia el pasado, hacia lo existente para poder reinventar sus claves.

 

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FOTO: JESÚS GRANADA


Sara de Giles y Pepe Morales, de MGM:

El proyecto de ampliación o intervención sobre lo ya existente arranca, la mayoría de las veces, sobre una arquitectura en desuso, obsoleta o abandonada. Intervenir sobre estas preexistencias conduce a tener que reinterpretar los espacios y las historias; pero siempre es una interpretación, no un seguimiento fiel al dictado que los restos “oficiales” nos proponen.

El objetivo de esta interpretación es que dicha arquitectura vuelva a la vida hoy, dando respuesta a los requerimientos espaciales y de uso de nuestros tiempos.

En vez de la intervención de oficio, sobre las arquitecturas, proponemos, en coherencia con todo aquello que nos vamos encontrando en la obra, abandonar el proyecto hacia una búsqueda de las sugerencias de los restos, siguiendo los fenómenos y las sensaciones  a través de las ruinas, o en su caso, a partir del edificio de partida.

La posible lógica de este proyecto, es decir el criterio de intervención en estas situaciones, consistiría en descubrir espacios, texturas y materialidades. Escuchar entre los muros, averiguar entre las luces, o torciendo el rumbo de los restos averiguados.

Se trataría de hacerle el juego a este encuentro fortuito entre cuerpos, espacios y atmósferas. Este proyecto, (como documento técnico que precede a la obra a ejecutar), no existe; es preciso descubrirlo en cada visita de obra, en cada abandono, en cada rumbo.

 

 

Vicente Guallart:

La ciudad es energía informada, una acumulación de esfuerzo humano y material construido a lo largo de siglos. La ciudad y la arquitectura del siglo XX fueron estructura y función. En el siglo XXI se les superpondrá un metabolismo. La arquitectura, como la naturaleza, tiende hacia la autosuficiencia, a partir de la regneración de edificios y ciudades construidas sobre las que se aplicara la lógica de producción distribuida de la sociedad de la información.

La arquitectura y la ciudad se construyen, se deben construir, no tanto para lograr la eficiencia de un sistema abstracto, sino para el bienestar del hombre.

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Espacio público en el puerto de Keelung, Taiwan, creando una gran plaza sobre el mar, en el centro de la ciudad, hoy cruzada por vías de circulación de alta capacidad.

 

 

 

 

El legado Ganchegui

Por: | 18 de febrero de 2011

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FOTO: EDORTA SUBIJANA

¿Qué hacer frente al cantábrico abierto y desapacible? Los arquitectos Rocío Peña y Mario Sangalli, de Peña Ganchegui y Asociados, decidieron que cuando no se pueden peinar los vientos, lo mejor es desaparecer. Se trata de quitarse de en medio para proteger el lugar, pero también de hacerse a un lado para resguardar la casa del viento del norte y de la lluvia.

Así, su casa Urrezkoenea, situada en Getaria, sobre una pendiente fuerte con vistas al Cantábrico, se recoge para acumular el sol debajo de la tierra. Y así, inventa un camino que recorre la colina desde la cima, donde está el acceso, hasta su pie, en la costa cantábrica.

El camino de acceso conduce a la casa, pero esta inicia otro sendero sinuoso y peatonal que se aleja de la sombra y gira buscando la protección del viento: “convirtiéndose en muro que se pliega y busca un lugar profundo desde el que mirar ese paisaje”, cuentan los arquitectos. Esta es una casa disimulada porque, ante algunas vistas, el exceso puede ahogar. Así, con la ubicación escondida, las vistas aparecen y desaparecen para hacerlas menos evidentes.

La casa es de madera y hasta el muro de hormigón lleva la huella del encofrado como textura y único ornamento. Las cubiertas planas de madera se mimetizarán cuando se tiñan de gris con el paso del tiempo.

“Pensamos que la vivienda no está acabada, porque esperamos que el lugar la haga desaparecer, aún más, con esa cubierta que como una melena acabará de desdibujar unas formas que pretenden no ser rotundas ni rigurosas sino una parte más de ese terreno”. En el hormigón ya se acumula el verdín de ese lugar tan lluvioso. Y los arquitectos lo imaginan cubierto de glicinia con el pasar de los años.

Rocío Peña Azpilicueta y Mario Sangalli (ambos nacidos en San Sebastián en 1964) fundaron en 1988 su estudio sobre la base del de Luis Peña Ganchegui. Tras estudiar en Barcelona, Rocío trabajó con Enric Miralles. Mario se especializó en estructuras y hoy es profesor de proyectos en la ETSASS. Las huellas topográficas de la enseñanza de Miralles y la mano con los cálculos del hormigón de Peña y Sangalli marcan muchos de sus trabajos, como el Centro Cultural Bastero Kulturgunea, en Andoain, y la propuesta para la Rehabilitación de la Plaza de los Fueros en Vitoria. Con todo, y más allá de su nombre, fue Peña Ganchegui el que les dejó el mayor legado. El arquitecto vasco, fallecido en 2009, les cedió como herencia el tacto para adecuar la arquitectura a la vocación del lugar.

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¿Es la Sagrada Familia el mejor edificio barcelonés del año pasado?

Por: | 15 de febrero de 2011

 

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¿Qué interés puede tener premiar una obra de arquitectura que insiste en la promoción de Barcelona como destino turístico por encima de abogar por una ciudad acorde con las necesidades de sus ciudadanos?

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Cultura enciclopédica

Por: | 14 de febrero de 2011

 

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“Subimos por Temple Street. Vimos la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles en la esquina de Temple y Grand Avenue, inaugurada en el año 2000 y construida según planos del español José Rafael Moneo, después de que el terremoto del 94 arruinase la estructura de la vieja Santa Viviana del siglo XIX. Nos pareció un parking desde afuera. Pero había que entrar a verla. Desde la puerta de ingreso las cosas cambiaron; al fondo de un nártex longitudinal y paralelo a la nave, se divisaba un retablo del siglo XVIII de la antigua iglesia, bien restaurado y mejor iluminado. Al llegar al altar, fue necesario girar 270 grados para quedar entonces mirando el eje principal de la nave hacia el retablo, bastante más abajo del lugar donde nos encontrábamos. Había desaparecido cualquier recuerdo de la violencia semiótica (perdón por la pedantería) que inducía el exterior con su parecido a los edificios más crasamente utilitarios del downtown, los parkings. La luz, la pendiente y el conjunto de tapices magníficos a ambos lados de la nave demuestran que el arquitecto apostó por entero al espacio interior de iluminación y recogimiento antes que al atractivo o a la seducción de la fachada y de muros externos. Una jugada audaz, sin duda, porque se requiere la tenacidad de una mujer como Aurora para sortear ese exterior estéticamente hostil y apostar a emocionarse en el interior. Yo, ni me hubiese molestado si Aurora no hubiera insistido”.

El historiador argentino José Emilio Burucúa escribió el largo párrafo anterior en febrero de 2006 y lo publicó dos años después en el libro Cartas norteamericanas (Adriana Hidalgo Editora), fruto de los meses que pasó en Estados Unidos como investigador invitado por la Fundación Getty.

 Burucúa es uno de los grandes expertos mundiales en la relación entre la imagen y la idea, a partir, sobre todo, del Renacimiento y el Barroco. Esto, de paso, le ha convertido en uno de los autores que más partido han sacado a las intuiciones de Aby Warburg. Hace dos semanas pasó por Madrid para dictar una conferencia en el Museo del Prado y para presentar su última obra, Enciclopedia B-S (Editorial Periférica). En este libro, Burucúa desarrolla un brillante ejercicio de escritura –a medio camino entre la historia, el ensayo y la narrativa- para contar las peripecias de una familia: la de su mujer, Aurora, la que insiste en que entren a la catedral de Moneo. En Enciclopedia B-S la historia de un matrimonio de judíos rumanos es también la síntesis de la historia de Europa, con sus guerras mundiales, sus totalitarismos fascista y comunista y sus exilios (a Israel, a Francia, a la Argentina): “Los huracanes del siglo XX soplaron sobre la gente normal”. Si el elogio no se quedara corto para una obra llamada a perdurar –y no estuviéramos todavía en febrero- podría decirse, sí: uno de los libros del año.

 

 

Gehry habla en Manhattan

Por: | 11 de febrero de 2011

 

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FOTO: MERRY

Frank Gehry concluye en Manhattan un rascacielos que parece de nueva generación. Con el acabado aparentemente imperfecto, sinuoso o torturado, que permiten los alardes de la ingeniería y el diseño digital, la torre de viviendas de 76 plantas y 267 metros de altura (frente a los 381m del Empire State o los 417 de las desaparecidas Torres Gemelas) ya ha sido calificada como “democrática de verdad” por Nicolai Ouroussoff, el crítico de arquitectura de The New York Times. ¿Por qué?

 El rascacielos, a pocos metros de la zona cero y junto al puente de Brooklyn, tiene el hormigón estructural envuelto en una piel de acero que le confiere una imagen dinámica, plástica y cambiante. Son los reflejos con los que responde cada uno de los 10.500 paneles de diversos tamaños que forran la fachada los que refuerzan la percepción de una forma escurridiza. A ese volumen aparentemente fragmentario contribuye también el retranqueo de los diversos cuerpos que componen el edificio y la voluntad del arquitecto de llevar las notables bay window (ventanas-galería) a alturas de más de 200 metros. Esa suma de discrepancias contribuye a hacer del edificio una construcción eminentemente plástica, con cualidades, como la imperfección, que la acercan a los inmuebles singulares y únicos y la alejan de la contención fría, y estandarizada, habitual de los rascacielos.

 Así, la Spruce Street Tower no inaugurará una era de torres expresivas, pero sí dialoga de tú a tú con la vecina y legendaria torre Woolworth que Cass Gilbert concluyó en 1913. La idea de dedicar un edificio de altura a viviendas choca con la tradición de que sean las empresas privadas las que financien y construyan los iconos más altos de las ciudades. Por eso, la torre Spruce podría representar el triunfo de la iniciativa individual, dándole como le da la espalda a Wall Street. Sólo que difícilmente se podría permitir un piso en ella alguien poco familiarizado con, y poco beneficiado por, la bolsa neoyorquina. Con todo, tras una ardua negociación que ha exigido la cesión de las primeras seis plantas (forradas de ladrillo rojo) a usos públicos (una escuela infantil y un centro de salud), el edificio, torturado o festivo, de Frank Gehry inaugura una nueva etapa tras una década gris. Y levanta la cabeza en Manhattan. Un nuevo icono se ha atrevido a hablar allí después del 11-S, cuando se cumplen diez años de los atentados.

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Arquitectura de libro Guinness

Por: | 09 de febrero de 2011

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Con crisis o sin crisis, parece que los récords siguen motivando a mecenas arquitectónicos y promotores inmobiliarios. Hay negocio en el XXL. El último logro, la piscina descubierta más larga del mundo, bate tantas marcas que cuesta describir su arquitectura a partir de una sola. Se trata del nuevo icono de Singapur. El Marina Bay Sands es un hotel formado por tres torres de 55 pisos coronadas por la ya famosa piscina al aire libre (150 metros), sobre una plataforma más larga que la Torre Eiffel tumbada y ubicada a 200 metros del suelo, literalmente sobrevolando el aire de la ciudad.

 

Pero hay más récords. Más allá de conseguir que nadar se convierta en volar, las tres torres, unidas en la planta veintitrés, son el edificio que más rápidamente se ha levantado nunca en Singapur (a razón de una nueva planta cada cuatro días). Las 2.561 habitaciones comparten edificio con 300 tiendas de lujo y seis restaurantes. Entre éstos se encuentra el Santi, de Santi Santamaría, en la estela del que el cocinero de Sant Celoni inauguró en el hotel Atlantis de Dubai. Gastronomía, comercio y descanso conviven con piezas artísticas tan monumentales como la nube de Antony Gormley -suspendida en el atrio de la primera torre entre los pisos 5 y 12-, que pesa 14,8 toneladas. Así, el complejo hotelero es, de nuevo, otro récord, el edificio que mayor inversión ha hecho en obras de arte –asimiladas a la arquitectura, se entiende-. De hecho, además de centro comercial y hotel, el conjunto cuenta con un teatro (que acogerá musicales de Broadway), un auditorio y ¿lo adivinan? un museo de arte.

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Con todo, permítanme dudar de que la mayor sorpresa sean los récords. Lo más sorprendente del conjunto es el nombre del arquitecto que lo firma. Un grande de la arquitectura mundial que levantó en Montreal las viviendas modulares y prefabricadas Habitat 67 para la exposición universal de dicha ciudad canadiense. Hoy Moshe Safdie sigue interesándose por los retos. Pero, tras levantar el Museo del Holocausto y el Mamilla Center en Jerusalén o el Aeropuerto de Tel Aviv, sus retos parecen haberse transformado. ¿O no? ¿Es un reto hoy responder a las demandas de la sociedad pudiente con centros comerciales que lo sean también culturales? ¿Es una pantomima mezclar ambas actividades? ¿No lo hacen ya casi todas las artes?

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Bunyesc en las alturas

Por: | 07 de febrero de 2011

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2.400 metros de altura, una semana de construcción y dos horas para llegar caminando hasta la carretera más cercana. La arquitectura del ilerdense Josep Bunyesc podría ser de libro Guinness. Pero el mayor de los récords sería su bajo consumo energético.

  Tras levantar la primera casa pasiva en España, su propia vivienda en Lérida, el arquitecto culminó la ampliación de este Refugio Colomina. Se trata de la remodelación de una vivienda de 1917, la Casa Keller, a la que da nombre el ingeniero alemán que firmó la primera obra hidroeléctrica en España. En el macizo Encantats de Pallás, en el Parque Nacional de Aigües Tortes, la mayor zona lacustre del Pirineo, con más de 24 lagos, recibe con frecuencia la visita de excursionistas que realizan la Travesía Pallars-Ribagorça-Arán. Desde 1985 la antigua vivienda del ingeniero alemán comenzó a utilizarse como refugio para excursionistas. Pero era preciso aclimatarla y dotarla de un sistema de calefacción sostenible en el que el calor del sol pudiera alamacenarse para que el refugio funcionara con nulo consumo energético y mínimo mantenimiento. Bunyesc echó mano de las tres reglas básicas que aprendió cuando realizó un máster de arquitectura sostenible en la universidad de Louvain, en Bélgica.

Lo primero es captar el sol. A ello contribuyen los grandes ventanales, las aberturas para que entre el calor que luego deberá mantener la inercia de los materiales. Esas zonas abiertas están protegidas para repeler el sol y evitar el sobrecalentamiento en verano. Con el sol dentro, es preciso mantener el calor. De ahí que el aislamiento (en este caso con paneles de madera de alerce sin tratar y lana de ovejas de la zona para el aislante interno) sea el segundo paso. El tercero es la ventilación. Se trata de renovar el aire sin perder el calor abriendo las ventanas.

Con ocho paneles de fachada y cuarto de cubierta, Bunyesc realizó un trabajo milimétrico en un aserradero local. El alerce sin tratar envejecerá hasta adquirir el tono gris del hormigón.

Prefabricado ligero, montaje rápido sin huella y materiales locales reciclables. La arquitectura de Bunyesc no es revolucionaria, pero abre puertas. Atraviesa un umbral que, en España,  a pocos arquitectos les ha interesado cruzar.

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El País

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